martes, 27 de diciembre de 2016

Juana la Loca: la cautiva de Tordesillas. Manuel Fernández Alvárez.

El maestro de historiadores y uno de los mayores expertos en el siglo de oro escribió en este volumen una pequeña obra maestra, si la comparamos con sus magnas obras dedicadas a Carlos V y Felipe II.

Juana la Loca es un personaje patético de nuestra historia, poco conocido y cuando se la trae a colación es para desprestigio patrio. A pesar de su enfermedad mental, enfermedad que en nuestra época es mucho mejor tratada que en nuestro quinientos, fue hija de reina, reina y madre no sólo de rey sino de emperador.

Su viaje con el féreto de su difunto marido por los campos de España, sus noches al aire libre para no pernoctar en un convento de mujeres, nos da una imagen triste y desoladora de nuestra cautiva de Tordesillas.

Culta y guapa, sobria castellana, perdida por los celos, pero que aún con ello tuvo la dignidad de aguantar el empuje de los comuneros y no firmar nada en contra de su hijo, Carlos V.

Dignidad por encima de todo, a pesar de haber sido mal tratada por su padre, Fernando el Católico, los marqueses de Denia y que encontró en San Francisco de Borja un refugio espiritual en sus últimos años.

Gran trabajo de Manuel Fernández Alvárez cuando nos habla de las diversas visitas de Carlos V con su familia a Tordesillas, amor sincero a pesar de las terribles circunstancias.

Libro recomendabilísimo de nuestro maestro para ahondar un poco más si cabe, en la época de mayor esplendor que nuestra patria ha conocido.

Isabel la Católica, su vida.

Documental sobre la vida de Isabel la Católica con los historiadores Luis Suárez Fernández y Julio Valdeón. Muy recomendable.

La Biblioteca de... Manuel Fernández.


martes, 13 de diciembre de 2016

La crisis del mundo moderno. René Guénon.

"¡Pero qué época más singular es ésta donde tantos hombres se dejan persuadir de que se hace la felicidad de un pueblo sometiéndole a servidumbre, arrebatándole lo que tiene de más precioso, es decir, su propia civilización, obligándole a adoptar costumbres e instituciones que están hechas para otra raza, y forzando a los trabajos más penosos para hacerle adquirir cosas que le son de la más perfecta inutilidad! Pues así es: el Occidente moderno no puede tolerar que haya hombres que prefieran trabajar menos y que se contenten con poco para vivir; como sólo cuenta la cantidad, y como lo que no cae bajo los sentidos se tiene por inexistente, se admite que aquel que no se agita y que no produce materialmente no puede ser más que un «perezoso»; sin hablar siquiera a este respecto de las apreciaciones manifestadas corrientemente sobre los pueblos orientales, no hay más que ver cómo se juzgan las órdenes contemplativas, y eso hasta en algunos medios supuestamente religiosos. En un mundo tal, ya no hay ningún lugar para la inteligencia ni para todo lo que es puramente interior, ya que éstas son cosas que no se ven ni se tocan, que no se cuentan ni se pesan; ya no hay lugar más que para la acción exterior bajo todas sus formas, comprendidas las más desprovistas de toda significación. Así pues, no hay que sorprenderse de que la manía anglosajona del «deporte» gane terreno cada día: el ideal de ese mundo es el «animal humano» que ha desarrollado al máximo su fuerza muscular; sus héroes son los atletas, aunque sean brutos; son esos los que suscitan el entusiasmo popular, es por sus hazañas por lo que la muchedumbre se apasiona; un mundo donde se ven tales cosas ha caído verdaderamente muy bajo y parece muy cerca de su fin".

"Así pues, no hay lugar a desesperar; y, aunque no hubiera ninguna esperanza de desembocar en un resultado sensible antes de que el mundo moderno zozobre en alguna catástrofe, eso no sería todavía una razón válida para no emprender una obra cuyo alcance real se extiende mucho más allá de la época actual. Aquellos que estarían tentados a ceder al desánimo deben pensar que nada de lo que se cumple en este orden puede perderse nunca, que el desorden, el error y la obscuridad no pueden arrebatarlo más que en apariencia y de una manera completamente momentánea, que todos los desequilibrios parciales y transitorios deben concurrir necesariamente al gran equilibrio total, y que nada podría prevalecer finalmente contra el poder de la verdad; su divisa debe ser la que habían adoptado antaño algunas organizaciones iniciáticas del Occidente: Vincit omnia Veritas".

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Verdad racista y ocultación. Hermann Tersch.

MARIA L., una joven estudiante de Medicina, desaparece mientras hace ejercicio en un parque en la ciudad alemana de Friburgo. La encuentran poco después violada y ahogada en un arroyo.

El miedo se extiende por la ciudad cuando dos semanas después es hallada otra joven mujer asesinada también con signos de haber sido forzada sexualmente. En cuestión de días se genera auténtica psicosis en la región de esta ciudad fronteriza con Suiza, de un cuarto de millón de habitantes.

El sábado pasado la Policía detiene finalmente al sospechoso de la primera muerte. Y resulta ser lo más temido por Policía y autoridades: un refugiado musulmán. Un afgano de 17 años que llegó a Alemania sin familia, entre otros muchos varones jóvenes, en el aluvión de centenares de miles de refugiados.

La televisión pública alemana ARD no informó sobre el caso. Consideró que el asesinato y el pánico en la región no tenían importancia. Eso no sería noticia. Son centenares los casos de delitos graves, en gran parte violaciones, que son ignorados por los medios si tienen como autores a refugiados. Por sistema.

Se considera que ofrecer a la población información de este tipo de crímenes fomenta el racismo y la islamofobia. Por esta razón se ocultan o maquillan estadísticas en muchos países.

El derecho a la información ha sucumbido por completo ante las precauciones que las autoridades creen tener que tomar para evitar lo que consideran actitudes políticamente incorrectas, bajas pasiones o sentimientos hostiles. En cuanto se produce ahora un crimen violento, los políticos y demás responsables rezan por que el autor no sea lo que ellos temen que será.

Porque si lo es, un inmigrante llegado con solicitud de refugiado y musulmán, se impone una reacción moralmente difícil, antes inconcebible y hoy habitual: la ocultación. Muchas veces con la impunidad como consecuencia. Todo en aras de bienes supuestamente superiores a la verdad y la seguridad de la ciudadanía, que serían la tranquilidad multicultural y la armonía interracial.

El caso más tremendo en Alemania de la masiva ocultación de delitos de refugiados e inmigrantes se produjo durante la fiesta de Nochevieja pasada en Colonia y en muchas otras ciudades alemanas. Las más de mil agresiones solo en Colonia fueron ocultadas por la Policía, por los políticos, por los fiscales y también por la prensa.

Nadie quería iniciar procedimientos susceptibles de ser tachados de racistas. Tanto que las dimensiones reales de lo sucedido tardaron en establecerse casi una semana. En los primeros días hubo intentos de negar la propia existencia de la agresión masiva y atribuirlo todo a malentendidos en la juerga multitudinaria.

De las 1.205 denuncias presentadas en Colonia apenas hubo procesados, seis condenas, y un solo reo cumple prisión once meses después. Recuerda a la red de prostitución y maltrato de niñas blancas por unos poderosos miembros de la comunidad paquistaní de Rotherham en Yorkshire.

Ayuntamiento, Policía y servicios sociales estaban al tanto de las monstruosidades de la red y nadie se atrevió a salvar a las niñas de aquellos desalmados por no enfrentarse a acusaciones de racismo e islamofobia.


Ahora en el caso de Friburgo ha sucedido algo insólito. La presión de la opinión pública sobre la cadena ARD ha sido tal que esta se ha visto obligada a informar sobre el asesino afgano de Maria L., a informar sobre la realidad.

Partes de la sociedad europea comienzan a tomar conciencia de que ciertas prácticas de sus gobernantes que obedecen a mandamientos ideológicos impuestos por la izquierda y asumidas por la derecha gobernante suponen un peligro inadmisible y una agresión intolerable. Ocultos tras la complicidad ideológica de poder y periodismo. Por eso exigen más verdad y menos ocultación. A esa demanda también la llaman populismo.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Cronología. Diccionario aquilonia.


Cronología

            Es la ciencia que tiene por objeto determinar los tiempos de los sucesos históricos.
            Contemplemos la Historia como un conjunto de cuadros: las escenas bíblicas de la Capilla Sixtina pintadas por Miguel Angel, la rendición de Breda y las Meninas de Velázquez, la risible familia de Carlos IV, la carga de los mamelucos en la Puerta del Sol y los fusilamientos del 3 de mayo de Goya, etc.  Ordenemos las obras formando una serie denominada Historia Universal, donde puedan verse todos los sucesos ocurridos uno tras otro.  También es posible separar los cuadros por colecciones igualmente ordenadas, pero referidas a escenarios distintos, en cuyo caso tendremos la Historia de España, la Historia de Francia, etc.  Así es como la ciencia histórica se apoya en la Cronología y la Geografía: la primera nos da razón del tiempo y la segunda fija el espacio.
            El profesor Pérez-Bustamante dice que la Geografía y la Cronología son “auxiliares eficacísimas de la ciencia histórica. La Geografía presta dos servicios distintos a la Historia; primero a la Historia narrativa, pues le permite encuadrar en un marco especial, sobre el planeta, el acontecimiento histórico, suministrándole los datos locales; y segundo a la Historia genética, pues explica multitud de fenómenos históricos como consecuencia de la estructura del terreno, por ejemplo la dispersión de la antigua Grecia en muchos Estados pequeños, debido a su naturaleza montuosa y a su disposición en archipiélagos. Por su parte, la Cronología permite a la Historia encuadrar sus acontecimientos en el tiempo, y además le suministra divisiones fijas, en etapas, que facilitan la comprensión de su desarrollo...” [1].
            No existiría la ciencia histórica si no existiera la ciencia cronológica.  Suceso viene de sucesión.  En consecuencia, los sucesos necesitan ser ordenados mediante fechas.  La Historia discurre en el pasado, llega al presente y se proyecta hacia el futuro.  Es una vía de dirección única: el acontecer histórico sólo puede ir, valga la expresión, hacia adelante.  Aquí no contemplamos la posibilidad inversa, que es pura entelequia y no puede ser objeto de estudio más que dentro de la Metafísica [2].
            La Historia, en su búsqueda de la exactitud, ha debido solicitar los auxilios de la cronología científica; y las Ciencias Naturales, actuando en paralelo, ha desarrollado la Geología Histórica, para mostrarnos la evolución de la Tierra a través de las eras geológicas, la formación de las rocas y del relieve, la fosilización de las distintas faunas, las catástrofes, las glaciaciones y los demás cambios climáticos.
            Además de fechar los sucesos, la Cronología permite vislumbrar las causas y las condiciones, puesto que un suceso viene causado y condicionado por sucesos anteriores, nunca posteriores.  También permite vislumbrar las finalidades y los objetivos humanos, porque un suceso posterior ha podido ser el efecto deseado de otro anterior. Finalmente, los estudios cíclicos permiten pronosticar el futuro con mayor o menor fortuna.  Estos pronósticos siempre son conjeturales, no debiendo confundirse con las profecías y las predicciones adivinatorias.

Fundamentos Astrológicos

            Aunque la Cronología sea una ciencia independiente de la Historia, no es totalmente independiente, por derivar de otra: la Astrología.
            Desde el principio de su existencia, el hombre ha levantado sus ojos al cielo y observado con admiración el Sol, la Luna y las estrellas.  La sura VI del Corán pone en boca de Dios estas palabras: “Hemos expuesto así los signos a la gente que sabe”.  Eliphas Leví dice que “una larga contemplación del cielo exalta la imaginación; y las estrellas, entonces, responden a nuestros pensamientos. El vidente cree ver así, en el cielo, lo que ve en sí mismo. Por otro lado, las líneas trazadas mentalmente de unas estrellas a otras por los antiguos observadores han debido proporcionar al hombre las primeras ideas de la Geometría”.  Y el doctor Jung contempla la Astrología de acuerdo con su teoría del inconsciente: “La ciencia empezó estudiando los astros, en los cuales la Humanidad descubrió sus dominantes del inconsciente, o sea, las llamadas divinidades. Asimismo, las singulares cualidades psicológicas del Zodiaco constituyen toda una teoría proyectada de caracteres. En este aspecto, la Astrología es una experiencia viva primordial, semejante a la de la Alquimia. El alquimista, queriendo iluminar el misterio de la materia, proyectaba su inconsciente sobre las sustancias minerales con las cuales trabajaba. Tales proyecciones se repiten siempre que el hombre procura explorar una oscuridad vacía, llenándola involuntariamente con figuras vivas...”
            Ante todo, conviene disipar la falsa idea que nos presenta la Astrología como una ciencia supersticiosa dedicada a la confección de horóscopos; esto sólo es el residuo a que ha quedado reducida en la Edad Moderna.  Pues no debemos olvidar que la Astronomía, convertida en una ciencia profana y materialista, es otro residuo.  En origen, la Astrología y la Astronomía formaban una ciencia única de carácter sagrado.  El gran Hiparco y otros astrónomos antiguos lo ilustran con su ejemplo.  En tiempos ya modernos, todavía han sido astrólogos algunos sabios como Cardano, Copérnico, Tycho y Kepler.  Se quiere invalidar la presencia de este último en la horda astrológica recordando su frase donde reconocía que necesitaba hacer horóscopos para comer.  No obstante, creía en ellos.  Por eso investigó y aportó nuevos factores, verbigracia los aspectos keplerianos, y por eso mismo aparecen ideas astrológicas en sus escritos astronómicos.
            Veamos ahora las partes de aquella primitiva ciencia única:
- El estudio del cielo se estructura como Astrología Esférica impulsando el desarrollo matemático de la Trigonometría Esférica.  El enfoque debe ser geocéntrico.  Gea o Gaia, nuestra Tierra, sólo es uno de los innumerables cuerpos celestes; pero se toma como punto central porque en ella vivimos y desde ella miramos a lo alto en todas las direcciones.
- Los movimientos de los astros sirven para medir el tiempo a efectos agrícolas, sociales, políticos y religiosos. Así surgen la Astrología Secular o Calendaria y, como derivación suya, la Cronología Histórica.
- El estudio de la naturaleza terrestre y celeste se denomina Cosmología, y el de su formación Cosmogonía. Siendo también la Alquimia una ciencia de carácter cosmológico, antaño había un intercambio de conocimientos entre ella y la Astrología.
- Ahora bien, fenómenos tales como las mareas y los movimientos de las plantas llevan a suponer que la Tierra recibe el influjo de los astros, especialmente el Sol y la Luna; está sometida a las leyes gravitatorias, a la atracción de los cuerpos celestes; recibe una lluvia de radiaciones y partículas procedentes del espacio, y genera a su vez los meteoros atmosféricos.  El estudio de tales influencias forma la Astrología Natural o Telúrica.  Rama derivada de ésta es la Meteorología.
- Por último, la Astrología Judiciaria emite juicios sobre el destino del hombre y la Astromancia intenta adivinar el futuro.  Kepler, al reconocer que vendía horóscopos para mantenerse, denominaba a esto Astrología en el sentido que ahora damos a la misma palabra: “La madre Astronomía ha de pasar hambre si la hija Astrología no gana el sustento para ambas”. Entendiéndolo en su verdadero sentido, es una astronomía aplicada con presupuestos hipotéticos.
            El espacio, por su infinita desmesura, necesita ser medido utilizando como comparación la velocidad de la luz: 300.000 kms por segundo.  La Luna sólo se separa de nosotros poco más de un segundo.  Nuestra distancia media al Sol es de 149’4 millones de kms, equivaliendo a 8 minutos.
            El Sol es una de tantas estrellas, y en torno suyo evolucionan nueve planetas describiendo órbitas elípticas: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón.  Antes eran diez, pues entre Marte y Júpiter hubo uno que explotó, originando los numerosos asteroides que gravitan en esa zona.  Plutón gira alrededor del Sol a una distancia media de 5.900 millones de kms; luego el diámetro aproximado de nuestro sistema solar es de 11 horas-luz.
            La estrella más cercana, Alfa Centauri, dista 4’3 años-luz. Pero en realidad es una estrella doble.  La proximidad aparente de dos estrellas en el cielo no equivale a su proximidad real, pues pueden estar separadas una de la otra, en profundidad, por una distancia superior incluso a la que nos separa a nosotros de la más cercana.  Así, cuando se reúnen varias estrellas que permiten dibujar una caprichosa figura llamada constelación, esto no quiere decir que todas ellas se encuentren en la misma región espacial.
            Hay varios miles de estrellas visibles desde nuestros dos hemisferios.  Hiparco hizo un catálogo de 800 estrellas boreales, indicando situaciones y magnitudes.  Llámase magnitud al brillo aparente, el cual depende de tres factores: su luz intrínseca, su tamaño y su lejanía.  La magnitud se gradúa en una escala de seis valores.  Sólo hay 18 estrellas de primera magnitud:
Alfa del Can Mayor, llamada Sotis o Sirio
Alfa de la Quilla, llamada Canope
Heta de la Quilla, estrella variable
Alfa del Centauro
Alfa del Boyero, llamada Arcturo
Beta de Orión, llamada Rigel
Alfa del Auriga, llamada la Cabra
Alfa de la Lira, llamada Vega
Alfa del Can Menor, llamada Proción
Alfa de Orión, llamada Betelgeuse
Alfa de Eridano, llamada Achernar
Alfa de Tauro, llamada Aldebarán
Beta del Centauro, llamada Agena
Alfa de la Cruz del Sur
Alfa del Escorpión, llamada Antares
Alfa del Aguila, llamada Altair
Alfa de Virgo, llamada la Espiga
Alfa del Pez Austral, llamada Fomalhaut
            Frente a 18 estrellas de primera magnitud hay 55 de segunda, 170 de tercera, etc. Prácticamente se van multiplicando por tres a medida de que desciende su categoría.  Así, serían más de 4.000 las de sexta magnitud, que casi no se ven, y 6.000 la suma.  Pero 5.000 resultan ya demasiadas para los ojos de muchos observadores.  Por ejemplo, el planeta Urano, en cuanto a brillo, se parece a las estrellas de sexta magnitud, y de hecho los griegos no llegaron a divisarlo.  Su descubrimiento en 1781 por el astrónomo anglo-alemán Herschell requirió la ayuda del telescopio; se le puso el nombre de Urano porque giraba más allá de Saturno, su mítico hijo. Neptuno y Plutón son invisibles.
            En realidad, las estrellas son incontables y se agrupan formando enormes galaxias o nebulosas, casi todas imperceptibles.  El desarrollo de la óptica en el siglo XVII permitió a Huygens observar la nebulosa de Orión en torno a la estrella Theta de la constelación de Orión.  El sistema solar se encuentra en una región lateral, aunque no en el extremo, del Camino de Santiago o Vía Láctea, la Galaxia por excelencia, que a simple vista parece formar una ruta celeste de color lechoso [3].  Pero su verdadera forma es discoidal.  Su diámetro se ha valorado entre 50.000 y 150.000 años-luz, y puede contener, según supuso el matemático Henri Poincaré, 1.000 millones de astros.  Hay millones de otras galaxias.
            El centro del Cosmos no está en la Tierra, ni tampoco en el Sol.  Pero desde mediados del siglo XVII todos aceptamos el sistema heliocéntrico, porque hemos averiguado que los planetas de nuestro sistema giran en torno de Helios.  Antes dominaba el sistema geocéntrico, basado en las órbitas aparentes del Sol y los planetas alrededor de Gea.  Lo cual no significa que los antiguos ignorasen completamente la realidad.  Esta se conocía por algunos sabios de la India, como señaló el astrólogo persa Mahomet Biruni en el siglo XI.  Entre los griegos, parecen haber sido heliocentristas Plutarco y los pitagóricos, como Filolao de Crotona y Nicetas de Siracusa, y sin duda Aristarco de Samos.  Fuera como fuese, el esquema de trabajo geocéntrico permitía realizar cálculos muy exactos; y bien por ignorancia, bien por simple comodidad, Claudio Ptolomeo afirmó en el siglo II que la Tierra estaba inmóvil en el centro del Universo.  Este error se mantuvo larguísimo tiempo debido al descenso general de la cultura que sobrevino con el triunfo del cristianismo.  La Biblia, tomada desde entonces como fuente suprema de sabiduría, sostiene que el Sol gira alrededor de la Tierra y cuenta un milagro hecho por el caudillo israelita Josué, cuando ganó una batalla a los amorreos: estaba a punto de caer la noche y los vencidos podían escaparse, pero entonces Josué habló al Señor... y dijo: ¡Sol, párate sobre Gabaón, y tú, Luna, sobre el valle de Ayalón! Y se pararon el Sol y la Luna, hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos... El Sol se detuvo, pues, en medio del cielo, y se retrasó para ponerse hasta casi el espacio de un día. Ni antes ni después ha habido día tan largo”.  Copérnico escribió en 1542 un estudio heliocéntrico, dedicado al papa Pablo III.  Sin embargo, la idea encontró mucha resistencia.  Así, por haberla difundido, Galileo fue víctima de la Inquisición en 1633.  Sus jueces le recordaron el milagro de Josué, le obligaron a retractarse y le impusieron una pena de confinamiento.
            Los antiguos caldeos, a pesar de sus conocimientos astronómicos, se imaginaban la Tierra redonda pero plana.  Esta idea quedó reflejada en la Biblia, pues los judíos, por ser menos cultos que los caldeos, copiaron de ellos.  En cambio, los griegos descubrieron que la Tierra era esférica. El sabio Tales de Mileto, allá por el año 600 antes de JC, concebía el espacio sideral como ámbito comprendido entre la esfera terráquea y una esfera celeste colocada a enorme distancia.  Los astros fueron clasificados en móviles y fijos.  Los primeros eran exactamente siete: Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.  Su nombre de móviles obedece a que, viéndolos desde la Tierra, advertimos su movimiento propio.  Los demás, al encontrarse mucho más lejos, se mueven conjugadamente, arrastrados por la imaginaria esfera celeste, como si estuvieran fijados o pegados en ella.
            Para los sabios griegos era evidente que la Luna se hallaba más cerca que el Sol, pues tapaba al astro rey durante los eclipses solares.  Aristarco, hacia el 250 antes de JC, estudió la sombra que producía la Tierra sobre la Luna en los eclipses lunares y llegó a la conclusión de que era más pequeña que nuestro globo.  Pocos años después, Erastótenes calculó las dimensiones de la Tierra.  Se apoyó en la teoría de Tales, diciendo que el eje de giro de la esfera celeste pasaba por el centro de la Tierra.  La superficie de nuestro planeta estaría dividida en cinco zonas: una central dominada por el fuego, dos extremas estrechadas sobre los polos, reinos helados; y otras dos intermedias y bien templadas, regalo de la diosa Ceres, donde hombres antípodas pueden vivir de sus abundantes frutos.  Erastótenes, que era director de la biblioteca de Alejandría, prestó mucha atención cuando unos viajeros vueltos de Nubia le aseguraron que en Siena (actual Asuán) el Sol no producía sombras en el mediodía del solsticio de verano.  Pero Alejandría, situada más o menos sobre el mismo meridiano, tenía en tal fecha levantado el Sol a 7 grados del zénit.  Considerando que la distancia de la Tierra al Sol es infinitamente más grande que la de Alejandría a Siena, por lo cual los rayos solares caen paralelos sobre nosotros, Erastótenes decidió dividir por 7 y multiplicar por 360 la segunda distancia, a fin de obtener la longitud total del meridiano, que es de 40.009 kms.  Erastótenes sacó una longitud ligeramente mayor.  Aunque todavía se discute si su verdadero punto de referencia fue Siena, Elefantina o Filé, el hecho del descubrimiento en sí mismo está comprobado.  Más tarde, Hiparco ideó otro método geométrico, que admira por su extremada simplicidad, para calcular la distancia de la Tierra a la Luna.  Las distancias máxima y mínima son de 406.700 y 356.400 kms, y él obtuvo 384.000 kms. También determinó que el diámetro lunar medía unos 3.380 kms, equivocándose sólo en 90 kilómetros por defecto.
            Al ser el satélite y los planetas unas esferas parecidas a la nuestra, surgió la sospecha de que también pudieran estar habitados.  La primera novela fantástica sobre el asunto fue escrita por Luciano de Samosata en el siglo II.  Su protagonista, llamado Icaromenipo, visitaba la Luna y ayudaba al rey Endimión en una guerra espacial.  Cristóbal de Villalón le imitó en el siglo XVI con su Crotalón, pero cometió el imperdonable error de creer que la Luna era más grande que la Tierra, cuando los griegos sabían perfectamente lo contrario.
            En los agitados tiempos que siguieron al triunfo del cristianismo, estuvo incluso a punto de olvidarse la forma de la Tierra.  En la primera mitad del siglo VI, un clérigo ignorante y pretencioso de Egipto, apodado Cosme Indicopleuste [4], escribió una intitulada Topografía Cristiana para refutar las teorías de los paganos sobre la esfera terráquea.  Era la época del ínclito Justiniano, cuando desaparecieron los escritos de Proclo y otros filósofos, cuando se cerró por orden imperial la Academia de Atenas, a pesar de ser oficialmente cristiana.  Cosme Indicopleuste volvió a decir, como los caldeos, que la Tierra era plana; pero quiso ser más original y reemplazó su superficie circular por un rectángulo.  Creía que Moisés, por divina inspiración, había hecho el Arca de la Alianza como una maqueta representativa del universo.  Así, convirtió el mundo en una especie de salón, cuyas cuatro paredes se unían formando la bóveda celeste.  El reino de Dios Padre debía hallarse encima del cielo estrellado, pues según el relato evangélico los apóstoles habían visto a Jesús resucitado ascender hacia lo alto; y el Paraíso Terrenal estaría en Oriente.
            Los primeros teólogos cristianos se manifestaron también contrarios a la Astrología Judiciaria, aunque ésta no tardó en resurgir con redoblado ímpetu y se cultivó en el Medievo con mayor interés que la Astronomía propiamente dicha.  Sin duda, la Astrología Judiciaria es el apartado más endeble de la antigua ciencia de los astros.  Pero todavía hoy sigue manteniendo algún prestigio gracias a algunos vaticinios que, al resultar acertados, se han tomado como validaciones empíricas.  El astrólogo Spurina predijo a Julio César que los idus de marzo le serían funestos; César se burló de él y fue asesinado el 15 de marzo del año 44 antes de JC.  La famosa Noche Triste, en que Hernán Cortés logró escapar de Tenochtitlán, fue escogida por el astrólogo Botello, quien dijo cuatro días antes a sus compañeros que si huían a cierta hora señalada de esa noche se salvarían, y en caso contrario no.  Juan Stöffler previó que un día de 1530 las estrellas se conjuraban en contra suya y no salió de casa; pero, al ir a coger un libro de la biblioteca, la estantería cayó sobre su cabeza y lo mató.  Luis Gauric anunció a Juan Bentivoglio que perdería el gobierno de Bolonia y a Juan de Médicis, futuro León X, que sería papa.  Ricardo Cervino predijo también el pontificado a su hijo Marcelo, que fue elegido en el cónclave de 1555.  David Fabricius, teólogo protestante y astrónomo descubridor de la estrella Mira Ceti, calculó que el día 7 de mayo de 1617 le sería fatal y, como gozaba de buena salud, tomó todas las precauciones debidas para evitar accidentes.  No obstante, a eso de las diez de la noche, salió a tomar el aire en el jardín de la parroquia y fue muerto de un golpe por un tal Holler, que se había sentido aludido como ladrón en uno de sus sermones.  Tycho Brahe calculó otro día personalmente funesto, y resultó ser el elegido por su enemigo Manderup Pasberg para atacarlo en la oscuridad; Pasberg le arrancó la nariz, obligándole a llevar el resto de su vida una nariz de plata.  Se conserva la carta astral del general Wallenstein elaborada por Kepler, con notas de su destinatario indicando que casi todos los vaticinios habían resultado exactos; y aunque no predijo su muerte, la fecha en que termina el estudio coincide con el fin de su vida.  Juan Bautista Morín previó el suplicio de Cinq-Mars cuando éste gozaba todavía del favor de Luis XIII.  Diego de Torres y Villarroel anunció en sus almanaques la muerte de Luis I de España, el motín de Esquilache y la Revolución Francesa.  Pierre Leclerc hizo saber a Napoleón en 1790 que debía ocupar el trono.  Finalmente, en 1955, André Barbault escribió: “Con la conjunción Saturno-Neptuno de 1952-53 muere Stalin y la URSS se halla en plena metamorfosis; emprende un nuevo ciclo que la llevará al cambio capital de 1989, próxima conjunción”.  Mikhail Gorbachov, nombrado secretario general del partido en 1985 y presidente en 1988, procedió a desmontar el sistema soviético.
            Sabemos, en cambio, que fallaron los cálculos del papa astrólogo Juan XXI acerca de su propia vida.  Creyó que sería larga.  Cuando lo eligieron en 1276 tenía cincuenta y seis años.  Pero su pontificado sólo duró ocho meses, muriendo al desplomarse la bóveda de un palacio que construía en Viterbo.
            Aunque se conocen más casos de aciertos que de equivocaciones, esto no puede servir como argumento científico en favor de la Astromancia, pues sus defensores, como es lógico, han procurado silenciar los segundos y dar máxima publicidad a los primeros.  Aquí debemos mantener una postura de prudente reserva.  El filósofo existencialista católico Gabriel Marcel, cuando le preguntaron su opinión, respondió: “Si bien no tengo una experiencia personal, se me han comunicado demasiados hechos precisos y concordantes para que no esté persuadido de que haya un fondo de verdad. Rehúso categóricamente creer que todo sea charlatanería. Sin duda, no hay en ello nada de fatal, pues según el adagio latino los astros inclinan, no determinan”.
            La separación definitiva entre la Astrología supersticiosa y la Astronomía materialista podemos ubicarla en la segunda mitad del siglo XVII.  Isaac Newton estudió personalmente la Astrología, pero no se sabe que hiciera jamás un horóscopo, ni aventuró vaticinios sobre los cometas de 1680 y 1682.  Sin embargo, tampoco escribió nada en contra, y a Edmundo Halley, enemigo de los astrólogos, le dijo: “Yo sí he estudiado el asunto. Tú no...”  El caso de Euler es parecido, según se infiere del comentario de Condorcet: “Su erudición era muy extensa, sobre todo en la historia de las Matemáticas. Se ha pretendido que llevó su curiosidad hasta instruirse en los progresos y las reglas de la Astrología, y que incluso había hecho de ella algunas aplicaciones. No obstante, cuando se le ordenó en 1740 hacer el horóscopo del príncipe Iván, replicó que esta función correspondía a Kraaf, quien por su calidad de astrónomo de la corte se vio obligado a desempeñarla”.

