viernes, 28 de diciembre de 2012

Poetas con pistolas por Kiko Méndez-Monasterio

Mientras el primero aportaba versos al ‘Cara al sol’, el segundo componía odas a Stalin. Toda su obra está salpicada por las circunstancias y su posicionamiento político.


Para Agustín de Foxá los versos de Rafael Alberti, de Cernuda, de Miguel Hernández, es decir de casi todo el 27, “son poemas de laboratorio, sin fuerza ni hermosura, equívocos, cobardes, llorones”. Por eso declina la invitación de Luis Buñuel para asistir al estreno de la Edad de Oro, esa tarde prefirió acudir a un mitin de José Antonio. Con esa elección, al abismo estético se une la confrontación política.
Desde entonces, las figuras de Foxá y de Alberti están condicionadas por el tiempo fratricida que vivieron. El primero contribuyó con algunos versos al himno falangista –“Cara al sol con la camisa nueva, que tú bordaste en rojo ayer”–; el segundo prefería dedicarle poemas a Stalin –“Padre y maestro y camarada”–.

Agustín de Foxá: mucho más que anécdotas
Para hacerse una imagen adecuada de él, nada mejor que su autorretrato: “Gordo; con mucha niñez aún palpitante en el recuerdo. Poético pero glotón. Con el corazón en el pasado y la cabeza en el futuro. Bastante simpático, abúlico, viajero, desaliñado en el vestir, partidario del amor, taurófilo, madrileño con sangre catalana”.
Nació en Madrid casi con el siglo, en 1903. Además de conde de Foxá y marqués de Armendáriz fue periodista, diplomático, autor teatral, académico y poeta. Sólo escribió una novela, pero es legado suficiente como para considerarlo uno de los mejores prosistas de la pasada centuria. Ahora no tiene el hueco debido en el mausoleo cultural porque nunca le han perdonado su orgullo reaccionario, su cuna aristocrática, su versátil talento y su vinculación con la Falange.
Cincuenta años después de su muerte, además de las polémicas por la necia censura con la que pretenden silenciarle, queda de Foxá su Madrid, de Corte a checa, una novela maestra por la fuerza de su estilo, como La educación sentimental, de Flaubert, pero que además se puede leer como libro de aventuras, como crónica intelectual de la época o incluso, a pesar de ser un enemigo declarado del romanticismo, como continuación de Las memorias de ultratumba de Chautebrieand, por ese guiño melancólico de quienes han conocido la dulzura de vivir del antiguo régimen.
Él contaba que logró salir de aquel Madrid chequista gracias a que se comió, mano a mano con el secretario de un ministro, los últimos cochinillos de la ciudad. Le dieron un puesto como representante de la República en Bucarest, y allí acudió, previo paso por la zona nacional, claro, para ponerse al servicio del gobierno de Burgos.
Llegó la paz aquí y la guerra al resto de Europa, y todavía, prisionero de su ingenio, se metió en líos tan gordos como él mismo llegaría a ser: diplomático en la Italia de Mussolini, fue declarado persona non grata por el Régimen: unos dicen que a causa de sus bromas inadecuadas hacia el conde Ciano; otros que por decirle a la embajadora alemana, delante de varios jerarcas fascistas, que el Reich demostraba gran valor al elegir a sus aliados. Y es que, además de su novela, su teatro, sus artículos y sus poemas, a Foxá le sobreviven sus anécdotas, tan innumerables como sus apariciones en sociedad, porque no hay quien le haya conocido y no cuente de él alguna ocurrencia genial. Eso sí, imposibles de contrastar.
Fue en Chile, dando una conferencia en la que afirmaba que en España aún se moría por honor, donde un exaltado le interrumpió diciendo que allí sólo se moría por la democracia. “Ya –contestó rapidísimo el conde–, pero eso es como morir por el sistema métrico decimal”. En España, en una tertulia, algún pelota institucional tuvo la osadía de decir que el Espíritu Santo inspiraba los discursos del Caudillo. “Mañana mismo me hago de Tiro al pichón”, apostilló Foxá.
Tenía de diplomático la carrera y la condición, pero la incontinencia de su vivísimo ingenio creó más de un problema, como cuando en una cena oficial una dama norteamericana se quejaba de que en España se criticaba mucho a los EE UU, pero gustaban mucho más los dólares. “Señora –respondió el conde–, también nos gusta el jamón y no por ello nos revolcamos con los cerdos”.
Renegar no renegó nunca, pero ya instalado en la figura de epicúreo senador romano, miraría con cierta condescendencia su etapa más juvenil: “Todas las revoluciones han tenido como lema una trilogía: libertad, igualdad, fraternidad, fue de la Revolución francesa; en mis años mozos yo me adherí a la trilogía falangista que hablaba de patria, pan y justicia. Ahora, instalado en mi madurez proclamo otra: café, copa y puro”.
Murió en 1959 sin haber pronunciado el discurso de ingreso en la Real Academia. Para la ocasión hubiese servido su mejor poema, Melancolía de Desaparecer: “Y pensar que después de que yo me muera,/aún surgirán mañanas luminosas,/que bajo un cielo azul, la primavera,/indiferente a mi mansión postrera,/encarnará en la seda de las rosas. (...) Y pensar que no puedo en mi egoísmo/llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja,/que he de marchar yo solo hacia el abismo/y que la luna brillará lo mismo/y ya no la veré desde mi caja.”
Rafael Alberti, el ‘caballo rojo’ que corrió al galope del 27
Por Begoña Marín.
Cuenta Pablo Neruda que cuando Rafael Alberti (1902-1999) supo que la nueva revista que iban a publicar se llamaba Caballo Verde se removió de su silla y espetó: “¿Por qué va a ser verde el caballo? Caballo Rojo debería llamarse”. El poeta chileno, en un alarde de diplomacia, respondió: “Hay bastante sitio en el mundo para caballos y poetas de todos los colores del arco iris”. Esta anécdota retrata el temperamento acalorao y la militancia política del poeta gaditano, que encontró una musa en los bigotes de Stalin y sólo regresó a España tras un largo exilio de 38 años porque el Partido Comunista le pidió que se presentara a diputado en las Cortes por Cádiz.
Y aunque no sería justo reducir a este Joselito de la poesía a un par de anécdotas revolucionarias, tampoco entenderíamos su periplo vital sin un rojerío que le llevó a marcharse de su país nada más acabar la Guerra Civil. Junto con su primera mujer, María Teresa León, salió de Monóvar en un pequeño avión para aterrizar en París, donde no permanecerían mucho tiempo. La amenaza alemana les obligó a coger un barco, el Mendoza, para alejarse definitivamente de su patria hasta llegar a Buenos Aires. Allí nacería su hija Aitana y culminaría su ciclo poético con obras como Entre el clavel y la espada, versos muy alejados del vaivén espumoso de Marinero en tierra, su canto al Puerto de Santa María que le vio nacer.
Puede que la nostalgia le empujara a regresar a casa como el niño arrepentido que ha pasado la noche al raso. Alberti dejó Argentina y puso rumbo de nuevo a la costa mediterránea, pero se quedó en el zaguán de entrada, en Italia. No en vano, sus raíces siempre habían estado en la Toscana. Su abuelo fue uno de los bodegueros que desembarcaron en Cádiz para convertir los caldos finos y olorosos en oro puro que exportar. Allí, en Roma, permanecería 17 años, en los que se divirtió siendo el “embajador democrático” de todos los españoles, como recuerda Terenci Moix. En el país de los miguelángeles y los rafaeles se volcó de nuevo en su pasión por la pintura, vocación que nunca había abandonado. Aprendió técnicas de grabado en plomo y dio rienda suelta a sus Liricografías, poemas pintados. Pero un temperamento batallador como el suyo, capaz de no pegar ojo para encontrar los “versos más hirientes” con los que escribir su poema civil Con los zapatos puestos, no es indiferente a la llamada de sus correligionarios. En 1977, tras la muerte de Franco, Alberti vuelve a España para quedarse.
El poeta de raras camisas, cabellos y chaquetas estentóreos que había perdido hasta el acento –el suyo ya era una mezcla de italiano arrabalesco– abría la puerta de su casa como una Dorothy tras haber sobrevivido a los mundos de Oz. Su papel como diputado en Cádiz le aburrió pronto y salió de nuevo al tablao, donde podía taconear sus versos de Poeta en la calle: “Tú todavía, general botijo, / caudillo cantimplora sin pitorro, / liliputiense, hijo de zorra cabezorra y cabezorro. / Di, Francisco, ¿hasta cuándo, / con tus bordados camisones nuevos, / de cara al son y caraculeando, / nos tocarás la yema de los huevos?”.
Pero España había cambiado desde que él se la dejó. Ya no estaba su compañero de excesos en la Residencia de Estudiantes, Federico García Lorca, el único que –según aseguraba– era tan “andaluz y alborotado” como él. Los únicos miembros de la Generación del 27 que no eran profesores comoPedro Salinas o Dámaso Alonso tenían sus intereses junto al mar, con los “bígaros y los calamares”. Alberti no culminó ni cuarto de Bachillerato –le expulsaron por mala conducta, por escribir una carta de amor–. Junto con Lorca formaría una de las parejas de escritores mejor avenidas del panorama literario español, con permiso de Cernuda-Aleixandre y Altolaguirre-Emilo Prados. Incluso dibujó a “su primo” –así le llamaba– bajo un olivo y la aparición de Nuestra Señora del Amor Hermoso.
Llevaban el fervor del folclore andaluz en la sangre. Alberti regresó para contemplar de nuevo ese azul de marea baja que nunca dejó de pintar ni de escribir. Marinero en tierra, su primer poemario, siempre fue su himno, con el que consiguió el Premio Nacional de Literatura. La política y el exilio le traerían otros versos, algunos sangrientos y rojos, como los del caballo de su revista, pero nadie le recordará por ellos. 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Locura de amor (película)

