lunes, 15 de diciembre de 2014

Novelas a Marcia Leonarda. Lope de Vega.

Hacia 1620 Marta de Nevares pidió a Lope de Vega que le escribiera una novela y, sólo un año más tarde, Lope publicó en la La Filomena Las fortunas de Diana dedicada A la señora Marcia Leornarda", nombre bajo el cual se escondóa de las miradas indiscretas la caprichosa lectora.

El resultado debió de ser muy del agrado de la dama, porque volvió a pedir nuevas entregas. Y Lope, solícito, le dedicó tres nuevas novelitas: El desdichado por la honra, La más prudente venganza y Guzmán el Bravo, publicadas esta vez en La Circe en 1624.

Leer las Novelas a Marcia Leonarda significa disfrutar, sin temor a equivocarse, de una breve obra maestra de la prosa del Siglo de Oro español; pero aproximarse al mundo de las Novelas, a su génesis, a su análisis, e incluso a su anécdota, representa algo más. Es un buen modo de conocer al Lope de Vega hombre, sacerdote sesentón, tierno enamorado de la joven y bella Marta de Nevares, y al Lope de Vega autora de una prosa directa, variada, llena de vida, desvelador sin ambages del arte de escribir una novela. 

martes, 2 de diciembre de 2014

Debate sobre la falta de nacimientos

Interesante debate sobre la falta de nacimientos en España. Especialmente recomendable la opinión de Mario Conde.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Especial "Halloween" 2014 VS Día de "todos los santos".


La paz empieza nunca. Emilio Romero.

Hace muchos años mi madre me regaló la "Tragicomedia de España" de Emilio Romero. Nunca antes había leído nada de este autor. En mi familia gozó de simpatía y siempre se le escuchaba cuando aparecía en televisión. Aunque leí el libro, mi conocimiento del siglo XX no era muy fuerte, por lo que con tiempo tendré que releerlo para tener un mejor entendimiento de todo lo que cuenta.

No hace mucho adquirí la novela de la cual escribo y la he leído y me ha causado una gran simpatía. Se podrá achacar a la novela su claro sesgo ideológico, pero es normal cuando se conoce algo al autor. Además, ¿no tenemos todos un sesgo ideológico? Yo, sí, un sí rotundo. Vivimos una sociedad idiotizada por lo politicamente correcto y no se atreve a salir de esa zona de seguridad, no vaya a ser que se acuse de sesgo ideológico.

La novela narra la vida de López, un personaje cualquiera de la España de entonces y su vida a través de la II República, Guerra Civil, Guerra Mundial y su lucha contra los terroristas de los maquis, terroristas, no luchadores de la libertad.

Aunque el protagonista es falangista, a lo largo de la novela se vuelve más franquista y este, a mi modesto entender es el por qué, algunos personajes de la época no compartían la visión del novelista.

La novela fue Premio Planeta. Uno de los componentes del jurado fue el grandísimo José Maria Gironella y en palabras de Emilio Romero, esto el lo que sucedió: "José María Gironella, que no casaba conmigo por otras cosas, respondía así: Romero escribe bien, pero una cosa es escribir bien, y otra hacer una novela. Yo me he abstenido de votar."

Cuando uno lee la novela de Gironella "Los Cripeses creen en Dios" y después la novela de Romero, uno se da cuenta que no hay comparación posible. La obra de Gironella es simplemente magistral. Me resulta curioso que se abstuviese de votar por una cuestión puramente literaria, más bien fue una cuestión ideológica.

A pesar de ello, la novela de Romero es de calidad y retrata a una serie de españoles que estuvieron más de 20 años luchando por una España mejor.

Debate sobre Franco.

Debate sobre Franco por la nueva biografía de Jesús Palacios y Stanley Payne.

miércoles, 15 de octubre de 2014

La España del Siglo de Oro. Ángel González Palencia.

Ángel González Palencia fue un historiador, arabista y crítico literario. Por desgracia historiadores como él pasan a la historia y sus libros desaparecen consumidos por el tiempo.

A pesar de ser un gran especialista sobre el emirato y califato, realizó estudios brillantes como este del siglo de oro. Aunque la edición que existe es de 1940, el ejemplar que gozo es de 1939 y pertenece a "OXFORD LIBRARY OF SPANISH TEXTS". El libro fue concebido como manual universitario para estudiantes extranjeros. El hecho de haber sido concebido como manual universitario hace que la exposición de los temas sean simples, dedicados a lo esencial y no se pierden por vericuetos intelectualoides que no llevan a ninguna parte.

El libro trata desde el reinado de los Reyes Católicos hasta la sucesión de los Borbones, pasando por el Ejército y Marina, Economía, Cultura, Organización Social, Lengua Española y un largo etc.

Todos aquellos que quieran tener una comprensión general sobre nuestro brillante Siglo de Oro, este libro es buen comienzo para ello y también para familiarizarse con la obra de esta utor.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Un programa de historia único. Pío Moa


El programa “Cita con la Historia” ha nacido en primer lugar de la necesidad de clarificar hechos de nuestro pasado reciente que están siendo tergiversados o falsificados por  una intensa propaganda subvencionada desde el poder  y ligada a la Ley de memoria histórica. El peligro de dicha ley es doble: por un lado es antidemocrática, porque solo en países totalitarios es el poder político el que decide por ley  cómo fue el pasado, arrojando una seria amenaza para la investigación histórica independiente. Y por otra parte, la propia concepción  histórica de que parte esa  ley constituye una desvirtuación profunda  del pasado, envuelta en fraseología seudohumanitaria –algo típico, también, de los totalitarismos--.  A muchos les parecerá que se trata de asuntos secundarios o marginales,  de escaso interés para los problemas actuales, por lo que,  en frase tópica, “debemos mirar al futuro”.  Por desgracia el futuro no es visible y solo muy parcialmente intuible, y de él no puede aprenderse nada. Del pasado, examinado con mirada crítica, sí pueden extraerse lecciones provechosas. Decía Santayana, y está escrito en el campo de Auschwitz, que “Un pueblo que olvida su historia se condena a repetirla”. A repetir generalmente lo peor de ella. Y escribió Cicerón: “Si ignoras lo que pasó antes de que nacieras, siempre serás un niño”. Así, es evidente que una población ignorante es una población infantilizada, por eso mismo propensa a dejarse  llevar por demagogos  para,  finalmente,  perder la libertad.  De hecho, la citada ley ha dado lugar a vastas campañas de propaganda que vienen profundizando las divisiones en el pueblo español, recuperando viejos odios y fomentando los separatismos y fanatismos, todo lo cual compromete nuestro futuro, al que tanto dicen mirar quienes pretenden olvidar el pasado.  Esos son sus frutos evidentes por ahora.