Los Elementos Cronológicos

            Leamos a Herodoto, el llamado el Padre de la Historia: “Los egipcios fueron los primeros en inventar el año y dividirlo en doce partes, de acuerdo con el ciclo de las estaciones regido por los astros. Su calendario es, a mi juicio, más ingenioso que el de los helenos... En cambio, las medidas de los relojes y la división del día en doce horas vienen de los babilonios”.  Aquí, Herodoto nos está hablando de los elementos cronológicos naturales.  También hay elementos artificiales.
            Elementos cronológicos naturales son aquellos que están directamente relacionados con el movimiento celeste:
las horas
el día
el mes
la estación
el año
el ciclo lunisolar de 19 años
el ciclo sotiaco de 1.508 años
el período zodiacal de 2.160 años
el año grande de 12.960 años
el ciclo precesional de 25.920 años
los períodos caldeos de 3.600 y 600 años
el ciclo chino de 60 años
los ciclos de los cometas
            Elementos cronológicos humanos son también de esencia natural, por basarse en la vida y los actos de los hombres, pero su irregularidad impide preverlos:
la generación
el reinado
el mandato
el lema
la dinastía
            Elementos cronológicos artificiales son los creados por convenios de la sociedad:
la jornada
la semana
los ciclos artificiales de años
la olimpiada de 4 años
el lustro de 5 años
los planes económicos de 4 y 5 años
la indicción de 15 años
los jubileos de 100, 50, 33 y 25 años
el siglo de 100 años
el ciclo azteca de 52 años
las eras
era de las Olimpiadas
era de Roma
era Seléucida
era Hispánica de César Augusto
era de Diocleciano
era judeo-cristiana de la Creación
era de Jesucristo
era de la Héjira
era maya de la Cuenta Larga
las épocas o edades
esquema bíblico
esquema decimonónico
esquemas marxista y spengleriano

El Día y sus Horas

            Día natural es el tiempo comprendido entre dos pasos consecutivos del Sol por un mismo meridiano.  Los caldeos, judíos, griegos y celtas lo contaron desde el orto o desde el ocaso, que son prácticas incorrectas, pues las noches duran más en el invierno que en el verano.  Los egipcios preferían la medianoche, Claudio Ptolomeo y los astrólogos el mediodía.
            Hora es una división geométrica del día.  Nosotros usamos 24 horas, cada una de las cuales corresponde al movimiento rotatorio terráqueo de 15 grados.  Los romanos preferían 8 horas tres veces mayores, de 45 grados.  Los judíos tenían 7 horas desiguales, cuatro por el día y tres por la noche.  Pero, bajo la dominación romana, se acomodaron a la práctica más sencilla de dividir la mañana en cuatro vigilias y la tarde en cuatro horas, denominadas prima, tercia, sexta y nona.

La Jornada

            La jornada es un elemento artificial de orden económico.  Es la porción del día que se dedica al trabajo.
            No debemos creer que la jornada haya ido reduciéndose continuamente a lo largo de la Historia por efecto del denominado “progreso”, que según Edgar Poe “nunca llegó a progresar”.  La ley del progreso continuo no es una ley histórica, sino un mito político muy reciente, ideado en vísperas de la Revolución Francesa. Las civilizaciones no progresan indefinidamente: se desarrollan con altibajos mientras viven y, al final, todas mueren.
            Entre los pueblos más atrasados del mundo a principios del siglo XX figuraban los cazadores y recolectores bosquimanos, refugiados en el desierto de Kalahari.  Sin embargo, el profesor Gómez-Tabanera menciona estudios antropológicos especializados según los cuales, a pesar de las adversas condiciones ambientales, cada bosquimano adulto sólo necesitaba de tres a cuatro horas diarias para acopiar alimentos.  Los ciudadanos romanos no trabajaban por la tarde.  El rey español Felipe II estableció una jornada máxima de 8 horas, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde, para los trabajos de fortificación y construcciones militares.  En los países europeos se trabajaban menos horas en el siglo XVIII que en el XIX.  Esta afirmación es válida sobre todo para Francia y España, donde las condiciones de vida eran relativamente aceptables, pero no para Inglaterra, donde los trabajadores vivían como perros (y en Irlanda peor que perros).  Sin embargo, como Inglaterra había tomado la delantera en la Revolución Industrial, sus ideas triunfaron en el continente.  Así, llegaron a trabajarse jornadas de 11, 12 y hasta 14 horas, y por ende, se explotó sin conciencia a los niños [5].  Los llamados canuts de Lyon, que se sublevaron en 1831 y fueron sangrientamente aplastados por el muy liberal rey Luis Felipe, trabajaban 15 horas.  El presidente americano Jackson redujo la jornada en los astilleros federales a 10 horas, lo cual se consideró una medida muy avanzada, de la que no pudo pudo beneficiarse la generalidad de los trabajadores.  Mussolini, nombrado jefe del gobierno italiano por el rey Víctor Manuel en 1922, instituyó la jornada máxima de 8 horas y prohibió el trabajo infantil.  La República Argentina adoptó en 1933 la semana laboral de 40 horas.

La Semana

            La semana es un elemento artificial de orden religioso con repercusiones económicas.  Sirve para aumentar el ocio eliminando jornadas de trabajo que deberían dedicarse a ceremonias o meditaciones.  La semana cristiana se basa en el relato hebreo de la Creación, realizada por Dios a lo largo de siete días, en el séptimo de los cuales, que era el sábado, descansó de su cósmico trabajo.  Sin embargo, los nombres que nosotros usamos para los días corresponden a los siete astros móviles Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno, trayendo su origen de Persia y la India.  En los países latinos se exceptúa el nombre del domingo, dies domini o día del Señor, que es cristiano por recordar la resurrección de Jesús.  Pero, evidentemente, su figura ha asumido las características solares de Mitra y Visnú.  Los ingleses y los alemanes siguen diciendo todavía sunday o sontag.  Luego esta división septenaria debe de ser muy antigua.  No obstante, hubo otros sistemas, como la trecena de los aztecas, la decena de los chinos y los griegos, la ennéada o novenaria de los incas y la octóada de los romanos.
            Durante la Revolución Francesa se ideó un nuevo calendario y, so pretexto de imitar a los griegos, se implantaron las decenas.  El objetivo era explotar mejor al trabajador, ya que los domingos del año quedaban reducidos de un plumazo de 52 a 36.  En todo caso, aunque los gobiernos liberales respetaron el derecho de los obreros a descansar los domingos, permitieron a los empresarios no pagar los jornales de los días no trabajados hasta bien entrado el siglo XX.  La ley española del descanso dominical obligatorio, dada en 1903 por el gobierno de Francisco Silvela, suscitó protestas tanto por parte de los empresarios como de los sindicatos obreros.

El Mes y el Año

            Así como el día es originado por el movimiento rotatorio de la Tierra, el mes se basa en la Luna y el año en el Sol.
            Al girar en torno nuestro, la Luna nos presenta siempre la misma cara, porque sus ciclos de rotación y traslación duran igual.  Dicha cara la vemos sucesivamente más o menos iluminada por el Sol, produciendo fases.  La evolución rotatoria lunar es de 27 días, 7 horas y 43 minutos.  Pero la evolución de sus fases, llamada lunación, dura 29 días, 12 horas y 44 minutos, o bien 29’5306 días.
            Antes de establecerse los meses actuales por orden de Julio César, los romanos alternaban meses de 29 y 30 días, como hacen todavía los musulmanes.  En latín se decía mensis y en griego men, de Mene o Luna.  Idéntico origen tienen las palabras menstruus y menieos, que ponen a la mujer en relación con la luminaria nocturna.  Esta se consideraba femenina, aunque para los semitas era masculina.
            El año solar o trópico es el tiempo de la evolución completa del Sol en sus relaciones con la Tierra, por ejemplo dos pasos consecutivos del Sol por el equinoccio de primavera: 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos, o bien 365’2422 días.  Se trata del año natural, que contiene las cuatro estaciones y es el adecuado para la agricultura.  En nuestra zona templada boreal, la estación fría comienza en el solsticio de invierno, la noche más larga del año, cuyo amanecer supone el renacimiento del Sol; la templada en el equinoccio de primavera, en que el día ya iguala a la noche y los campos reverdecen; la caliente en el solsticio de verano, el día más largo del año; y la segunda templada en el equinoccio de otoño.
            Para los astrólogos grecolatinos, los meses no eran las lunaciones, sino los signos del Zodiaco.  Este nombre significa algo así como Rueda de la Vida.  En el cielo se observan perfectamente ordenadas, formando una especie de cinturón, sus doce constelaciones.  Aries es la primera, porque en ella entraba el Sol y el ecuador cortaba a la eclíptica en el equinoccio de primavera.  Mitológicamente representa al Vellocino de Oro, como Tauro al toro de Creta, Géminis a los Dióscuros, Cáncer a la hidra de Lerna, Leo al león de Nemea, etc.  En cierto momento, molesta la Iglesia por el recuerdo de estos antiguos mitos, quiso cambiar los nombres de las constelaciones.  Aries, por ejemplo, debía convertirse en San Pedro.  Pero esta tontería no logró imponerse.

PRIMAVERA

Signos de Aire

Aries

21 de marzo

Tauro

21 de abril

Géminis

21 de mayo

VERANO

Signos de Fuego

Cáncer

21 de junio

Leo

22 de julio

Virgo

22 de agosto

OTOÑO

Signos de Tierra

Libra

22 de septiembre

Escorpión

23 de octubre

Sagitario

22 de noviembre

INVIERNO

Signos de Agua

Capricornio

21 de diciembre

Acuario

20 de enero

Piscis

19 de febrero



            En cualquier caso, no debemos confundir las constelaciones con los signos, que sólo son meses.  El maestro sufí Abén Arabí situaba más allá del cielo estrellado, residencia de las constelaciones, un vacío no estrellado, imaginario emplazamiento de las Doce Torres.  Estas corresponden a los signos zodiacales, entendidos como mansiones proyectadas.  Debido a la precesión de los equinoccios, las constelaciones se van desplazando poco a poco: Aries se ha situado en la mansión de Tauro, y el Sol entra en Piscis.  Como este fenómeno, a pesar de su gran lentitud, pudo ser observado por Hiparco, surge la pregunta de por qué el Zodiaco se estableció con tal configuración.  Titus Burckhardt comenta: “Podemos plantear, pues, la cuestión de saber si las formas de esas agrupaciones de estrellas fijas, que han sido al principio puntos de referencia para la determinación de las doce partes del ciclo solar, no tienen importancia en relación con el significado de éstas. Ahora bien, hay seguramente una analogía entre la denominación de los signos zodiacales y dichas agrupaciones en la eclíptica: la constelación de Géminis se caracteriza, en efecto, por un par de estrellas gemelas; la de Tauro consta de un triángulo semejante a la cabeza del animal, y las formas del Escorpión y el León pueden también reconocerse, aunque sean igualmente concebibles otras interpretaciones. Por lo demás, es muy posible que en el momento de la primera fijación de los símbolos astrológicos, las semejanzas fueran más sorprendentes, pues ciertas estrellas han debido de desplazarse desde esa lejanísima época, así como lo hace observar Abén Arabí al referirse a algunas representaciones estelares del antiguo Egipto. Decimos época lejanísima porque, si bien la última coincidencia de los signos zodiacales con las constelaciones homónimas tuvo lugar en los primeros siglos de la era cristiana, es probable que la denominación de las doce constelaciones date de una coincidencia anterior...”  Sólo se trata de una hipótesis, aunque parece venir avalada por la siguiente frase de Herodoto: En el lugar donde ahora se pone el Sol se ha levantado ya dos veces, y en el lugar donde ahora se levanta se ha puesto dos veces”.  Richard Hennig se plantea la misma pregunta: “¿De qué otra manera, sino mediante miles de años de observación de la bóveda celeste, se puede comprender la noticia de Herodoto?  Realmente, no podemos negar que esto se refiere a la precesión de los equinoccios. Si la sorprendente noticia de Herodoto debemos tomarla al pie de la letra, resultaría que la antigüedad del conocimiento astronómico egipcio se remonta a 50.000 años, pues una precesión completa dura 25.827 años. Naturalmente, no tienen por qué remontarse a tan antiguo las observaciones realizadas por los sacerdotes egipcios. Pero la observación precisa de la bóveda celeste durante unos cuantos miles de años es condición indispensable para el cálculo del fenómeno, no descubierto por los helenos hasta el siglo II antes de JC. Y como también se puede demostrar para los babilonios no sólo un conocimiento muy antiguo de la precesión de los equinoccios, sino además ciertos conocimientos astronómicos e ideas religiosas que sólo pueden haberse formado en la llamada época de Géminis de la Humanidad, es decir, en la época comprendida entre los años 6500 y 4300 antes de JC, durante la cual la primavera del año solar comenzaba en la constelación de Géminis, no hay razón para negar a los egipcios una temprana y cuidadosa observación similar de la bóveda celeste, especialmente cuando el Zodiaco existente en el templo de Dendera, que procede ya del último siglo precristiano, aparece la misma constelación de Géminis como primera en el transcurso de las estaciones del año...” [6].

El Calendario

            El grado de perfección de los calendarios viene dado por su capacidad para determinar la duración del año natural.  Aunque las civilizaciones precolombinas se conocen muy mal, parece que el calendario más perfecto era el maya:
Calendario lunar semita                      354’3671
Calendario solar egipcio                     365’0000
Calendario juliano                               365’2500
Calendario gregoriano                                    365’2425
Calendario maya                                 365’2421
Duración real del año                          365’2422
            Entendiendo por año lunar la serie de doce lunaciones, cada año sufre un desfase de casi 11 días.  El calendario semita, que sigue este sistema, es muy imperfecto.
            Según el testimonio bíblico, los israelitas vivieron algún tiempo como inmigrantes en Egipto; pero aprendieron muy poco de esta civilización, no imitaron su calendario solar y se vieron obligados a efectuar ajustes con meses intercalares, de manera que algunos años tenían trece meses.  Uno de los nombres hebreos para designar la Luna es Yarakh, y su derivado yerakh significa mes.  Como sinónimo se emplea khodesch, que realmente quiere decir novilunio.  El rosch khodesch o cabecera del mes lo determinaba la primera aparición de la nueva luna en el crepúsculo.  Se fijaba gracias a la visión de su fina guadaña plateada, y cuando esto no era posible, se contaban probablemente 30 días desde el novilunio anterior.  Los días y los meses empezaban, pues, al anochecer.  Los años lo hacían en el otoño.  Este calendario israelita era común a todos los fenicios o cananeos, que daban a los meses los mismos nombres.  El primero, más o menos equivalente a nuestro octubre, se llamaba etanim.  Estaba relacionado con el elemento líquido, igual que el siguiente, cuyo nombre de bul parece significar lluvia copiosa.  En éste se efectuaba la siembra.  La segunda parte del año empezaba con el khodesch abib o novilunio de la espiga, y luego venía ziziv, el esplendor de las flores.  Dicho abib, más o menos abril, contenía la semana de los mazot o panes ázimos, cuya coronación era la pesakh o fiesta de Pascua.  El profesor Stade ve en los mazot las primicias de la cebada o de los cereales y, por su conexión con la pesakh, considera que el sacrificio del cordero pascual significaba ofrecer las primicias de los rebaños [7].  Esta gran festividad era, pues, una herencia de la vida nómada, que adquirió nuevo realce entre los israelitas sedentarizados, mientras que la fiesta del esquileo, cuyo eco resuena en otros pasajes bíblicos, fue relegada al olvido.
            El calendario de los caldeos de Mesopotamia también era lunar, pero comenzaba en la primavera y daba a los meses nombres distintos.  Ahora bien, el rey Salomón, al construir el Templo, cambió el orden de los meses israelitas.  Estos recibieron nombres puramente ordinales, y abib pasó a ser designado como primero, para dar realce a la Pascua.  Los libros atribuidos a Moisés y Josué van de acuerdo con la reforma salomónica, lo cual demuestra que fueron redactados después de ella.  Más tarde, bajo el dominio de Nabucodonosor, se adoptaron los nombres de los meses caldeos, y el antiguo mes de abib fue llamado nisán.  El orden no cambió, porque el instituido por Salomón ya coincidía con el de Babilonia.  Las tribus arameas de Siria adoptaron la misma nomenclatura, si bien conservaron la vieja costumbre cananea de iniciar el año en el otoño.  Los judíos, después de la destrucción de Jerusalem por las legiones de Tito, volvieron igualmente al antiguo orden y numeraron tischri como primero.  El mes intercalar, añadido para neutralizar la progresiva desviación de las estaciones, se situaba detrás de adar y se llamaba ve-adar.  Este calendario lo emplean todavía hoy las sinagogas de todo el planeta.  El siguiente cuadro nos muestra las diversas variantes:

Meses Caldeos
Meses Hebreos
Meses Siriacos
Son más o menos…
Nisannu  (1º)
Airu  (2º)
Sivannu  (3º)
Dumuzi  (4º)
Abu  (5º)
Ululu  (6º)
Tasritu  (7º)
Arag Samna  (8º)
Kisilivu  (9º)
Dabitu  (10º)
Sabatu  (11º)
Adaru  (12º)
Nisán  (1º luego 7º)
Iyar  (2º luego 8º)
Siván  (3º luego 9º)
Tammuz  (4º luego 10º)
Ab  (5º luego 11º)
Elul  (6º luego 12º)
Tischri  (7º luego 1º)
Margesván  (8º luego 2º)
Kislev  (9º luego 3º)
Tebet  (10º luego 4º)
Schebat  (11º luego 5º)
Adar  (12º luego 6º)
Nisán  (7º)
Iyar  (8º)
Hazirán  (9º)
Tammuz  (10º)
Ab  (11º)
Elul  (12º)
Tischri  (1º)
Tischri  bis  (2º)
Kanún  (3º)
Kanún bis  (4º)
Schebat  (5º)
Adar  (6º)
abril
mayo
junio
julio
agosto
septiembre
octubre
noviembre
diciembre
enero
febrero
marzo


            En el mundo árabe se conserva el calendario lunar puro, sin intercalaciones.  Los musulmanes aducen como ventaja que esto permite hacer el ayuno en todas las estaciones, porque el Ramadán se desplaza continuamente a lo largo del año.
            Los egipcios habían calculado la duración del año en 365 días. Y al comprobar la absoluta independencia entre los movimientos del Sol y la Luna, decidieron prescindir de ésta creando un calendario puramente solar.  Establecieron doce meses iguales de 30 días y añadieron a final de año los 5 días restantes, llamados en griego epagómenos.  Sus meses eran artificiales, pues sobrepasaban a las lunaciones de 29’5306 días sin alcanzar la duración 30’4369 de los signos zodiacales.  Pero no había otra solución.
            Para fijar el comienzo del año, los egipcios observaron la elevación heliaca de la estrella Sopudet, nuestra Sotis o Sirio, que tras setenta días de invisibilidad debida a su conjunción con el Sol, surgía de Oriente en la aurora, a la derecha del primer rayo solar, coincidiendo con el desbordamiento del Nilo a finales de junio.  Esto ocurría en el Alto Egipto cinco días antes que en el Delta.  Los meses se agruparon de cuatro en cuatro, formando tres estaciones: aget para la inundación, peret para la siembra y semu para la recolección.  Sin embargo, como el año natural es un poquito más largo, pasados cinco años la elevación de Sotis se producía con un día de retraso.  Los egipcios se dieron cuenta de su error, pero no modificaron el calendario y consignaron dos fechas diferentes: la del Año Nuevo y la de Sotis.  La primera valía a efectos puramente cronológicos; la segunda era una fiesta móvil que servía como punto de referencia para el inicio de las diversas faenas agrícolas.  Al cabo de 1.508 años astronómicos, equivalentes a 1.509 años egipciacos, el Año Nuevo y la fiesta de Sotis volvían a coincidir, lo cual se conoce como período sotiaco.
            Los griegos y los romanos, que contaban las lunaciones como los semitas, tenían grandes problemas cronológicos.  Ptolomeo Filadelfo, el segundo sucesor de Alejandro que reinó en Egipto, quiso reformar el calendario estableciendo cada cuatro años un sexto día epagómeno.  Pero la idea no triunfó hasta Julio César, que creó el calendario juliano en el año 46 antes de JC asesorado por el astrónomo Sosígenes de Alejandría.  Se consideró que el año duraba 365 días y 6 horas.  El sobrante decidió acumularse añadiendo un día a febrero en los años bisiestos.  Los meses conservaron sus nombres romanos: enero deriva de Janus, febrero de Februs o Plutón, marzo de Marte, abril se relaciona simplemente con apertura, mayo deriva de la diosa Maya, junio de Hera o Juno, quintilio es el quinto en relación con el equinoccio de primavera y le siguen los también ordinales sextilio, septiembre, octubre, noviembre y diciembre.  Todos se han mantenido salvo quintilio y sextilio, llamados julio y agosto a partir de César Augusto.
            Año eclesiástico es el mismo año civil romano acomodado a los ritos y usos de la Iglesia.  Las principales efemérides fijas de la vida de Jesús son la Natividad el 25 de diciembre, fecha escogida para reemplazar a las antiguas Saturnales; su circuncisión el día de Emanuel, 1 de enero, y la visita de los Reyes Magos el 6 de enero.  Cada día se dedica al recuerdo de diversos santos, algunos de los cuales son patronos de ciudades y reinos, como San Isidro Labrador el 15 de mayo, en Madrid, y Santiago Apóstol el 25 de julio, en España.  El mes de las flores se consagra a la Virgen María, en sustitución de la diosa Maya.  La noche de Walpurgis ubicada entre el 30 de abril y el 1 de mayo, célebre en los anales de la brujería, ha dado origen al culto de Santa Valberga o Santa Valpurga [8].  También hay fiestas móviles, porque la Iglesia conserva parcialmente la práctica judía, y se rigen todas por la situación que debe ocupar el domingo de Pascua, primer domingo posterior al plenilunio de marzo.  Llámase plenilunio de marzo el que cae en 21 de dicho mes o próximamente le sigue.  El año empieza en la primera dominica de Adviento, o sea, el domingo más cercano al primer día de diciembre.
            Sosígenes había cometido un error inferior a 12 minutos, y tardó en ser advertido, tanto más cuanto que luego vino el cristianismo con su retroceso cultural.  No obstante, debemos agradecer la tardía rectificación a la Iglesia Católica Romana.  La reforma fue acometida por Gregorio XIII con la ayuda del jesuita alemán Clavio, experto matemático.  Se suprimieron diez días del año en curso, que era 1582, pasando directamente del 4 al 15 de octubre.  Cada cuatro años hay un bisiesto, pero cada cuatro siglos se suprimen tres bisiestos.  Así, los años de 1700, 1800 y 1900, que debían ser bisiestos según el calendario juliano, no lo fueron.  Las comunidades ortodoxas de Oriente, anquilosadas, conservaron el calendario antiguo por mera rutina, que llamaban falsamente tradición, y así llegaron a separarse en el siglo XX trece días del cómputo verdadero: la revolución comunista de 1917 se llama Revolución de Octubre porque el día 25 de ese mes fue proclamada la República de los Soviets; pero en realidad ocurrió el 7 de noviembre.  Los protestantes rechazaron la reforma por obcecación sectaria, simplemente por ser de Roma.  Holanda no hizo el ajuste hasta 1701, Inglaterra hasta 1752 y Suecia hasta 1753.  Bulgaria, Rumanía, Grecia, Turquía y Rusia aceptaron el calendario gregoriano en el siglo XX.  Japón lo había adoptado ya en 1873, con las reformas de la era Meiji.

