domingo, 27 de marzo de 2016

Zona Euro y zona Eros. Fernando Sánchez Dragó.

Se desesperan los multiculturalistas ante la paradoja de que algunos de sus retoños, amamantados con la leche desnatada del estado de bienestar, se alisten en el IS, renuncien al botellón y empuñen metralletas. Hay, a mi juicio, dos factores hormonales que explican tal despropósito.

De uno de ellos -el de la testosterona de los jóvenes de sexo masculino que sienten la necesidad de la lucha cuerpo a cuerpo y añoran la nostalgia de la épica que sus mayores les han arrebatado ya hablé en una columna anterior. "Papá -me dijo el jueves mi hijo Akela, que tiene tres años- quiero una pistola". Me quedé de piedra. Nunca había utilizado él esa palabra. Del otro factor el peso de los estrógenos en las chicas seducidas por el yihadismo hablaba el otro díaAnna Grau en El Español. "Es la demografía, estúpidos", decía. "Imposible no palmar ante una gente que ya no es que no les dé menos pereza que a nosotros tener hijos. Es que les da menos miedo y les hace más ilusión follar.

Del lado de acá todo es sexo onlineado o de piscifactoría, que diría Umbral. Del lado de allá pervive una cándida lujuria todavía no desnaturalizada por el uso incongruente del alcohol, las drogas, la música y hasta la ropa interior. La civilización occidental (...) está cayendo en picado no ante el Estado Islámico, sino ante el Erótico. El problema no es dejarlos a ellos fuera de la Zona Euro. Es cómo volver a meternos nosotros dentro de la Zona Eros". Lo que viene a sostener la columnista es que las mujeres citadas corren a impulsos de la libido y el mandato biológico de la maternidad hacia los musculosos brazos y el contundente esperma de quienes creen que las van a follar más y mejor.

Coincide eso con las tesis esbozadas por Pierre Mylestin en un artículo de Boulevard Voltaire. "¿Vuelve el macho?", se preguntaba a raíz del aluvión de ferocidad que poco antes había originado centenares de violaciones en el cogollo de esa Europa que según la mitología se hizo poseer por Zeus transformado en toro. Siniestro cul de sac: mujeres forzadas a mayor gloria del multiculturalismo y varones incapaces de defenderlas para no ser tildados de xenófobos. La socialdemocracia transforma a sus hijos en cabestros y luego abre los toriles para que entren los sementales. ¡Menos mal que lo ha escrito una mujer! Si lo digo yo me empluman.




elmundo.es

Marx, ese desconocido. Julien D´Arleville (Mauricio Carlavilla).

Hay muchas biografías de Carlos Marx, el fundador del Comunismo. Pero problamente ninguna llega como ésta a desentrañar la verdadera personalidad de esta figura central de nuestra época. Porque si poco, en realidad, se conoce su doctrina, a pesar de su actual aceptación e influencia , incluso en la intelectualidad mundial, menos se sabe sobre su vida. El autor de esta biografía no deja de comentar en el capítulo <<Marx, ese desconocido filósofo>> lo esencial de la doctrina marxista, pero se ocupa especialmente de la persona de Marx: de su ascendencia rabínica, de su conducta como hijo, como padre... Muchos enigmas se aclaran y con ello adquiere todavía mayor dimensión el secreto de la influencia extraordinaria de la doctrina marxista, impuesta hoy, al cabo de un siglo de su publicación, en naciones que suman mil millones de habitantes, y que se proyecta, amenazante, con increíble poder de sugestión, sobre todos los rincones del planeta.

"Esta biografía esta escrita en 1972".

sábado, 26 de marzo de 2016

El juicio a Cristo. Pedro Fernández Barbadillo.

En estos días, los cristianos recuerdan en la liturgia y en las lecturas evangélicas la Pasión de Cristo. Ésta comienza con la detención de Jesucristo por los criados del sumo sacerdote y la guardia del Templo. El siguiente paso es el juicio realizado por el Sanedrín, en el que sus miembros condenan a Jesucristo a muerte. Aunque el juicio se recubrió de apariencia legal, la sentencia ya estaba dictada de antemano, para lo cual el sumo sacerdote, Caifás, y sus acólitos no dudaron en vulnerar las leyes y los precedentes judíos.


Los hermanos Agustín y Joseph Lémann, judíos franceses que se convirtieron al catolicismo y se ordenaron sacerdotes, escribieron un libro,La asamblea que condenó a Jesucristo, en el que encuentran hasta veintisiete ilegalidades. Las fuentes documentales principales que usan son los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, los escritos del historiador Flavio Josefo –procedente de una familia de sacerdotes–, el Talmud y la Mishná.