   “Cita con la Historia” comenzó en el mes de de marzo pasado, con sesiones semanales dedicadas a un solo tema.  Así, ha tratado las represiones en la guerra civil y la posguerra, las causas del hundimiento de la república, los nacionalismos vasco y catalán, etc., Pero también asuntos más antiguos, como la Inquisición, la batalla de Cartagena de Indias o  el Regeneracionismo. El estilo del programa consiste en ofrecer  gran cantidad de información y poca opinión, lo que nuestra audiencia, en aumento,  ha apreciado en medio de  la barahúnda de opinión con escasa o mala información, tan corriente en la mayoría de los medios.  En suma,  se trata de ofrecer una visión de la historia más amplia, crítica, coherente y  amena,  de hacer un programa de alta divulgación, que actualmente puede considerarse único  en los medios.

   Hemos pasado ya el período de rodaje, creemos que de manera satisfactoria, y emprendemos ahora otra etapa en la que buscamos ampliar en gran medida la audiencia, un objetivo absolutamente necesario, pues de otro modo “Cita con la Historia” corre el riesgo de quedar reducida a un ámbito estrecho, muy inferior al de sus oyentes potenciales, y por tanto sin influencia real, sin capacidad de crear debate y opinión, pese a que el interés por la historia está creciendo, como indican muchos datos.  A ese fin hemos venido animando a nuestros oyentes a que adopten una postura activa, dándolo a conocer a su círculo de amistades, difundiéndolo en las redes sociales, etc. También queremos llegar a acuerdos con emisoras regionales o locales, aprovechando que, aunque el horario no es el mejor, también tiene, por ello mismo, escasa competencia. Ello es también importante por otra razón: desgraciadamente, los programas culturales de cierto nivel tienen mucho menos éxito que los programas de cotilleo, de sensacionalismo, etc., lo cual crea un círculo vicioso: al tener menos audiencia,  consiguen menos publicidad y  al tener poca publicidad tienen menos posibilidades de aumentar la audiencia. Por ello están en riesgo constante de desaparecer, a menos que obtengan   patrocinio o mecenazgo, algo a lo que la sociedad española sigue estando poco acostumbrada. El programa lo venimos haciendo unas pocas personas gratis et amore, es decir, sin cobrar nada, y esa forma de trabajar no puede sostenerse mucho tiempo. Por eso hacemos un llamamiento a nuestros oyentes para que, si tienen algún  negocio, se anuncien aquí,  o si tienen posibilidades ofrezcan alguna forma de mecenazgo.
"Cita con la historia" se emite los domingos, de 4 a 5 de la tarde, en Radio Inter
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Guareschi y el desmentido de los poderosos. Kiko Méndez-Monasterio


Un burro muere delante de la iglesia de don Camilo. Pasan los días y nadie lo retira, porque el alcalde no parece muy preocupado por el cadáver de la bestia. El sacerdote no resiste la provocación y acaba visitando el despacho del regidor: “Tengo un burro muerto desde hace una semana frente a la iglesia”. Peppone, que antes que alcalde es comunista, pregunta con guasa: “Pero padre, ¿no es el señor quien debe ocuparse de los muertos?” “Así es -responde don Camilo- pero también es mi obligación avisar a los parientes.”
Esta es sólo una breve muestra de “El mundo pequeño” que nos regaló Giovanni Guareschi, ese pueblo del valle del Po con un sacerdote peculiar que guarda ametralladoras en la sacristía para tener a raya al comunismo, que habla con el Cristo tallado de su iglesia y el Cristo le responde, y que gracias a todo eso –a las ametralladoras y a los consejos del Crucificado- suele evitar la explosión del conflicto civil y la revolución roja. Además de estar magníficamente escrito, uno quisiera que todos los curas fuesen como don Camilo y todos los comunistas como Peppone, por eso al libro se puede regresar en cualquier edad, que siempre nos roba una sonrisa, y al leerlo -por esa forma humanísima de mezclar humor, política y ternura- nos hace mejores. 
Además, a Guareschi hay que agradecerle lo mucho que hizo por los escritores perezosos y lentos, proporcionándoles la mejor de las excusas, porque siempre atribuyó a estas cualidades el nacimiento de su gran personaje, que Don Camilo aparece por primera vez en un artículo fuera de plazo, ese momento cruel en el que editores y directores se ciernen como rapaces sobre la víctima, y que suele ser el instante en el que surgen las mejores ideas.
Pero aparte de esta deuda que tienen con él los lectores y los periodistas informales, los méritos de Guareschi tienen que ver con la integridad que demostró ante los poderosos. Al conocer el caso que le llevó a la cárcel uno entiende mejor el carácter de su don Camilo cuando, por ejemplo se enfrenta solo a una escuadra comunista que cierra el paso a la procesión. Al llegar hasta ellos, el sacerdote agarra el madero de la cruz y le dice al Cristo “Teneos, Señor, que empiezo a repartir”... y los comunistas, claro, se apartaban.
Pues el caso es que Guareschi repartía a diestro y siniestro desde su semanario monárquico, “Cándido”, unas páginas que había puesto al servicio de la Democracia Cristiana pensando que era la única opción para derrotar electoralmente al comunismo. Claro que la DC acabó albergando hasta a la propia mafia en su seno, en ese tiempo en el que De Gasperi y Andreotti la definían como “un partido de centro con opciones de izquierda”. O sea, el PP de la época. Ni Don Camilo ni Guareschi la habían apoyado para eso, así que cuando llegaron a manos del periodista unas cartas comprometedoras de Alcides De Gasperi no dudó en publicarlas. Las misivas estaban escritas por el líder democristiano en 1944, y en ellas se solicitaba a los aliados que bombardearan Roma para minar la moral de los soldados de Mussolini, algo que no gustó mucho a los italianos.
La maquinaria del poder se puso en marcha contra el periodista, y en el juicio que siguió ni siquiera se admitió la prueba caligráfica -crucial para demostrar la verdadera autoría de las cartas- algo que que confirmaba la tesis del periodista. El caso es que Guareschi había desafiado a los poderosos de esa Italia mafiosa y corrupta, y por eso acabó en la cárcel. Por eso y por empeñarse -terco, como su sacerdote- en no retractarse ni en solicitar un indulto. Mantener la integridad entre tanta corrupción le costó más de 400 días de presidio, pero es muy probable que sus hijos, Camilo y Peppone, olvidasen sus diferencias para festejar orgullosísimos, la digna postura de su padre literario.
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lunes, 8 de septiembre de 2014