Los Ciclos Naturales de Años

            Recordemos que, exceptuando las generaciones y los gobiernos, todos los elementos cronológicos naturales son ciclos, pues se basan en la repetición circular o cíclica de fenómenos astrales.  Aquí estudiamos los formados por cierto número de años: el ciclo lunisolar de 19 años, el ciclo sotiaco de 1.508 años, el período zodiacal de 2.160 años, el año grande de 19.960 años, el ciclo precesional de 25.920 años, los períodos caldeos de 3.600 y 600 años, el ciclo chino de 60 años y los ciclos de los cometas.

El Ciclo Lunisolar

            Está constituido por el tiempo al cabo del cual vuelve a comenzar la Luna sus evoluciones en el mismo día solar.  Fue determinado en el siglo V antes de JC por el sabio ateniense Metón, con bastante exactitud, puesto que en 19 años trópicos caben casi 235 lunaciones completas, faltando sólo un par de horas.  Los griegos fijaban con letras de oro, en sitio público, el número de cada año dentro del ciclo, de donde viene la expresión de número áureo.
            El número de días que tiene en 1º de enero la lunación comenzada antes del mismo se denomina epacta de ese año.
            Los griegos preclásicos conocían un ciclo de 8 años, durante el cual se desarrollaban entre 99 y 100 lunaciones.  Por esta razón, uno de los sobrenombres de la Luna era Hécate, pues hekaton significa cien.

El Ciclo Sotiaco

            Este ciclo, fundamental para la Historia de Egipto, se basa en la observación de la estrella Sotis.  La creación del calendario egipcio debe situarse por fuerza al comienzo de un ciclo sotiaco antes de Menes, el primer faraón.  Menes llevó por primera vez la doble corona blanca y roja porque unificó los dos reinos existentes, el Alto Egipto y el Bajo Egipto, cada uno de los cuales tenía su propio calendario de 365 días.  El día de Año Nuevo era el 1º del mes tot en el Alto Egipto y el 1º del mes mesori en el Bajo.  Los últimos ciclos sotiacos terminaron, respectivamente, los años 139 y 284 de la era cristiana.  Esto significa que el calendario del Alto Egipto, el más antiguo de los dos, debió aparecer en torno a una de las siguientes fechas: 1370, 2878, 4386 y 5894 antes de nuestra era [9].  Se ha comprobado que en las dos fechas más modernas ya existía.  La tercera fecha es la más probable y la cuarta es posible pero poco probable, pues todos coinciden en considerarla demasiado antigua.  Por la misma razón, el calendario del Bajo Egipto arrancaría del 4240 o del 5748 antes de JC.
            Los egiptólogos suelen basarse en el calendario más antiguo.  Sin embargo, ateniéndose a lo establecido por el profesor alemán Eduard Meyer a finales del siglo XIX, colocan erróneamente el comienzo de sus ciclos hacia los años 1321, 2781, 4241 y 5701 antes de JC.  Ya hemos dicho que la duración exacta del ciclo es de 1.508 años verdaderos, equivalentes a 1.509 años egipciacos.  Los egiptólogos usan 1.460 años, ya que hacen el ajuste con arreglo al calendario juliano; pero la estrella Sotis no está obligada a obedecer los decretos de Julio César.  Por otro lado, hay que tener en cuenta el valor intrínseco de la fecha 139 de Cristo aportada por Censorino, ya que en este punto no todos los historiadores modernos están de acuerdo.

La Precesión de los Equinoccios

            Este fenómeno celeste dura 25.920 años.  Puede dividirse en dos mitades de 12.960 años, llamadas años grandes por los persas y los griegos.  Hay menciones de Pitágoras y Platón anteriores a Hiparco, observador científico del fenómeno.  El año grande contiene seis períodos zodiacales de 2.160 años, que son reducidos a 2.152 por el ya citado Richard Hennig y a 2.150 por algunos astrónomos, si bien René Guenón insiste en que 2.160 es su valor tradicional.  Actualmente finaliza el período de Piscis y llega el de Acuario, porque el fenómeno se desenvuelve al revés del ciclo anual.  La estrella polar no es siempre la misma: hace 4.600 años los chinos la ponían en la constelación del Dragón; y hace 14.000 años desempeñaba dicho papel la estrella Vega de la constelación de la Lira.
            A este respecto, los autores de tendencia astrológica que dividen la Historia en períodos zodiacales ven lo siguiente:
Tiempo de Virgo: 13.120 a 10.960 antes de JC.  Epoca desconocida que pertenece a la cultura cazadora magdaleniense de Occidente, bajo los efectos de la glaciación wurmiense.
Tiempo de Leo: 10.960 a 8801 antes de JC.  Ultimos siglos magdalenienses y sucesión de la cultura aziliense.  Proceso de deshielo en Europa.  Hipotético hundimiento de la Atlántida.
Tiempo de Cáncer: 8800 a 6641 antes de JC.  Cultura de los cazadores mesolíticos y de la pintura rupestre levantina de España.  Supuesta existencia de monstruos en las marismas y los pantanos, tales como la serpiente Pitón, la hidra de Lerna, el leviatán de Fenicia y el sirrusch de Babilonia.  Epoca de los nagas chinos.
Tiempo de Géminis: 6640 a 4481 antes de JC.  Oposición entre la agricultura y la ganadería personificadas por Osiris y Set en la tradición egipcia, o por Caín y Abel en la israelita; larga oposición que prosigue en los períodos siguientes. A esta época pertenecen las ciudades más antiguas: Jericó, en Palestina; Buto, capital de un reino predinástico en el Bajo Egipto; Hieracómpolis, en el Alto Egipto; Ras Schamra o Ugarit, en el Norte de Fenicia; Chatal Huyuk o Licaonia, en Asia Menor; Nueva Nicomedia, en Macedonia.
Tiempo de Tauro: 4480 a 2321 antes de JC.  El buey Apis de Egipto, el Minotauro de Creta, el dios Marduk y los querubines o toros alados de Mesopotamia, el dios Susinak de Elam, el excelso labrador cornudo Sen Nung de China.  Unificación de Egipto por Menes.
Tiempo de Aries: 2320 a 161 antes de JC.  Predominio de Amón en Egipto.  Sacrificio de Abraham, que sustituyó a su hijo Ismael (no Isaac) por un carnero. El cordero pascual de Moisés y la destrucción del Becerro de Oro, símbolo precedente.  La victoria de Teseo sobre el Minotauro y la búsqueda del Vellocino de Oro por los Argonautas.  Gran imperio de Alejandro Magno, llamado también Bicorne a causa de los cuernos retorcidos que lleva en sus monedas, indicando que era hijo de Amón.
Tiempo de Piscis: 160 antes de JC a 1999 después de JC.  Sacrificio de Jesús, entendido como último cordero pascual, y conversión de los pescadores de Galilea en apóstoles enviados a pescar y salvar hombres.  Desarrollo de la navegación interoceánica.
Tiempo de Acuario: 2000 a 4159.  Dicen que en los comienzos de este período se extinguirá el cristianismo y finalizará la oscura época llamada por los hindúes Kali Yuga.
            Para exponer esta serie, hemos tomado las fechas del astrólogo francés Hadès, sin entrar en el problema de su discrepancia cronológica con otros.  Gastón Georgel, por ejemplo, sitúa el comienzo del tiempo de Acuario en el año 2030, de manera que todas sus fechas van retrasadas 30 años con respecto a las que damos aquí.

Los Períodos Caldeos

            La tradición caldea atribuía a los reyes antediluvianos unos reinados prodigiosamente largos, tanto que se medían en períodos sar de 3.600 años y subperíodos ner de 600.
            Algunos historiadores modernos creen ingenuamente que el sar se inventó a partir de un año calculado por error en 360 días.  Pero esto no es de recibo, pues los caldeos eran buenos astrólogos.  Entendemos que 360 no son los días del año, sino los grados en que se divide la circunferencia; y 3.600 es el número de segundos que contiene una hora.  El egiptólogo Eduard Meyer acertó plenamente cuando dijo: “El pretendido año primitivo de 360 días, que nos presentan algunos cronólogos, en realidad no ha existido nunca”.  Además, estos períodos caldeos guardan una relación mensurable con el ciclo precesional, que está compuesto por 7’2 sares o por 43’2 neres.  Ni ellos ni el ciclo chino de 60 años pueden considerarse artificiales.

El ciclo chino de 60 años

            El ciclo chino de 60 años, que se implantó bajo la dinastía Han, puede parecer artificial debido al carácter lunar de sus meses.  Pero si las intercalaciones son correctas, 36 ciclos forman un período zodiacal y 432 una precesión.
            Sea como fuere, 60 sale de multiplicar 5 x 12.  Cinco son los elementos chinos: agua, fuego, tierra, madera y metal, que están ligados a los colores negro, rojo, amarillo, verde y blanco, respectivamente.  Hay además una serie de doce animales, ideada según parece por los hunos: schu = rata, niu = buey, hu = tigre, tu = conejo, lung = dragón, sche = culebra, ma  = caballo, xang = oveja o cabra, hu = mono, ki = gallo, ku = perro y chu = cerdo.  La combinación de los elementos con los animales produce el ciclo.
            Sin embargo, una vida completa no estaría formada por cinco series de animales, sino por seis.  Ejemplo: Gengis Khan murió el año del Cerdo de 1227, pero se duda si nació el año del Caballo de 1162 o, quizá, otro año del Cerdo, el de 1155, en cuyo caso habría vivido 72 años [10].

Los Ciclos de los Cometas

            Estos ciclos no tienen influencia en la cronología tradicional. Además, los cometas han sido objeto de demasiados escritos supersticiosos y de réplicas científicas no menos vanas.  Por lo tanto, nos limitaremos a hacer unas pocas observaciones.
            Suman centenares los cometas estudiados en la Edad Moderna.  Sin embargo, la mayoría no resulta perceptible a simple vista.  Para los visibles, nos vale la clasificación de Plinio en nueve tipos, que el oidor Rocha [11] reprodujo en un estudio de 1681 dedicado a su hijo el general Juan Enríquez de Sangüesa: “El primero llamado Cometes, con largas crines o cabellos; el segundo Pagonias, esto es, de grandes barbas hacia abajo; el tercero Acontias, que tiene forma de flecha, dardo, lanza o asador; el cuarto Xifias, a semejanza de espada; el quinto Discoeus, con forma de clipeo, broquel o escudo; el sexto Pithetes, a la forma del Sol, que también llaman Rosa; el séptimo Ceratias, que tiene dos cuernos, como la Luna nueva; el octavo Lampadias, como si fuera un hacha encendida; y el noveno Hippiteus, que posee la forma del erizo de mar. Añaden otros el cometa que sale como cuadrado, yendo la cauda por ambas partes casi igual. El cometa cuadrado de la escuela arábiga es llamado Miles por Justino”.
            Los cometas se consideran astros errantes, aunque solamente lo serían aquellos que al acercarse y alejarse de nuestro sistema solar describen trayectorias parabólicas. Hay otros que, capturados por la atracción del Sol, describen elipses muy excéntricas, cuyos períodos pueden calcular los astrónomos.  Destacan el de Encke, con algo más de 3 años; el de Biela, con 6 años y medio, que se desintegró en el siglo XIX, originando quizá la lluvia de meteoritos de 1872; y el de Kepler, cuyo ciclo de aproximadamente 76 años fue calculado más tarde por Halley.
            Tycho Brahe y Juan Kepler no esperaban cosas buenas de los cometas.  El oidor Rocha creía que eran anuncios de la cólera de Dios, pero no osaba decir qué castigos traían; a beneficio de inventario, recogió la opinión de Jacobo Tuano de que entre ellos hubiese “acabamiento de linajes y reinos”.  Jacobo Bernouilli decía que si bien el cuerpo de un cometa no era probablemente una señal visible de la cólera divina, podía serlo su cola o cabellera.  Chateaubriand pensaba que la aparición de señales extrañas en los cielos, como podían ser los cometas y diversos meteoros, estaba quizá relacionada con graves sucesos; y cuentan que Napoleón, al decirle en Santa Elena que acababa de verse uno, lo tomó por presagio de su propia muerte.  Sea verdad o no, lo cierto es que nadie ha demostrado una correlación estadística entre la aparición de estos astros y las defunciones de los soberanos.  Tampoco se observa coincidencia con grandes catástrofes.
            Al cometa de Halley pretenden asociarlo con algunas perturbaciones naturales, pero sobre todo con cambios políticos y guerras.  No obstante, siempre será posible encontrar cosas parecidas en cualquier año que se busque. A continuación, sólo para satisfacer la curiosidad de algunos lectores exigentes, exponemos los diez últimos hitos de la evolución de este cometa con los hechos históricos asociados:
1301:  Fernando IV de Castilla asume todos los poderes en contra del deseo de su madre, la regente María de Molina. En Florencia hay disturbios causados por la oposición entre los partidos blanco y negro.  Para no recibir de la Santa Sede un monarca anjevino, los húngaros entregan la corona a un príncipe checo menor de edad.  Fracasa la campaña del coemperador Miguel IX contra los turcos de Anatolia, obligando a contratar a Roger de Flor y sus mercenarios aragoneses, origen de nuevas desgracias.  Los templarios devastan el litoral fenicio, pero no quieren o no pueden reunirse más allá con el mongol Gazán Khan.  Las campañas de éste contra los mamelucos serán improductivas y los mismos templarios tendrán que abandonar Arad, último bastión cruzado en Tierra Santa.  Giotto, testigo de la aparición del cometa, lo muestra en una de sus pinturas como si fuera la estrella de Belem.
1378:  Al morir Gregorio XI se produce el cisma de Occidente: Urbano VI reina en Roma y Clemente VII en Aviñón. También muere el duque Galeazzo Visconti, y la situación en el Norte de Italia es confusa.  El rey de Portugal medita una nueva guerra contra Castilla.  El emperador Carlos IV hace un reparto de dominios entre sus hijos poco antes de fallecer.  Fernández de Heredia, gran maestre del Hospital, es hecho prisionero por un jefe albanés.  Fallece el rey mongol Ayurchil Dara, fugitivo de China.  El hambre azota el Sur de la India.
1456:  Los turcos de Mahomet II, que tras la toma de Constantinopla parecían irresistibles, fracasan el sitio de Belgrado.  No obstante, el húngaro Juan Hunyadi, que ha acudido en auxilio de esta plaza, muere con otros soldados a causa de una epidemia.  Un terremoto castiga Nápoles, Avellino, Benevento, Nocera y Brindis.  Navarra, después de la huida a Francia del príncipe de Viana, está agitada por la oposición entre beamonteses y agramonteses.  El Delfín, enemistado también con su padre, se refugia en Brabante y solicita la protección borgoñona. Hay muchos testimonios de la aparición del cometa, verbigracia el de Toscanelli.
1531:  Enrique VIII, citado a comparecer ante el Papa a causa de su divorcio, se proclama jefe de la Iglesia de Inglaterra.  Gustavo Vasa contrae nupcias con una princesa sajona y consolida el nuevo reino protestante de Suecia.  Los polacos católicos y los rumanos ortodoxos se combaten en el alto Dniéster.  Ulrico Zuinglio es muerto en la batalla de Cappel.  Hay escasez de cereales en Francia.  El archiduque Fernando de Austria, hermano de Carlos V, es elegido rey de Romanos.  Francisco Pizarro inicia la conquista del Perú.  Un terremoto destruye parcialmente Lisboa.  El cometa es observado por el astrónomo Pedro Apiano.
1607:  Una inundación daña la ciudad de Méjico.  Se funda en Virginia la primera colonia inglesa de América.  El capitán Davis descubre el estrecho de su nombre, aunque éste no conduce a Asia.  El Bearn, patrimonio personal de Enrique IV, se incorpora a la corona de Francia.  Un cardenal francés, designado por este rey, reconcilia al Papa con la república de Venecia.  Hay gran confusión política en Hungría y Transilvania.  El khan de Crimea, Gazi Giray, muere de peste.  Entre los observadores del cometa se cuenta especialmente Kepler.  Este asegura que ha sido encendido como anuncio de una gran mortandad.  Pero no hay catástrofes especiales.  Mortandad grande no se produjo hasta la Guerra de los Treinta Años, que estalló mucho más tarde, en 1618.  Sin embargo, no deja de sorprender que en este último año se vieran tres cometas.
1682:  Una flota de Indias es castigada por las tormentas, perdiéndose varios galeones con su tesoro y 1.400 personas.  Muere el pintor Murillo, que lleva enfermo dos años, desde su caída del andamio de una iglesia.  La epidemia de peste que azota España desde el verano de 1676 concluye al fin, pero será reemplazada en el trienio de 1683-85 por otra de tifus.  Aumenta la tensión entre España y Francia, por parecerle ya insuficientes a Luis XIV las ventajas conseguidas en la paz de Nimega, y la guerra estallará de nuevo en 1683.  Bossuet atiza el conflicto con la Santa Sede publicando su declaración galicana.  Se mueve la tierra en el Puy de Dôme. La Dieta de Estocolmo proclama la autoridad absoluta de Carlos XI, que gobernará despóticamente y alterará la moneda.  Muere sin hijos Fedor II de Rusia, y entran a reinar sus hermanos Iván y Pedro, mediatizados por la princesa Sofía y el valido Galitzin.  Esta aproximación del cometa es observada por Newton y Halley.
1758-59:  Halley había predicho que el cometa volvería en diciembre de 1758, y efectivamente fue divisado el día de Navidad por un astrónomo alemán, pero su perihelio correspondió a marzo de 1759.  Dicen que el retraso se debía a perturbaciones introducidas en su trayectoria por las masas de Saturno y Júpiter.  Históricamente, el primer año ocurre la muerte de Benedicto XIV, que ha permitido abrir una investigación sobre las actividades políticas de los jesuitas en Portugal.  Hay una tentativa de asesinato contra el rey José, que en 1759 llevará al patíbulo al duque de Aveiro y al marqués de Távora, y que motivará igualmente la expulsión de la compañía ignaciana.  La reina Bárbara de Braganza muere en Aranjuez en 1758 y su esposo Fernando VI le sigue al sepulcro en 1759, víctima de la melancolía.  El duque de Choiseul asume la secretaría de Estado, mientras la Guerra de los Siete Años está en su mitad.  Hasta ahora la suerte ha favorecido a Francia y Austria, pero empieza a inclinarse del lado de Inglaterra y Prusia.  En el verano de 1759, Wolfe y Montcalm se enfrentan en el llano de Abraham, cerca de Quebec, y perecen los dos, si bien la victoria es británica y da como resultado la pérdida del Canadá.  En septiembre de 1759 nace el volcán mejicano de Jorullo.  Se produce un gran terremoto en el Líbano, que afecta a las ruinas de Baalbek.  El jefe supremo de los oiratos, Amursana, es vencido por las tropas del emperador manchú Kien Lung y huye a la plaza rusa de Tobolsk.  En consecuencia, China se anexiona el Turquestán Oriental, donde son exterminados más de 700.000 nómadas.  El emperador Mahomet Aziz Alamguir de la India es asesinado por un ministro.
1835:  En Francia dimite como jefe de gobierno el mariscal Mortier y le sucede el duque de Broglie.  Luis Felipe de Orleáns se salva del atentado de Fieschi, pero hay otras víctimas, entre ellas Mortier.  Ocurren desórdenes durante las elecciones británicas, y Robert Peel deja el gobierno.  Empieza a aparecer en las rupias indias la efigie del soberano inglés.  Muere el primer marido de la reina portuguesa María de la Gloria, a los dos meses de su llegada, y se acuerda un nuevo enlace con Fernando de Coburgo.  En España se suceden los gobiernos de Martínez de la Rosa, Queipo de Llano y el judío Mendizábal.  Se expulsa a la Compañía de Jesús y se urde un plan para desamortizar los bienes de la Iglesia.  El general carlista Zumalacárregui cae frente a Bilbao.  El cólera pasa de España a Italia.  Milosch de Serbia otorga a su pueblo una Carta e implanta el Código de Napoleón.  En Polonia, más de 2.000 exiliados son despojados de sus propiedades en beneficio del tesoro zarista y de los funcionarios rusos.  Muere Francisco II de Austria, después de cuarenta y tres años de azaroso reinado.  Otto de Grecia alcanza la mayoría de edad, pero tendrá que abdicar en 1862.  Egipto es azotado por las enfermedades, mientras el ejército de Mahomet Alí fracasa en su campaña árabe.  Un gran terremoto asuela Chile entre Valparaíso y Valdivia.  Los negros brasileños cometen atrocidades en Bahía y los indios hacen lo propio en Pará.  Rosas obtiene el poder absoluto en Buenos Aires, que ejercerá hasta 1852.  En el Perú se pronuncia el general Salaberry.  Caracas se amotina contra el presidente electo Vargas.  Méjico vuelve al sistema centralista y los tejanos se levantan en armas contra Santa Ana.  Los indios semínolas de la Florida se sublevan contra el gobierno americano, que quiere deportarlos a Oklahoma.
1910:  El clima general de paz que disfruta Europa desde la guerra franco-prusiana empieza a enrarecerse por la creciente rivalidad económica entre Inglaterra y Alemania.  En el primer país fallece Eduardo VII y se celebran elecciones.  Balfour declara ante los electores que es preciso reforzar la flota.  Se constituye el gobierno autónomo de Sudáfrica, bajo la presidencia de Luis Botha, el general bóer que firmó en su día la rendición frente a Inglaterra.  Botha apoyará a esta potencia en la I Guerra Mundial, contrariando los deseos de sus compatriotas, partidarios de aliarse con los alemanes de Namibia.  En España hay también elecciones, y por primera vez un marxista, Pablo Iglesias, entra en las Cortes.  El líder conservador Maura sufre un atentado.  En Portugal los militares derrocan a Manuel II y proclaman la república.  En Francia se desborda el río Sena.  Hay dos terremotos en Costa Rica.  Estalla la revolución mejicana, dirigida contra el dictador Porfirio Díaz.  Se produce el último acto del imperialismo manchú: el general Chao Erfeng ocupa Lhasa y el Dalai Lama tiene que huir a la India.  Un año más tarde, la revolución china permitirá a los tibetanos recobrar la independencia.
1986:  La aproximación del cometa empieza a manifestarse en 1985 con el gran terremoto de Méjico, que produce 10.000 muertos, la erupción del volcán colombiano Nevado de Ruiz, la muerte del actor Rock Hudson, primera víctima importante del SIDA, y el fallecimiento por vejez del dictador comunista Hoxha, dueño de Albania desde la terminación de la Guerra Mundial. Concluyen las largas negociaciones para el ingreso de España y Portugal en la Comunidad Europea, que oficialmente se verifica el día 1º de enero de 1986.  El perihelio del cometa se sitúa en febrero del mismo año.  Sucesos notables de 1986: la adhesión de España al pacto militar de la OTAN; el bombardeo yanqui de Libia; la caída del dictador filipino Marcos y del haitiano Duvalier; el asesinato del primer ministro sueco Palme; la destrucción de la central nuclear soviética de Chernobil, desastre ecológico; la explosión de una nave Challenger con 7 astronautas a bordo; el choque de dos barcos rusos en el mar Negro, que causa 400 muertos; el hundimiento de un submarino nuclear soviético; un nuevo terremoto en la ciudad de Méjico, sin víctimas ya, y otros en Tijuana, San Salvador y Cuzco; los desbordamientos del lago Titicaca y de la laguna de Huánuco; la expulsión de gases tóxicos por un lago del Camerún, con el resultado de 1.600 muertos; un pequeño temblor de tierra en Formosa; la erupción del volcán Mihara, en la isla japonesa de Oshima, que obliga a evacuar por mar 13.000 personas; y el incendio de un hotel en Puerto Rico, el último día del año, con 50 muertos y 100 heridos.  Además, a lo largo de 1985-86 se producen graves disturbios raciales en Sudáfrica, cuya política dirigen dos maléficos miembros de la familia Botha (recuérdese el papel de Luis Botha en el ciclo anterior).  Los Botha darán paso a De Clerk, y éste al revolucionario negro Nelson Mandela.
            Puede que nos impresionen las dos últimas visitas de Halley, por los cambios y desgracias que parecen haber traído.  Sin embargo, no hay que dejarse engañar.  Las dos Guerras Mundiales estallaron en fechas diferentes.  Lo mismo se observa con las mayores catástrofes naturales del siglo XX, que fueron la erupción del Mont Pelé de la Martinica en 1902, las tormentas de Bengala en 1970, el ciclón Andrew en 1992 y los grandes terremotos del Sur de Italia en 1908, de Kan-su en China en 1920, de Tokio en 1923, de Beluchistán en 1935, de Anatolia en 1939 y de Chi-li en China en 1976.
            La próxima visita de Halley se producirá el año 2062, dentro ya del período de Acuario.  Será con suma probabilidad un año de degeneración moral, corrupción política, desastre ecológico y caos social.  Pero el acercamiento del cometa no tendrá la culpa de nada, porque todos los años de su entorno serán parecidos.  A ello nos conduce fatalmente la evolución del Kali Yuga, si antes no ocurre un enderezamiento providencial.

