domingo, 27 de diciembre de 2015

“¿Me lleva a la calle de Mateo Morral?” Pedro Fernández Barbadillo.

"Magnífico artículo de Pedro Fernández Barbadillo."

Mientras la derecha española es de un materialismo que impresiona por su ramplonería, la izquierda es idealista e irracional. A diferencia de la derecha, la izquierda sabe que el campo de batalla por el poder no es la economía. Por eso, los izquierdistas tratan de apoderarse del alma de los niños que ellos no tienen mediante la escuela y, hoy también, mediante la televisión y las redes sociales. Y también trata de imponer en los callejeros, los monumentos, los aniversarios y los documentales a sus modelos. La izquierda española no admite que se pueda honrar a ningún español que no pertenezca a su bando o haya recibido su bendición laica. Igual que ella, hacen los nacionalistas vascos y los catalanes, que han borrado de sus libros de historia y sus ciudades a todos los vascos y catalanes que con su solo nombre refutaban su discurso.

El Ayuntamiento de Madrid, con el voto de Ciudadanos (que lleva camino de convertirse en UCD: el partido que con votos de derechas hacía políticas de izquierdas, hasta que sus votantes se hartaron), ha empezado a aplicar su plan de depurar el callejero de la capital de fascistas, franquistas, colaboracionistas, golpistas, nazistas, monarquistas y quién sabe si hasta madridistas.

¿Y qué modelos va a proponer el nuevo Frente Popular? En Madrid ya hay calles, puestas por los alcaldes socialistas y también por los del PP, aPablo Iglesias, fundador del PSOE, y Dolores Ibárruri, comunista, que amenazaban de muerte en las Cortes a los diputados de derechas; aFrancisco Largo Caballero, que pidió la guerra civil y la dictadura del proletariado antes de la guerra; a Indalecio Prieto, que fue contrabandista de armas para preparar un golpe de estado y matar españoles; a Eduardo Haro Tecglen, el hipócrita que pasó de escribir loas a Franco y a José Antonio a hacérselas a Stalin.


Cuando la izquierda estaba libre de las trabas constitucionales y democráticas, es decir, en la guerra civil, el Ayuntamiento de Madrid, bajo la presidencia del Rafael Henche de la Plata (gran apellido para un socialista y sindicalista de UGT, que además, como conspirador participó en el golpe de estado de 1934), aprobó en su sesión del 11 de junio de 1937 varios cambios del callejero, uno de los cuales consistió en renombrar la Calle Mayor con el nombre del anarquista Mateo Morral.

El mérito de este individuo fue tratar de asesinar al rey Alfonso XIII y a su esposa, Victoria Eugenia, en 1906, mediante una bomba que arrojó desde la ventana de una casa en la calle Mayor. Aunque no mató a los reyes, Morral despedazó a 25 personas (15 militares y 10 civiles) e hirió a otras 100. El Ayuntamiento del Frente Popular añadió una placa en memoria de este asesino múltiple en el cementerio civil de Madrid.

Así lo contó La Vanguardia (12-4-1937), entonces republicana, del conde de Godó, que ya estaba en Burgos al servicio de Franco:


Se aprobó rápidamente el orden del día, en el que, entre otros puntos, figuraba un expediente proponiendo que en el Cementerio civil se coloque en sitio visible y adecuado una lápida con la inscripción «Mateo Morral» que perpetúe su memoria, y que por la Comisión de gobierno se proponga al Consejo acuerda que la plaza sin nombre donde estuvo situado el monumento monárquico al final de la calla Mayor se denomine en lo sucesivo de "Mateo Morral".

Es decir, para los socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos era merecedor de honores públicos un terrorista que mató a dos docenas de personas con una bomba. ¡Todo por el Ideal! Sobre todo la sangre ajena.Mateo Morral
En los primeros días posteriores a la entrada de los nacionales en Madrid, las nuevas autoridades devolvieron a la calle Mayor su nombre tradicional. Si se anulasen todos los actos administrativos de los Ayuntamientos franquistas, como han propuesto algunos alucinados que se haga con la legislación aprobada entre 1939 y 1977 (o 1982, qué más da), se podría anular el re-nombramiento de la calle Mayor y así ésta recuperaría el nombre infame de Mateo Morral, elIñaki de Juana de la izquierda madrileña.