Hace tiempo recomendé la película "Locura de amor", pero no la pude incluir para su visionado. Aunque está un poco cambiada respecto a la obra de teatro del grandísimo Manuel Tamayo y Baus (la cual recomiendo también) la película es realmente buena y través de ella podemos aprender un poco más, sobre uno de los periodos históricos más interesantes de nuestra historia.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Maribel y la extraña familia. Miguel Mihura

"En el panorama del teatro español del siglo XX, Miguel Mihura ocupa uno de los lugares reservados a los clásicos de nuestras letras. Escritor intuitivo, que llega al teatro desde la práctica del humor gráfico y literario, ya en su primera creación, Tres sombreros de copa, hace gala de unos recursos que no sólo lo individualizan dentro del total de nuestros autores del teatro humorístico, sino que lo sitúan en línea con los dramaturgos más vanguardistas del entorno europeo. La incomprensión de los medios teatrales hacia la novedad de sus propuestas le hizo derivar a planteamientos más convencionales. No obstante, en obras como Maribel y la extraña familia, Mihura recupera su fuerza inventiva, la originalidad de su humor y su capacidad de sorprendernos con personajes que dejan en el lector una huella tan grata como indeleble."

Miguel Mihura nació en 1905 y falleció en 1977. Empezó a escribir antes de la Guerra Civil, pero comenzó a ser reconocido después de la misma. En la guerra civil luchó a favor del bando nacional y dirigió una revista de propaganda para los soldados, que posteriormente se convertiría en la mítica "Codorniz, de la que fue director."

jueves, 29 de noviembre de 2012

La gran aventura del reino de Asturias. José Javier Esparza

Durante el debate de "La España Mágica" se aborda en un momento determinado la famosa escuela de traductores. Uno de los contertulios apela a Serafín Fanjul para decir que la misma no existió y era más mito que otra cosa. Otro de los contertulios si acepta la existencia de la misma y en vez de desgranar un asunto que pienso relevante, siguen como si nada. Una lástima.

Tampoco es raro el hecho de la utilización de la historia para su propio uso. El conocimiento de la historia se aplica según lo que beneficia a uno, sin querer profundizar, ya que al hacerlo uno se podría llevar grandes sorpresas.

No hace mucho escuché a un diputado del PP decir que la historia de España tiene 500 años, más o menos desde los reyes católicos. No puedo estar en mayor desacuerdo. La historia de un país no se mide por la forma que tiene en un momento determinado, sino por su esencia, por su alma.