Las Generaciones

            Son elementos cronológicos humanos, de carácter natural, pero irregular e impredecible.  Pueden sistematizarse a posteriori.
            Como concepto historiológico, las generaciones se encuentran en la Biblia y en los autores clásicos: Homero, Hesiodo, Herodoto, Pausanias, etc.  Las generaciones se suceden unas a otras, y las diversas líneas familiares forman genealogías.  Suele entenderse que en un siglo caben tres generaciones de 33 años cada una.  Estas se hallan más o menos en correspondencia con los reinados.  Veamos varios ejemplos: veinte emperadores reinaron en Austria desde 1437 hasta 1918, seis reyes de la casa de Austria en España desde 1506 hasta 1700, cinco Borbones en Francia desde 1589 hasta 1792 y otros nueve Borbones en España desde 1700 hasta 1931, resultando respectivamente unos reinados medios de 20, 32, 41 y 26 años.
            Desde el punto de vista sociológico, la generación es un conjunto de personas que por haber nacido en fechas próximas y recibido una educación parecida, tienen algunas ideas comunes y observan cierta línea de comportamiento.  Ortega y Gasset establece un período aproximado de 15 años, al cabo de los cuales se opera el cambio de modas y gustos.
            En la Historia de la Literatura Española podemos distinguir varias generaciones de duración variable: la Romántica, la Realista, la del 98, la del 27, la del 39 y la del 56.  La Generación Romántica fue bastante más larga de lo indicado por Ortega, durando cincuenta años, si los contamos desde el nacimiento de Francisco Martínez de la Rosa en 1787 hasta sus epígonos Gustavo Adolfo Bécquer en 1836 y Rosalía de Castro en 1837.  La Generación Realista va desde Pereda y Alarcón, nacidos en 1833, hasta Menéndez Pelayo, en 1856.  La Generación del 98 es de gran amplitud, pues empieza confundida con la Realista y viene a terminar en 1885, año de la muerte de Alfonso XII; los que nacieron en esta última fecha tenían trece años al ocurrir la injusta agresión de los Estados Unidos.  Contiene a Unamuno, Ganivet, Benavente, Valle-Inclán, Arniches, Menéndez Pidal, Azorín, Concha Espina, Pío Baroja, los hermanos Alvarez Quintero, los hermanos Machado, el médico Ramón y Cajal, el filósofo Ortega y el tres veces doctor Albiñana.  La Generación del 27 está formada por escritores nacidos en torno al año 1900, que empezaron a descollar bajo la dictadura del general Primo de Rivera y la II República, incluyendo a Salinas, Guillén, Chamizo, Panero, García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Aleixandre, Cernuda, Alberti, Pemán, Mihura, el marqués de Lozoya, Sánchez-Albornoz, Foxá, Borrás, Neville, Pla, Sender, Casona, Jardiel Poncela, González Ruano, Sánchez Mazas, Giménez Caballero, Rosales, Hernández y Torrente Ballester.  La Generación del 39, año final de la Guerra Civil e inicial de la II Guerra Mundial, comprende a Montero Díaz, Cunqueiro, Cela, Celaya, Ridruejo, Buero Vallejo, Riquer, Agustí, Delibes, Gironella, García Serrano, Vaca de Osma, Caro Baroja, Mingote, Raimundo Pániker, Julián Marías, Carmen Laforet y Tomás Salvador.  En la Generación del 56 están Manuel Alvar, Fernando Lázaro Carreter, Alfonso Paso, Ana María Matute, Umbral, Tamames y Sánchez Dragó.

Los Gobiernos

            Son elementos cronológicos humanos, como las generaciones, y se dan varias formas de datación tradicional basadas en ellos:
-  el reinado
-  el mandato
-  el lema
-  la dinastía
            El reinado no hace falta definirlo.  Pero sí conviene recordar su antiguo carácter sagrado.  Los emperadores de China y Japón representaban el poder del Cielo sobre la Tierra, como los de la antigua Roma, que recibían culto divino.  Los faraones eran nuevos Horus, y Alejandro Magno fue declarado hijo de Amón-Ra.  El Dalai Lama se considera todavía hoy que es una encarnación o avatar de Chenrezi, en sánscrito Avalokit-Isvara.
            El mandato es el encargo hecho a un gobernante por un período fijado de antemano.  Sin embargo, su deseada regularidad se rompe por causa de muerte, dimisión o destitución.  En algunas culturas antiguas y exóticas se prefijaba el término del reinado, como si fuera un mandato, y se ejecutaba ritualmente al rey cuando vivía más de la cuenta.  Puede que el día del Falso Rey, en Mesopotamia, sirviera para salvar al soberano, sustituyéndolo en una fiesta por otra persona de baja extracción, a quien luego se liquidaba.  Las causas e implicaciones de esta práctica no han logrado aclararse todavía.
            Los reinados y los mandatos, o sus fracciones, pueden recibir nombres de carácter sacro en virtud de profecías, oráculos, aspectos astrales o rectas intenciones manifestadas por los gobernantes: son los lemas. A partir del año 140 antes de JC, los emperadores chinos tomaron nombres programáticos o divisas de gobierno, nien-hao, que sirven para dividir los grandes períodos dinásticos en subperíodos gubernativos.  Por ejemplo, Chu Yuan Chang, que venció a los dominadores mongoles y fundó la dinastía Ming, tomó en 1368 el lema de Hung Wu o Hueste Universal.  Hubo muchos emperadores que llevaron sucesivamente varios lemas.  Los de las dos últimas dinastías sólo usaron uno [12], siendo preferible designarlos por sus lemas y no por sus nombres imperiales, que son canonizaciones póstumas, como por ejemplo Yuan Tai Tsu o Gran Autor del Primer Origen, Ming Tai Tsu o Gran Autor del Estado Luminoso y Tsing Tai Tsu o Gran Autor del Estado Puro, que se dan respectivamente al mongol Gengis Khan, al chino Chu Yuan Chang y al manchú Nurjatsi Khan.  En el Japón, donde por cierto la dinastía es única desde el año 660 antes de JC, según afirma la tradición nacional, existe una costumbre similar.  El emperador Mutsu Hito, que reinó entre 1867 y 1912, fue el autor de la restauración Meiji y se le conoció como Meiji Tenno.  Su hijo Yoshi Hito, desde 1912, llevó el lema de Taisho o Gran Rectitud; su nieto Hiro Hito, desde 1926, el de Showa o Brillante Armonía; y su bisnieto Aki Hito, desde 1989, el de Heisei o Exito en la Paz.
            Algunos nombres de gobiernos contemporáneos en Europa, como el Estado Novo y el III Reich, tienen el carácter de lemas.  También los congresos del NSDAP se celebraban de acuerdo con ellos, como por ejemplo El Triunfo de la Voluntad, lema de 1934 que dio origen a la película homónima de Leni Riefenstahl.  Los cuatro primeros congresos nazis fueron irregulares: en 1923, 1926, 1927 y 1929.  Después de la subida al poder, hubo uno cada año: 1933, 1934, 1935, 1936, 1937 y 1938.  De esta manera, se totalizaron diez hasta la II Guerra Mundial, que cortó la serie.  El III Reich duró exactamente 12 años y 3 meses hasta la desaparición del Führer; y si contamos el gobierno del almirante Doenitz, hasta el momento de arriarse la bandera en Flensburgo, hay que sumar 10 días.
            Las casas reales del mundo árabe también se designan por sus apellidos paternos: los sauditas descendientes de Saud, los hachemitas de Haschim, los abásidas de Abás, los alauitas de Alí, etc.  Constituyen una excepción los califas fatimitas, puesto que Alí tuvo varias esposas, y ellos deseaban recalcar que descendían de Alí y de Fátima, la hija del Profeta.  Entre los musulmanes, se apartan de este modelo las denominaciones de algunas dinastías que fueron creadas por sectas religiosas, como los almorávides y los almohades del Mogreb, o los serbedaros de Persia.
            En China, a lo largo de por lo menos 4.500 años, se cuentan numerosas dinastías.  Pero sólo doce de ellas se consideran verdaderamente imperiales.  Sus nombres no coinciden con los apellidos de las familias reinantes.  Por ejemplo, la de los tártaros manchúes, última de todas, se apellidaba Aisin Gioro y se conocía en chino como Tai Tsing.  Es frecuente llamar eras a estos períodos dinásticos: era Tai Tsing o de la Gran Pureza, era Ming o Luminosa, era Yuan o del Primer Origen, etc.  Sin embargo, no son eras en el verdadero sentido de la palabra, porque su duración no es indefinida, ni su punto de arranque sirve para fechar los sucesos siguientes.  El cuadro que figura a continuación muestra la serie completa de las dinastías chinas:

Dinastía
Apellido
Capitales
Fechas
Los Cinco Lares
Xia
Chang
Cheu
Tsin
Han
demagogia Xin
facciosos Wei
legitimistas Chu
facciosos sureños Wu
Tsin II
hunos Pei Han o Chao
hunos Heu Chao
xiampos de Yen
tibetanos Tsin III
topas Wei
ávaros Yuan-Yuan
hunos Xi Xia
topas Tsi
topas Pei Cheu
chinos sureños Song
chinos sureños Chi
chinos sureños Liang
chinos sureños Chen
Suei
Tang
chinos facciosos Liang
satos Tang
satos Tsin
satos Han
chinos Heu Cheu
chinos Sung
tangutos Xi Xia
catayos Liao
kara-catayos Xi Liao
tártaros Kin
mongoles Yuan
chinos Ming
manchúes Tai Tsing
de familias diferentes
Che
Tseu
Ki
Ying
Liu
Wang
Tsao
Liu
Sun
Seuma
por vía femenina Liu
-
Muyong
Pu o Fu
Topa o Tabgach, adoptivo Yuan
-
Horin
adoptivo Kao
adoptivo Yuwen
Liu
Xiao
Xiao
Chen
Yang
Li
Chu
adoptivo Li
adoptivo Chi
adoptivo Li
Kuo
Chao
Tang-yu, adoptivo Chao
Yeliu
Yeliu
Anián o Wan-yen
Kiut Burchiguín
Chu
Aisin Gioro
-
-
Púo, Ngao y Yin
Feng, Hao y Loy
Xien-yang
Xian y Loyang
Xian
Loyang
Sindu-fu
Nanking
Loyang, Xian y Nanking
Tayan-fu y Oé
Tayan-fu y Oé
Yen-king y Oé
Xian y Lan-cheu
Yun-kang y Loyang
-
-
Kaifeng y Oé
Xian
Nanking
Nanking
Nanking y Kiang-ling
Nanking y Kiang-ling
Xian y Kiang-tu
Xian y Loyang
Loyang
Tayan-fu y Loyang
Loyang y Kaifeng
Kaifeng y Tayan-fu
Kaifeng
Kaifeng, Nanking y Quinsay
Egrigaia
Yen-tu, Lin-huang y Liao-yang
Balasagum y Kachgar
Chang-king, Yen-tu y Kaifeng
Karakuren, Xanadú y Cambaluc
Nanking y Peking
Mukden y Peking
-2530 a -2040
-2040 a -1601
-1601 a -1040
-1040 a -255
-306 a -206
-206 a 220
9 a 23
220 a 265
221 a 263
222 a 280
265 a 420
304 a 329
329 a 352
349 a 408
350 a 431
386 a 557
402 a 552
407 a 431
550 a 577
557 a 582
420 a 479
479 a 502
502 a 557
557 a 587
582 a 618
618 a 904
906 a 923
906 a 936
936 a 946
946 a 979
951 a 960
960 a 1279
990 a 1227
900 a 1125
1125 a 1211
1113 a 1234
1206 a 1370
1368 a 1644
1583 a 1911

El Problema del Fechado Absoluto

            Los antiguos escribas de Egipto y Mesopotamia solían fechar los sucesos por el año ordinal del reinado vigente, sin dar su cronología absoluta dentro de la dinastía o dentro de una era prefijada.  En Mesopotamia, desde los tiempos de Sargón de Akad hasta el final de la I dinastía de Babilonia, cada año tenía su propio título.  Por ejemplo, el noveno de Samsú Iluna, hijo de Hammurabi, se llama año de la hueste de los coseos” debido a la ocurrencia de cierta invasión.  En Asiria se dio durante mucho tiempo a los años los nombres de ciertos funcionarios.  Algo parecido tenemos en Roma, donde vemos que la era de los fastos consulares empezó en 509 antes de JC, tras la expulsión del rey Tarquino el Soberbio, cuando se instituyeron dos cónsules renovados anualmente, que servían para denominar su año.  Magistrados similares eran los arcontes de Atenas y los éforos de Esparta.  La crónica de prodigios de Julio Obsequens y Conrado Licóstenes sigue este sistema de fechado: Durante el consulado de Lucio Cecilio y Lucio Aurelio, muchos objetos fueron alcanzados por los rayos en Roma y sus alrededores. Llovió leche en Preneste. Las lanzas de Marte de la Regia se movieron. La tierra formó en Piperno un socavón amplio como una docena de yugadas. Se descubrió un hermafrodita de diez años en Saturnia y fue arrojado al mar; veintisiete doncellas purificaron con su cántico la ciudad. El resto del año reinó la paz”.  Veamos otro ejemplo, referido al decisivo año 44 antes de JC: Durante el consulado de Gayo César y Marco Antonio, cuando César era dictador, a éste le aparecieron las entrañas de las víctimas sin corazón. Su esposa Calpurnia soñó que el frontón de la casa, añadido por un senadoconsulto, se había desplomado. Por la noche, las puertas de la alcoba, pese a estar cerradas, se abrieron solas, de manera que Calpurnia se despertó con el resplandor de la Luna. El propio César recibió veintitrés puñaladas de los conjurados en la Curia Pompeyana”.  Las fechas absolutas que corresponden a estos años gubernativos pueden ser determinadas por su relación con las Olimpiadas o con la fundación de Roma.
            Como no disponemos de nombres de años para toda la historia de Mesopotamia, y menos para la de Egipto, el problema del fechado absoluto no podemos resolverlo mediante simples sumas.  Los historiadores modernos, a la hora de estudiar esas civilizaciones, se han encontrado con graves problemas cronológicos y, por desgracia, han querido resolverlos con métodos basados en ideas preconcebidas, que generalmente son imposiciones políticas o religiosas de su propio tiempo.  Así no se resuelven los problemas, sino que se crean otros mayores, adulterando a veces las fuentes e impidiendo con ello estudios posteriores más serios.
            El sacerdote caldeo Beroso, que fundó una escuela astrológica en la isla de Cos hacia el año 280 antes de JC, escribió en griego la Historia de Mesopotamia.  Sin embargo, después del reinado de Constantino el Grande, los autores cristianos no tenían ningún interés para conservar copias del libro de Beroso, porque el primer rey de Mesopotamia según la Biblia era Nemrod el Cazador [13], mientras que Beroso citaba otros muchos. A duras penas se han podido reconstruir los datos con el desciframiento de los textos cuneiformes.  Las antiguas listas colocan las dinastías según cierto orden seguido en la hegemonía de las metrópolis, y aunque dan las duraciones de los gobiernos, éstos no pueden sumarse bonitamente unos detrás de otros.  Por ejemplo, sabemos que Nemrod, quinto rey de la I dinastía de Erek, luchó contra Agga, último de la I dinastía de Kisch; luego los cuatro primeros reyes de Erek se solapan con varios de Kisch, si bien las dos dinastías no son absolutamente contemporáneas, porque la de Kisch es más larga y antigua.  Los ahora famosos reyes de Lagasch, muy bien documentados gracias a los hallazgos arqueológicos, ni siquiera figuran en las listas, quizá porque no eran reyes en el verdadero sentido de la palabra.  Otra dificultad surge al encontrar algunas cifras de años mezcladas con elucubraciones de carácter astrológico, pues los historiadores modernos que las estudian no tienen a su lado ningún sacerdote caldeo que pueda explicarles su simbolismo.  Así, cuando leen que Xisutros, el Noé de Beroso, reinó durante 18 sares = 64.800 años, rechazan indignados esta noticia como una fábula inadmisible.  René Guenón ha debido aclararnos que 64.800 años no es la duración de ningún reinado individual, sino la duración total del Manvantara o Período Humano en que nos encontramos.
            No abundan en la antigua Mesopotamia las fechas comparativas, que suelen ser discutidas cuando aparecen.  Hoy día, los asiriólogos no aceptan la datación dada por Nabunaid de Babilonia, quien restauró el templo solar de Sipar y afirmó que éste había sido fundado 3.200 años antes por Naram-Sin de Akad, aunque fue admitida en el siglo XIX por Fritz Hommel.
            Los sacerdotes egipcios le dijeron a Herodoto que el primer faraón había sido Menes y que se contaban 341 generaciones entre él y Psamético I.  Como este último es del año 663 antes de JC, y para Herodoto cada generación valía 33 años y 3 meses, el fundador del reino debería situarse unos 12.000 años antes de la era cristiana.  Pero quizá, simplemente, los sacerdotes quisieron decir que entre Menes y Psamético habían reinado 341 faraones.  Teniendo en cuenta que algunas veces pudo haber dinastías coetáneas y que ciertos reyes gobernaron muy poco tiempo, no creemos que deban darse más de 10 años a cada una de esas generaciones.  Esta aproximación rudimentaria, hecha solamente a los efectos de señalar la gran antigüedad de Menes, nos proyectaría al año 4073 antes de JC, y aunque pueda haber un error de siglos, descarta todas las cronologías cortas.
            El sacerdote egipcio Manetón escribió en griego para los Ptolomeos una historia de su país dando las duraciones de los reinados de todos los faraones, que agrupó en 31 dinastías.  La última estaba formada por los dominadores persas y acababa con la victoria de Alejandro Magno.  Manetón sacó sus datos de los papiros y de las inscripciones de los monumentos.  En teoría, el problema de la datación absoluta estaba resuelto.  Es cierto que Manetón pudo haber consignado erróneamente como dinastías sucesivas algunas que quizá reinasen de forma simultánea en partes diferentes del país.  Pero sus errores podían haberse solucionado con un estudio más detallado de las fuentes jeroglíficas.  Por desgracia, esto se hizo imposible, pues al triunfar el cristianismo desapareció la casta sacerdotal egipcia.  Los últimos sacerdotes quedaron limitados a un templo del Alto Egipto.  Allí, un mal día, irrumpieron los cristianos en tumulto y los asesinaron.  De esta suerte, los jeroglíficos permanecieron mudos hasta el desciframiento conseguido en el siglo XIX por el sabio francés Champollion.  Pero se había perdido un tiempo precioso demasiado largo. Y, además, la traducción de los jeroglíficos hecha por especialistas modernos nunca podrá compararse con la realizada por hombres como Manetón, entendedores de la mentalidad de quienes los habían escrito.  El simbolismo profundo, las frases de doble sentido, lo que puede o no puede decirse, y tantas otras cosas, son inaccesibles para nosotros. Como subraya René Guenón, la civilización egipcia está completamente muerta.
            Es un tópico egiptológico el afirmar que Manetón cometió muchos errores.  Por ende, es un tópico sin fundamento.  Su obra se perdió o fue destruida a finales del Imperio Romano.  Nadie la ha leído y, por lo tanto, nadie puede afirmar si contenía o no errores.  Sólo conservamos algunos fragmentos copiados por el historiador judío Flavio Josefo y los cristianos Eusebio de Cesárea y Julio Africano, empeñados en reducir la historia egipcia a los estrechos límites del esquema bíblico.  La Biblia daba a entender que el reino de Egipto había sido fundado por Misraím, hijo de Cam, unos 2.200 años antes de JC.  Pero la historia de Manetón hablaba de una antigüedad mucho mayor; por lo tanto, se oponía a la revelación divina y debía rechazarse.  Leamos la sentencia del monje bizantino Jorge Sincelo: “Manetón de Sebenitos, sumo sacerdote de los malditos templos egipcios, en la época de Ptolomeo Filadelfo, escribe a este Ptolomeo el mismo tipo de mentiras que Beroso”.  Los autores judeo-cristianos, además de limitarse a copiar un fragmento de Manetón, lo copiaron mal, de manera que las diversas copias no coinciden.  Vemos, por ejemplo, que Josefo da a la dinastía XV de los hiksos seis o siete reyes con 260 años; Africano dice seis reyes con 284 años; y Eusebio, que la numera como XVII, sólo cuenta cuatro reyes con 103 años.  En los escritos de estos autores descubrimos incluso, y ya es el colmo, sumas mal hechas.  Por lo tanto, no es correcto decir “según Manetón”, debiendo decirse “según los Residuos de Manetón”.  Pues lo que se hizo con Manetón fue un verdadero estropicio.
            Un texto jeroglífico indica que en el año 7º del reinado de Sesostris III la elevación heliaca de Sotis se produjo el día 16 del octavo mes.  Jean Vercoutter, profesor de la universidad de Lille, dice que fue el año 1877 antes de JC.  No nos explica cómo ha llegado a este resultado, pero no hace falta.  Para nosotros es fácil rehacer su cálculo: la elevación se produjo a los 226 días de iniciado el año; luego hay una desviación de 226 días; si el calendario egipcio se desvía 0’25 días por año, dividiendo 226 entre 0’25 salen 904 años; y si Sesostris pertenece al ciclo sotiaco del año 2781, tenemos que 2781 - 904 = 1877.  Pero este cálculo es incorrecto desde el principio hasta el final.  Lo que debemos hacer es lo siguiente: primero dividir 226 entre 0’2422, porque el año egipcio se desvía 0’2422 días con respecto al año astronómico; esta división da 933; teniendo luego en cuenta que el ciclo sotiaco de Sesostris no comienza en 2781, sino en 2878, debemos restar 2878 - 933 = 1945.  El profesor Vercoutter se ha equivocado en 68 años.  Esto poniéndonos en el mejor de los casos... porque si Sesostris perteneciera al ciclo sotiaco anterior, posibilidad remota pero no absolutamente descartable, habría vivido en el 3453 antes de JC.  Aplicada la prueba del carbono 14 a un trozo de madera de la barca funeraria de dicho faraón, ha dado un intervalo de fechas entre 1900 y 1450, lo cual parece avalar el cálculo de los egiptólogos.  Pero no sirve para avalarlo.  Sólo sirve, en puridad, para descartar el ciclo sotiaco más antiguo.
            Aplicando el mismo método a las fechas sotiacas disponibles, que por desgracia son muy pocas, los egiptólogos dicen que el año 9 de Amenofis I y un año indeterminado de Tutmosis III corresponden a 1536 y 1469; pero se trataría realmente de 1594 y 1524.  Esto hace al Imperio Nuevo más antiguo de lo que se cree, llevándonos a fechar su comienzo en torno al año 1622, mientras que los egiptólogos suelen fecharlo hacia el 1580.
            El cuadro básico de la Historia de Egipto que suele aceptarse es el siguiente:
Imperio Antiguo: desde 3000 hasta 2250 antes de JC, gobierno de las seis primeras dinastías.  Hoy día ya nadie se cree que Menes, el primer faraón, hubiera vivido hacia el año 5670 antes de JC, como pensó Champollion; Mariette y Lenormant lo rebajaron al 5004, Brugsch al 4455, Chabás al 4000, Lepsius al 3892, Breasted al 3400, Moret y Bosch Gimpera al 3315, Meyer al 3180, Vercoutter al 3000 y Scharff, Neubert y Albright al 2850. Posteriormente otros han hecho rebajas mayores, pero son ya desmesuradas.
I Período Intermedio: de 2250 a 2100, o según Vercoutter de 2200 a 2040.  Abarca dos dinastías de Menfis y otras dos de Heracleópolis.
Imperio Medio: de 2100 a 1790, o según Vercoutter de 2040 a 1786 (este autor piensa que la dinastía XI de Tebas empezó realmente en 2060, pero que tardó veinte años en vencer a los reyes de Heracleópolis).  Abarca las dinastías XI y XII.
II Período Intermedio: de 1790 a 1580, o según Vercoutter de 1786 a 1567, con varias dinastías oscuras y la dominación de los hiksos.
Imperio Nuevo: de 1580 a 1080, aunque Vercoutter retrasa su comienzo al 1567 y Jean Yoyotte al 1550.  Comprende las dinastías XVIII, XIX y XX.
III Período Intermedio: de 1080 a 670, dinastías XXI y siguientes.
Epoca Tardía: de 670 a 332, desde la dinastía XXVI de Sais hasta la llegada de Alejandro, cuyo año conocemos exactamente.
            Este cuadro es de cronología corta, adaptada más o menos a la enseñanza de Meyer.  Del Imperio Antiguo nada podemos decir, por falta de información astronómica.  Sabemos que el año 7º de Sesostris III corresponde al 1945 (y no al 1877 que decía Vercoutter).  Luego el comienzo de su reinado fue en 1952.  El comienzo de su dinastía XII puede desplazarse hacia el 2080; y habiendo empezado el Imperio Medio con la dinastía anterior, la XI, puede remontarse muy bien al 2200 (recordemos que Breasted lo situaba hacia 2160, bastante más aceptable que las fechas de los egiptólogos contemporáneos).  El final del Imperio Medio pretenden fecharlo en 1790 ó 1780.  Como esto último se acerca demasiado a la invasión de los hiksos, los partidarios de las cronologías cortas son incapaces de ubicar los nombres de los numerosos faraones que cita el Papiro de Turín o que aparecen grabados en diversos monumentos, los cuales apenas tienen cabida en el tiempo. Todos ellos cabrían perfectamente si desplazáramos a Sesostris III al ciclo sotiaco anterior, pero esto ya lo hemos rechazado debido a la datación radiocarbónica [14]. El comienzo de este II Período Intermedio puede que sea 1859.  La fecha es hipotética.  Pero el final, que viene dado por la victoria de Amosis sobre los hiksos, no nos cabe duda de que ocurrió en 1622.
            En la Biblia encontramos una oscura referencia a la era de Tanis, que se compara con Hebrón.  Por era de Tanis quizá no deba entenderse la fundación misma de Tanis, sino la reconstrucción de un templo de Set en la vecina Avaris por un hikso llamado en egipcio Nubti (Set de Oro), que quizá sea el Salatis de Manetón, fundador de la XV dinastía.  Como Horemheb celebró el cuarto centenario de Set en la segunda mitad de su reinado, Vercoutter sitúa a Salatis en el año 1320 + 400 = 1720.  Pero si nos adecuamos a la cronología corregida de acuerdo con las fechas sotiacas, debe ser 1375 + 400 = 1775, con un error posible de cinco años.  Según la cronología bíblica, el israelita José fue nombrado primer ministro de Egipto en 1711 y murió en 1631.  El libro del Génesis hace a los patriarcas muy viejos, y es dudoso que José llegara a vivir 110 años, como se pretende.  En cualquier caso, este supuesto ministerio de 80 años pertenece a la dominación hiksa; y ciertamente nos llama la atención una curiosa coincidencia: 80 = 44 + 36, suma de los reinados de Bnon y Apaknan, hiksos segundo y tercero según lo copiado por Flavio Josefo de Manetón.
            Las otras dos fechas sotiacas disponibles son de la dinastía XVIII fundada por Amosis.  El año 9º de Amenofis I y un año indeterminado de Tutmosis III son respectivamente 1594 y 1524 (no 1536 y 1469 como dice Vercoutter).  Luego es imposible que el Imperio Nuevo haya empezado en 1580 (como decía Meyer) y menos aún en 1567 ó 1550 (como dicen Vercoutter y Yoyotte).  Sabiendo las duraciones de los reinados de esta dinastía, con errores máximos de cinco años, si retrocedemos en el tiempo llegamos al año 1622.  Según la Biblia, un faraón que no recordaba a José persiguió a los israelitas, pero Moisés pudo sacarlos del país en 1487.  Este suceso debe situarse después de la expulsión de los hiksos.  Cabe suponer que algunos invasores o amigos de los invasores, entre ellos los israelitas [15], permanecieron en el Delta, donde su vida ya no resultaría muy agradable.  Sólo tendremos en cuenta dos hipótesis modernas sobre el faraón del Exodo: la del egiptólogo herético André Pochan y la del doctor Freud.  El primero, siguiendo a su manera los datos de Manetón, dice que el año del Exodo es el último de Tutmosis IV, para él 1462.  Según nuestras cuentas, Tutmosis IV reinó entre 1481 y 1471, lo cual se acerca más a la cronología bíblica.  La hipótesis de Freud, que como ya sabemos no era egiptólogo, sino psiquiatra, relaciona intuitivamente el Exodo con la revolución religiosa de Akenatón, que pudo reinar entre 1433 y 1413.  Los egiptólogos sitúan a Akenatón más tarde: Drioton de 1372 a 1354, Yoyotte de 1364 a 1347, etc.  Sabemos que Akenatón mantuvo correspondencia con Burna-Buriasch II de Babilonia.  La profesora Joan Oates, de Cambridge, coloca a este rey coseo entre 1359 y 1333, sincronizando con los egiptólogos.  ¡No podía faltar más!  Todos ellos van haciendo sus arreglos cronológicos observándose unos a otros, para no perder el compás. Y como la cronología egipcia está mejor asentada que la babilonia, sus criterios predominan.  Pero ¿qué confianza ofrece la datación de Joan Oates, basada en sus propias fuentes asiáticas?  Ninguna.  Si ahora leemos a Fritz Hommel, un asiriólogo de finales del siglo XIX que disponía de menos documentación cuneiforme que los actuales, pero que era mucho más agudo, veremos que sincronizó a Puzur-Asur de Asiria con Burna-Buriasch de Babilonia en torno a 1440, y probablemente se acercó mejor a la fecha real [16].
            El comienzo de la dinastía XIX fundada por Ramsés I podría situarse hacia 1369.  Su hijo Seti ocupó el trono hacia 1367 y su nieto Ramsés II hacia 1350.  Los actuales partidarios de la cronología corta suelen fechar entronización de Ramsés II hacia 1280, si bien no todos piensan los mismo; por ejemplo, Mark Healy, en un estudio monográfico de 1993, cree que la batalla de Kadesch entre Ramsés II y los hititas se libró en el 1300 antes de JC.  Volviendo al tema del Exodo, por mucho que se fuerce la cronología bíblica, es imposible situarlo bajo Ramsés II o bajo su hijo Meneptao, como pretenden algunos.  Meneptao, precisamente, se alaba de haber vencido al pueblo de Israel en Tierra Santa, no en Egipto.  Esto habría ocurrido hacia 1280, en la época de los Jueces, aunque el Libro de los Jueces no lo mencione.  El egiptólogo Cerny dice que, no obstante, la Biblia conserva el recuerdo de este faraón mediante un topónimo, Fuente de las Aguas de Neptua, que puede leerse Fuente de Meneptao.  La mitología griega cita un rey de Egipto llamado Pólibo, que habría hospedado a Menelao y Helena, empujados por los vientos hacia la desembocadura del Nilo cuando volvían a Grecia después de la destrucción de Troya.  De los residuos de Manetón consta que éste conocía dicha leyenda, y que la asoció con Seti II, hijo de Meneptao; pero Julio Africano lo copió mal: “Tuoris, que Homero llama Pólibo, esposo de Alcandra, y en cuya época fue tomada Troya, reinó siete años”.  Confundió al rey con la reina.  Pólibo y Alcandra son Seti II y su esposa Tuosra, leída Tuoris.  Cerny cree que luego ocupó el trono un niño, hijo de Seti II pero no de Tuosra, el cual murió bastante joven, y la dinastía concluyó con el reinado de la misma Tuosra.  Todo ello pudo suceder, según Cerny, entre 1214 y 1194, o quizá mejor entre 1260 y 1235.  ¿Coincide este período con la guerra de Troya?  Suele escribirse que Troya cayó en 1184, fecha sacada de una fuente clásica; pero Movers, voz discrepante en la segunda mitad del siglo XIX, corrigió este dato llevándolo hasta 1208.  Otros se han inclinado incluso por fechas todavía más antiguas, acercándose a la nuestra [17].
            El comienzo de la dinastía XX fundada por Setnacte podría situarse hacia 1234.  El reinado de Ramsés III, hijo de Setnakte, que es fundamental para el sincronismo con el hundimiento del imperio hitita, puede que se extendiera desde 1231 hasta 1199.  Sin embargo, los partidarios de las cronología corta afirman que Ramsés III empezó a reinar cuarenta o cincuenta años más tarde [18].  El incendio de Hatusas, seguido de la difusión de la siderurgia entre los Pueblos del Mar, habría ocurrido en 1230 o poco después.  Gurney dice que el último rey hitita, Supiluliuma II, fue entronizado hacia 1205 y reinó algunos años, hasta ocurrir el desastre.  Repasando la Biblia, vemos que en la segunda parte de la época de los Jueces, el pueblo de Israel fue dominado por los filisteos, que llegaron con armas de hierro desde Asia Menor.  Debido precisamente a la dominación filistea, la tierra de Canaán se llamó Palestina.  La Biblia no aclara cuándo irrumpieron los filisteos, pareciendo inferirse de su lectura que fue hacia 1200.  En cualquier caso, fue después de la victoria de Ramsés III sobre los Pueblos del Mar, que obligó a los filisteos sobrevivientes a instalarse en la franja de Gaza.  Los textos egipcios la colocan en el 8º año de Ramsés III, hacia 1223 pensamos, aunque los egiptólogos dan fechas comprendidas entre 1190 y 1162.
            Finalmente, existe el dato de que el faraón Sesonk, llamado Sesak en la Biblia, venció al rey Roboam, hijo de Salomón.  La cronología bíblica fecha a Roboam entre 971 y 954, y la invasión egipcia corresponde al 5º año, luego sería 966.  Los especialistas en historia bíblica lo han retrasado algo, para acomodarse a los egiptólogos, que fechan el reinado de Sesonk entre 950 y 929, o un poco más tarde.