Julio Camba.

Un repaso a la obra de Julio Camba. Uno de los mejores periodistas y escritores españoles.

domingo, 17 de agosto de 2014

La boda del señor cura. Fernando Vizcaíno Casas.

Fernando Vizcaíno Casas, uno de los escritores más leídos y que por desgracia está cayendo en el olvido por el simple hecho de no condenar un régimen como la mayoría de la gente siguiendo la moda de hacer lo que te dicen sin pensar en ello.

Quitando el hecho de su gusto por el franquismo, esta novela es absolutamente genial. No solamente hace una crítica de la sociedad, de entonces y ahora, sino que trata la condición humana un poco más en profundidad.

El personaje central de la novela es el Padre Camí, jesuíta virtuoso donde los haya, fiel representante de la posguerra que a lo largo de su evolución, en vez de subir a los cielos, se deja llevar por las pasiones y traiciona todas sus ideas, hasta casarse con una streap-teuse.

Uno de los aspectos fundamentales de la obra es la justificación de los hechos del Padre Camí. Es impresionante ver el argumentario lógico para su transformación, y no sentirse mal consigo mismo.

La ignorancia es atrevida y cuando no se tiene conocimiento de ninguna clase se tiende a bajar todo al mismo nivel de uno mismo sin querer rebelarse contra la estolidez. La falta de constancia, la falta de Fe, la falta de fuerza en uno mismo lleva a justificar lo injustificable y lleva a la crítica más feroz a aquellos que siempre han permanecido en y lo mismo.

Todo principio tiene su final y viceversa. No podemos escapar contra ello, pase lo pase las cosas serán lo que tienen que ser y cuando aceptemos que nuestra existencia es como una roca en el meandro de un río, un suspiro, un segundo en la eternidad es cuando alcanzaremos la verdad y no evolucionaremos, si no que permaneceros firmes en lo único que realmente importa, la verdad.

Novela altamente recomendable, de fino humor y sútiles ironías.

Delicia para un inglés. Pío Moa

"Buen escrito de Pío Moa criticando la influencia del inglés en el español."


Para un inglés tiene que ser una delicia pasear por España: por doquier banderas británicas en las ropas, mochilas, comercios...  Gentes que se esfuerzan en entenderle y hablarle en inglés y sienten cierta vergüenza de no ser capaces, en su propio país. Anuncios en inglés por doquier, nombres ingleses en establecimientos españoles, pintadas en inglés. Colegios con la bandera británica en los que el inglés no es aprendido como idioma extranjero, sino como idioma a un nivel superior al del español, ya que, se dice, es el idioma de la cultura, el “nuevo latín”.  Se sentirá en una especie de Gibraltar gigantesco, donde la gente quiere olvidar que es española, incluso se avergüenza de serlo. Si  al paseante le da por abrir twitter o facebook verá la multitud de españoletes que escriben en español y para españoles, pero se presentan con frasecillas o títulos en inglés, y meten palabrejas inglesas venga o no a cuento.  La música que oirá en la radio y la televisión será muy mayoritariamente anglosajona o imitaciones chocarreras en español. Si entra en el Banco de Santander, por ejemplo, verá letreros en inglés, algo de “open bank” y cosas similares. 

Comprobará, en fin,  la existencia de un pueblo aculturado en el doble sentido de la palabra, con el espíritu servil del lacayo snob y paleto, ansioso de asimilarse, un poco como tantos “maketos” y “charnegos” se esfuerzan por olvidar su origen regional y adaptar sus nombres y apellidos al gusto de los separatistas... En el mismo ejército se exige como condición para ascender a  oficiales un buen conocimiento del inglés: será para entender las órdenes, porque hoy nuestro ejército está, en realidad, a las órdenes de Usa y de su segundo, Inglaterra. Es la realidad más real. Annie Bottle  quiere imponer también el inglés en la policía municipal madrileña. En una radio se ensalzaba el “buen inglés”  --no muy bueno en realidad-- con que Arturito Mas contestaba a una periodista de CNN...

   El problema es verdaderamente grave, sobre todo en la juventud, tan botellonera y de jijí-jojó, que, salvo por el folclore del fútbol,  ha perdido casi por completo su cultura sin adquirir realmente otra. La cultura española es hoy, mayoritariamente,  una grotesca parodia de la anglosajona, tanto más improductiva cuanto más anglobeata. Nadie habla de estas cosas, tan naturales parece verlas todo el mundo. ¿Hay salvación? Acabo de ver un mapa del porcentje de gente en los países europeos que pueden mantener una conversación en inglés. España es el más bajo, a pesar de todos los esfuerzos serviles realizados por políticos, instituciones, empresas, etc.  Ha sido una alegría. Con esta sociedad encanallada y degradada, si la gente pudiera hablar el inglés al nivel de los suecos o los holandeses, simplemente dejaría de hablar su propio idioma, o lo relegaría al fútbol y los botellones. Llenándolo, como ya se hace, de anglicismos, convirtiéndolo en espanglish.

sábado, 26 de julio de 2014

Mitos al descubierto. Violencia en retaguardia


Mitos al descubierto. El sitio de Madrid: 1937-1939.