Por cierto, que de la lista de nombres aprobados en el pleno me llama la atención que se haya excluido uno: el de Juan de Borbón y Battenberg, que tiene una glorieta con una estatua imponente. El infante trató de unirse dos veces, dos, como voluntario a los sublevados y luego se hartó de felicitar a Franco por su victoria, hasta el punto de enviarle el Toisón de Oro en 1961. Bah, queda para la segunda vuelta. Y para más adelante su hijo y su nieto.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Julia Bonaparte, reina de España. Juan Balansó.

Hace años que falleció el historiador monárquico por excelencia, Juan Balansó. Cada día más desconocido, por desgracia, pero lo habitúal en los tiempos que vivimos.

Uno de sus libros menos conocidos es el dedicado a la Julia Bonaparte. Es difícil encontrar biografías dedicadas a José Bonaparte, así que a su mujer ni digamos. Fue una grata sorpresa encontrar este libro, donde Juan Balansó hace un estudio bastante completo de la vida de la antigua novia de Napoléon, ya que antes de casarse con José, hermano mayor de Napoleón, fue novia de este último.

Desempeño el papel de reina dignamente y fue fiel a su esposo, sin hacer escándalos por los escarceos amorosos del mismo. El libro es una curiosad histórica y en uno de los capítulos nos habla de la desaparición de las joyas de la Corona de España, cuestión inédita que el autor trata.

Además nos obsequía con la aventura mejícana de su esposo, cuando le ofrecieron la Corona de Méjico, así como la estancia de José Bonaparte en Estados Unidos, país que nunca pisó Julia Bonaparte.

Libro breve, amemo y culto, cualidades difíciles de encontrar en un ensayo, que seguro hará disfrutar a cualquier enamorado de la historia.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Ricardo de la Cierva, la soledad de la verdad. Pedro Fernádez Barbadillo.

"No hace mucho falleció Ricardo de la Cierva. Sirva el siguiente artículo de Pedro Fernández Barbadillo como recuerdo a tan insigne historiador al que generaciones de españoles debemos nuestra formación histórica, que sin él, hubiera sido dificilísmo de encontrar."

Desde hace más de 30 años, las universidades y los periódicos españoles están tomados por una tribu de apaches dedicada a arrancar la cabellera de todo aquel valiente que penetre en su territorio en busca de bisontes, de nuevas rutas o siquiera de agua.

Ricardo de la Cierva (1926-2015) fue uno de esos aventureros a los que los apaches-funcionarios persiguieron, porque se enfrentó a la toma de las cátedras de Historia por Manuel Tuñón de Lara y su escuela y porque disponía de datos (fue ministro de Cultura en 1980) sobre las oposiciones que esta tribu ganaba. El historiador, catedrático de Granada y de Alcalá de Henares, llegó a acusar a sectores de la izquierda y del Opus Dei de repartirse los puestos (España: la sociedad violada, pág. 101):


En estos últimos tiempos hemos asistido, desde los Departamentos de Historia, a un pacto inconcebible entre un grupo del Opus Dei y un grupo de la izquierda cultural para conseguir, mediante reparto, el mismo objetivo. Siento muchísimo tener que denunciarlo, pero no puedo silenciar lo que veo.

La fiereza de esos apaches se puede calcular leyendo las páginas que Ángel Viñas dedica al presunto enriquecimiento de Franco en la guerra civil en su último libro: Viñas dedica más insultos y reproches a Stanley G. Payne y Jesús Palacios por su biografía del caudillo que a éste, porque el libro no se somete a su canon ni acepta su descubrimiento (yadesmontado por el historiador Moisés Domínguez) de que Franco hizo matar al general Amado Balmes en vísperas del alzamiento.