¿Cuándo surge la historia de España? Según la mentalidad moderna, se podría preguntar, ¿cuál de ellas?  ¿La de los Reyes Católicos? ¿La constitucionalista? Podemos decir que nuestra historia se pierde en la noche de los tiempos. ¿Por qué? Porque a través de ella vemos que hay cosas que perviven en nuestra forma de ser. Podemos traer a la memoria de todos el hecho de Numancia o Sagunto, donde resistimos todo antes que rendirnos. ¿No vemos clara reminiscencias en los múltiples casos de nuestra guerra de independencia?

Puedo recomendar el libro del gran Antonio García Bellido "Las Veintecinco Estampas de la España Antigua" para ahondar en lo que ya he escrito.

De todas  maneras, el libro que traigo hoy a colación es el primer libro sobre la reconquista de José Javier Esparza. La Gran Aventura del Reino de Asturias es un magnífico libro que nos cuenta los dos primeros siglos de la reconquista, desde los asnos de Pelayo hasta los albores del reinado de Ramiro I de león. El autor expone la reconquista desde el punto de vista cristiano, gracias a Dios, y nos hace un pormenorizado relato de los diversos reinados, así como de los sucesivos y a veces caóticos gobiernos de los emires.

Uno de los aspectos que más me ha gustado ha sido el tratamiento a la importancia dada desde los primeros tiempos de la reconquista a la repoblación de lo que se llamó el desierto del Duero. Polémica suscitada por Sánchez Albornoz, que el autor expone de manera sencilla pero muy clara.

Para el conocimiento de los que no lo sepan, durante el reinado de Alfonso I se llevó a cabo una política de vaciamiento de los conocidos como campos góticos al norte lo que produjo una goticización del reino de Asturias y un despoblamiento de la zona del Duero.

Para todos aquellos que quieran aprender sobre la reconquista, es un libro muy recomendable y para todos aquellos que a pesar de ser conocerdores del tema, también es recomendable por la amenidad con que está escrito.

No queda sino despedir esta entrada con la famosa frase: Asturias es España, y lo demás tierra conquistada.

El Faro de Alejandría: La España Mágica (8/8)


El Faro de Alejandría: La España Mágica (7/8)


El Faro de Alejandría: La España Mágica (6/8)


El Faro de Alejandría: La España Mágica (5/8)


El Faro de Alejandría: La España Mágica (4/8)


El Faro de Alejandría: La España Mágica (3/8)


El Faro de Alejandría: La España Mágica (2/8)

Desafortunadamente el primer vídeo del programa no está disponible. Programa dirigido por Fernando Sánchez Dragó y cuenta como invitados con: Juan García Atienza, Antonio Ruiz Vega, Jesús Callejo y  Jesús Ávila Granados.

martes, 13 de noviembre de 2012

miércoles, 31 de octubre de 2012

Entrevista a Enrique de Aguinaga

Una entrevista bastante interesante. El formato no es el mejor, ya que con un sólo periodista, hubiese sido mucho mejor.

lunes, 29 de octubre de 2012

Fiódor Dostoyevski. Los Demonios

Hoy me gustaría recomendar "Los Demonios" de Fiódor Dostoyevski. En verdad, a quién quiero recomendar es el autor. Dostoyevski es uno de los maestros de la literatura universal.

Si se tuviese que encasillar a Dostoyevski en una catagoría, habría que inventarla, ya que no existe. Personalmente es uno de los escritores que cuando se lo lee, no simplemente se deleita con una novela, también se aprende de religión, de la profundidad del alma, sobre la psicología de los personajes, etc.

Una de las gran diferencias entre Dostoyevski y los demás, es que a pesar de haber tenido grandes dificultades económicas, por circunstancias varias, supo crear, no sólo novelas, sino obras cumbres del pensamiento, venciendo las adversidades.

Dostoyevski ha atraido a personajes tan dispares como Nietzsche o Freud, viéndose la universalidad de su obra, en el sentido de que no escribía para un público en particular, sino para la profundidad de nuestras almas, de ahí que cualqueira que lee a Dostoyevski se sienta identificado con alguno de los personajes que siembran sus libros.

Los libros de Dostoyevski no son de fácil lectura, ya que hay multitud de personajes y no siempre se tiene claro quién es el personaje principal, como en la novela de los Demonios. A lo largo de más de 800 páginas encontramos personajes variopintos, todos interesantísimos, que nos sumergen en el movimiento nihilista del siglo XIX así como en la sociedad de una ciudad media de la Rusia de aquella época.

Espero que la lectura os deje con más preguntas que respuestas.

viernes, 26 de octubre de 2012

Su Majestad la Lengua Española. Miguel de Unamuno.


"Artículo de Miguel de Unamuno, que podría haber sido escrito hoy mismo. Cuando escritos como el que siguen tienen la misma validez hace 100 años que ahora, uno se da cuenta cuando algo está escrito por un sabio para la eternidad, o por un mediocre para el momento."