Mitos al descubierto. La persecución religiosa.


Mitos al descubierto. Los intelectuales españoles ante la Guerra Civil.


Mitos al descubierto. La intervención extranjera en la Guerra Civil Española.


Mitos al descubierto. Divisiones internas en el bando republicano.


Mitos al descubierto. Requetés: soldados de otro siglo


Mitos al descubierto. Franco, jefe del Gobierno del Estado.


Mitos al descubierto. La masacre de Paracuellos del Jarama.


Los nobles e innobles validos. José Antonio Vaca de Osma.

¿Quiénes son los validos? Si el res está en su sitio, <<del rey abajo ninguno>>. ¡Ah!, pero si el rey falla, ahí está el valido para convertirse en protagonista de la historia.

La figura del valido o privado tiene gran importancia en carios períodos fundamentales de nuestro devenir histórico. El valido español es un personaje característico, interesantísimo y diferente en muchos aspectos. Y lo más curioso es que, en épocas bien distintas y muy alejadas en el tiempo, aparecen estos hombres con unos rasgos y unas actuaciones que hacen de ellos un curioso fenómeno, personas parecidas entre sí en sus caracteres, en sus virtudes, en sus defectos... Parecen intercambiables a través de los siglos.

Nunca se ha publicado una obra que trate conjuntamente de estos personajes, y menos aún de un modo ameno, preciso y asequible para todos los públicos. Nunca se han descrito y comparado las figuras, del siglo XIV al XIX, de un Álvaro de Luna y de un Godoy pasando por el duque de Lerma, el conde-duque de Olivares y don Juna José de Austria, el gran hijo bastardo de Felipe IV, entre otros.

Las vidas de los validos son verdaderas novelas, bografías apasionantes en las que hay intrigas, luchas, amores, pasión, aventura, anécdotas, humor, tragedia... El lector juzgará acerca de su nobleza.

viernes, 11 de julio de 2014

Escenas Matritenses. Ramón de Mesonero Romanos.

Hay que reconocer que ha sido sólo a Madrid a quien se le ha cantado, como lo hacía Agustín Lara y es sólo a Madrid a quien se la ha escrito y dedicado libros.

Uno de los madrileños más egregios, pero cada vez más desconocido es Ramón de Mesonero Romanos, testigo excepcional de un siglo XIX español y madrileño digno de ser recordado. Para ello, nada mejor que estas escenas matritenses, seleccionadas por Ramón Gómez de la Serna con buen gusto, añado yo, que nos llevan a otra época, madre de la nuestra, que como malos hijos hemos olvidado.

Este es un libro que todo hispano-hablante debe leer, pero que para cada madrileño es de lectura obligada, ya que hace revivir esa ciudad que nos lleva al cielo.

domingo, 8 de junio de 2014

martes, 3 de junio de 2014

Los demonios familiares. Alfonso Paso.

Poco más de 100 páginas, sí, solo 100 páginas, pero que páginas. La cantidad no es sinónimo de calidad y este libro es un grandísimo ejemplo de ello.

Alfonso Paso fue un celebérrimo autor teatral, ya pasado tristemente al olvido por este despotismo sin ilustrar que nos gobierna.

La expresión "Los demonios familiares" era una expresión usada por Franco para describir los males que han achacado y achacan a España.

A pesar de la identificación de esos males que hace el autor, el libro es una ensayo sobre la historia de España, breve pero bastante culta y con un gran conocimiento de los temas que trata.

Para mi, la tesis principal de libro es la de la busqueda del caudillismo en la historia de España. Para ser más exacto, España ha funcionado cuando ha tenido un caudillo o rey-caudillo como diría mi queridísimo José Antonio Vaca de Osma.

Es un libro que recomiendo encarecidamente, el autor escribe con una claridad meridiana, sin ningún tipo de complejos y desde el má profundo patriotismo.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Las espaldas anchas de Calvo Sotelo. Kiko Méndez-Monasterio.

Magnífico artículo de Kiko Méndez-Monasterio.


Cuando colaboró con la dictadura de Primo de Rivera, la derechona caciquil le llamaba “el ministro bolchevique” porque estaba resuelto a terminar con el fraude fiscal de los terratenientes, porque desde siempre tomó conciencia del problema social e hizo todo lo que estuvo en su mano por mejorar las condiciones de vida y trabajo de los obreros. La grandeza de España, menguada más allá de lo miserable, se conjuró para no dirigirle la palabra en las recepciones de Palacio. Si le hubiesen permitido continuar su obra, probablemente el socialismo no habría encontrado tantas ventajas para manipular a las masas obreras.
Muchos años después, un domingo por la mañana, José Calvo Sotelo había acudido a misa en la parroquia de La Concepción, y después a visitar a su padre convaleciente. La tarde la pasó en casa, en compañía de su familia, escuchando e interpretando música de Schubert. Con la oscuridad llegaron los asesinos. La revolución había aparcado su camioneta en la calle Velázquez esquina con Diego de León, y de ella bajaron policías y civiles, pretorianos de Largo Caballero, de Indalecio Prieto, de Margarita Nelken, los diputados socialistas directamente vinculados con el crimen.

“Policía. Abran o echamos la puerta abajo. Venimos a hacer un registro”

Removieron con desgana unos cuantos libros, encontraron una bandera bicolor y la rasgaron con rabia. “Tiene que acompañarnos a la Dirección General de Seguridad”. Paradójicamente, las revolucionarios siempre tienen la necesidad de citar una institución para amparar sus crímenes, algo que camufle de legalidad su sed de sangre.