El Sanedrín era el tribunal supremo de los judíos y lo formaban setenta y un miembros repartidos en tres cámaras: la de los sacerdotes –la más importante–, la de los escribas y la de los ancianos. El sumo sacerdote en esos años era, como ha quedado dicho, Caifás, y fue él quien presidió las deliberaciones contra Jesús. Su suegro, Anás, había desempeñado el mismo cargo, y aunque lo había dejado hacía tiempo seguía siendo consultado por su autoridad; sus hijos (Eleazar, Jonatás, Teófilo, Ananías y Matías) eran también sacerdotes y miembros del Sanedrín.

El procedimiento para una condena

Entre las normas que regulaban el Sanedrín como tribunal penal estaban las siguientes:
No podía juzgar ni reunirse en sábado ni en día de fiesta; tampoco lo podía hacer en la víspera de un sábado o de un día de fiesta.
No podía instruir un asunto capital durante la noche, ni comenzar la sesión antes del sacrificio matutino y continuarla después del sacrificio vespertino.
Los testigos debían ser dos, como mínimo. Declaraban por separado y en presencia del acusado. Se les tomaba juramento, y sus declaraciones debían ser coincidentes en todo; de lo contrario, sus testimonios se anularían. Por ejemplo, si se acusaba a alguien de idolatría, delito gravísimo, y un testigo decía que el reo adoraba al Sol y otro a la Luna, la acusación se anulaba.
Si se debatía una sentencia de muerte, ésta sólo podía dictarse al día siguiente del juicio. Además, los jueces tenían que reunirse por parejas para volver a analizar la causa; a fin de garantizar su ecuanimidad, la ley les prohibía beber vino y darse comilonas. Cuando llegaba la votación, un escriba anotaba apuntaba las absoluciones y otro las condenas.
Para aprobar la pena capital, los votos favorables tenían que superar en dos a los absolutorios. Y la condena había de pronunciarse en la llamada sala Gazit o de sillería, una de las dependencias del Templo.

Caifás, juez y fiscal

De acuerdo con los Evangelios, el Sanedrín dedicó al juicio de Cristo dos sesiones. La primera comenzó de noche, después del sacrificio vespertino y el primer día de ázimos, víspera de la Pascua. Ya hemos enunciado tres infracciones. A partir de aquí se acumularon.

ntre los jueces. Los miembros del Sanedrín permitieron que un guardia abofetease al acusado. Los guardias del Templo presentaron a individuos del populacho como testigos de cargo, y muchos de ellos se contradijeron en sus testimonios; dos llegaron a declarar juntos. Todo esto contravenía las normas. Sólo por las contradicciones entre los testigos, el Hijo de Dios debió haber sido absuelto.

Ante el silencio de Cristo, Caifás trató de hacerle hablar: "Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías". A los testigos se les debía hacer jurar para que dijesen la verdad, pero no a los acusados, porque se les ponía en la alternativa de perjurar o acusarse a sí mismos. Una nueva ilegalidad.

Cuando Cristo respondió "Soy yo", Caifás se rasgó sus vestiduras, vulnerando así no sólo los códigos de conducta sino el mandato que le prohibía romperlas porque representaban el sacerdocio. Calificó él mismo el delito ("¡Blasfemó!"), detuvo el juicio ("¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?") y pidió la opinión de los demás jueces ("¿Qué os parece?").

Los miembros del Sanedrín dictaron la sentencia de muerte sin deliberación, en el acto, sin aguardar al día siguiente, y de manera tumultuaria. Tampoco aparecieron los dos escribas que anotaban los votos.

La sede del tribunal, una casa particular

Al día siguiente, el Sanedrín se reunió para debatir cómo presentar al pueblo judío la condena a muerte de Jesús, totalmente nula por la cantidad de irregularidades cometidas. La reunión comenzó al amanecer, antes del sacrifico matutino, y el día de la gran fiesta de Pascua: dos vulneraciones más.

De nuevo se interrogó a Jesús, que reconoció ser Hijo de Dios, y por segunda vez se produjo una votación en masa, no individual, y sin guardar los plazos exigidos.

La última de las irregularidades se cometió al principio del juicio: la sentencia de muerte se dictó en la casa de Caifás (el evangelista Juan dice que primero llevaron a Jesús a la casa de Anás, pero que luego le trasladaron a la de su yerno), cuando sólo podía haberse pronunciado en la sala de sillería.