Tengo a la vista el discurso, en lengua catalana, con que el alcalde de Barcelona se dirigió a S. M. el Rey dándole la bienvenida de su llegada a la ciudad condal, y el discurso con que S. M. le contestó, en lengua española.
El alcalde le dice: «Permitidme que os dirija la palabra en nuestro idioma propio, ya que por medio de él damos toda expresión a nuestro sentir y de él nos servimos los hijos de la tierra catalana para dirigirnos a Dios y a nuestros seres más queridos.»
Alto aquí. Primero, nuestro idioma¿Nuestro?, de quiénes. Lo dice más abajo: de los hijos de la tierra catalana. Pero es que el alcalde de Barcelona no representa a los hijos de la tierra catalana, sino a los vecinos de Barcelona, muchos de los cuales no son catalanes, y los vecinos de Barcelona, representados por el alcalde, saben todos español, y no todos saben catalán.
«Nunca más oportuno –sigue diciendo– que en estos momentos, en que deseamos que nuestro afecto y nuestras aspiraciones lleguen sin las mixtificaciones que exige la traducción de nuestro pensamiento…»
¡Alto de nuevo! Esto es una de tantas pedanterías catalanistas. ¿Con que los diputados catalanes mixtifican su pensamiento al traducirlo al español en el Parlamento? Pedantería pura. Porque una de las muchas pedanterías catalanistas es la de pretender que en español no saben decir bien lo que piensan y quieren. ¡Y tan bien como lo dicen!… Sobre todo, cuando hay que pedir.
Un poeta mallorquín, y poeta de verdadero mérito, que durante años estuvo cantando en castellano, se puso a cantar en su lengua de la infancia así que entró en edad más que madura; y decía, para explicarlo, que cantó en castellano mientras tuvo avaricia de lágrimas –la frase, como de poeta, es muy linda–; pero así que sintió la necesidad de dar voz a intimidades, tuvo que hacerlo en su lengua íntima. Acaso haya otra explicación, y es que si hubiera obtenido la fama y renombre que apetecía, y tal vez merece, cantando en castellano, habría seguido en él. Es cuestión de público.
Mas vengamos a la contestación al alcalde que el Gobierno de S. M. ha hecho leer a éste. En la tal contestación se le ha hecho decir que le son igualmente gratas al oído todas las lenguas nacionales, pareciéndole cada vez preferible la expresión que mejor conserve la intimidad ingenua de los corazones que siente cercanos al suyo.
Nos sorprende que haya hecho decir tal cosa a S. M. el Rey el señor presidente de su Consejo de Ministros, que es, además, académico de la Real Academia Española. ¿Lengua nacional? En España no hay más que una, y es la lengua española o castellana. ¿Lengua nacional el catalán? ¿De qué nación? ¿De la española o de la catalana?
No; la única lengua nacional de España es la lengua española; la única lengua, lengua íntegramente española, y, además, lengua internacional, lengua mundial. En ella pronuncia sus discursos el señor presidente del Consejo de Ministros, y no en la lengua de su infancia, no en su lengua materna, no en mallorquín.
Bien están las aspiraciones del pueblo catalán, y ojalá tuviera este pueblo los anhelos de expansión, de imperialismo que algunos de sus hijos quieren con noble empeño infundirle.
Detesto a los retraídos, a los abstinentes, a los que rehúsan o temen influir en los demás, imponerse a ellos. El cogollo de mi ética es que cada uno debe tratar de sellar a los otros con su sello, esforzarse por apartarles del camino que llevan, para traerles al de él. El que así no obra, o es un egoísta o es un incapaz. El que trate sólo de salvar su alma, la perderá, y el mejor modo de salvarla es tratar la salvación de los demás. Y esto se trata imponiéndose uno a ellos. Si mi hermano camina, ciego, a un abismo, mi deber es desviarle de su senda, aun a la fuerza. El inquisidor es más caritativo que el anacoreta.
Y nada aborrezco más que al anacoreta que, encubriendo, so capa de escéptico, su egoísmo y su avaricia espiritual, exclama: «¿Y sé yo acaso cuál es el mejor camino? ¿Sé yo si es él o soy yo quien va a peor? ¿Sé yo si es salvación lo que creo abismo?» Con los que así dicen no nos queda sino lo del Dante: mirarlos al pasar, sin hablar de ellos. Si cada cual en su casa, Dios falta de la de todos.
Y lo que digo de los hombres tomados individualmente, digo también de los pueblos.
Aquí, en España, cada región debe esforzarse por expansionar el espíritu que tenga, por dárselo a las demás, por dar a éstas el ideal de vida civil pública que tuviere, y si no le tiene, acaso no lo adquiera sino buscándolo para darlo; por sellar a las demás regiones con su sello. El deber patriótico, y aun más que patriótico, humano, de Castilla, es tratar de castellanizar a España y aun al mundo; el de Galicia, galleguizarla; andalucizarla, el de Andalucía; vasconizarla, el de Vasconia, y el de Cataluña, catalanizarla.
¿Es que los catalanes se proponen de cierto catalanizar a España? ¡Ojalá! Pero su acción, hasta ahora, y pese a voces aisladas, es puramente defensiva y puramente política, esto es, egoísta y mezquina, no es ni ofensiva ni cultural. Esfuércense por catalanizar a España y a Europa y hasta al mundo, por darles su ideal de vida civil y cultural, y lo adquirirán para sí mismos –ya que hoy no le tienen– y serán salvos.
No le tienen, no, porque la desorientación política y cultural no es en Cataluña menor que en el resto de España, digan lo que quieran los que juzgan del fuego por el humo. ¿Quieren orientarse? ¿Quieren tener ideal? Traten de darlo a los demás, de exportarlo.
Esfuércense en ello. Pero, al esforzarse, caerán bien pronto en la cuenta de que tienen que hacerlo en español, en lengua española, en la única nacional, no sólo de España, sino de una veintena de naciones desparramadas por el mundo todo, en la lengua hispano-americana, lengua mundial.
¿Quieren catalanizar a España? ¿Quieren catalanizarse a sí mismos? ¿Quieren hacer cultura? Pues tendrán que hacerlo en español, en la lengua en que escribieron Boscán, Campmany, Balmes, Milá, Piferrer, Pí y Margall…, en la lengua en que hoy hacen labor de cultura política Maragall, Oliver, Zulueta…
No conozco nada más soberanamente ridículo que ese menguado intento de traducir El criterio, de Balmes, al catalán. ¡Si fuese siquiera El liberalismo es pecado, de Sardá y Salvany, que nunca debió ser escrito en otra lengua!… Tal intento equivale a intentar poner a Renán en bretón, o a Burke en irlandés, o a Thiers en provenzal, porque estas tres lenguas tuvieron también sus literaturas y hubo tiempos en que reflejaron civilizaciones.
El alcalde de Barcelona recordaba a S. M. el Rey que en su reciente visita a tierras extranjeras habrá podido observar en alguna de ellas regiones pertenecientes al mismo Estado expresándose en lenguas diferentes, sin que esto quebrante ni atenúe en lo más mínimo la cordialidad de relaciones que entre las mismas deben existir. Se refería, sin duda, al imperio austro-húngaro. ¡Vaya un modelo! ¡Vaya un modelo de nación ese Estado corroído por odios intestinos y sobre el cual no hay otro principio de unidad que un espíritu de sombrío reaccionarismo! ¡Vaya un modelo Austria! ¡Sólo eso nos faltaba: austricizarnos! ¡Después de lo que debemos a todos esos funestos Austrias! Sólo nos faltaba que en Barcelona hubiera dos Universidades: una en que se explicara en castellano, y otra, en catalán, como hay dos en Praga, donde estudiantes checos y alemanes de lengua se vienen a las manos por cualquier futesa. A ver si en Francia, en Alemania, en Inglaterra o en Italia se da así la beligerancia a las lenguas regionales; a ver si al presidente de la República francesa se le dirigen en provenzal o en bretón; al kaiser, en plattdeutsch o en polaco, y al rey de Inglaterra en galés.