“No vayas, Pepe, te van a matar”. Pero el diputado le pide a su mujer que guarde silencio: “se van a reír de ti, y entonces no respondo”. Se despide con un beso de sus hijos. Y es que quiere salir del domicilio, es decir, afrontar la muerte, con la misma dignidad que ha mostrado en toda su carrera política. Ya lo había profetizado en el Congreso, cuando el presidente del gobierno, jaleado por la Pasionaria y la Nelken, lanzaba contra él insultos y amenazas.
“Me doy por notificado de la amenaza de Su Señoría. Mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de los actos que yo realice. Y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi Patria y para gloria de España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo os digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis. Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio.

Varios amigos le avisaron de que existían órdenes para asesinarle, pero se negó a adelantar sus vacaciones, como hicieron otros. “Ahora no me puedo marchar. Mis intervenciones parlamentarias mantienen en tensión a las pobres gentes perseguidas, acorraladas”. Estaba resuelto a quedarse, no por temeridad, sino porque su voz era casi la única que todavía se enfrentaba a la revolución en marcha. El estado de alarma permanente que decretaba el gobierno imponía la censura a los periódicos, pero los discursos del parlamento, por ley, no podían silenciarse, y Calvo Sotelo utilizaba el Congreso para dar cuenta de la anarquía en la que había degenerado la república. Trataba de convencer al Ejército y a las otras derechas -condescendientes, acomplejadas, miedosas- de la necesidad de una reacción, antes de que fuese imposible detener la marea revolucionaria y rupturista. No le hicieron caso en vida, tuvo que ser su cadáver, arrojado en el cementerio del Este, el que hiciera entender lo irreversible de la situación creada en una República devorada por el socialismo y los separatistas. Cuarenta mil personas acudieron a su entierro, y cuando trataron de transformar el sepelio en manifestación de protesta fueron tiroteados por la fuerza pública, resultando cinco muertos, decenas de heridos, y el arresto de los policías que se quejaron de tan desproporcionada represión. O sea, la guerra.

lunes, 19 de mayo de 2014

Mentiras históricas comúnmente creídas. José Luis Vila-San-Juan.

Tengo que reconocer que la lectura de este libro ha sido una de las más placenteras que he tenido hace tiempo. Aparte de su amenidad, es un libro culto, bien escrito y que suscita el interés por otros temas, así como te descubre cosas muy curiosas.

Es importante señalar que son dos tomos, en total suman unas 500 páginas, las cuales se leen con bastante rapidez.

Escrito por José Lus Vila-San-Juan, aviador y escritor, fallecido en el 2004. Autor de una serie de estupendos libros sobre historia de España como "Los reyes carlistas" "Alfonso XIII: un rey, una época", así como otros más genéricos como el que nos ocupa.

A través sus páginas nos podemos deleitar con 49 mentiras históricas que han sido comúnmente creídas, tales como: los siete sabios de Grecia, no eran siete, la cesárea no viene de Julio César, las tres carabelas de Colón no eran tres, Nerón no incendió Roma, Roosvelt probablemente sabía que Japón atacaría Pearl Harbor o que Cataluña nunca fue independendiente.

Estos son algunos de los ejemplos que podemos encontrar. Realmente recomiendo su lectura. El autor hizo acopio de un gran conocimiento para escribir este libro e investigó concienzudamente para poder esclarecer detalles que a simple vista pasan desapercibidos. Poner el sencillo ejemplo de ¿por qué el coronel Moscardó no llevó a su familia al Alcazar?

Lecturas como la de este libro nos hace más libres por el simple hecho de contar la verdad, y no existe derecho superior a la verdad.

viernes, 9 de mayo de 2014

Moros de la morería


"Un buen artículo de Arturo Pérez Reverte". 

Pues va a ser que no. Por mi parte, al menos. En los últimos tiempos, un abogado de origen marroquí residente en España, en perfecto ejercicio de su derecho a solicitar, se ha dirigido a la Real Academia con la petición formal de que la palabra moro se defina en el Diccionario como racista, discriminatoria y xenófoba. La cuestión no es menor en absoluto, entre otras cosas porque una definición de esa clase incluida en el DRAE, instrumento que los tribunales hispanohablantes -500 millones de personas a su alcance en España y América- utilizan como base para consultar el verdadero sentido de las palabras en cuanto asunto juzgan, supondría que, en el futuro, cualquier uso de la palabra moro podría verse incluido, por la cara, en dos o tres artículos del Código Penal. Hasta el momento, ateniéndose los jueces a lo que el Diccionario dice -Natural del África septentrional frontera a España. / Que profesa la fe islámica. / Que habitó en España desde el siglo VIII hasta el XV- ninguno de los procedimientos judiciales contra el uso de esta palabra ha prosperado; salvo, lógicamente, cuando ésta iba incluida en contextos realmente injuriosos. La intención expresa del abogado de origen marroquí -moro, según el DRAE- es que el solo uso de la palabra, aunque sea a secas -lo que yo acabo de hacer, por ejemplo- ya pueda constituir delito. «Por eso es innegable revisarla y definirla con contenido racista y xenófobo -dice en su petición- pues su permanencia con la definición actual provoca conflictos y atenta contra la paz social».