Los Ciclos Artificiales de Años

            Estos ciclos se forman por series predeterminadas de años numerados, acabados los cuales el siguiente vuelve a contarse como primero:
-  la olimpiada de 4 años
-  el lustro de 5 años
-  los planes económicos de 4 y 5 años
-  la indicción de 15 años
-  los jubileos de 100, 50, 33 y 25 años
-  el siglo de 100 años
-  el ciclo azteca de 52 años
            Las Olimpiadas eran cuatrienios instituidos por los griegos para la celebración veraniega en Olimpia de sus juegos nacionales, consagrados a Zeus Olímpico.  Los atletas debían ser de raza helénica, condición libre y sexo masculino.  Cuando había guerras intestinas, el comienzo de la Olimpiada obligaba a pactar treguas.  Los juegos se suponen inventados por Hércules y restaurados en varias ocasiones, concretamente por Oxilo y por Ifito.  Pero no sirvieron como medida de los tiempos hasta el año 776 antes de JC, en que ganó la carrera el eleo Corebo.  El emperador Domiciano inauguró en Roma los Juegos Capitolinos, con la misma periodicidad.  Todos estos juegos fueron prohibidos el año 394 por el emperador cristiano Teodosio.  Las Olimpiadas no volvieron a celebrarse hasta 1896, cuando un comité internacional reunió en Atenas a numerosos deportistas.  Sin embargo, las Olimpiadas modernas nacieron desprovistas del primitivo carácter sagrado.  Los juegos antiguos detenían las guerras, mientras que los modernos han sido interrumpidos por las dos grandes contiendas del siglo XX.  La última Olimpiada anterior a la II Guerra Mundial fue la de Berlín en 1936, que contó con la presencia de Hitler y cuya filmación por la realizadora Leni Riefenstahl se considera un clásico de la cinematografía mundial.  Sin entrar en el problema de sus mediatizaciones políticas, señalaremos simplemente que hasta la Olimpiada de Moscú de 1980, boicoteada por el presidente americano Jimmy Carter, 9 de las 19 convocatorias deportivas fueron hechas en ciudades donde se hablaba inglés o francés.  Londres y París repitieron dos veces.
            Los lustros son quinquenios.  La palabra significa realmente sacrificio expiatorio celebrado con ocasión de un censo o de una revista militar.  Los censores, magistrados inviolables de la república romana, eran elegidos cada cinco años.  No obstante, Plinio el Viejo usa también lustro como sinónimo de cuatrienio o período del año bisiesto.
            En la Antigüedad, los censos gozaban de mala fama, porque coadyuvaban a la recaudación de los impuestos y la leva de hombres, e incluso se sospechaba que podían traer desgracias peores; por eso se celebraban sacrificios.  Hacia el año 1.000 antes de JC, según nos refiere la Biblia, el rey David mandó averiguar el número de los hombres aptos para la guerra, y entonces Dios envió una pestilencia que acabó con 70.000 vidas. A veces se recurría al subterfugio de no contar directamente a las personas; por ejemplo, los mongoles valoraban la potencia de sus hordas según el número de tiendas, y los europeos medievales contaban los hogares o fuegos.  Tampoco se quería contar el ganado, no fueran a morirse las reses.  Hay noticia de un censo hecho en Islandia en 1701.  En el mismo siglo hubo tres censos en España: los realizados por Aranda y Floridablanca en 1768 y 1787 contaron, respectivamente, 9.300.000 y 10.400.000 habitantes; el de Godoy en 1797, que no finalizó hasta 1801, dio 10.500.000 habitantes.  Este último año hicieron su primer censo los revolucionarios franceses.  Durante el siglo XIX los censos españoles fueron irregulares, y a partir de 1900 se han realizado todos los años acabados en cero.
            Estos ciclos artificiales han servido asimismo, en el siglo XX, para la planificación económica.  Así, hubo en Rusia y China planes quinquenales, en Alemania y España cuatrienales.
            Los antiguos israelitas tenían años sabáticos, durante los cuales dejaban las tierras en barbecho.  Transcurridas siete semanas de años, una norma del Libro Levítico ordenaba que el quincuagésimo fuese año jubilar y que todas las fincas vendidas volvieran a sus antiguos propietarios, a fin de preservar los patrimonios ancestrales de las tribus, subtribus y familias.  Según la Gran Enciclopedia Larousse, el jubileo “debía celebrarse cada 50 años”.  Pero según el obispo Scío de San Miguel, traductor y exégeta bíblico, se celebraba exactamente cada 49 años.  Sus tablas cronológicas registran veintinueve años jubilares, de los cuales el primero habría tenido efecto en 1391, en vida del juez Otoniel; el noveno en 999, bajo el rey Salomón; y el vigesimonoveno en el 19 antes de JC, bajo Herodes el Grande.  Para conciliar esta serie con la afirmación de René Guenón de que 50 es el nº jubilar, debemos pensar que el año jubilar ocupaba el puesto de quincuagésimo no porque los ciclos fueran de cincuenta años, sino porque dicho año no coincidía con el sabático, colocándose a continuación.
            Los jubileos cristianos se ajustaron a los siglos.  Bonifacio VIII proclamó “año santo” el 1300 y concedió indulgencia plenaria a los peregrinos que visitaran Roma.  Robinson dice que “hubo tanta afluencia de dinero al tesoro papal que dos hombres armados de rastrillos tuvieron ocupación en la colecta de las ofrendas depositadas en el sepulcro de San Pedro”.  Debía haber un jubileo cada siglo, pero siendo algo muy rentable para la Iglesia, Clemente VI decretó en 1349 que hubiera dos, como en el antiguo Israel. Así, el año 1350 también fue declarado santo.  Urbano VI, que empezó a reinar en 1378, rompió su relación secular, pues no queriendo esperar hasta 1400, redujo el período a 33 años “en recuerdo de la edad del Señor”.  Bonifacio IX, elegido en 1389, volvió a fijarlo en 50 años; pero Pablo II decidió que debía celebrarse mejor cada 25 años, en atención a la “cortedad de la vida” de los fieles.  Al final, los jubileos consiguieron reajustarse con los siglos.  Malas lenguas afirman que los ingresos conseguidos en el de 1500 sirvieron a Alejandro VI para financiar la tercera boda de su hija Lucrecia Borgia.  Pío XI no quiso conformarse con el jubileo de 1925 y convocó otro extraordinario para 1933, que llamó Jubileo de la Redención.
            La indicción fue un período de 15 años, establecido al parecer por Constantino el año 313 con ocasión de un tributo extraordinario.  La indicción se usaba en las cancillerías de la Edad Media y se ha mantenido en la Santa Sede hasta el siglo XX.  Si un documento aparece fechado por ella, no sabemos el ciclo a que pertenece, sino su puesto dentro del ciclo.  Este dato cronológico sirve más para verificar que para determinar el año.  La indicción correspondiente a un año de la era cristiana se calcula sumándole 3 y dividiendo luego por 15: el resto da la indicción, y si saliera exacto sería 15.  Así, por ejemplo, el año 660 da 3, según el padre García Villada [19].
            Siglo es un período vulgar de 100 años, muy usado por los historiadores para presentar bloques de hechos y corrientes culturales.  Así se dice, por ejemplo, que el imperio romano se hundió en el siglo V y que la civilización cristiana medieval llegó a la cumbre en el XIII.  Pero su utilidad es bastante reducida.  El llamado Siglo de Oro español comprende una parte del XVI y otra del XVII, y el francés una parte del XVII y otra del XVIII.

El Ciclo Azteca de 52 Años

            Este ciclo lo usaban los aztecas, si bien no fueron ellos sus inventores.
            Algo que ha llamado poderosamente la atención a los historiadores, pero sin haberles obligado a reflexionar demasiado sobre el asunto, es la complejidad del calendario mesoamericano y su excesiva influencia, casi tiránica, sobre la vida social. Debemos analizar en detalle este calendario, por ser un elemento muy importante de su cultura.  El que usaban los aztecas y demás tribus nahuas de origen norteño, dominantes en el Anahuac, había sido copiado del que tenían los mayas y, en primera instancia, derivaba de los misteriosos olmecas.  También estaba en uso entre los zapotecas de Oajaca y los tarascos de Michoacán.  Esto confirma nuestra idea de que nos hallamos en presencia de una cultura única, impuesta entre razas de orígenes y lenguas diferentes por un sacerdocio poseedor de grandes conocimientos astrológicos que eran transmitidos de maestros a discípulos por vía iniciática o, mejor dicho, contra-iniciática.
            Había en el Anahuac dos años distintos: el abreviado de 260 días y el solar de 365, que podríamos llamar egipciaco, pues no corresponde exactamente al período de evolución del Sol, sino a la duración calculada por los egipcios.  Al abreviado llamaban los aztecas tonalpohualli, cuenta de los días, y al egipciaco xiuhpohualli, cuenta de los fuegos o de los años.  Ambas cuentas iban cada una por su lado, pero enlazaban al cabo de 18.980 días o 52 años, período llamado xiuhmolpilli o atadura de los años.  Entonces se celebraba, matando gente por supuesto, la ceremonia del Fuego Nuevo.
            El año solar maya Haab constaba de dieciocho meses Uinal Huinekeh de 20 días y un período complementario Uayeb de otros 5, como los epagómenos de Egipto.  Lo mismo hacían en el Anahuac.  El cronista López de Gómara habla de “cinco días que andan sueltos y por sí, a manera de intercalables”, sin llamarlos correctamente epagómenos.  Los aztecas procuraban no trabajar esos días, y a quienes nacían en ellos les consideraban marcados por la mala suerte.  Sin embargo, todavía se discute si eran añadidos a final del año, opinión mayoritaria, si caían entre dos meses, como dicen algunos, o si se repartían para originar cinco meses de 21 días, opinión sustentada sólo por un cronista colonial.  Esto no puede rechazarse de plano en el caso azteca, pero es altamente improbable.  Para los mayas es imposible, porque el período complementario tenía nombre propio, lo cual indica que sus días iban juntos.  El obispo Landa dice: “Y allende del aparejo que hacían con la fiesta del demonio Uayayab, para la cual salían de sus casas, los demás aparejos eran salir muy poco estos días y ofrecer, además de los dones de la fiesta general, cuentas a sus demonios y a los otros de los templos. Estas cuentas que así ofrecían nunca tomaban para sus usos, ni cosa que al demonio ofreciesen, y de ellas compraban incienso para quemarle. En estos días no se peinaban ni lavaban, ni las mujeres ni los hombres espulgaban, ni hacían obra servil o trabajosa, porque temían que les sucediese algún mal si lo hacían”.
            Según el obispo Landa, los mayas iniciaban su año a mediados de julio con el mes pop y lo acababan con los epagómenos.  Para el Anahuac, la opinión más extendida es que el año comenzaba el mes de atlacahualo, pero no parece haber habido uniformidad al respecto: en Tenochtitlán hay variantes con izcallami y cuahitlehua, en Tezcoco esto último y en Tlaxcala atlemoxtli.  Gómara da como primero tlacaxipehualixtli, pero dice que en algunos pueblos cambiaban los meses.



Mes  maya
pop
atlacahualco, cuahitlehua
detención de las aguas, retoño vegetal
uo
tlacaxipehualixtli
desollamiento de hombres
zip
tozoxtli
pequeña vigilia
zotz
hueitozoxtli
gran vigilia
tzek
popochtli, toxcatl
especie de pascua, sequedad
xul
netzalcualixtli
comida de maíz y fríjoles
yaxkin
tecuilhuitontli, teulelixtli
fiesta de los señores
mol
hueitecuilhuitl
gran fiesta de los señores
chen
micailhuitl, tlaxochimaco
fiesta de los muertos, ofrenda de flores
yax
hueimicailhuitl, xocotluetzi
gran fiesta de los muertos, caída de la fruta
zak
ochpanixtli
barrimiento
ceh
teotleco, pachtli
advenimiento divino, pequeño heno
mak
tepeilhuitl, hueipachtli
fiesta de las colinas, gran heno
kankin
cuechuli
pluma
muan
panquetzalixtli
levantamiento de pendones
pax
atlemoxtli
bajada del agua o lluvia
kayab
tititl
tiempo de estiramiento
kumhu
izcallami, xochilhuitl
crecimiento, fiesta de las flores
uayeb
nemontemi
días aciagos y baldíos


            El año abreviado, para los mayas Tzolkin y para los zapotecas Pije, ya hemos dicho que se conocía entre los nahuas como Tonalpohualli o cuenta de los días.  Tenía aplicaciones adivinatorias y se inscribía en el libro Tonalamatl, a cargo de los sacerdotes tonalpohuaques o cuentadías.  Estaba formado por una serie de 20 trecenas.  El nombre de cada día resultaba de combinar un número comprendido del 1 al 13 con una de las veinte palabras que figuran en el cuadro siguiente.  Los mayas empezaban la cuenta diciendo hun imix o 1 serpiente, mientras que los nahuas decían tse cipactli o 1 dragón.  Nuestro cuadro, que debe leerse en sentido vertical, va asignando a los días de cada trecena la correspondiente palabra usada por los mayas o por los nahuas, y la última columna da el significado de la palabra nahuatle.