Y si me hablan de Suiza, Suiza no es una nación, sino una Confederación de naciones, y España no puede ser federal; las colmenas no retrogradan a corales. En ninguna nación una, como es España, pasaría cosa tal. ¿Es acaso político buscar un éxito pasajero al jefe del Estado con mengua de la augusta majestad de la lengua nacional?
En esta cuestión de la lengua nacional hay que ser inflexibles. Cobren toda la autonomía municipal y provincial que quieran, puertos francos, libertades y privilegios y fueros de toda clase; pero todo lo oficial en español, en español las leyes, en español los contratos que obliguen, en español cuanto tenga fuerza legal civil, en español sobre todo y ante todo la enseñanza pública en sus grados todos.
La Iglesia puede y debe adoctrinar a cada cual en su lengua materna, pues que trata de salvarle el alma, y para eso no hace falta cultura; pero el Estado, que es y debe ser ante todo un órgano de cultura, debe imponer la lengua de cultura. Y de cultura moderna no hay más que una lengua en España: la lengua nacional, la española.
Y no sólo por razón de estricta justicia, ya que darle valor oficial al catalán sería tanto como obligar injustamente a que lo aprendan a los vecinos de Cataluña no catalanes y a los que allí enseñan y administran justicia o negocios públicos, sino también en bien de ellos, de los catalanes.
En bien espiritual de Cataluña, en bien de su mayor cultura, hay que mantener la oficialidad irrestringida e incompartida de la lengua española, de la única lengua nacional de España. Al sentimiento, siempre respetable, le queda como asilo y refugio la literatura. En catalán canta, y canta egregiamente, Maragall; pero cuando ha tenido que hacer a su modo política, la ha hecho casi siempre en español, y en un español muy fogoso y muy sabroso.
Eso de que los catalanes no acierten a expresarse bien en español, es una pedantería de muchos de los catalanes mismos y de no pocos castellanos inficionados de ese pestilente casticismo, que es una de las mayores plagas de la lengua y lo que más impide su difusión. Y la lengua española ganará con llegar a ser la de los catalanes todos, porque, al hablarla, le dan su espíritu y nos la ensanchan por dentro.
Y tal vez sea en español cómo Cataluña haya de llegar a descubrir lo más hondo de sus honduras espirituales, así como Prusia no las ha descubierto en lituanio, sino en alemán, y acaso Provenza en francés, más que en provenzal. Si Cataluña quiere traducirse y quiere traducir España al europeo, lo tiene que hacer en español, que es su lengua futurista, la de su porvenir. Hablar de futurismo en catalán es un contrasentido; en catalán puede cantarse añoranzas íntimas y hablar arqueológicamente de ideales de tiempo del rey D. Jaime o de Raimundo Lulio; pero no de vida civil del porvenir. No se puede hablar bien de futurismo en una lengua del siglo XV; para hablar de eso está el español, que ha vivido vida civil, europea, moderna, en los cuatro grandes siglos, del XVI al XX, en los siglos del Renacimiento, de la Reforma y de la Revolución, siglos durante los cuales la lengua castellana, la lengua española, civilizó a Cataluña.
Sí, la civilizó; es decir, la liberalizó. Porque la civilización catalana moderna es española y liberal, es, en cuanto a la lengua, castellana. En español aprendieron Ciencias y Filosofía y pensamiento moderno. Su catalán mismo, su lengua regional, el que hablan, y no ese producto galvanizado en que escriben algunos eruditos y escritores profesionales, a los que el pueblo entiende mal, su lengua regional corriente y moliente, es un catalán castellanizado. Y no se descastellaniza con ridículas medidas que se adoptan por votación en un Congreso de la Lengua, cuyo espíritu director, el apóstolMosén Alcover, no parece tener idea de lo que es una lengua viva. No; cuando quieren pedir algo que valga, tienen que pedirlo en español, y cuando tienen que influir en el propio pueblo, no en los pedantes del renacimiento de la vieja lengua, escriben en el parlar municipal de La Veu de Catalunya, que como catalán es un catalán detestable. Es decir, excelente, porque es el catalán vivo y corriente, castellanizado, en vías de fundirse en el español, como lo está ya casi del todo el valenciano.
A esta gran lengua internacional y mundial, a la lengua española, a la única lengua nacional de España, convergen los verbos de muchedumbre de pueblos desparramados por el mundo todo; a ella convergerá el catalán. Es nuestro más preciado tesoro común.
¿Que el castellano es una lengua dura? –Según quien la pronuncie–. ¿Que es pobre en sonidos? Mejor; la perpetuidad de Velázquez depende de su sobriedad de colores. ¿Que es enfática? ¿Y qué? ¿Que es…? Tonterías de pedantes, que en ninguna parte faltan, y en unas se dan más que en otras, y de literatos condenados a no ser cosa alguna ni a encontrar aplauso y eco sino expresándose en la lengua casera, la del comedor y la alcoba.
Bien, muy bien está guardar cariño a la lengua en que primero se pidió de comer al padre y en que se hizo el amor a la novia; pero no es en esa en la que se puede hacer el amor al mundo ni pedirle civilización. «Es la lengua en que nos dirigimos a Dios», dice a S. M. el Rey el alcalde de Barcelona, como si fuese el catalán la lengua en que se dirigen a Dios todos los vecinos de Barcelona, catalanes y no catalanes, por él representados; «es la lengua en que nos dirigimos a Dios». Pero, aparte de que Dios nos oye mejor el silencio que la palabra, pues con ésta tratamos de encubrir nuestro pensamiento ante Él, el Rey no es Dios, como el Estado no es la Iglesia, ni la cultura es la religión. No puede haber más que una lengua para dirigirse pública y oficialmente al jefe del Estado, que es órgano de cultura, y esta lengua es la lengua de cultura, la única lengua de cultura moderna que hay en España, su única lengua nacional, la lengua española.
Por algo aplauden esa beligerancia concedida a la lengua catalana los antiliberales del resto de España. Sí; la lengua española es vehículo de liberalismo, como lo es todo lo que une y relaciona íntimamente los pueblos. El ideal de ciertas gentes sería cada pago con su lengua rústica, en la que el cura les predicase, y luego el latín litúrgico como lengua universal de los doctores de la Santa Madre Iglesia, de los que sabrán responder aquello que no se nos ha de preguntar a nosotros, que somos ignorantes.
Dejo de lado, claro está, todo lo que toca a esa archirridícula disputilla escolástica, puramente verbal, de si el catalán es dialecto o lengua. Es discusión que no cabe ya sino entre mentecatos, lo mismo los que sostienen una cosa que los que sostienen la otra, pues no se trata sino de cuestión de nombres. Dialecto o lengua es igual; como no vayamos a hacer cuestión capital de las cuestiones de nombres, cosa nada extraña en un país de frases, en que se inventa el mote ese de futurisme para una especial retórica política en catalán. Tradúzcanlo al español, si quieren exportarlo. Y si no lo exportan, será todo menos futurismo; será siempre preteritismo. Dejen, por amor a la cultura, el catalán para las pastorales del señor obispo de Vich, que no carecen, por cierto, de unción y de fuerza. Pero, ¿futurismo en catalán…?
Y ante el peligro que para la cultura, tanto como para la patria y aún más, implica el que se haya consentido que el alcalde de Barcelona se dirija en lengua regional al jefe del Estado español, y el peligro que implica el que se le haya hecho a éste llamar lengua nacional a la que de ninguna nación lo es hoy día, pues que España, gracias a Dios, no es todavía el imperio austro-húngaro, ante esto tienen qua unirse todos los verdaderos futuristas, todos los amantes de la cultura, para defender la augusta majestad de la lengua española.