Y así aparece escrito en el Evangelio de San Juan: "Llevaron a Jesús desde casa de Caifás hasta el pretorio de Pilatos".

De esta manera, Cristo pasó de las manos del Sanedrín a las de Roma, porque ésta había arrebatado a las autoridades judías el derecho de dar muerte a condenados (ius gladii). Los ejecutores de la condena tenían que ser los romanos. Y para persuadir a Poncio Pilatos, que no encontró culpa en Jesús, los sacerdotes montaron por medio de sus criados un motín para forzarle a crucificar al Mesías.

Los hermanos Lemánn se preguntan al final de su libro:

¿Quién es Éste contra quien el Sanedrín violó toda justicia?

sábado, 12 de marzo de 2016

Batallas cruciales de la Segunda Guerra Mundial. Siegfried Westphal.

Batallas Cruciales de la Segunda Guerra Mundial es el estudio y la historia de seis batallas decisivas de una nación que llegó en pocos años a las más altas cumbres de las victorias militares oara caer luego en la mayor derrota de la historia, escrito por los generales que estuvieron directamente relacionados con el planteamiento de esas grandes operaciones.

La Batalla de Inglaterra por el General del Ejército del Aire Werner Kreipe, uno de los principales oficiales tácticos del Estado Mayor del Aire Alemán.

La Batalla de Moscú por el General Günther Blumentritt, Jefe de Estado Mayor del Mariscal de Campo von Rundstedt, Comandante en Jefe del Grupo Sur del Ejército alemán en Rusia.

La Batalla del Alamein por el Teniente General Fritz Bayerlein; una gráfica descripción del que participó en la misma como Jefe de Estado Mayor del Mariscal de Campo Rommel.

La Batalla de Normandía por el el Teniente General Bodo Zimmerman, que a la sazó era el principal oficial de las operaciones en el frente occidental.

La Batalla de Stalingrado por el Coronel General Kurt Zeitzler, Jefe del Estado Mayor alemán desde septiembre de 1942 a julio de 1944.

La Batalla de las Ardenas por el General von Manteuffel, Comandante del 5º Ejército Panzer.

El Teniente General Siegfried Westphal, Jefe de Estado Mayor del Comandante en Jefe del Frente occidental, ha escrito un comentario que relaciona las varias fases y define el panorama de cada batalla.


sábado, 5 de marzo de 2016

Historias de las reinas de España: la Casa de Borbón. Carlos Fisas.

María Gabriela de Saboya: amada por su loco esposo. Isabel de Farnesio: ambiciosa y de mal genio. Luisa Isabel de Orleans: alocada, maleducada y efímera reina. Bárbara de Braganza: obesa, fea y melancólica. María Amalia de Sajonia: la buena esposa de un buen rey. María Luisa de Parma: ¿amante de Godoy? Princesa María Antonia de Nápoles: odiada por su suegra, no llegó a reinar. Isabel de Braganza: fea, pobre y portuguesa, ¡chúpate esa! María Josefa Amalia de Sajonia: el Papa la tuvo que convencer de que hacer el amor con su marido no era pecado. María Cristina de Borbón; viuda de un rey y esposa de un guardia. Isabel II: buena, simpática, sensual, popular… y destronada. María Victoria del Pozzo de la Cisterna: democrática, buena y fugaz reina. Mercedes de Orleans: o ¿dónde vas Alfonso XII? María Cristina de Habsburgo Lorena: la discreta regente. Victoria Eugenia de Battenberg: la reina de la hemofilia. Sofía de Grecia: culta, simpática y popular.

Historias de las reina de España: la Casa de Austria. Carlos Fisas.

Una semblanza de las grandes desconocidas de nuestra historia, las mujeres que compartieron el trono de España.

Juana la Loca: la reina que enloqueció de celos. Isabel de Portugal: la mas bella de las reinas. María de Portugal: la princesa que no llegó a reinar. María Tudor: o cómo Inglaterra y España hubieran podido llegar a ser un solo Estado. Isabel de Valois: ¿estuvo el príncipe don Carlos enamorado de su madrastra? Ana de Austria: modesta y virtuosa. Margarita de Austria: o la casualidad como razón para un matrimonio. Isabel de Borbón: madre de un capador de gatos y supuesta musa del conde de Villamediana. Mariana de Austria: más matrimonios consanguíneos o la decadencia de una familia. María Luisa de Orleans: la fea esposa de un rey degenerado: Mariana de Neoburgo: la ambición. 