Trecenas  del  año  abreviado
maya
nahua
significado
  1   8   2   9   3  10   4  11   5  12   6  13   7
imix
cipactli
dragón o caimán
  2   9   3  10   4  11   5  12   6  13   7   1   8
ik
ehecatl
viento
  3  10   4  11   5  12   6  13   7   1   8   2   9
akbal
calli
casa
  4  11   5  12   6  13   7   1   8   2   9   3  10
kan
cuetzpalin
lagarto
  5  12   6  13   7   1   8   2   9   3  10   4  11
chikán
coatl
serpiente
  6  13   7   1   8   2   9   3  10   4  11   5  12
cimi
miquixtle
muerte
  7   1   8   2   9   3  10   4  11   5  12   6  13
manik
mazatl
venado
  8   2   9   3  10   4  11   5  12   6  13   7   1
lamat
tochtli
conejo
  9   3  10   4  11   5  12   6  13   7   1   8   2
muluk
atl
agua
10   4  11   5  12   6  13   7   1   8   2   9   3
ok
ixcuintle
perro
11   5  12   6  13   7   1   8   2   9   3  10   4
chuen
ozomatl
mono
12   6  13   7   1   8   2   9   3  10   4  11   5
eb
malinalli
cordel de hierbas o hierba seca
13   7   1   8   2   9   3  10   4  11   5  12   6
ben
acatl
caña
  1   8   2   9   3  10   4  11   5  12   6  13   7
ix
ocelotl
ocelote o jaguar
  2   9   3  10   4  11   5  12   6  13   7   1   8
men
cuauh
águila
  3  10   4  11   5  12   6  13   7   1   8   2   9
cib
coxcuauh
zopilote
  4  11   5  12   6  13   7   1   8   2   9   3  10
kabán
ollin
movimiento
  5  12   6  13   7   1   8   2   8   3  10   4  11
ezanab
tecpatl
pedernal o cuchillo de piedra
  6  13   7   1   8   2   9   3  10   4  11   5  12
kauak
quiahuitl
lluvia
  7   1   8   2   9   3  10   4  11   5  12   6  13
ahau
xochitl
flor


            Este año abreviado trae de cabeza a los investigadores contemporáneos.  Así, hay quien propone que haya tenido por base el período del embarazo, pero el embarazo dura más.  Otros lo relacionan con la Luna, pero no contiene lunaciones exactas.  Otros hablan de Venus, ya aludido por el cronista Gómara: “Y al Lucero, que tienen por la mejor estrella, mataban un esclavo del rey el día que primero se les mostraba; y lo descubren en el otoño, y lo ven 260 días.  Le atribuyen los hados, y agüeran por unos signos que pintan para cada día de aquellos 260. Creen que Topilzin, su primer rey, se convirtió en aquella estrella”.  Venus se mueve hacia el Este a lo largo de 583’92 días y luego inicia su retrogradación al Oeste.  Suponemos que los astrólogos precolombinos habían calculado la duración de dicho movimiento aparente en 584 días.  Admitido esto, comprobamos que un ciclo de 52 años egipciacos contiene 32’5 períodos venusianos.  Si deseamos obtener números enteros, debemos admitir la existencia de un ciclo doble, el cual reuniría tres coincidencias: 104 años egipciacos, 146 años abreviados y 65 períodos venusianos.  Podemos comprobar que en el Anahuac se celebraba, además del Xiuhmolpilli de 18.980 días, el Tsehuehuetilixtli de 37.960 días, ciclo de la vejez o doble atadura de los años.  De aquí parece deducirse que el calendario tenía en consideración el movimiento aparente de Venus; pero introducir a este planeta en el juego no aclara las cosas, sino que las complica aún más.  Ello obliga, por ejemplo, a ver la influencia que podría tener en la cuenta del ciclo venusiano la intercalación de epagómenos en el año acaso bisiesto del Xiuhmolpilli, como veremos que dice el cronista azteca Alvarado Tezozomoc.
            Si empezamos por lo más sencillo, la primera característica notable de este curioso calendario es que el número 20 entra en la composición de los dos años.  A los meses de 20 días hay que reconocerlos como meses, pues aunque no sean lunares ni de lejos, los aztecas les llamaban mextlis o lunas.  Tampoco los meses de 30 días vigentes en Egipto eran lunares, pero en su origen lo habían sido.  Lo mismo pasaría con éstos, y sólo cabe preguntar por qué se acortaron tanto.  En el estado actual de nuestros conocimientos, es imposible saberlo.  No obstante, hay un indicio de carácter matemático: el sistema de numeración era vigesimal.  Este sistema de base 20 lo usaban los mayas por lo menos desde el siglo III.  Sus signos eran puntos y barras.  Un punto valía la unidad, digamos la uña de un dedo.  Una barra horizontal valía cinco unidades, digamos un brazo, que acaba en una mano de cinco dedos.  Contando cuatro manos, como las de los monos [20], se sumaba 20.  Y colocando los signos por filas, se pasaba de un nivel a otro multiplicando por 20.  Se afirma que los mayas conocían el número cero, representado por una figura ovalada con contorno parecido al del ojo humano.  Sin embargo, el invento de disponer los signos por niveles, permitía contar de manera fácil sin necesidad de introducir ese número no natural.  Otro sistema más complejo de representación de los números era el que usaba cabezas antropomorfas o, incluso, figuras de cuerpo entero, en vez de números.  Estas figuras, en número de trece, representaban en verdad a ciertas deidades patronas de los números, que además se identificaban con ciertos días del calendario ritual o sagrado.
            Recalquemos ahora el hecho del empleo simultáneo de los dos calendarios.  La serie Xiuhpohualli era solar, componiéndose cada año de 18 meses falsos de 20 días, más 5 epagómenos nefastos, los nemontemi, para llegar a la suma egipciaca de 365 días.  La serie Tonalpohualli constaba de años abreviados, cada uno con 13 veces 20 días, hasta sumar 260.  Cada día de la serie tenía su nombre o signo, según hemos visto en el cuadro de las trecenas.  Jacques Soustelle lo explica breve y claramente: “Estos signos se suceden indefinidamente, siempre con el mismo orden sin ninguna clase de interrupción. Con cada signo se relaciona una cifra pero la serie no llega más allá del 13. Consecuentemente si se comienza por 1 cipactli se llega a 13 acatl y se continúa por 1 ocelotl... sin ninguna interrupción. Como 20 no es divisible por 13, la fecha 1 cipactli no volverá sino al cabo de 13 x 20 = 260 días... Es preciso acordarse de que la continua sucesión de las fechas del tonalámatl y la de las fechas del año solar no tienen influencia recíproca alguna. Son dos series paralelas indefinidas. Se puede designar cada día por referencia a los dos sistemas: por ejemplo, 8 cipactli 3 toxcatl, es decir 8° día de la serie de 13, día cipactli, tercero del mes toxcatl, igual que nosotros decimos: lunes, 4 de enero...”  Hay que precisar que el doble método para ubicar el día sólo está comprobado entre los mayas y los zapotecas.  En el Anahuac se designaban los días únicamente por su nombre y su cifra.  Faltan glifos de veintenas tanto en las fuentes epigráficas como en los códices precortesianos.
            El número de días del año solar menos los nemontemi, es decir 360, es divisible por 20.  Resulta que el primero de los cinco días aciagos lleva el mismo signo que el primer día del año.  Pero dado que en cada año entran 5 días intercalados, el primer día del año se desplaza cinco unidades con referencia al año anterior.  Veinte es divisible por 5 (cociente 4); desde luego no hay más que 4 signos sobre los 20 del Tonalamatl que pueden marcar el principio de año: son acatl, tecpatl, calli y tochtli.  Se llaman los portadores del año, asociados con una cifra tomada de la serie de trece.  Se necesitarán 4 x 13 = 52 años para encontrar la misma cifra con el mismo signo, recomienzo de la serie.  Es el período que los nahuas llamaban Xiuhmolpilli, la anudación de los años.  Entre los aztecas, el período comenzaba por 2 acatl.  Un mismo año se repetía cada 52 años: por eso 1 acatl podía corresponder a 1519, 1467, 1259 ó 999 por ejemplo.
            El año abreviado servía para dar nombre a cada año egipciaco.  Al inicio, los tonalpohuaques consultaban su libro Tonalamatl y decían por ejemplo: 1 conejo.  Los padres Sahagún y Benavente, el códice Magliabecquiano, el señor Paso y Troncoso, el arqueólogo alemán Eduardo Seler, entre otros muchos, coinciden en que se trataba del nombre del primer día.  Esta opinión ha sido ardorosamente combatida por el aplicado especialista mejicano Alfonso Caso, quien propone el 360º razonando ir en la línea de las fiestas mensuales, hecho que suele admitirse, pues Gómara dice que las tonalli se celebraban cada veinte días a final de mes.  Invoca también que en la leyenda de la muerte de los cuatro soles era el último día el que daba nombre a sus épocas.  A esto, casi todos se le oponen, respondiendo que no es lo mismo nacer que morir.  Pero, tratándose como se trataba de una civilización macabra, Caso podría tener razón.  Sea lo que fuere, la relación entre los años egipciaco y abreviado hacía que si un año empezaba o acababa en día 1, el año siguiente debía empezar o acabar en 2, y siempre avanzaba un puesto, porque dividiendo 365 entre 13 queda 1 como resto.  Sin embargo, las veinte palabras no salían todas: cada año se avanzaban cinco puestos, porque la división 365/20 da como resto 5; en consecuencia, sólo podía haber años conejo, caña, cuchillo y casa.  El primer año se llamaba tse tochtli = 1 conejo, el segundo ome acatl = 2 caña, el tercero ei tecpatl = 3 cuchillo, el cuarto naui calli = 4 casa, el quinto makuilli tochtli = 5 conejo, y así sucesivamente hasta completar un ciclo de 52 años.  Consumado éste, el año egipciaco y el abreviado volvían a coincidir, porque 52 son todas las combinaciones posibles de los trece números con las cuatro palabras citadas.  El calendario maya de Landa empieza en día kan, por lo cual suponemos que el siguiente año sería muluk, el tercero ix, etc.
            Los ciclos de 52 años se iban sucediendo uno tras otro, y como no se les daba ordinal ni nombre propio, no sirven para el fechado absoluto.  Sabemos, por ejemplo, que el rey azteca Itzcoatl hizo la segunda ampliación del templo mayor en el año 4 acatl o 4 caña.  Es como si nos dijeran que América se descubrió en el año 92... Los nahuas no utilizaban la Cuenta Larga de los mayas, que permitía definir la posición de cualquier año a partir de un punto de partida convencional.  A pesar de todo, Gómara afirma que “con esta manera de contar tienen recuerdo de 850 años, y saben muy bien en qué año aconteció cada cosa, qué rey murió, y qué hijos tuvo, y todo lo demás que atañe a la Historia”.
            Siendo el año egipciaco más corto que el solar, queda justificado el siguiente comentario de Gómara, en cuyo tiempo aún regía el calendario juliano: “No podían dejar de andar errados en esta cuenta, que no llegaba a igualar el curso puntual del Sol, pues aún el año de los cristianos, que tan astrólogos son, anda errado en muchos días; empero demasiado atinaban en lo cierto, y coincidían con los demás pueblos...” Coincidían con el pueblo egipcio, hablando exactamente.  Los egipcios tenían el ciclo sotiaco para una mejor medida del tiempo.  Pero, ellos ¿qué tenían?  El profesor Alcina Franch, honradamente, confiesa ignorarlo: “El hecho de que el año xihuitl contase 365 días le hacía alejarse del año solar, por el error acumulado de un cuarto día cada año, y aunque todavía se discute la existencia o no del año bisiesto, se desconoce el procedimiento que pudiesen utilizar para hacer la corrección de ese importante error que tendría efectos en el sistema agrícola, político y religioso”.
            El año natural o trópico dura 365’2422 días.  Algunos especialistas afirman que los mayas habían logrado aproximarse hasta 365’2421, superando a los calendarios juliano y gregoriano, de 365’25 y 365’2425 respectivamente.  ¿Cómo lo conseguían?  Por supuesto, observando meticulosamente los astros. Pero ¿cuál era su artificio calendárico?  El obispo Landa afirma que tenían años bisiestos y que, cada cuatro años, aumentaban en un día la serie de los epagómenos.  Si sólo hacían esto, se quedaban en la exactitud del calendario juliano.  Resultado alcanzable, por cierto, sin necesidad de recurrir al sexto epagómeno, que fue la solución realmente ideada por Ptolomeo II.  Ellos podían añadir una trecena cada ciclo de 52 años, cosa que tal vez hiciesen los aztecas, porque Alvarado Tezozomoc llama año bisiesto al Xiuhmolpilli.  Esta posible solución no sabemos si fue practicada, pero va acorde con la mentalidad de aquella cultura.  La única objeción teórica es que intercalar la trecena supone alterar los epónimos anuales siguientes.  Ahora bien, esta pega afecta asimismo a la hipótesis del sexto epagómeno.  No es objeción de bastante entidad, porque la intercalación, si es que la había, probablemente no se computaba.  Landa dice que los cinco epagómenos corrían sin nombre “porque los tenían por aciagos y malos”.  Esto no debemos tomarlo al pie de la letra: si realmente hubieran corrido así, todos los años habrían empezado por la misma palabra, todos los años mayas habrían sido kan.  Aquí puede haber un error suyo, o de quienes resumieron su obra, pues nos ha llegado muy estropeada.  Puede que Landa se refiera realmente a los días intercalados, no a los epagómenos; o quizá esté aludiendo a otra cosa distinta, como la Rueda de los Katunes, donde se cuentan años de 360 días.
            Podemos superar la exactitud del calendario juliano alternando intercalaciones diferentes de 13 y 12 días en los ciclos de 52 años, solución igualmente acorde con aquella mentalidad, por existir ciclos dobles de 104 años.  Procediendo de esta manera, se alcanza una aproximación de 365’2404.  Imaginemos ahora un ciclo de 260 años, número que coincide con los días del año abreviado.  Este gran ciclo abarca cinco ataduras de 52 años, por lo cual es susceptible de sufrir tres intercalaciones de 13 y dos de 12, en cuyo caso se alcanzaría una aproximación de 365’2423, superando al calendario gregoriano.
            Retornemos a Landa: “El primer día del año de esta gente era siempre 16 de nuestro mes de julio, y primero de su mes pop...”  Leamos ahora el comentario del profesor Rivera Dorado, especialista en temas mayas de la universidad de Madrid: “Siendo el año maya de 365 días, no es posible que el día primero coincidiera siempre con el 16 de julio del calendario europeo. De igual manera, el haab no resultaba útil para regular las faenas agrícolas, pues se iba adelantando progresivamente a la sucesión de las estaciones”.  Este comentario no podemos aceptarlo.  Si la agricultura maya era bastante rudimentaria, ello se debía a sus técnicas de cultivo, no a su ciencia astrológica.  Los mayas conocían perfectamente el curso de las estaciones.  Landa, a quien debemos otorgar siquiera un mínimo de confianza en la materia, habla de intercalación, y si había intercalación se corregía periódicamente la desviación de las estaciones.  Suponiendo incluso que la intercalación no fuera como él dice cada 4 años, sino cada 52, la desviación sería inferior a trece días, luego el año maya siempre comenzaba en nuestro mes de julio.

Era Maya de la Cuenta Larga

            Era es la sucesión de los años a partir de un punto fijo considerado importante, que sirve para el fechado absoluto.
            Aparte del ciclo de 52 años, los mayas tenían la Cuenta Larga, que permitía el fechado absoluto.  Debía de ser una era olmeca, pues los monumentos mayas propiamente dichos, los del Urbanismo Antiguo, son posteriores.  La fecha de partida era 4 ahau 8 kumhu.  El especialista Nigel Davies dice: “El sistema maya de la Cuenta Larga consiste en la tabulación de los días transcurridos desde una fecha de origen, cuando se creó por primera vez el calendario. Se trata de la fecha de partida para el registro de los días transcurridos, pero en opinión de la mayoría de los investigadores no es la fecha de creación del calendario. Sería algo similar a lo ocurrido con el calendario gregoriano, que se implantó a finales del siglo XVI, pero cuya fecha de partida es el año del nacimiento de Jesucristo. Para el sistema calendárico maya, se ha sugerido que la fecha de partida de la cuenta es el mítico día de la creación del mundo. Mediante la utilización de barras para indicar el número 5 y puntos para el 1, junto con una concha estilizada para el cero, las inscripciones mayas registraron fechas con cinco números que se leían de izquierda a derecha; éstos indicaban el número de unidades de 144.000, 7.200, 360, 20 y 1 días que habían transcurrido desde el principio de la cuenta, que probablemente corresponde al año 3113 antes de nuestra era. La fecha más antigua del gran sitio de Tikal, según la correlación más ampliamente aceptada de Thompson, equivale al año 292 después de Cristo. El descubrimiento de la Estela C de Tres Zapotes, hecho por Stirling, creó una gran conmoción, pues tenía a un lado una fecha de tipo maya cientos de años más temprana que cualquiera de las encontradas en tierras mayas y, al otro, un hombre-jaguar olmeca. La inscripción apareció rota e incompleta, pero quedaba lo suficiente de ella para que Stirling pudiera interpretar la fecha 31 de Cristo, aunque en esos años los mayistas no aceptaron su interpretación. La estela y una extraña escultura olmeca conocida como estatuilla de Tuxtla, que tiene la fecha 162 de Cristo, fueron cruciales para la demostración, que se presentó por primera vez, de que los olmecas habían creado la civilización más antigua de Méjico y que incluso habían inventado la escritura y el registro de las fechas... Aunque los olmecas no desarrollaron la amplia variedad de jeroglíficos utilizada por los mayas, fueron ellos, y no estos últimos, los que iniciaron tanto el principio de la escritura jeroglífica como el sistema de fechado mediante barras y puntos...” [21].

Eras Griegas y Romanas

            La era helénica de las Olimpiadas fue la más usada por los escritores clásicos de Grecia.  Ya hemos dicho que los juegos son muy antiguos, pero no se emplearon como medida de los tiempos hasta el año 776 antes de JC.  Este sistema fue oficialmente abolido por los cristianos a finales del siglo IV.
            La fundación de Roma sirvió como base del cómputo “ab urbe condita”.  Este origen se fija en el año 3º de la Olimpiada VI según Varrón, que corresponde al 753 antes de JC, o en el anterior según otra fuente.  Los romanos también fechaban por los años olímpicos y por los fastos consulares.
            La era seléucida arranca del 312 antes de JC, fecha de la reconquista de Babilonia por el caudillo macedonio Seleuco Nicátor, y se cree que el año empezaba en el otoño.  Este sistema, usado por las poblaciones greco-sirias, aparece en los Libros de los Macabeos y en el Niseno.  Eusebio de Cesárea afirma que los esenios utilizaban también la era seléucida.
            La era hispánica tiene como origen la pacificación de la Península bajo el dominio de César Augusto el año 38 antes de JC.  Por ella se cuentan las fechas en multitud de lápidas y manuscritos de España y Portugal hasta el siglo XIV.

Eras Judeo-Cristianas

            La era judeo-cristiana de la Creación del Mundo no logró imponerse por la diversidad de opiniones (más de cien) acerca del año exacto en que había ocurrido tamaño acontecimiento.
            Por las comunidades judías medievales, esta era solía contarse a partir del 3760 antes de JC, lo cual hizo que Tob Atias y Abraham Usque, editores de la Biblia Ferrarense en 1553, imprimieran ésta con la fecha 5313.  No obstante, diversos maestros judíos como Filón, Rabí Nahasón y Rabí Gerson, el persa mahometano Avicena y los cristianos San Jerónimo, Vicente de Beauvais, Jerónimo de Santa Fe, Pablo de Santa María, Alonso Fernández de Madrigal el Tostado, Pico de la Mirándola, Alfonso Salmerón, Benito Arias Montano, José Scalígero, el cardenal Belarmino, Lápide, Jansenio y Kepler, basándose en la Biblia hebrea o en la Vulgata latina, que básicamente dice lo mismo, calcularon un abanico de fechas comprendido entre el 3740 y el 4000 antes de JC.  El padre Feijóo, que se ufanaba de combatir las supersticiones incrustadas en el seno de la religión cristiana, no calculó nada, pero se ajustó paradójicamente a esa superstición canónica lo más estrechamente que pudo, extrayendo del abanico el menor de sus valores: 3740.  Los masones, desde el siglo XVIII, fechan algunos documentos por la era cristiana, que llaman “era vulgar”, pero en otros considerados más formales suman 4.000 al año cristiano especificando “era de la verdadera luz”.  El año 4000 fue también el preferido por el padre Flórez y por el obispo Scío de San Miguel, punto de origen de las tablas cronológicas que este último agregó como apéndice a su versión española de la Biblia.  Pero se pretende que el cálculo mejor y más exacto fue el realizado por Jaime Usher, arzobispo anglicano de Irlanda en el siglo XVII, quien determinó que Dios había creado el mundo en la noche situada entre el 22 y el 23 de octubre del año 4004.
            El abanico es aún más amplio, porque Maimónides dio el año 4058, Genebrardo el 4090, Casiodoro el 4697, Nostradamus el 4757, Orígenes el 4830, el autor del apócrifo Evangelio de Nicodemo el 4964, San Isidoro de Sevilla el 5196, Eusebio de Cesárea y Paulo Orosio el 5199, Rábano Mauro el 5296, Julio Africano, Jorge Sincelo y San Teófanes el 5500, Jorge Cedreno el 5506, Teófilo de Antioquía el 5515, Lucas de Tuy el 5336, San Epifanio de Chipre el 5509, San Clemente de Alejandría el 5624, Nicéforo de Constantinopla el 5700, Lactancio el 5800 y San Julián de Toledo el 6011.  Estas diferencias se deben a algunas imprecisiones del texto hebreo que deben subsanarse con hipótesis, y aumentan cuando se recurre a la Septuaginta, antigua versión griega de la Biblia que sigue otro cómputo capaz de producir valores superiores.  El máximo obtenido es 6984, calculado en Toledo en tiempos de Alfonso X el Sabio, y aún escogiendo esta fecha sigue resultando que el mundo de la Biblia es un mundo muy pequeño.
            La era cristiana parte de la venida de Jesucristo; pero no se usaba por las comunidades creyentes de los primeros siglos.  Resulta curioso constatar que los antiguos Padres de la Iglesia, los hombres más cultos de la nueva fe, no fueron capaces de decirnos en qué año había nacido el Hijo de Dios, cuyo mensaje ellos utilizaban para dar lecciones a todo el mundo.  Esto ha llevado a algunos historiadores contemporáneos a negar la existencia real de Jesús, quien sólo habría sido la personificación de un mito solar, propuesto como modelo de hombre perfecto por un grupo de predicadores.  Pero también se ha querido convertir en personajes imaginarios a Homero, el rey Arturo, el Cid Campeador y Shakespeare.  Debemos admitir que existieron, salvo que deseemos echar abajo toda la tradición histórica.
            Mezclada con la indicción, la era cristiana empezó a usarse en Italia a mediados del siglo VI.  Su inventor fue un oscuro monje, Dionisio el Exiguo, quien afirmó que la Natividad coincidía con el año 753 ó 754 de la fundación de Roma.  El fraile inglés Beda el Venerable contribuyó mucho a difundir la cronología cristiana en el primer tercio del siglo VIII.  Los franceses adoptaron el sistema por imposición de Carlomagno.  Entre los españoles no dominó hasta el siglo XIV, pues el Fuero de Córdoba dado por San Fernando en 1241 lleva fecha de 1279.
            Sin embargo, los cálculos de Dionisio el Exiguo no eran correctos ni podían serlo, por basarse en dos evangelios contradictorios.  San Mateo, o el redactor del evangelio que circula con su nombre, dice que Jesús nació bajo Herodes el Grande; pero como éste murió el año 4 antes de JC, el inicio de la era cristiana fijado por el Exiguo es erróneo.  San Mateo no precisa la fecha exacta de la Natividad; sólo da a entender que fue varios años antes de la muerte del rey, lo cual nos sitúa como mínimo en el 6 antes de JC.  San Lucas, por su parte, hace coincidir la Natividad con el empadronamiento de César Augusto, siendo Quirino gobernador de Siria; pero el censo de Quirino tuvo lugar tras la destitución de Arquelao, hijo de Herodes, ocurrida el año 5 después de JC.  San Mateo y San Lucas discrepan también en otro punto, pues el primero dice que Herodes deseaba matar al niño Jesús, el cual debió ser llevado a Egipto, y el segundo afirma que la Sagrada Familia, después de empadronarse en Belem, volvió tranquilamente a su hogar de Galilea.  Es probable que el Exiguo percibiera estas contradicciones evangélicas y quisiera conciliarlas mediante un arreglo artificial, pues la fecha que nos da resulta ser la media aritmética entre el año penúltimo de Herodes y el año de la destitución de Arquelao.  Creemos que San Mateo andaba más orientado que San Lucas, pues coincide con el dato proporcionado por San Ireneo [22] de que Jesús murió habiendo cumplido ya los cincuenta años; y si lo crucificaron en el 33 ó 34, habría nacido como mínimo en el 16 antes de JC.  Sin embargo, el Evangelio atribuido a San Juan no dice nada sobre este particular.
            Aún debemos señalar, como hecho curioso, que la teoría actualmente aceptada acerca de la Natividad proviene de la Astrología.  Entre 1606 y 1614 se publicaron en Frankfurt del Main los cálculos de Kepler, basados en el episodio de los Reyes Magos que refiere San Mateo.  Kepler supuso que se trataba de tres astrólogos caldeos que habían observado la triple conjunción de Júpiter y Saturno en Piscis ocurrida el año 7 antes de JC. Por lo tanto, éste debía ser el año del nacimiento del Mesías.  Kepler hace a Jesús más joven de lo que contaba San Ireneo.  Pero, en todo caso, hay algo indudable: Jesús no murió con treinta y tres años.  Esta era la edad de otro hijo de Dios según las leyendas paganas: Alejandro Magno.  Tal confusión acerca de su edad fue favorecida por el Apocalipsis, donde se hace una extraña asimilación entre ambos personajes, presentando a Jesús como Cordero de Dios, pero cordero terrible, del estilo de Iskandar Zulkarnain o Alejandro Bicorne, que lleva los cuernos retorcidos de Amón-Ra y es como el Sol.
            La era islámica se llama Héjira o Hichra, la Fuga, y arranca del 16 de julio de 622, recordando que Mahoma huyó de La Meca en dirección a Medina la noche anterior.  Para pasar sus años a nuestra era no basta añadirles 622, porque son lunares.  Admitiendo a lo sumo un error de un año, la conversión requiere multiplicar el año de la Héjira por 0’97 y sumar luego 622.  Al contrario, para trasladar los años cristianos a islámicos, se resta de aquéllos 621, se divide la diferencia por 33 y el cociente se suma con dicha diferencia.  Para hacer conversiones exactas se han elaborado tablas.  Como fechas de relieve de la Héjira, podemos señalar:
13 de rabí del año 11, 8 de junio del 632 cristiano: Muerte del profeta Mahoma en Medina.
28 de schumada del 13, 30 de julio de 634: Victoria árabe sobre el príncipe bizantino Teodoro en el Sur de Palestina.
22 de schumada bis del 13, 23 de agosto de 634: Fallecimiento del primer califa, Abú Beker, tras haber designado como sucesor a Omar.
12 de reyeb del 15, 20 de agosto de 636: Victoria de los árabes sobre los bizantinos a orillas del Yarmuk o Hieromax, en Transjordania.
26 de zulhiya del 23, 3 de noviembre de 644: Muerte de Omar en Medina, apuñalado por el esclavo persa Firuz.
1 de moharram del 24, 7 de noviembre de 644: Comienzo del califato de Ozmán.
18 de zulhiya del 35, 17 de junio de 656: Asesinato de Ozmán en Medina por unos musulmanes revoltosos.
25 de zulhiya del 35, 24 de junio de 656: Proclamación del califa Alí en Medina.
17 de ramadán del 40, 24 de enero de 661: Muerte de Alí en Cufa, de resultas del atentado sufrido dos días antes.
1 de schaual del 43, 6 de enero de 664: Muerte del general Amrú en Egipto.
10 de moharram del 61, 10 de octubre de 680: Muerte heroica de Hussein, hijo de Alí, luchando contra las fuerzas omeyas en Kerbela.
25 de ramadán de 129, 9 de junio de 747: Levantamiento de Abú Muslim en Persia, enarbolando la bandera negra de los abásidas.
13 de rabí de 132, 29 de octubre de 749: Proclamación de Abul Abás en la mezquita aljama de Cufa.
11 de schumada bis de 132, 25 de enero de 750: Batalla del río Zab, derrota decisiva de los omeyas.
10 de ramadán de 132, 22 de abril de 750: Toma de Damasco por los abásidas.
26 de zulhiya de 132, 5 de agosto de 750: Ejecución del califa omeya Meruán II.
13 de zulhiya de 136, 9 de junio de 754: Muerte de Abul Abás y entronización de su hermano Chafar Almansur.
10 de zulhiya de 138, 14 ó 15 de mayo de 756: Conquista de Córdoba por el príncipe omeya Abderrahmán, fugitivo de Oriente.
29 de rabí bis de 297, 15 de enero de 910: Entrada del primer califa fatimita, Obeid-Alá, en la ciudad tunecina de Rakkada.
5 de ramadán de 363, 9 de junio de 973: Entrada del califa fatimita Maad El Muiz en El Cairo.
16 de schumada bis de 399, 15 de febrero de 1009: Golpe de Mahomet El Mahdí en Córdoba contra el gobierno de Abderrahmán Sanchuelo, hijo de Almanzor.
8 de zulhiya de 400, 23 de julio de 1010: Liquidación de Mahomet El Mahdí por los jefes eslavos y restauración del califa Hixem II.
26 de schaual de 403, 11 de mayo de 1013: Entrada de Solimán El Mustain en Córdoba y desaparición de Hixem II.
22 de moharram de 407, 1 de julio de 1016: Sustitución del omeya Solimán El Mustain por el edrisita Alí ben Hammud.
7 de zulkada de 408, 22 de marzo de 1018: Proclamación de Alcasim, segundo califa edrisita de Córdoba.
30 de rabí bis de 412, 13 de agosto de 1021: Proclamación de Yahía El Motalí, tercer califa edrisita de Córdoba.
16 de ramadán de 414, 2 de diciembre de 1023: Proclamación de Abderrahmán IV y restauración omeya en Córdoba.
3 de zulkada de 414, 17 de enero de 1024: Liquidación de Abderrahmán IV por su primo Mahomet El Mustacfí.
25 de rabí de 416, 26 de mayo de 1025: Fuga de Mahomet El Mustacfí, asesinado a las pocas semanas en Uclés.
16 de ramadán de 416, 9 de noviembre de 1025: Segunda proclamación de Yahía El Motalí en Córdoba.
8 de zulhiya de 420, 18 de diciembre de 1029: Entrada en Córdoba del omeya Hixem III, dos años y medio después de haber sido proclamado.
23 de rabí bis de 421, 30 de abril de 1030: Muerte del sultán Mahmud de Gazni durante una audiencia.
Mes zulhiya de 422, diciembre de 1031: Derrocamiento de Hixem III y abolición del califato de Córdoba.  Reinos de taifa o bandería.
6 de reyeb de 483, 4 de septiembre de 1090: Instalación de Hassán ben Sabah, gran maestre de los asesinos, en el castillo de Alamut.
23 de schaban de 492, 15 de julio de 1099: Conquista de Jerusalem por los cruzados.
10 de moharram de 567, 13 de septiembre de 1171: Muerte del último califa fatimita, El Adid, a los veinte años de edad.  Gobierno del sultán sunnita Saladino.
27 de reyeb de 583, 2 de octubre de 1187: Reconquista de Jerusalem por Saladino.
27 de safar de 589, 4 de marzo de 1193: Muerte de Saladino en Damasco.
1 de zulhiya de 653, 1 de enero de 1256: Invasión de Persia por Hulagu Khan.
6 de zulkada de 654, 24 de noviembre de 1256: Toma del castillo de Alamut por los mongoles.  Exterminio de la secta de los ismaelitas.
14 de safar de 656, 20 de febrero de1258: Martirio de Mustasim, último califa de Bagdad, envuelto en una alfombra y pisoteado por los caballos de la guardia de Hulagu Khan.
25 de ramadán de 658, 3 de septiembre de 1260: Victoria de los mamelucos sobre los mongoles en la fuente de Goliat, cerca de Nablus, antigua Siquem.
8 de rabí bis de 801, 18 de diciembre de 1398: Saqueo de Delhi por Tamerlán.
17 de schaban de 807, 18 de febrero de 1405: Muerte de Tamerlán.
1 de rabí de 897, 2 de enero de 1492: Rendición de Boabdil en Granada a los Reyes Católicos.
9 y 12 de reyeb de 932, 21 y 24 de abril de 1526: Muerte del sultán Ibrahim Lodi en la batalla de Panipat y entrada de Baber, tataranieto de Tamerlán, en Delhi.
13 de schumada bis de 933, 16 de marzo de 1527: Victoria de Baber en Kanua sobre las fuerzas de la confederación raiputa.
5 de schumada de 937, 25 de diciembre de 1530: Muerte de Baber y sucesión de su hijo Humayun como Gran Mogol de las Indias.