"Amén, añado yo." 

lunes, 15 de octubre de 2012

Aquel malvado y digno Drácula

"Un muy buen artículo de Arturo Pérez Reverte".


Se ha mosqueado alguno -son los inevitables daños colaterales de esta página pecadora- porque hace un par de semanas, choteándome del lenguaje socialmente correcto, comenté que en eso, como en otras cosas, los españoles somos cada vez más gilipollas. Y un lector me reprocha que aplique el adjetivo en términos generales, sin matizar. Eso me recuerda un viejo chiste. Después de meter la pata en algo, un fulano comenta a un amigo suyo: «Somos gilipollas». El amigo responde: «No pluralices»; y entonces precisa el otro: «Bueno, vale, no pluralizo. Eres gilipollas».

Seamos justos. Aunque España es un lugar especialmente fértil para que toda estupidez propia o foránea arraigue y se reproduzca gorda, gallarda y lustrosa, el fenómeno no es sólo de aquí. Sólo somos otra panda de memos, a fin de cuentas. El fenómeno es internacional. Pensaba en eso esta mañana, viendo la publicidad de una película. Vampiros buenos y guapos que se enamoran y tal. Con sus penas y su corazoncito. Quizá es porque a los de mi quinta los vampiros nos parecieron siempre unos perfectos hijos de puta, o sea. Murciélagos con pretensiones. Gente vestida de etiqueta, fea de cojones, que se limitaba a su obligación, chuparles la sangre del pescuezo a señoras estupendas, habitualmente en camisón, y no se planteaba sentimientos ni puñetitas a la luz de la luna. Como mucho, meditaban sobre la soledad del vampiro, la eternidad y tal, dentro de un ataúd o sentados en una lápida del cementerio; pero no andaban de guateques, conducían motos o se morreaban escuchando canciones de Shakira. Por no hablar de los zombis, oigan. Aquellos muertos vivientes que antes se querían colar en la casa del bueno y merendarse a la familia, y ahora lo mismo bailan en discotecas que cuidan de su novia o de su mejor amigo. Zombis y vampirillos adolescentes, guapitos, imberbes, vestidos así como en Zara, y que parecen recién salidos del instituto. Los muy capullos.
Si nos vamos a los cuentos para niños y los dibujos animados, ni les digo. Chorrean mermelada hasta echar la pota. Todo cristo, incluso los malos tradicionales de toda la vida, es ahora bueno y simpático: vampiros, ogros, marcianos, magos, asesinos, bandoleros y demás, son de un entrañable que revuelve las tripas. Hasta las brujas malas -que además suelen estar anatómicamente potables en sus versiones modernas- tienen siempre una escena en la que se explica la razón freudiana por la que la sociedad las hizo perversas como son; e incluso algunas cambian de bando al final, movidas por la compasión y los sentimientos naturales en todo ser humano. Etcétera. Y qué decir de los malos de pata negra, con solera, como los piratas. Eso ya es para no echar gota. Ahora la única diferencia entre un feroz filibustero del Caribe y un reno de Santa Claus es que el filibustero lleva un parche en un ojo. Si no me falla la memoria, el último malo de verdad en una película de dibujos animados -admirable malo a secas, auténtico, digno, sin mariconadas, malo como Dios manda- era el capitán Garfio.
Dirá alguno de ustedes que qué pasa. Por qué ha de ser negativo que los malos sean buenos. Y a eso responde el simple sentido común: transformar en figuras adorables a todos los personajes que tradicional y universalmente han venido siendo claves para encarnar el mal en la imaginación de los hombres, en las fábulas, relatos y ejemplos con los que nutrimos el imaginario de niños y jóvenes, es escamotear referencias útiles, símbolos necesarios para identificar el mundo que los aguarda, y para sobrevivir en él. Un niño, sobre todo, necesita saber claramente que existen el bien y el mal, e incluso que la misma Naturaleza tiene sus propias maldades objetivas, intrínsecas. Sus reglas implacables. Y que, por todo eso, el mundo, la existencia, son territorios imprecisos, lleno de cosas hermosas pero también de amenazas y enemigos hostiles. De maldad y negrura. A ver cómo van a enfrentarse después a la vida y sus brutalidades unos chicos educados en la idea perversa de que todo lo real o imaginado es bueno, o puede serlo. De que el bien siempre triunfa, los pajaritos cantan y el mal se disuelve bajo la luz de la verdad, el amor y la razón. De que hasta los tiburones, los buitres y las serpientes son bondadosos. De que los malos no existen. Hacerles creer eso es criminal, pues sentencia a muerte, deja intelectualmente indefensos, a quienes necesitarán más tarde mucha lucidez y mucho coraje para sobrevivir en este mundo hostil. En la educación de un niño, la figura del malvado, la certeza de su negra amenaza, es incluso más necesaria que la del héroe.    

sábado, 13 de octubre de 2012

Fanta, el refresco creado en la Alemania nazi

"Esto si que es una noticia curiosa".