Por supuesto, no ha faltado el coro habitual de oportunistas y bobos que, desde la elemental simpleza de esos lugares comunes que tanto placen a ciertos políticos y tertulianos, se han puesto a jalear la idea. Crecido por el apoyo de semejante peña, el abogado solicitante habla incluso de llevar el asunto a los embajadores de países del Magreb, pidiéndoles apoyo diplomático. Mientras tanto, la Real Academia, como no podía ser de otro modo, ha respondido que verdes las han segado. Dicho de otra manera: el Diccionario no se puede construir a la medida de las personas, sino del uso real de una lengua, que es asunto muy complejo que se decanta a lo largo de los siglos, de las sociedades y de la Historia. Las lenguas se hacen por quienes las usan, son herramientas poderosas que sirven para definir y comunicarse, y no hay abogado en el mundo, ni juez, ni gobierno, ni academia, que puedan cambiar eso. Me parece de perlas que quien usa moro en un contexto insultante -no la palabra, que no lo es, sino las que la acompañen y envilezcan- sea castigado por ello; pero el uso malintencionado de una palabra nunca debe perjudicar a quienes la utilizan en su sentido recto y la necesitan para expresarse con eficacia. En español, cuando uno dice moro o mora todos saben perfectamente de qué habla: la palabra es tan definitoria como eslavo, asiático o hispanoamericano. Pretender que sea delito en España, con nuestra dilatada historia moruna a cuestas, es como prohibir que un rifeño llame a un español arume, o ponerle una denuncia a un nacionalista catalán o vasco porque -y eso ocurre con lamentable frecuencia- éste llame español a alguien con mala intención. O decir negro a quien es de raza negra, del mismo modo que a mí se pasaron media vida en África llamándome blanco: unas veces como insulto y otras como simple definición.
Así que recomiendo al abogado en cuestión y a los aficionados a la demagogia barata que lean un poco; lo justo para saber que cuando alguien dice moro en lengua castellana todo el mundo comprende a qué se refiere: exactamente a la definición del Diccionario, pues para eso están las palabras; para saber de qué se habla cuando se habla. Lo de moro lo usamos en nuestra lengua escrita desde hace nueve siglos y medio; y en la hablada, ni te cuento. Pero es que antes ya estaba en el latín que aquí hablaban los romanos; y después, en nuestra lengua romance: Mauro invenire potueritis, escribía el abad Albelda nada menos que en el año 928. Y de ahí hasta hoy, pasando por los pactos firmados por Alfonso el Batallador cum illos bonos (que, ojo, significa buenos) moros de Tudela, y por el Poema del Cid -los moros yazen muertos, de bivos pocos veo / los moros e las moras vender non los podremos- y por los Claros varones de Castilla o las crónicas de Fernando del Pulgar sobre la guerra de Granada, y por el desembarco en Orán, el Barranco del Lobo, Annual, Monte Arruit, Alhucemas, don Ramón Menéndez Pidal, la guerra civil española, Ceuta, Melilla, Ifni, el Sáhara, las pateras y la pepitilla de doña Fátima. Así que, con Real Academia o sin ella -me alegra decir que, de momento, con ella-, seguiré escribiendo moro hasta que se me desgasten las teclas.   

jueves, 24 de abril de 2014

Mitos al descubierto. La batalla de Madrid: Octubre de 1936

Cuarto episodio de esta magnífica serie sobre la guerra civil. Muy recomendable.

Los cipreses creen en Dios de José María Gironella

"Pensaba escribir una reseña sobre esta magnífica novela, pero encontré una entrevista al autor de la misma y nadie mejor que él para hablar sobre su novela. Sólo decir que su lectura es altamente recomendable y plenamente actual. Para cualquier que quiera entender y conocer los años de la República y el por qué del estallido de la guerra civil encontrará en esta novela todo lo necesario."

En casi 50 años, José María Gironella ha vendido más de 12 millones de ejemplares de Los cipreses creen en Dios en todo el mundo. Este libro, que escribió en París porque en España no vendía nada, se ha convertido ya en un clásico. Menospreciado por unos, elogiado por otros, la novela tiene una virtud según su autor: no es objetiva, pero sí imparcial. La historia de una familia de clase media baja antes de la Guerra Civil en Girona, los Alvear, se convirtió en un fenómeno editorial cuando en España la sociedad media comenzaba a preguntarse el porqué de las razones de una confrontación entre familias. 

¿Por qué escribió el libro en París? 
Había escrito hasta ese momento dos libros, Un hombre, que fue premio Nadal en el año 1946, y La marea, que lo publiqué en Revista de Occidente. Por ello, tuve la ocasión de conocer a Ortega y Gasset, que me recomendó que viajara mucho. Me explicó su teoría de que los españoles viajaban poco. Con los libros no tuve ningún éxito. Del primero vendí, a pesar de ser premio Nadal, unos 800 ejemplares, y del segundo, no pasé de 1.000. Pensé que algo fallaba en mí. Así que en el año 49 le hice caso a Ortega y me fui con mi mujer a París. No tenía un duro en el bolsillo. Fue entonces cuando diseñé una trilogía sobre la Guerra Civil. Durante cuatro años hice cinco versiones de Los cipreses creen en Dios, que después se convirtió en un bestseller en todo el mundo. 

¿Por qué cinco versiones? 
Porque no tenía confianza en mí mismo. No me gustaba el texto. Mi mujer las leía todas. Me daba su opinión y volvía a comenzar. Y así cinco veces, hasta que me convenció el texto. Entonces lo llevé a una editorial francesa. Me lo compraron y, además, para traducir a seis idiomas más. Y volví a España. Nadie lo quería comprar porque era un mamotreto de 900 páginas sobre un tema como la Guerra Civil del que no existía interés. 

Hasta que se lo entregó a José Manuel Lara. 
Me lo encontré en Madrid, en un hotel donde estaba con su mujer. Me dirigí a ella porque es ampurdanesa como yo. Entonces, Lara tenía tres empleados y muchas deudas. Les expliqué el tema del libro. Les interesó. La mujer comenzó a leerlo aquella misma noche y a las dos de la mañana dijo: «Pepe, me parece que con este libro saldaremos las deudas». Firmamos el contrato. No era mucho dinero. Pero para mí fue importante. 

¿Cuál era su intención al dedicar su novela a la Guerra Civil? 
Todo lo que se había escrito hasta entonces, sobre todo autores extranjeros, como por ejemplo Hemingway, Malraux, Bernanos, eran libros sobre la guerra en concreto. Yo quería explicar el porqué de la guerra española; por qué el país se dividió en dos bandos irreconciliables hasta el punto de matarse los unos a los otros. Las causas colectivas, sociales, no solamente económicas, también de cultura religiosa. Ese fue el éxito. 

¿Tenía usted la trilogía clara desde el principio? 
Sí, claro. Pero si tenía éxito el primero. 