Las Epocas o Edades

            Son intervalos de duración variable durante los cuales se observa o se cree observar el mantenimiento de ciertas características sociales.  Su delimitación viene señalada por las fechas de acontecimientos relevantes, escogidos como hitos por los historiadores.
            Desde el siglo XIX, para los historiadores europeos se ha hecho usual distinguir la Historia propiamente dicha de la Prehistoria, pues afirman que ésta, siendo anterior a la escritura, sólo puede conocerse indirectamente a través de sus vestigios arqueológicos.  En cuanto a la Historia, la dividen del siguiente modo:
- Edad Antigua, hasta el derrocamiento del emperador Rómulo Augústulo por los mercenarios bárbaros el año 476, o en España un poco antes, hasta las invasiones de los suevos, vándalos y alanos el año 411.  En realidad, la fecha decisiva es 410, cuando el rey visigodo Alarico saqueó Roma y se llevó la Mesa de Salomón.
- Edad Media, hasta la toma de Constantinopla por los turcos en 1453.  La cultura medieval se extingue con el movimiento renacentista.
- Edad Moderna, hasta el estallido de la Revolución Francesa en 1789, o en España hasta el derrocamiento de la monarquía tradicional por Napoleón en 1808.
-  Edad Contemporánea, hasta nuestros días.
            Como dice el profesor Pérez-Bustamante, esta división “además de sus defectos de desproporción y arbitrariedad, tiene el de no ser aplicable más que a la cultura occidental, siendo artificial para la India, China y otras partes”.  El nombre de Edad Contemporánea no ha podido ser peor escogido, demostrando la más absoluta falta de lógica.  Contemporáneo es el tiempo en que vivimos; luego, para Cervantes, la Edad Contemporánea sería la Moderna, para Dante la Baja Edad Media y para Cicerón la época de Julio César.  Otro fallo es que la Edad Antigua carece de hito inicial, por no haberse implantado la escritura al mismo tiempo en todos los países.  Ni siquiera sabemos cuándo inventaron los griegos su alfabeto, inspirado en la escritura fenicia.  Tampoco es posible afirmar que un pueblo sea prehistórico hasta el momento de iniciar la redacción de anales, pues su literatura puede contener tradiciones orales mucho más antiguas, cuya historicidad debe ser sometida a rigurosos trabajos críticos.  Por otro lado, es muy peligroso separar la Historia de la Prehistoria, pues desvincula ésta de las fuentes tradicionales y deja los restos arqueológicos a merced de la libre, caprichosa y hasta delirante interpretación de algunos especialistas.
            Marx y Engels ven la Historia pasada, presente y futura como una sucesión de fases donde lo fundamental es la estructura económica de la sociedad, que condiciona las superestructuras políticas e ideológicas.  El motor del cambio social es la lucha de clases.  Este esquema, planteado en la segunda mitad del siglo XIX, ha sido completado por otros autores del XX, especialmente Lenin y Bukharin, y podemos considerarlo como una variante perfeccionada del anterior.  Tiene de común con él su creencia en el mito del progreso continuo, según el cual la Humanidad siempre va mejorando a lo largo del tiempo.  Así, contempla las siguientes épocas o edades:
-  Fase del Comunismo Primitivo, equivalente a la Prehistoria.  Aquí, por influencia bíblica, se parte de un supuesto social sin contrastación empírica, una especie de Paraíso Terrenal donde los recursos habrían sido utilizados y disfrutados en común.  Introducido luego el pecado original de la propiedad privada, la sociedad se pervirtió debido a la acumulación de riquezas por una minoría.  El esclavismo surgió cuando no sólo las cosas, sino también las personas, fueron objeto de dicha propiedad.  Por lo tanto, hay una contradicción interna en el paso a la siguiente fase, pues reconocer un empeoramiento de las condiciones sociales se opone al mito del progreso continuo.
-  Fase del Esclavismo, equivalente a la Edad Antigua.  El adjetivo esclavista no es verdaderamente definitorio, porque la esclavitud subsistió como institución social en la fase siguiente.
- Fase del Feudalismo, que abarca en Europa desde las invasiones bárbaras hasta la Revolución Francesa en 1789.  Incluye, pues, las edades Media y Moderna.  Esta última se considera el resultado de la supervivencia de elementos feudales en medio de un capitalismo incipiente.
- Fase del Capitalismo, equivalente en Europa a la Edad Contemporánea, aunque en Inglaterra se inició con los escritos de Adam Smith y la llamada Revolución Industrial, antes de la Revolución Francesa. Por el contrario, en el Japón no comenzó hasta la segunda mitad del siglo XIX, en la llamada era Meiji, conservando incluso todavía algunos residuos feudales que no fueron borrados hasta la derrota de 1945.
-  Fase del Socialismo, iniciada en Rusia y otros países con la llamada dictadura del proletariado.  Según la teoría marxista-leninista, el socialismo debería crear las condiciones necesarias para la aparición futura del Comunismo Final, estado utópico.  Volvemos a notar la influencia de la Biblia, cuyos profetas hablaron también de un paraíso futuro.  Sin embargo, la dictadura del proletariado no ha conducido a ese estado feliz, sino que se ha derrumbado como un castillo de naipes ante el soplo del capitalismo avanzado y su desafío tecnológico.
            Hacia 1990, debido al derrumbamiento político-económico de la Unión Soviética y sus satélites, se ha iniciado el desmontaje de las teorías marxistas en los campos de la Filosofía, la Sociología y la Historia.  Con ello no hemos perdido nada, pero tampoco hemos ganado, porque en el mundo actual no se han propuesto esquemas explicativos mejores.  Como alternativa sólo quedan los esquemas tradicionales, por ejemplo el bíblico y el védico, pero actualmente se conocen muy poco y se cultivan menos.