Muchas marcas son conocidas por haber colaborado con Alemaniadurante la Segunda Guerra Mundial o por haber sido creadas en los turbulentos años en los que los seguidores de Hitler estuvieron en el poder. Sin embargo, uno de los casos más curiosos, junto con el de la popular firma de ropa Hugo Boss, es el de Fanta. Y es que, este conocido refresco nació durante el régimen nazi como respuesta al abrumador monopolio de Coca-Cola.
La producción de esta bebida, que cuenta con millones de clientes a nivel mundial, se remonta a 1942. Ese año Alemania ya había iniciado la conocida como «Operación Barbarroja», mediante la que los nacionalsocialistas pretendían conquistar la Unión Soviética. En cambio, y en contra de sus planes, fueron detenidos por el ejército rojo.
Los problemas de los nazis comenzaban a ser cada vez más graves, y, justo en ese momento, surgió otra complicación: Coca-Cola decidió dejar de enviar el jarabe con el que se fabricaba su bebida a los germanos, según explica el historiador y periodista Jesús Hernández en su libro «Historias asombrosas de la Segunda Guerra Mundial».

Coca-Cola en la Alemania nazi

Y es que, en contra de lo que pueda parecer, los alemanes eran grandes seguidores de este refresco nacido en EE.UU. «Antes de que estallase la Segunda Guerra Mundial, en Alemania se vendían cerca de cinco millones de botellas de Coca-Cola anuales, producidas en las 43 fábricas que la marca poseía en el país» explica Hernández.
Sin embargo, y curiosamente, desde que este refresco llegó a Alemania en 1930, Coca-Cola había apostado por presentarse como una marca local que únicamente existía en este país. De esta forma, se aseguraban un mayor número de ventas en un territorio en el que los productos propios eran mejor considerados. «Por ejemplo, los prisioneros germanos que serían trasladados durante la contienda a Estados Unidos se sorprendían de que allí se vendiese también esa bebida» determina el historiador.
Así, y desde su llegada a Alemania hasta el inicio de la guerra, Coca-Cola estuvo presente de forma masiva en el país a través de su filial germana «Coca-Cola GmbH». De hecho, esta bebida era tan vendida que inclusoHermann Goering (mano derecha de Hitler y comandante de la fuerza aérea nazi) favoreció la expansión de la compañía, aunque con un curioso propósito: «Su objetivo final era nacionalizar la empresa y apropiarse de la fórmula que posibilitaba su fabricación», afirma Hernández.
El problema llegó en diciembre de 1941, cuando los EE.UU entraron en la guerra, ya que las relaciones entre Coca-Cola GmbH y la empresa madre se cortaron. «Los empresarios alemanes dueños de las embotelladoras -entre ellos Max Schmeling, el campeón mundial de boxeo- se encontraron con la imposibilidad de seguir fabricando la bebida. Así pues, el director de Coca-Cola GmbH,Max Keith, quien ocupaba el cargo desde 1938, decidió crear una nueva bebida que permitiera rentabilizar las costosas instalaciones y continuar así con el negocio» sentencia el experto.

Nace Fanta

Según explica Hernández, en ese momento comenzaron las pruebas para crear un nuevo refresco que, al menos, alcanzara unas ventas similares a las de Coca-Cola. Tras varios intentos se consiguió obtener finalmente una bebida con sabor a fruta creada con productos excedentes. «La fórmula era variable, puesto que dependía de las existencias que hubiera en cada momento, pero el brebaje solía contenerfruta, pulpa de manzana empleada en la fabricación de sidra,subproductos de la industria del queso, y endulzado todo ello con sacarina y un pequeño porcentaje de azúcar» concreta el historiador.
Pero aún faltaba el nombre. «Según Max Keith, debía ser impactante y fácil de recordar» establece Hernández. Finalmente, el director propuso un concurso entre sus empleados para decidir como llamar al refresco. «Joe Knipp, un veterano vendedor, reflexionó sobre las indicaciones de Keith, que les había propuesto que dejaran volar su imaginación y fantasía para encontrar el nombre adecuado, y propuso el de ‘Fanta’, derivándolo de la palabra Fantasie (fantasía en alemán)» sentencia. La idea cautivó a los directivos. La Fanta acaba de salir al mercado.
«La marca quedó registrada, se creó una botella de diseño exclusivo y la maquinaria de venta se puso de nuevo en marcha» determina Hernández. A su vez, y por temor a que los potenciales clientes no confiaran demasiado en esta nueva bebida por no ser aún una marca conocida, se recurrió a una curiosa solución. «Se decidió incluir la frase ‘es un producto de Coca-Cola GmbH’, como garantía de calidad» sentencia el historiador.
El nuevo refresco fue un éxito rotundo y en 1943 se vendieron tres millones de botellas, sólo dos millones menos que de Coca Cola en años anteriores. Sin embargo, y según Hernández, las cifras podían estar algo falseadas, pues la población compraba Fanta para «endulzar las infusiones» debido a que el racionamiento de azúcar era extremo entre los alemanes. En cualquier caso, había nacido una nueva bebida, y lo había hecho bajo el régimen nazi.
Fuente: ABC.es

viernes, 12 de octubre de 2012

Un lema de caballeros de Ramiro de Maeztu.