La familia protagonista de la novela, los Alvear, ¿considera que es una familia normal de la época? 
Así la hice. De clase media, justita. Empleado de Correos él, con un solo sueldo, para que no pudieran permitirse demasiadas filigranas. Con pocos hijos, sólo tres. Construí una familia que, ni eran proletarios obreros, como se decía entonces, ni ricos. Y venían de fuera. Los Alvear no son de Girona. Mi intención no era hacer un libro muy local, sino para toda España. También me evitaba que hablaran en catalán. Habría quedado demasiado local. 

¿Por qué tuvo tanto éxito? 
Porque nadie había explicado hasta entonces de una forma sencilla, no política, sino emocional, el por qué llegó aquella guerra. El público se preguntaba cómo fue posible que la gente se matara entre ella. Fue algo tan terrible que aún la gente, hoy en día, se pregunta cómo ocurrió. Qué pasó para que España se dividiera en dos. Por eso aún se vende. Y porque era un libro con una prosa muy sencilla, muy suave. Escribí fácil, básicamente porque yo pienso en catalán. 

¿Tuvo problemas con la censura? 
No. La razón es muy sencilla. Ya había firmado en París un contrato. Por lo tanto, sabía que el libro se publicaba seguro. El censor jefe de aquella época del que recuerdo su nombre, Florentino Pérez, que era del Opus, no la quería dejar pasar. Pero le dije al censor que saldría en el extranjero con una solapa que dijera. «Prohibido en España». Se lo pensaron y no sólo la dejaron pasar sin problemas, sino que me dieron el Premio Nacional de Literatura, firmado por el señor Fraga. 

Y conoce usted la opinión que tuvo Franco de la novela. 
Sé que Franco leyó Los cipreses... y la segunda parte, Un millón de muertos. Y dijo : «Esto sí fue la guerra». Fue un gran espaldarazo para el libro y para mi imagen frente a los militares y la dictadura que me iban detrás. 

¿Cree que su novela es objetiva sobre lo que ocurrió en España? 
No se puede ser objetivo porque se escribe desde la perspectiva de uno. Pero sí imparcial. No he leído ninguna novela sobre la Guerra Civil más imparcial que la mía. Hay muchas ideas disparatadas. Como la de los maquis. Ahora los han convertido en unos héroes y eran asesinos. Delincuentes que mataron a mucha gente indiscriminadamente. Como Lluís Companys. Comenzó a dar armas al pueblo. A los comunistas y anarquistas. Ellos comenzaron a matar a gente. 