El Esquema Bíblico

            La Biblia está formada por un conjunto de libros, exactamente 60, que pueden agruparse en cuatro secciones desiguales:
Los 5 de la Torah o Ley dada al pueblo israelita por Moisés, si bien su redacción fue hecha después del cautiverio de Babilonia por los sacerdotes Ezra y Nehemías utilizando la nueva escritura cuadrada.  Este canon, llamado en griego Pentateuco, con sus cinco libros Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio, era el único reconocido por los samaritanos, que tenían su propia versión, no idéntica a la judía.
Los 21 de los Nebim o Profetas: el libro de Josué, el libro de los Jueces, los cuatro libros de Samuel y los Reyes, y los diversos libros proféticos de Oseas, Nahum, Amós, Jonás, Joel, Isaías, Miqueas, Sofonías, Habacuc, Jeremías, Ezequiel, Abdías, Ageo, Zacarías y Malaquías.  Algunos piensan que este canon fue ordenado y depurado por Nehemías poco después del anterior.  Otros creen que ello ocurrió más tarde, aunque antes de la llegada de Alejandro Magno.
Los 13 llamados por los cristianos Libros Hagiográficos o Sapienciales y por los hebreos simplemente Ketubim: la Historia de Rut, los Psalmos de David, el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés y los Proverbios de Salomón, los dos Paralipómenos o Complementos de los Reyes, los Trenos o Lamentos de Jeremías, las Profecías de Daniel, la Historia de Job o Ayub, la Historia de Ester y los dos libros de Ezra y Nehemías.  Según la tradición rabínica, confirmada por una cita de Flavio Josefo en su escrito contra Apión, los doctores fariseos terminaron esta recopilación de la Biblia allá por el año 70.
Los 21 considerados apócrifos por los judíos y los cristianos reformados, aunque algunos gozaron antaño de mucho prestigio y varios de ellos figuran todavía en las biblias católicas: la Vida de Adam y Eva, el libro de Henoc (canónico para la Iglesia Etíope), el libro de los Secretos de Henoc, el Testamento de los Doce Patriarcas, la Asunción de Moisés, los Psalmos y la Sabiduría de Salomón, el libro de los Jubileos, la Historia de Judit, la Historia de Tobías, la Exaltación de Isaías, los tres libros de Baruc, el tercer libro de Ezra, los cuatro libros de los Macabeos, el Eclesiástico de Josué ben Sirach y la Nueva Alianza Damascena.
            Hasta aquí la Biblia propiamente dicha, que los cristianos llaman Antiguo Testamento y consideran incompleta.  Los libros postbíblicos judíos, pertenecientes al Talmud y la Kábala, no son reconocidos por los católicos ni por los protestantes.  Pero las biblias cristianas contienen otros 7 libros del llamado Nuevo Testamento, cuyas versiones canónicas fueron hechas en el siglo IV:
Los cuatro Evangelios de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan; el libro de los Hechos de los Apóstoles, atribuido a San Lucas; el libro de las Epístolas o Cartas de los Apóstoles, que reúne catorce de San Pablo, tres de San Juan, dos de San Pedro, una de San Judas y otra de Santiago el Menor; y el libro profético de San Juan, denominado Apocalipsis o Revelación.
            La Biblia considera que el Universo fue creado en época reciente, pretende que el hombre lo ocupa desde hace unos 6.000 años y confunde nuestro planeta con la totalidad del Cosmos, suponiendo la Tierra plana y tomando al Sol, la Luna y las estrellas por simples luces o lámparas que Dios mueve en el cielo.  También establece la creencia en un pueblo elegido por Dios entre todas las naciones y razas humanas... A pesar de estos errores, la Biblia posee otras virtudes y nos presenta un esquema histórico que merece ser estudiado por cinco razones: 1ª es el producto intelectual de un pueblo muy antiguo, Israel; 2ª ha ejercido desde el siglo IV una gran influencia sobre la cultura mundial; 3ª expone ciertas verdades tradicionales de origen israelita y no israelita; 4ª establece una relación real o ficticia, pero en todo caso moral, entre los actos humanos y el destino de los pueblos; y 5ª su cronología es bastante aceptable para fechas posteriores al año 1200 antes de JC, pues haciendo abstracción de las contradicciones señaladas por el profesor Stade en las series de los reyes de Israel y Judá, resiste las pruebas de comparación con todas las cronologías hipotéticas que han elaborado diversos egiptólogos y asiriólogos desde Champollion.
            El ciclo histórico bíblico es de 6 días más 6.000 años, al cabo de los cuales la Humanidad entera, formada por vivos y muertos resucitados, debe reencontrarse con su Creador en el Juicio Final.  Dios creó el mundo en seis días, y al séptimo descansó.  Adam y Eva, la primera pareja humana, recibió como residencia el Paraíso Terrenal.  Tenía acceso a la inmortalidad, pues allí se encontraba el Arbol de la Vida.  Pero, tentada por Satanás en figura de serpiente, perdió esta oportunidad al probar el fruto del Arbol de la Ciencia, que Dios le había prohibido, y ser castigada en consecuencia con la expulsión de dicho lugar.  Así empezó la Historia de la Humanidad... Wynn Westcott, maestro de la Golden Dawn, dice: “Los judíos creían que el fin del mundo sobrevendría a los 6.000 años, y San Bernabé lo repite como creencia cierta de la Iglesia”.
            De acuerdo asimismo con el valor kabalístico del número 6, este ciclo se divide en seis épocas o edades, cuya cronología figura en las obras de los prelados Usher y Scío:
  Epoca Antediluviana, desde la expulsión de Adam y Eva del Paraíso hasta el Diluvio, diez generaciones humanas durante 1.656 años, desde el 4004 hasta el 2348 antes de JC.  Así se desprende de la Biblia hebrea generalmente aceptada, aunque no de la Septuaginta [23].  En esta época, los descendientes de la primera pareja se multiplicaron y extendieron por la Tierra, pero al mismo tiempo se depravaron y degeneraron.  Dios, harto de ellos, los exterminó enviando un diluvio universal.  Noé y su familia fueron los únicos miembros del género humano que obtuvieron gracia.  Sobrevivieron al desastre en un arca de madera embreada, llevando consigo una pareja de animales de cada especie; cuando las aguas descendieron, el arca se depositó en la cumbre del monte Ararat, en Armenia.  Los sucesos de esta época se refieren en el Sefer Bereschit o libro del Génesis y en los textos apócrifos de Henoc.
  Epoca de los Patriarcas, desde el Diluvio hasta la muerte del patriarca José, trece generaciones durante 717 años, desde el 2348 hasta el 1631 antes de JC.  Noé tenía tres hijos llamados Sem, Cam y Jafet, que se establecieron al principio en las llanuras de Mesopotamia.  Temiendo la posibilidad de otro diluvio, decidieron construir la torre de Babel, cuya azotea debía tocar el cielo.  Dios no lo permitió: confundió la lengua de los constructores, haciéndoles hablar de maneras diferentes y obligándoles a dispersarse.  La familia de Sem permaneció en Asia, donde se subdividió hasta formar los pueblos semitas de los asirios, los sirios o arameos, los hebreos y los árabes.  Algunos descendientes de Cam quedaron junto a ellos, pero la mayoría fue a poblar Africa, dando origen a los egipcios, los libios y los etíopes.  Los siete hijos de Jafet [24] emigraron hacia el Norte y formaron los pueblos jaféticos o arios: Gomer, padre de los cimerios, germanos y tojarios; Magog, de los escitas y masagetas; Maday, de los medos y persas; Javán, de los jonios y demás griegos; Tubal, de los caucasianos; Mosoc, de los frigios; y Tiraz, de los tracios.  El reino de Egipto fue fundado hacia 2200 por Misraím, hijo de Cam [25].  El de Mesopotamia fue obra de Nemrod el Cazador.  Abraham, descendiente de Sem, emigró en 1916 desde Mesopotamia al país de Canaán, donde contempló la ruina de Sodoma y otras ciudades del mar Muerto, aniquiladas por un cataclismo [26].  Jacob, nieto de Abraham, tuvo doce hijos, de donde salieron las doce tribus de Israel.  José, uno de ellos, fue nombrado primer ministro del Faraón en 1711 y estableció a sus hermanos israelitas en el delta del Nilo [27].  Al Este y Sur de Canaán se fijaron otras tribus hebraicas no israelitas: los ammonitas y moabitas, descendientes de Lot, sobrino de Abraham, y los idumeos, descendientes de Esaú, hermano gemelo de Jacob.
  Epoca del Exodo y los Jueces, desde el fallecimiento de José hasta la proclamación de Saúl, intervalo de 540 años comprendido entre el 1631 y el 1091 antes de JC.  La Biblia es oscura en lo referente a sus comienzos. Sólo dice que, pasado algún tiempo después de la muerte de José, advino otro faraón, el cual persiguió a los israelitas.  Moisés, hijo adoptivo de una princesa egipcia, hizo varios milagros y consiguió en 1487 sacar de Egipto a las doce tribus [28].  Moisés falleció tras cuarenta años de nomadeo por las zonas semidesérticas del Sinaí y la Transjordania. Josué cruzó el Jordán en 1447 y conquistó Jericó aprovechando un seísmo que derrumbó sus murallas.  Luego, los israelitas fueron gobernados por jueces.  El intento de crear una monarquía por Abimelec, hijo del juez Gedeón, fracasó en el año 1230.  Al final de esta época, los israelitas cayeron bajo la dominación de los filisteos arios, que llegaron con armas de hierro desde la tierra de Kaptor [29].  Debido precisamente a la dominación filistea, la tierra de Canaán pasó a ser llamada Palestina.  Los filisteos aparecen en las inscripciones mandadas hacer por Ramsés III.
  Epoca de los Reyes, desde Saúl hasta la destrucción de Jerusalem y su Templo por los caldeos, intervalo de 507 años comprendido entre 1091 y 584 antes de JC.  Saúl fue ungido rey por el profeta y sumo sacerdote Samuel.  Vencedor en un principio de los filisteos, fue a la postre vencido y muerto por ellos.  Su hijo Isbaal cayó asesinado, y el reino pasó entonces a un yerno, David.  Este expulsó a los filisteos y tomó la ciudad cananea de Jebús, llamada Jerusalem a partir de 1040.  Salomón, hijo de David, consagró el Templo de Yahveh en el año 999.  A la muerte de Salomón, las tribus del Norte se sublevaron contra su hijo Roboam y formaron el reino independiente de Israel, que acabó siendo arrasado por los asirios en el año 717 según Scío, o 722 según la fecha corregida del profesor Stade.  La casa de David gobernó el reino de Judá hasta la invasión del caldeo Nabucodonosor II, que cegó al último rey, Sedequías, y deportó millares de judíos a Babilonia en el año 584 según Scío, o 587 según Stade.
  Epoca de la Dominación Extranjera, desde la primera destrucción de Jerusalem por Nabucodonosor hasta la segunda por Tito, intervalo de 654 años comprendido entre el 584 antes de JC y el 70 después de JC.  El rey Ciro, conquistador de Babilonia, permitió el retorno de los judíos.  El príncipe Zorobabel reconstruyó el Templo en el año 531, pero la monarquía no llegó a restaurarse.  Palestina, aunque autónoma, sólo era una provincia del gran imperio persa. Este imperio fue sometido por Alejandro Magno; y en el reparto que siguió a su muerte, Palestina correspondió al reino de los Ptolomeos, centrado en Alejandría.  Luego pasó a los Seléucidas, con capital en Antioquía.  El pueblo judío, dirigido por los Macabeos, se sublevó contra la tiranía de Antioco Epifanes en el año 162.  Un idumeo, Herodes el Grande, sucedió a la dinastía asmonea o macabea.  Reinó como vasallo de Roma, amplió el Templo y murió el año 4 antes de JC. A finales de su reinado nació Jesús, descendiente de David y Mesías de Israel, aunque no fue reconocido como tal por los judíos.  El reino de Herodes se repartió entre sus hijos Arquelao, Antipas y Filipo. El primero, señor de Judea y Samaria, fue depuesto por los romanos a causa de una revuelta popular. Entre los procuradores que le sucedieron se recuerda a Poncio Pilato, nombrado por Tiberio, quien mandó crucificar a Jesús.  Más tarde, el reino de Herodes el Grande fue reconstituido por su nieto Herodes Agripa, amigo de los emperadores Calígula y Claudio; pero no disfrutó de larga vida y murió el año 44.  Finalmente, la revolución judía, relacionada con el incendio de Roma y la liquidación de Nerón, fue sofocada por las legiones de Vespasiano y Tito.  Los últimos libros de la Biblia, incluyendo el Nuevo Testamento, se refieren a esta época.  La obra del historiador judío Flavio Josefo, testigo de la catástrofe del año 70, aporta datos complementarios.
  Epoca del Evangelio o Buen Mensaje para los cristianos, que se difundió por el mundo, aunque para los judíos es la Epoca de la Diáspora o Dispersión.  San Juan fue el único apóstol que sobrevivió a la segunda destrucción de Jerusalem; y a partir de aquí, los únicos textos bíblicos utilizables son las cartas y revelaciones del mismo; si bien pueden completarse con los escritos de los Padres de la Iglesia.
            San Agustín sigue este esquema, pero con hitos diferentes: la 1ª época coincide, pero la 2ª va desde Noé hasta Abraham, la 3ª hasta David, la 4ª hasta la deportación de Babilonia y la 5ª hasta el nacimiento de Jesús.  San Isidoro se ajustó al mismo modelo.
            Las seis épocas tienen duraciones diferentes. Pero, de acuerdo con una antigua leyenda judía, deberían resumirse en tres de 2.000 años cada una: la inicial de Tohu o caos sin ley, la intermedia de Torah o ley, revelada por Dios a Moisés en el monte Sinaí, y la final de Ha-Massiah o reinado del Mesías.  Ahora bien: al deducirse de la cronología bíblica que Jesús había nacido 4.000 años después de la supuesta creación del mundo, muchos cristianos acogieron complacidos esta idea, que perjudicó en cambio a los propios judíos.  El converso Jerónimo de Santa Fe sostuvo en 1413, por encargo del papa Luna, el famoso debate público de Tortosa con catorce rabinos sefarditas, doce de los cuales aceptaron que Jesús era el Mesías y pidieron el bautismo.  Pero hubo dos que se resistieron, aduciendo que las promesas mesiánicas del texto bíblico eran muy oscuras.  También debemos señalar que Jesús y Moisés no están separados exactamente por 2.000 años, sino por 1.500 a lo sumo; y el mismo Santa Fe no pensaba que Jesucristo hubiese venido 4.000 años después de la Creación, sino 3.758 solamente.
            Casi todos los exégetas cristianos del siglo XX rechazan la cronología bíblica y no creen en los antiguos relatos del Génesis, mirándolos como simples leyendas morales. Afirman que la Biblia no es una obra histórica y que los fieles deben atenerse únicamente a su mensaje espiritual.  Por ejemplo, el teólogo español Luis Arnaldich decía en 1957: “El mundo es mucho más antiguo de lo que pudiera hacer creer una lectura ligera del texto bíblico... No se diga que los datos científicos se oponen a la verdad bíblica, porque en la Biblia no existe una cronología propiamente dicha”.  Pero en la Biblia sí existe una cronología, como acabamos de ver, y negarlo es engañar a los fieles contradiciendo toda la tradición judeo-cristiana.  El engaño resulta doble, pues tampoco es cierto que los exégetas modernistas se atengan fielmente a ese pretendido mensaje espiritual de la Biblia, ya que intentan conciliarlo con las teorías materialistas dominantes.
            El abate Moreux, astrónomo de renombre, mantuvo una postura más bien tradicionalista.  Según él, los seis días de la Creación debían entenderse como seis períodos geológicos que Moisés pudo haber contemplado por revelación divina.  En el primer día, Dios creó la Luz, entendida como principio energético del Universo.  En el 2º creó el firmamento y separó las aguas superiores de las inferiores.  Esta visión, por desgracia, se basa en la errónea cosmología caldea; pero es susceptible de reinterpretación moderna: el agua apareció sobre la Tierra, tanto en forma líquida como gaseosa.  En el 3º creó la vegetación, lo cual fue posible, precisamente, por la existencia previa de agua.  En el 4º creó el Sol, la Luna y las estrellas.  Ahora bien, como las plantas fueron creadas en el tercer día, y su vida depende de la luz solar, este pasaje podría explicarse diciendo que los astros debieron ser creados al final del primer día, después de la Luz, pero no se hicieron visibles hasta el cuarto, pues la Tierra estaba cubierta por una espesa cortina de nubes.  En el 5º creó los peces del agua y las aves del cielo.  En el 6º creó los animales terrestres, entiéndase mamíferos, y luego dio vida al hombre, destinado a dominar la Tierra.  El Génesis menciona también la creación de los reptiles; éstos, si queremos aceptar la teoría de Moreux, sólo serían las culebras y las especies reptilianas más modernas, no los reptiles antiguos, como por ejemplo los dinosaurios.  Este planteamiento puede afirmarse que es evolutivo, siempre y cuando no caigamos en el error de atribuirle el sentido que hoy se da a la palabra evolución, aunque así desearían verlo los evolucionistas cristianos que aceptan las hipótesis de Darwin.  El texto bíblico nos muestra cómo la Creación se despliega o desarrolla de acuerdo con un orden, pero en ningún momento afirma que dicho orden sea de progreso.  Es cierto que el ser humano, último creado, se coloca por encima de los demás animales terrestres, éstos por encima de las aves y los peces, y éstos por encima de las plantas, pero acaba sufriendo una caída en el Paraíso y luego degenera tanto física como espiritualmente.
            El Génesis afirma que algunos hombres de la época antediluviana eran gigantes de grandes fuerzas.  Entonces, la edad humana media oscilaba entre 700 y 1000 años.  Adam vivió 930.  Matusalem, el más longevo de sus descendientes, alcanzó 969.  La vitalidad fue disminuyendo con el paso de las generaciones.  Así, en la época de los patriarcas, la edad media oscilaba entre 110 y 600 años.  Sem vivió exactamente 600, Heber 464, Taré 205, Abraham 175, Ismael 137, Isaac 180, Jacob 147, Leví 137 y José 110. A partir de la época del Exodo, las edades son como las actuales; excepcionalmente puede vivirse más de un siglo, pero lo normal es no alcanzarlo: Aarón vivió 123 años, Moisés 120, Josué 110, Helí 98, Samuel 94, David 71, Salomón 58, Roboam 58, Josafat 60, Ezequías 54 y San Juan Evangelista 99.  Algunos teólogos contemporáneos, necesitando creer en cosas lógicas, explican el asunto diciendo que las edades más antiguas no se medían por años solares, sino por meses o lunas; de manera que Matusalem habría vivido en realidad 79 años.  Esto no es explicar la Biblia, sino estropearla con una hipótesis de baratillo: si aplicamos la misma operación matemática a la edad con que Matusalem engendró a su hijo Lamec, resultaría que lo hizo con cinco años... un caso de extraordinaria precocidad sexual.
            Además, tanto la Biblia como el Corán refieren que ciertas razas o especies fueron destruidas de manera violenta y reemplazadas por otras.  Es decir, este esquema contiene, como factor muy importante, la teoría de las catástrofes, poco grata a los darwinistas, pero defendida por un sabio de la talla de Cuvier.  El Corán pone incluso un ejemplo de mutación al revés: ciertos hombres fueron convertidos en monos por castigo de Dios.
            A la explicación de los días geológicos de Moreux se opone el propio texto hebreo, que nos habla de días verdaderos: “Hubo así tarde y mañana: un día... Hubo tarde y mañana: día segundo... Hubo tarde y mañana: día tercero... Hubo tarde y mañana: día cuarto... Hubo tarde y mañana: día quinto... Hubo tarde y mañana: día sexto. Así fueron acabados el Cielo y la Tierra, y todo su ornamento...”  Sin embargo, no es un obstáculo decisivo.  San Agustín opina que los días del Génesis deben entenderse “no como los días que medimos y contamos con el curso del Sol, sino de otro modo”.  Y los llamados Testigos de Jehová, que interpretan la Biblia casi al pie de la letra, no admiten que el Universo haya sido hecho en seis días: “No, los seis días del relato del Génesis sólo tienen que ver con el planeta Tierra, no el Universo. La Biblia no dice cuánto tiempo atrás llegó a existir el material que compone este planeta. Los seis días tienen que ver sólo con la preparación del planeta ya existente como hogar para la Humanidad. No se declara precisamente cuánto tiempo pasó entre el principio de la creación del universo material según se relata en el versículo 1 y el comienzo del primer día descrito en los versículos 3 y 4. Por eso, por su mismo silencio en cuanto a cuándo ocurrió el principio, la Biblia permite los cálculos actuales de la edad del Universo o cualesquiera correcciones futuras de tales cálculos”.  Tampoco piensan los Testigos que los seis días de preparación del planeta sean días verdaderos, pues recuerdan que San Pedro dijo: “Un día es ante Dios como mil años, y mil años como un día”.  En cambio, creen que la Biblia es suficientemente explícita sobre la antigüedad del hombre en la Tierra: 6.000 años como máximo.  Aceptando que los seis primeros días valgan un milenio cada uno, tenemos un período geológico de 6.000 años y otro histórico de igual duración.  Al cabo de estos 12.000 años deberán verificarse los anuncios del Apocalipsis.  Sin embargo, los Testigos prefieren asignar a cada día del Génesis no 1.000 sino 7.000 años, con lo cual tenemos una suma de 42.000 + 6.000 años.  Parece una afirmación gratuita, pero seguramente se basa en algún razonamiento oculto.  Observemos que dividiendo 48.000 entre 72 (producto kabalístico de 6 por 12) sale el cociente periódico 666’6... He aquí la marca de la Bestia.  Ahora bien, si los Testigos dan un valor de 7.000 años a cada uno de los seis días creativos, es porque estiman que el séptimo día vale lo mismo; y efectivamente lo vale sumando a los 6.000 años históricos los 1.000 futuros del Apocalipsis, que seguirán a la segunda venida del Mesías.  Luego su ciclo terráqueo completo abarca 49.000 años.  Al dividir por 72, el nuevo cociente sigue siendo periódico, pero la marca de la Bestia ha desaparecido.
            La cronología de los Testigos de Jehová es atractiva, aunque no se apoya en ningún fundamento sólido. ¿Por qué debemos aceptar 7.000 años como valor del día geológico? ¿No valen mejor 43.200 años, por ejemplo, como llegó a sospechar fugazmente Moreux?  Tampoco se nos demuestra que el séptimo día concluya con el Juicio Final.  Hay otras alternativas.  Podemos pensar que, acabada la obra de Dios en la tarde del sexto día, la humanidad antediluviana vivió hasta la tarde del séptimo, cuando Dios interrumpió su descanso y decidió destruirla: “Exterminaré de la faz de la tierra al hombre que he creado, a los hombres y los animales, a los reptiles y las aves del cielo; porque me arrepiento de haberlos hecho…”  Las excavaciones de Leonard Woolley en la antigua ciudad caldea de Ur descubrieron, bajo las diversas capas de residuos arqueológicos, una base de lodo seco. Woolley siguió cavando hasta comprobar que dicho sedimento poseía una profundidad de casi 3 metros.  Pero debajo no se hallaba la roca viva, sino otra capa de residuos de una civilización más antigua, con cerámica fabricada sin torno.  Woolley vio ahí la prueba del Diluvio, confirmada al descubrirse el mismo sedimento diluvial debajo de Larsa, Erek, Surupak y Lagasch.  Esta gran inundación que arrasó las llanuras situadas junto a los ríos Eufrates y Tigris se fecha hacia el año 4000 antes de JC, no el 2348 deducido de la Biblia.  Incluso, hay historiadores que imaginan dos diluvios distintos en Mesopotamia: el propiamente bíblico, fechable entre 3300 y 4000, y otro aún más lejano, entre 5500 y 6000.  Sea como fuere, se evidencia que la información hebraica es incompleta y su cronología demasiado corta.  Si ahora nos colocamos en el hipotético año diluviano 4000 y damos al séptimo día el valor sacado por Moreux de la obra de Beroso, es decir, tantos años como los segundos contenidos en doce horas, Adam y Eva retroceden hasta el 47.200 antes de JC.
            Por otro lado, al ver que la llegada del Mesías no fue seguida por su reconocimiento y coronación, la ciclología cristiana se reformuló dividiendo el tercer período de 2.000 años en 1.000 de predicación del Evangelio y otros 1.000 de verdadero reinado de Jesucristo, durante los cuales éste mantendría a Satanás encadenado en el abismo.  Así se originaron los llamados Terrores del Milenio.  Los cristianos occidentales llegaron a sospechar que el Anticristo era el caudillo sarraceno Almanzor, quien saqueó muchas ciudades españolas y coronó sus campañas con la destrucción de Santiago de Compostela.  La cristiandad estaba amenazada de muerte y se hacía necesaria la segunda venida del Mesías.  Al comprobarse posteriormente que ésa no era la fecha, se hizo un reajuste alargando hasta 2.000 años la etapa de predicación del Evangelio.  Algunas obras de tendencia astrológica han afirmado que la fe cristiana se extinguirá al finalizar el tiempo de Piscis, año 1999 según Hadès.  La profecía de San Malaquías nombra 112 papas a contar desde Celestino II, que fue elegido en 1143.  Durante el rinado del último, llamado Pedro II, sería destruida la Santa Sede.  Pero en el año 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, entró a reinar Francisco I, ocupando el puesto nº 112, y parece que la Iglesia Romana va a seguir existiendo.  Cierta visión novelesca de Hugo Wast imaginaba al Anticristo, llamado Ciro Dan, proclamándose soberano de Asia el primer domingo de Adviento de 1998 y dominando Rusia poco después.  Un comentarista español de profecías, uno de tantos, su nombre no importa, osaba augurar en 1963 lo siguiente: para 1965-80 la III Guerra Mundial, la caída de la Unión Soviética y la restauración de la monarquía en Francia; luego, hasta quizá el año 2000, un período de paz; y finalmente otra gran guerra desatada por el Anticristo, la conversión de los judíos al cristianismo y la destrucción de Roma.
            René Guenón, que se muestra contrario a esta clase de predicciones, considera su proliferación como algo sintomático: “Los signos de los tiempos, según la expresión evangélica, son los signos precursores del fin de un mundo, o de un ciclo, concepto que sólo sin restricciones ni especificaciones de ninguna clase podría interpretarse como el Fin del Mundo por aquellos que no ven más allá de los límites de su propio ciclo, lo cual supone un error de perspectiva que puede ser disculpable, pero que no por ello deja de tener desagradables consecuencias... En verdad, puede haber un gran número de fines del mundo, porque existen ciclos de muy diversa duración, que hasta cierto punto están contenidos unos en otros, pudiéndose siempre aplicar analógicamente la misma noción a todos los grados y niveles. Sin embargo, resulta evidente que su respectiva importancia es harto desigual, debiendo reconocerse en particular que aquella ahora contemplada tiene indudablemente un alcance mayor que muchas otras, por tratarse del fin de un Manvantara completo, es decir, de la existencia temporal de lo que con toda propiedad puede llamarse una humanidad, lo cual, repitámoslo, no significa el fin del propio mundo terráqueo, pues en virtud del enderezamiento que se opera en el último momento, se convertirá acto seguido en el comienzo de un nuevo Manvantara... Sabemos, por todos los datos tradicionales, que desde hace ya mucho tiempo estamos en el Kali Yuga, el tiempo oscuro del Manvantara. Podemos decir, sin ningún peligro de error, que estamos incluso en una fase avanzada de dicho yuga, fase cuyas descripciones dadas en los Puranas responden además, de manera muy patente, a las características de la época actual. Pero, ¿no sería imprudente querer precisar más y, por añadidura, no conduciría inevitablemente a esas especies de predicciones que, no sin motivos graves, tantos obstáculos han encontrado en la doctrina tradicional?”
            El esquema histórico bíblico, valga poco o mucho, posee la virtud tradicional de ser tanto retrospectivo como prospectivo.  El esquema decimonónico carece de esta doble vertiente.  El esquema marxista, siendo igualmente antitradicional, pretende no obstante ser capaz de pronosticar, prueba indudable de la influencia ejercida por la Biblia en la mente de Marx.  Pero el conjunto de sus pronósticos tiene un valor más bien despreciable.  El mismo Marx se equivocó al afirmar que en Rusia, por sus condiciones de atraso económico, era imposible que estallara la revolución proletaria socialista.  Marx preveía que Alemania e Inglaterra serían las naciones donde ocurriría tal cosa.
Sólo queda ilustrar brevemente algunos aspectos pretéritos de la cronología bíblica. Ya vimos que el calendario judío comienza en el otoño.  René Guenón dice: “Punto de partida que puede llamarse normal, como directamente adecuado a la tradición primordial, es el solsticio de invierno. El hecho de empezar el año en uno de los equinoccios indica el vínculo con una tradición secundaria, como podría ser la tradición atlante. Esta última, por otro lado, al ubicarse en una región que corresponde al atardecer en el ciclo humano, ha de considerarse que pertenece a una de las últimas divisiones del ciclo de la humanidad terrena actual, así pues, relativamente reciente; y de hecho, sin que pretendamos aportar precisiones difícilmente justificables, cabe decir que pertenece a la segunda mitad del presente Manvantara. Además, como el otoño del año corresponde a la tarde del día, puede verse una alusión directa al mundo atlante en lo que indica la tradición hebraica, cuyo nombre señala origen occidental, de que el mundo fue creado en el equinoccio de otoño, primer día de Tischri según una determinada transposición de las letras de la palabra Bereschit; y quizá sea también esa la razón más inmediata, habiendo en todo caso otras más profundas, de la enunciación de Ereb, la tarde, antes de Boker, la mañana, en el relato de los días del Génesis. Esto podría confirmarse por el hecho de que el significado literal del nombre de Adam es rojo y de que se atribuya la tradición atlante a la llamada raza roja; y parece asimismo que el diluvio bíblico corresponde al cataclismo en que desapareció la Atlántida, por lo cual no debería identificarse con el diluvio de Satiavrata que, según la tradición hindú, surgida directamente de la tradición primordial, precedió inmediatamente al comienzo de nuestro Manvantara... Pensamos que la duración de la tradición atlante debió de ser igual a un año grande, entendido como semiperíodo precesional. En cuanto al cataclismo que le puso fin, ciertos datos concordantes parecen indicar que ocurrió 7.200 años antes del año 720 del Kali Yuga, año que sirve como punto de partida de una era conocida, pero cuyo origen y significado parecen no conocer ya quienes hoy todavía la emplean”.  Si Guenón se refiere a la era judía que parte del 3761 antes de JC, el comienzo del Kali Yuga se situaría en el 4481 y el hundimiento de la Atlántida en el 10960.

El Esquema Védico

            La tradición hindú se denomina védica por basarse en los Vedas [30], cuatro colecciones de himnos y poesías de presunta inspiración divina que reciben los nombres de Rig Veda, Sama Veda, Yajur Veda y Atarva Veda, los cuales vienen acompañados por diversos comentarios de los brahmanes.  Esta tradición se distingue de la judeo-cristiana en que otorga al hombre una antigüedad de numerosos milenios, admite la existencia de humanidades sucesivas diferentes y habla de períodos cósmicos mucho más amplios, abarcando millones y millones de años.  El esquema védico, a diferencia del bíblico, es compatible con los datos científicos modernos, aunque en realidad no necesita el apoyo de éstos para ser válido.  Puede servir de explicación para el bíblico, pero no a la inversa, lo cual prueba que es más completo y más coherente.
            La tradición védica, corroborada por diversas leyendas griegas y romanas, divide la Historia en cuatro edades:
-  Edad de Oro, en sánscrito Satia Yuga o Krita Yuga
-  Edad de Plata, en sánscrito Treta Yuga
-  Edad de Bronce, en sánscrito Dvapara Yuga
-  Edad de Hierro, en sánscrito Tisia Yuga o Kali Yuga
            Estos cuatro yugas forman el yuga grande o Mahayuga.  Pero ha podido haber mahayugas anteriores y pueden seguir otros en el futuro.  Nuestro mahayuga corresponde a la humanidad actual, a la especie que ha dominado la Tierra desde hace muchos milenios, de la cual se han encontrado diversos tipos fósiles: hombres de Cromañón, Combe-Capelle, Grimaldi, Chancelade, Asselar, etc.  Esta especie engloba todas las razas humanas actuales.  Algunos autores pretenden llamarla sapiens, nombre que se presta a la confusión y que, de hecho, ha generado numerosas controversias.
            El modelo del Mahayuga va de acuerdo con la tetraktis pitagórica en sentido decreciente:  4 + 3 + 2 + 1 = 10.  Mircea Eliade transcribe la duración convencional, la aceptada por lo común, cuyos años serían simbólicos.  Las dos conversiones que gozan de mayor crédito, realizadas respectivamente por Wilkins y por Guenón, muestran una disparidad muy grande:

EDADES
Duración convencional según Eliade
Conversión realizada por Wilkins
Conversión realizada por Guenón
Krita o Satia Yuga
Treta Yuga
Dvapara Yuga
Kali Yuga
4.800
3.600
2.400
1.200
1.728.000
1.296.000
864.000
432.000
25.920
19.440
12.960
6.480
Suma de años
12.000
4.320.000
64.800


            La conversión de Wilkins, a quien siguen Paul Gibier y Miguel Serrano, se basa en la frase un año de los mortales es igual a un día de los dioses”.  Wilkins reconoce que el Maha-Bharata no dice que esos años sean divinos, pero procede a multiplicar por 360.  Parte de una conjetura, a la que añade el error de un cálculo mal hecho.  Ya sabemos que estaban equivocados los asiriólogos que afirmaban que el período sar de 3.600 años había sido inventado sobre la base de un año defectuoso de 360 días.  Wilkins obtiene unas cifras válidas, pero de un orden diferente al que se imagina, pues en realidad ha multiplicado por los grados de la circunferencia.  Recordemos que, según Beroso, los diez monarcas antediluvianos habían reinado 432.000 años.  René Guenón dice: Lo que debe retenerse de todas estas cifras, de modo general, es solamente el número 4320, y no los ceros más o menos numerosos de que vaya seguido, que incluso pueden estar destinados sobre todo a despistar”.  Pero algún asiriólogo podrá objetar que se ha traducido una antigua lista cuneiforme, redactada en sumerio, la cual da una cifra diferente: 456.000 años.
            René Guenón fija la amplitud de los yugas con relación al ciclo precesional en 1 para el primero, 0’75 para el segundo, 0’5 para el tercero y 0’25 para el cuarto, sumando el mahayuga 2’5 precesiones o 64.800 años, a lo cual dedica el siguiente comentario: “Se reconocerá que estas cifras se mantienen dentro de unos límites perfectamente verosímiles, pudiendo corresponder muy bien a la antigüedad real de la presente humanidad terrenal”.  Dándolo teóricamente por bueno, si descontamos los 2.050 años que puede durar la era cristiana hasta el fin de este ciclo, el origen de la presente humanidad se fecharía hacia el 62.750 antes de JC, lo cual es ciertamente verosímil.  En el Avesta se conserva un lejano recuerdo de la llegada del frío.  Guenón cree que Xisutros, el Noé de Beroso, equivale al Manú Vaivasvata, cabeza de la humanidad actual.





[1]  Ciriaco Pérez-Bustamante: Compendio de Historia Universal, edición revisada de 1967.
[2]  En cualquier caso, la reversibilidad del tiempo ha sido negada por René Guenón en 1923, en su obra El Error Espiritista.
[3]  Leche: en griego gala-galactos y en latín lac-lactis.
[4]  Se le llamó así porque pretendía haber viajado hasta la India, si bien no parece que navegara más allá de Eritrea.
[5]  Véanse las novelas de Dickens, auténticos escritos de denuncia. El propio Dickens, cuyo padre había sido encarcelado, tuvo que emplearse en 1824, con doce años de edad, en una fábrica de betún para los zapatos, donde trabajaba diez horas diarias. Había niños que vivían peor, pues trabajaban en las minas y morían jóvenes.
[6]  Richard Hennig: El Paraíso, el Diluvio, la Torre de Babel, la Destrucción de Sodoma, la Caída de Faetón, las Amazonas, la Estrella de los Reyes Magos, el Preste Juan y otros Temas Legendarios, recopilación de ensayos, Berlín, 1950.
[7]  Bernardo Stade, profesor de la universidad de Giessen, invoca sobre el asunto el capítulo XXXIV del Exodo y el XVI del Deuteronomio.  Véase su Historia del Pueblo de Israel, obra incluida en la Historia Universal de Oncken, edición española de Montaner y Simón, 1890.
[8]  En la noche de Walpurgis del año 1945 desapareció Hitler.
[9]  Hemos retrocedido desde el año 138, no desde el 139, a fin de ajustar mejor el cálculo.
[10]  Michael Prawdin y Lev Gumilev prefieren la fecha 1162, sacada de la historia oficial Yuan.  René Grousset se inclina por 1155, como se desprende de la historia del sabio visir Rachidino; éste dice que Gengis Khan murió con setenta y dos años en 1227, pero yerra al establecer la equivalencia del año del Cerdo de 1155 con el 547 de la Héjira, que en realidad corresponde a 1153.
[11]  Oidor de la Real Audiencia de Lima.
[12]  Salvo un Ming que reinó dos veces separadas en el tiempo.
[13]  Nemrod es indudablemente el héroe sumerio Gilgamés, leído en acadio semítico Namrasit.
[14]  No obstante, debemos recordar que el egiptólogo herético André Pochan situaba la XII dinastía entre los años 3320 y 3160.
[15]  Quizá no las doce tribus de Israel, sino sólo la tribu de Leví y alguna otra. Pero esto es imposible saberlo.
[16]  No perdemos de vista que hubo dos Burna-Buriasch, y que el segundo fue contemporáneo de Asur-ubalit, pero también pudo serlo de Puzur-Asur; porque entre Asur-ubalit y Puzur-Asur sólo hay otro rey asirio.
[17]  Por ejemplo, John Deyme de Villedieu dice que fue hacia 1240, y aunque sólo se trata de un divulgador aficionado, recogemos su opinión a beneficio de inventario.
[18]  La entronización de Ramsés III se fecha por Drioton en 1190, por Cerny en 1182 y por Rowton en 1170.
[19]  Zacarías García Villada: Metodología y Crítica Históricas, Barcelona, 1921.
[20]  Podría tratarse de dos manos y dos pies. Sin embargo, sospechamos que se trata de cuatro manos, y la mención que hacemos aquí de los cuadrumanos es absolutamente intencionada.
[21]  Nigel Davies: Los Antiguos Reinos de Méjico, 1982.
[22]  Obispo de Lyon que fue martirizado hacia el año 202.  Procedía de Asia Menor.  Era discípulo de San Policarpo, discípulo a su vez de San Juan.
[23]  Versión griega hecha en Alejandría por orden de Ptolomeo II.
[24]  Identificable con el titán Japeto de la Mitología.
[25]  El abate Moreux dice que Kemi, nombre autóctono de Egipto, puede derivar de Cam; y su hijo Misraím, leído Misor si le quitamos la terminación dual, quizá recuerde a Osiris.  Por supuesto, la fecha 2200 es absolutamente inadmisible.
[26]  El texto bíblico cita además los nombres de dos reyes contemporáneos de Abraham cuya existencia ha sido comprobada por el asiriólogo Fritz Hommel: Ariok de Larsa (Rim-Sin) y Amrafel de Babilonia (Sin-Mubalit, padre de Hammurabi).
[27]  Esto viene a coincidir cronológicamente con la dominación de Egipto por los hiksos o reyes pastores.
[28]  Esta fecha pertenece al gobierno de la XVIII dinastía, fundada por Amosis, el vencedor de los hiksos.  Por mucho que se fuerce la cronología bíblica, es imposible situar el Exodo bajo Ramsés II o bajo su hijo Meneptao, de la XIX dinastía, como pretenden algunos historiadores.
[29]  Lo más probable es que Kaptor deba leerse Capadocia, sin confundirla con Keftiú o Creta.
[30]  Veda tiene la misma raíz que Edda y Oda, como el verbo latino video.