Más el protocolo de las comidas de palacio y numerosas curiosidades de la época.

Un samurái de Occidente.



ALAIN DE BENOIST


No podemos abordar Un samurái de Occidente como se abordan otros libros. Cuando se lee esta frase: «Sólo la muerte súbita carece de sentido. Buscada, tiene el sentido que se la da, incluso cuando carece de utilidad práctica», o también: «Es aquí y ahora donde se juega nuestro destino. Y este último segundo tiene tanta importancia como el resto de una vida. Es por ello que hace falta ser uno mismo hasta ese último instante, sobre todo en el último instante. Es decidiendo uno mismo, queriendo verdaderamente su destino, como se vence a la nada». Leyendo esto, es difícil que no te tiemblen las manos.

La nobleza del alma

Dominique Venner acabó de escribir este libro “el solsticio de invierno” de 2012. Sabía en aquel momento, y desde hacía tiempo, que se daría muerte. Se mató en París el 21 de mayo de 2013, sabemos dónde y de qué manera. Su último libro, aparecido algunas semanas más tarde es, así pues, un testamento. Esa muerte voluntaria, de la que François Bousquet pudo escribir, “largamente meditada, minuciosamente preparada y serenamente realizada”; “lleva en sí la nobleza espiritual que acompaña acompañó todas las etapas de su vida”, es la misma, evidentemente, que ilumina y da sentido a todo su libro.

Un libro que señala la aurora

Un samurái de Occidente es un libro simple, en el mejor sentido de ese término, un libro que muestra una “línea clara”, que podría también llamarse auroral, porque hace aparecer verdades. La verdad, a fin de cuentas, siempre es muy sencilla. Las complicaciones no comienzan sino cuando es necesario argumentar. Dominique Venner no era un intelectual, ni hablando correctamente, un teórico (a su vez por buenas y malas razones, no tenía una gran simpatía hacia los intelectuales). No por ello su ensayo deja de ir al fondo de las cosas – la misma cosa, es decir, a lo esencial. Comprendemos por qué, cuando leemos, en la pluma de este admirador incondicional de los poemas homéricos, acerca de “esos poemas sagrados que nos cuentan lo que éramos en nuestra aurora, parecidos a nadie más”, que “Homero muestra pero no explica, no conceptualiza”. Tal es la vía tomada por Venner. Para exponer y hacer comprender su concepto del mundo, lo muestra también él. Conduce la mirada, y a través de ésta al espíritu, hacia aquello que muestra la verdad de la historia, el hombre y el mundo.

La relación con la naturaleza y los modelos éticos
La obra, acabamos de decirlo, quiere ser la exposición de un concepto del mundo. Un concepto estructurado.

Venner dice que “el primer principio del estoicismo es la coherencia” (siendo el segundo “la indiferencia a las cosas indiferentes”). Su visión del mundo también es perfectamente coherente. Privilegia también dos ejes: la relación con la naturaleza y los modelos éticos que permiten al hombre dar lo mejor de sí mismo.

Lo esencial del libro, que recupera los temas de muchos textos publicados estos últimos años, reuniéndolos de tal manera que logran precisamente aparentar coherencia, está consagrado a esos dos temas.

Y ante todo a la belleza de la Naturaleza, esa Naturaleza de la que Heráclito decía que “le gusta esconderse”, que fue por largo tiempo desacralizada y constituye, sin embargo, siempre un recurso. «Rompiendo absolutamente con la sabiduría antigua, escribe Venner, la razón de los modernos, cristianos o ateos, ha buscado acabar con el encanto de la Naturaleza tanto como con la percepción de los límites necesarios y con el sentimiento trágico de la vida cultivado desde Homero». Explica cómo regresar al mismo de una manera que no deja de evocar el “recurso al bosque” de que hablaba Jünger en su Tratado del rebelde.

¿Compostura? «Significa ser uno mismo su propia norma por fidelidad a una norma superior. Mantenerse firme frente a la nada. Vigilar el no curarse nunca uno de su juventud. Preferir echarse el mundo a la espalda a tirarse al suelo». Venner revisa algunos de los “maestros de la compostura” que le son familiares: los héroes homéricos, a lo que consagra algunas de sus mejores páginas, los antiguos romanos, cuya vida se organiza en torno a la gravitas, la virtus y la dignitas, los estoicos que “hicieron del suicidio el acto filosófico por excelencia, un privilegio negado a los dioses”, finalmente, los samuráis.