Los apaches de El País no han podido contenerse y publican unobituario que quisiera ser un aventamiento de las cenizas del enemigo quemado. El autor del texto, que no se atreve a firmar, atribuye a Ricardo de la Cierva "ideología franquista". A la vez, oculta que en 1974 dimitió de su cargo en el Ministerio de Información cuando Arias Navarro destituyó a Pío Cabanillas y que fue una de las firmas principales de El País en sus primeros meses; sin duda esto último lo ha hecho el autor para evitar a los cada vez más escasos lectores el freído de sus sesos con la contradicción de que un franquista hubiese manchado las páginas del diario progresista. Y la verdad es que en El País había mucho, mucho franquista y falangista: Pedro Laín Entralgo, Antonio Tovar, José Luis López Aranguren y el propio Juan Luis Cebrián. Los no franquistas, como Ricardo de la Cierva, Julián Marías y Federico Jiménez Losantos, acabaron expulsados.

En los años 70 y 80, De la Cierva estuvo atronadoramente solo en la universidad española. Y era el único académico que se atrevía a pronunciar una blasfemia como ésta: el socialismo español nunca fue democrático. Si hoy muchos conocemos esa verdad es porque él la difundió antes contra viento y marea. De la cobardía de la academia le compensó el cariño del público, que convertía sus libros en best-sellers y leía sus artículos en ABC y Época (también fue expulsado del Ya por una Conferencia Episcopal que en la década de los 80 estaba controlada por obispos progresistas).

¿Qué es lo que le llevó a esta posición tan poco prudente para los funcionarios que cuentan los sexenios como el avaro sus monedas? Muy probablemente el asco a esa "mentira antifranquista" descrita por Hermann Tertsch y el amor por la verdad que él había vivido y que conocía por los documentos.
De autor a editor

Ricardo de la Cierva disfrutó de una vida excitante para un profesor universitario español. Fue jesuita y se salió de la orden porque en 1964 se enamoró de Mercedes Lorente, a la que dedicó todos sus libros. Aconsejó a Adolfo Suárez, que le nombró ministro de Cultura (1980). Trató de organizar en AP un rearme cultural que diese la batalla al que él llamabaFrente Popular de la Cultura, pero Manuel Fraga fue el primero en rendirse. Fundó su propia editorial, Fénix, a causa de problemas con su editor habitual, Planeta, y también con Plaza y Janés (que él atribuyó a los masones en una entrevista en la revista Generación XXI):


Creé la editorial porque tanto Planeta como Plaza y Janés me pusieron trabas por escribir sobre la masonería. Varios amigos me dijeron: vas a vivir el fracaso del autor que se hace editor.

Durante los años siguiente escribió y publicó más libros sobre la leyenda rosa de Santiago Carrillo, las intimidades de los reyes borbónicos, las relaciones entre Franco y el Conde de Barcelona y, por supuesto, la masonería y su participación en la política española (decía que tan absurdo era atribuir todos los motines, magnicidios y guerras al poder masónico, como hacen los integristas, como escribir historia contemporánea de España sin citarla), así como su infiltración en la Iglesia católica. Incluso abrió una librería, Castellana 45, que cerró hace poco debido a la crisis del sector del libro.

Como investigador, uno de sus grandes libros, 1939. Agonía y victoria, sobre los tres últimos meses de la Guerra Civil, recibió el premio Espejo de España en 1989. El político socialista Enrique Múgica y el historiador democristiano Javier Tusell abandonaron el jurado del premio y acusaronal libro de "neofascista"… únicamente por reproducir las Actas de la Junta de Defensa del coronel Casado y del socialista Besteiro. Una vez establecido el consenso académico, las partidas de apaches corren detrás de los que lo niegan dando gritos y agitando las lanzas.

Su gran servicio a la Iglesia católica fueron los libros en los que desenmascaró la Teología de la Liberación como un movimiento marxista que buscaba destruir la fe de Cristo, cuando se difundía en la televisón pública y en muchos colegios y púlpitos religiosos. Los dos más resonantes fueron Jesuitas, Iglesia y marxismo: la teología de la liberación desenmascarada (1986) y Oscura rebelión en la iglesia: jesuitas, teología de la liberación, carmelitas, marianistas y socialistas (1987). Estoy seguro de que Dios se lo habrá recompensado.

(¡Y yo que creo que en el fondo los apaches de la universidad odiaban a Ricardo de la Cierva por envidia, porque, sin entrevistas en la RTVE de José Calviño y Rosa María Mateo ni reseñas en El País, vendía miles de ejemplares de sus títulos, mientras que los primeros sólo colocaban un puñado en las bibliotecas públicas…!)