Nuestro pasado nos aguarda para crear el porvenir. El porvenir perdido lo volveremos a hallar en el pasado. La historia señala el porvenir. En el pasado está la huella de los ideales que íbamos a realizar dentro de diez mil años. El pasado español es una procesión que abandonamos, los más de nosotros, para seguir con los ojos las de países extranjeros o para soñar con un orden natural de formaciones revolucionarias, en que los analfabetos y los desconocidos se pusieran a guiar a los hombres de rango y de cultura. Pero la antigua procesión no ha cesado del todo. Aún nos aguarda. Por su camino avanzan los muertos y los vivos. Llevan por estandarte las glorias nacionales. Y nuestra vida verdadera, en cuanto posible en este mundo, consiste en volver a entrar en fila. "¿Decíamos ayer?..." Precisamente. De lo que se trata es de recordar con precisión lo que decíamos ayer, cuando teníamos algo que decir. Esta precisión, en general, sólo la alcanzan los poetas. Si tenemos razón los españoles historicistas, han de venir en auxilio nuestro los poetas. Si la plenitud de la vida de los españoles y de los hispánicos está en la Hispanidad y de la Hispanidad en el recobro de su conciencia histórica, tendrán que surgir los poetas que nos orienten con sus palabras mágicas.

¿Acaso no fue un poeta el que asoció por vez primera las tres palabras de Dios, Patria y Rey? La divisa fue, sin embargo, insuperable, aunque tampoco lo era inferior la que decía: Dios, Patria, Fueros, Rey. Nuestros guerreros de la Edad Media crearon otra que fue talismán de la victoria: "¡Santiago y cierra, España!". En el siglo XVI pudo crearse, como lema del esfuerzo hispánico, la de: "La fe y las obras". Era la puerta al reino de los Cielos. ¿No podría fundarse en ella el acceso a la ciudadanía, el día en que deje de creerse en los derechos políticos del hombre natural? Los caballeros de la Hispanidad tendrían que forjarse su propia divisa. Para ello pido el auxilio de los poetas. Las palabras mágicas están todavía por decir. Los conceptos, en cambio, pueden darse ya por conocidos: servicio, jerarquía y hermandad, el lema antagónico al revolucionario del libertad, igualdad, fraternidad. Hemos de proponernos una obra de servicio. Para hacerla efectiva nos hemos de insertar en alguna organización jerárquica. Y la finalidad del servicio y de la jerarquía no ha de consistir únicamente en acrecentar el valer de algunos hombres, sino que ha de aumentar la caridad, la hermandad entre los humanos.

El servicio es la virtud aristocrática por excelencia. Ich dien, yo sirvo, dice en tudesco el escudo de los reyes de Inglaterra. El de los Papas dice más: Servus servorum, siervo de los siervos. Es el lema de toda alma distinguida. Si se le contrapone al de libertad se observará que el de servicio incluye la libertad, porque libremente se adopta como lema, pero el de libertad no incluye el de servicio: "Mejor reinar en el infierno que servir en el cielo", dice el Satán de Milton. La jerarquía es la condición de la eficacia, lo específico de la civilización, lo genérico de la vida, que parece aborrecer toda igualdad. Toda obra social implica división del trabajo: gobernantes y gobernados, caudillos y secuaces. Disciplina y jerarquía son palabras sinónimas. La jerarquía legítima es la que se funda en el servicio. Jerarquía y servicio son los lemas de toda aristocracia. Una aristocracia hispánica ha de añadir a su lema el de hermandad. Los grandes españoles fueron los paladines de la hermandad humana. Frente a los judíos, que se consideraban el pueblo elegido, frente a los pueblos nórdicos de Europa, que se juzgaban los predestinados para la salvación, San Francisco Javier estaba cierto de que podían ir al Cielo los hijos de la India, y no sólo los brahmanes orgullosos, sino también, y sobre todo, los patrias intocables.

Esta es una idea que ningún otro pueblo ha sentido con tanta fuerza como el nuestro. Y como creo en la Humanidad, como abrigo la fe de que todo el género humano debe acabar por constituir una sola familia, estimo necesario que la Hispanidad crezca y florezca y persevere en su ser y en sus caracteres esenciales, porque sólo ella ha demostrado vocación para servir este ideal.


Defensa de la Hispanidad. 

jueves, 11 de octubre de 2012

Fernando Paz: La unidad es el bien primario de toda comunidad política

Amén.

Determinan el lugar exacto donde Julio César fue apuñalado en la Curia de Pompeyo


El general estaba presidiendo la sesión del Senado, sentado en una silla, en el momento en que fue asesinado


Investigadores de la Escuela Española de Historia y Arqueología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) colaboran en la investigación arqueológica en Roma donde han determinado el lugar exacto en que fue apuñaladoJulio César, 2056 años después de su muerte.
El descubrimiento tuvo lugar en la Curia de Pompeyo, integrada en el área arqueológica de 'Torre Argentina' (Roma), donde los investigadores encontraron una estructura rectangular de hormigón construida años después de la muerte del César de Roma por orden de su hijo adoptivo y sucesor, Augusto, para condenar el asesinato.
El investigador del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y sociales del CSIC, Antonio Monterroso, ha explicado que "siempre se supo que Julio César fue asesinado en la Curia de Pompeyo el 15 de marzo del 44 a.C." gracias a los textos clásicos. Sin embargo, este es el primer testimonio material encontrado en relación al asesinato del general.
El monumento consiste en una estructura rectangular compuesta de cuatro muros que contienen un relleno de hormigón situada justo en el centro del fondo de las ruinas de la Curia de Pompeyo. Ese mismo punto del recinto sería el lugar exacto desde donde Julio César estaba presidiendo la sesión del Senado, sentado en una silla, en el momento en que fue apuñalado.
Monterroso ha subrayado el atractivo del descubrimiento en un sentido "cívico y ciudadano" dado que miles de personas toman hoy el autobús y el tranvía o acuden al representaciones en el teatro principal de la ciudad "justo al lado" de donde hace 2.056 años fue apuñalado Julio César, hecho que, según ha recordado, "ha sido tantas veces representado en la pintura historicista y en el cine".

Las fuentes clásicas

Los investigadores no han determinado todavía si la estructura hallada podría haber servido además para cerrar el acceso al recinto años después. Las fuentes clásicas aluden a la clausura del pórtico, para pasar a convertirse en una capilla memorial del general.
Por esta razón, los investigadores han comenzado además el estudio, en el mismo espacio arqueológico de Torre Argentina, de los restos del 'Pórtico de las Cien Columnas' para tratar de entender el "sentido de lugar funesto y de clausura" que describen los textos clásicos, Monterroso. Los dos edificios forman parte del complejo construido por Pompeyo Magno para conmemorar sus victorias en Oriente en el año 55 a.C.
Fuente:ABC.es