lunes, 31 de marzo de 2014

Significado histórico del 1 de abril de 1939. Pío Moa


"Magnífico artículo de Pío Moa".
El 1 de abril de 1939 emitía el general Franco su celebérrimo y sobrio último parte de la guerra.  Había terminado la guerra civil española del siglo XX (otros muchos países europeos sufrieron guerras civiles, aunque el tópico del especial “cainismo español” no deja de ser repetido como una de esas bobadas que, según Azaña, arraigan más que las acacias).  Hoy es indudable para cualquier persona documentada que la contienda la iniciaron las izquierdas  casi en pleno en octubre de 1934, sublevándose contra la legalidad republicana impuesta por ellas mismas. No lograron su objetivo entonces, pero sí 16 meses más tarde, en las fraudulentas elecciones del Frente Popular. Y fue el derrumbe de esa legalidad la que causó en definitiva la reanudación de la guerra civil en julio del 36, cuando una masa de la población se negó a dejarse aplastar en una situación sin ley. No suele señalarse que la concepción de la ley por las izquierdas conduce a desfigurar esta para convertirla en instrumento de dominio arbitrario, en lugar de medio de armonización o equilibrio entre  los diversos intereses y diferencias sociales.
Las explicaciones más comunes de la Guerra de España hunden sus raíces en el marxismo,  tanto dentro como fuera de España. Lo he examinado muchas veces en autores muy varios, incluso de derechas. A esa corriente, hoy en retroceso, por más que siga hegemónica en cátedras y medios de masas,  le viene sustituyendo una versión sentimental-moralista, según la cual parece que de pronto a los españoles les dio por matarse entre sí, sin que viniera mucho a cuento.  Aunque suele culparse más al bando nacional, por haberse rebelado, y exculparse algo a los “republicanos”, que, aun con mil fallos, habrían defendido al menos la legalidad. En el seminario sobre la guerra civil me he extendido un poco sobre estos análisis, que en realidad no lo son.
Por ejemplo, el historiador García de Cortázar, próximo al PP, presentó hace unos años una serie del diario El Mundo sobre la guerra, una “historia de dos odios”, decía. Según él,  los franquistas inventaron el mito de la inevitabilidad del conflicto.  No recuerdo que los franquistas consideraran la contienda inevitable en ese estilo algo metafísico, y a Gil-Robles, autor del libro No fue posible la paz, pocos le llamarían franquista. Y con tal  planteamiento, leemos verdades como ésta: para evitar la guerra, “hubiera bastado con que un buen número de españoles no hubiese decidido resolver sus decepciones a cañonazos o revoluciones; hubiese bastado con que un buen número de españoles no hubiera considerado indigno convivir en la misma República y compartir el mismo país”. Nadie podrá objetar al aserto, empezando por Pero Grullo. Pero en el mundo real no hubo ese “buen número de españoles”, y quizá el historiador debiera buscar la causa, más bien que exhibir sus (fáciles)  buenos sentimientos. 
Y cuando  Cortázar amplifica sus especulaciones cae en la desvirtuación: “Hubiera bastado que los conspiradores militares se hubiesen mantenido fieles al juramento de lealtad a la República”. Pero si entendemos por república una legalidad democrática, el juramento carecía de valor en julio del 36, pues la república, agrietada por el asalto izquierdista de octubre del 34, se derrumbó desde las elecciones de febrero del 36, no democráticas. Fueron los  políticos  de izquierda quienes traicionaron su juramento o promesa de guardar y hacer guardar la ley, rebelándose primero, en 1934, contra un Gobierno legítimo,  e impulsando después un violento proceso revolucionario. ¿Puede un historiador sustituir estos datos por  especulaciones “buenistas” ? Como cabe imaginar, de ahí solo pueden salir desvirtuaciones concatenadas, sobre las que no me extiendo aquí.
Peor lo hace Pedro J. Ramírez, para quien la guerra se produjo  entre canallas y sádicos sayones“, que habrían arrastrado contra su voluntad a “cientos de miles de hombres buenos y millones de familias que simplemente pasaban por allí“. Una lucha “entre pájaros y ratones”, explica metafóricamente, en la cual él  nunca habría participado por considerarse “murciélago”, es decir, por reunir rasgos de  ratón y de pájaro, cabe suponer que los más positivos de cada cual, no los de sayones y canallas. Sentado cómodamente en su despacho, ajeno a las tremendas tensiones de los años 30 y sin más esfuerzo físico o moral que deslizar los dedos sobre el teclado, don Pedro puede condenar a diestra y siniestra, excluyéndose generosamente a sí mismo y a quienes, con no menor generosidad, incluye en el catálogo de los “murciélagos”.  En pro de su tesis, Pedro J. cita a Juan Benet, que explica así las cosas“La República y el estado democrático quedaron pulverizados el 18 de julio por la acción conjunta y simultánea de dos revoluciones extremistas lanzadas contra él en un mismo día (…)”. Es decir, unos locos o canallas de un lado y otro decidieron un buen día, llevados de simple vesania, acabar con una república democrática… para entonces ya inexistente, por lo demás.  
   Esos murciélagos forman lo que se ha dado en llamar  “tercera España”, presentada como los individuos más lúcidos razonables y demócratas, en contraste con el brutal fanatismo de las otras dos. Pero esa versión, demasiado fácil para ser realmente moral, no se justifica. ¿Cómo gentes tan lúcidas no supieron impedir la catástrofe cuando tenían a su favor a millones de personas distintas de los “sayones y canallas”? ¿Cómo no alertaron a las buenas gentes de la amenaza? ¿O no se percataron de la marcha hacia el desastre?  Pues no, en efecto. No se enteraron, no quisieron o no supieron hacer nada práctico, y por ello sus quejas y acusaciones quedan en declamaciones retóricas a destiempo. En realidad, casi nadie “pasaba por allí” simplemente, sino que las tensiones y odios aquejaron a toda la sociedad española, y casi todo el mundo tomó partido. Algunos, esa “tercera España” o “murciélagos”, prefirieron marginarse por razones muy varias, desde el mero instinto de conservación hasta la imposibilidad de hacer carrera en ningún bando, pasando por un rechazo a ambos, no necesariamente lúcido ni democrático.
En fin, de lo que se trata en definitiva, y es algo que queda oculto o difuminado la mayoría de las veces, es de saber qué defendía cada bando, una vez la caída de la legalidad imposibilitó la convivencia. Sin aclarar esta cuestión, el conflicto se convierte en galimatías. El Frente Popular y sus allegados, afirman aún hoy muchos, insultando a la inteligencia, defendía la democracia y la república: justamente había destruido la república y ninguno de sus partidos era democrático. Lo que representaba el Frente Popular era la revolución, o más propiamente, varias revoluciones opuestas entre sí: los separatistas buscaban disgregar a España (una revolución); los comunistas, socialistas y anarquistas, fuerzas predominantes, perseguían sus revoluciones respectivas; y los republicanos de izquierda, aliados con todos ellos y golpistas contra la república, perseguían algo parecido al PRI mejicano.  Y todos trataban de erradicar a la Iglesia y al catolicismo.
Los nacionales no eran demócratas ni lo pretendían. Se levantaron para defender la integridad de la nación española y la permanencia de su cultura cristiana. Estas dos cuestiones eran más básicas y permanentes que la democracia, un régimen inviable si varios de sus principales partidos aspiran a destruirla, como ocurrió en la república. Según las izquierdas, la defensa de la nación y de la religión eran solo pretextos para mantener una situación de atraso, miseria, oscurantismo y privilegio de unas castas dominantes. Pero están claras dos cosas: a) que la integridad nacional y el catolicismo corrían peligros gravísimos, como se encargaron de demostrar sangrientamente las izquierdas y el PNV. b) que el triunfo de los nacionales ha traído la época de mayor progreso económico y social para España en los últimos dos siglos, con el fin del hambre, del analfabetismo, la expansión de la enseñanza a todos los niveles, etc. Y con un alto grado de libertad personal, aunque más restringida la política, cada vez más liberalizada, no obstante, desde los años 60.
En breve resumen, este es el significado del 1 de abril: la victoria de quienes defendían la cultura cristiana y la integridad nacional, lo cual redundó en el período económica y socialmente más fructífero para España y en la paz más prolongada, que continúa, en al menos dos siglos. El franquismo no tuvo oposición democrática, no había demócratas en sus cárceles, sino comunistas y/o terroristas. Gracias a las condiciones creadas por él, fue posible la transición a una democracia no convulsa, al contrario de la republicana. Una democracia deformada y amenazada precisamente por quienes simpatizan con la “democracia” del Frente Popular. De ellos vienen el terrorismo, la corrupción desbocada, el ataque a la independencia judicial, los separatismos, el renacimiento de provocaciones y agresiones semejantes a los de los años 30, la falsificación sistemática del pasado, los graves índices de enfermedad social…
Dicen algunos que ocuparse de la guerra civil es de chiflados y que en todo caso no tiene importancia ni repercusión sobre el presente. Es exactamente al revés. Con motivo de este 75 aniversario de la guerra se ha reeditado, con algunas modificaciones, Los mitos de la Guerra Civil.  He tenido que corregir muy poco, pese a los once años transcurridos desde su publicación, porque ha superado todas las críticas en este tiempo. Por ello me  permito recomendarlo a quienes no lo hayan leído y sean conscientes de que “un pueblo que olvida su historia se condena a repetirla”, en frase de Santayana.
Piomoa.es