La portada del libro reproduce el célebre grabado de Durero, El Caballero, la Muerte y el Diablo (1513). «El solitario caballero de Durero, la sonrisa irónica en los labios, continua cabalgando, indiferente y calmado. Al Diablo no le concede ni una mirada». Dominique Venner se sentía, evidentemente, hermano de aquel gran insumiso que ha cruzado el tiempo y aún nos habla. Sin embargo, él, que pensaba que las grandes civilizaciones constituyen “planetas diferentes”, no duda en presentarse también como un “samurái de Occidente”, un adepto a los principios del Bushido. Uno de los capítulos del libro propone por lo demás un “desvío por el Japón, ejemplo de alteridad total respecto a Europa”.

“Existir es combatir aquello que me niega”

«Existir es combatir aquello que me niega», dice también Dominique Venner. De la invasión programada de nuestras ciudades a la negación voluntaria de la memoria europea, a lo largo de las páginas, no cesa efectivamente de rebelarse contra aquello que le niega. Discute la “metafísica de lo ilimitado”, es decir, esa desmesura (hybris) con la que el hombre toma al abordaje al mundo, confundiendo lo “más” con lo “mejor”. «Si los europeos han podido aceptar durante largo tiempo lo impensable, es porque han sido destruidos internamente por una muy vieja cultura de la falta y la sumisión», escribe también, proponiendo oponer a esa cultura una ética del honor. «Deseo que en el futuro, en el campanario de mi pueblo, como en el de nuestras catedrales, continúe escuchándose el sonido tranquilizador de las campanas. Pero deseo aún más que cambien las invocaciones escuchadas debajo de sus bóvedas. Deseo que cese de implorarse el perdón y la piedad para llamar al vigor, la dignidad y la energía».

"La tradición es lo que no pasa y siempre regresa"
Dominique Venner reivindicaba la tradición, término al que daba un sentido que no es el más habitual. «La tradición es la fuente de las energías fundacionales. Es el origen y el origen precede al comienzo […] La tradición no es el pasado, sino por el contrario, aquello que no pasa y regresa siempre bajo formas diferentes». Es encarnando a la tradición como Antígona se alza frente a Creonte, en nombre de una legitimidad inmemorial opuesta a la legalidad del desorden establecido. «El insumiso está relacionado íntimamente con la legitimidad. Se define contra aquello que percibe como ilegítimo».

Tal es también la razón por la que Venner rechaza toda fatalidad histórica. Aquellos que lo han conocido saben hasta qué punto era ajeno a los pensamientos negativos, las críticas personales y los chismes. Era igualmente ajeno a los profetas de la desgracia que anuncian la ineludible decadencia. Si se dirige a una Europa “adormilada”, es con la certeza de que se despertará. Martin Heidegger ha escrito que el hombre es inagotable, en el sentido de que siempre guarda más de lo que muestra: “Siempre tiene la disposición de ser”. Venner dice simplemente: «La historia es el dominio de lo desconocido». Así, con su gesto romano, quiso dar un mensaje de protesta («Confieso mi asco ante la impostura satisfecha de los poderosos e impotentes señores de nuestra decadencia»), pero también de fundación, es decir a la vez de voluntad y esperanza –“esperanza argumentada y razonada”, como ha escrito Bruno de Cessole.

“La naturaleza como pedestal, la excelencia como objetivo, la belleza por horizonte”
Este “breviario” no es un catecismo ni un libro de fórmulas (incluso si el autor transmite algunos consejos “para existir y transmitir”). Es más bien una brújula. Y también una mano tendida para llevarnos hasta las cimas, allá donde el aíre es más vivo, donde las formas se hacen más claras, donde se abren los panoramas y aparecen las apuestas. Es una invitación a convertirse en lo que uno es. Es de nuevo desde la obra de Homero –que para los antiguos era “el comienzo, el medio y el final”–, desde donde Dominique Venner hace surgir esta tríada que resuena como una consigna: «La naturaleza como pedestal, la excelencia como objetivo, la belleza por horizonte».

Llegado a la historia a través de la observación crítica del presente, convertido en “historiador contemplativo” después de haber sido combatiente, ese hombre “que ofrecía una curiosa mezcla de acero templado y terciopelo, frialdad e incandescencia, rigidez y elegancia” (de nuevo François Bousquet) se ha convertido con su muerte en un personaje de la historia de Francia –un “hombre ilustre” en el sentido de Plutarco. El historiador es, a partir de ahora, parte de la historia.

¡LEED SU TESTAMENTO!