domingo, 25 de septiembre de 2016

Gladnick. Diccionario Aquilonia.


Gladnick

            Apellido norteamericano.

Datos del Apellido

            Es oriundo de Ucrania, con antepasados judíos khazares, introducido en los Estados Unidos a principios del siglo XX.
            El apellido Gladnick no existe en España, según datos del INE para el año 2010.

Robert Gladnick

            Nacido en el imperio ruso en 1914 y nacionalizado americano, se alistó voluntario en el batallón Abraham Lincoln para combatir en España en 1936.  Arribó a Barcelona en el buque Normandía en enero de 1937 y desfiló con sus compañeros por la Ciudad Condal.  Participó en la batalla del Jarama.  Más tarde estuvo en el frente de Aragón.  Volvió a los Estados Unidos en 1938, a bordo del trasatlántico Presidente Harding.  Evolucionó de procomunista a anticomunista y trabajó para el sindicato de la hostelería.  Escribió unas memorias sobre su experiencia bélica en España.


          El 16 de febrero de 1937, durante la batalla del Jarama, dos camiones del convoy que trasladaba al batallón Abraham Lincoln, en ruta de Chinchón a Morata de Tajuña, se desviaron al anochecer en un cruce, por despiste de sus chóferes, y entraron en la carretera de Vaciamadrid, un trozo de la cual estaba entonces dominado por los escuadrones del regimiento de caballería Farnesio de Valladolid y fuerzas de Regulares Indígenas.  No tardaron en ser detenidos por el fuego que se les hizo desde las alturas.  Los americanos, en número de 20 a 40, bajaron de los vehículos con sus armas y murieron combatiendo.  En el cuartel general del sector, en Morata de Tajuña, se notó la falta de los dos camiones, pero no se pudo saber quiénes eran los hombres desaparecidos, por tratarse de gente recién llegada al acuartelamiento americano de Villanueva de la Jara, cuyos nombres no conocían sus compañeros, y por ir los archivos del batallón en uno de esos camiones.  Durante muchos años se ignoró en América qué había pasado con esos camiones y con sus ocupantes.  Cecil Eby, al escribir en 1969 la historia de los voluntarios americanos Between the Bullet and the Lie, sólo podía hacer suposiciones sobre el misterio.  Eby pensaba que los extraviados habían sido apresados y fusilados cerca de Titulcia.  Su libro se tradujo al español y se publicó en 1974 por Ediciones Acervo [1].  Al leer este libro, el capitán Santos Clemente, que en febrero de 1937 era sargento del regimiento Farnesio, comunicó al historiador americano que los desaparecidos habían muerto combatiendo en la carretera de Vaciamadrid.  Eby trasladó la noticia al dirigente sindical Robert Gladnick, veterano del batallón Lincoln; éste viajó a España y fue guiado por el capitán español al punto exacto donde había tenido lugar ese combate.  Es difícil saber cuántos americanos viajaban en los dos camiones.  Eby habla de unos 40 desaparecidos, mientras que el parte nacional de 17 de febrero de 1937 dice 17 muertos y 1 prisionero.  Sin embargo, según los recuerdos del capitán Clemente, parece que eran más de 18 y que todos murieron combatiendo.
            Robert Gladnick murió con noventa y nueve años en West Palm Beach, Estado de Florida, en 2013.




[1]  Editorial del falangista catalán José Antonio Lloréns Borrás.

sábado, 3 de septiembre de 2016

La mejor canción cosaca.


Música militar rumana. Drum bun Drum bun.


Canción Cosaca. Le noir corbeau


¿Cuál era el lugar de las mujeres en Al Andalus? Pedro Fernández Barbadillo.

El lector ingenuo de las novelas de Antonio Gala puede creer que la vida en Al Andalus era una delicia, incluso para las mujeres. Éstas componían música, escribían versos, tocaban instrumentos, cantaban, tenían unas hijas preciosas, vivían aventuras de amor con emires y disponían de esclavos (para el servicio en la casa y para el sexo escondido).

El profesor Rafael Sánchez Saus confiesa (Al-Andalus y la cruz) que tiene que desengañar a sus alumnas que quieren escribir un trabajo sobre el papel de la mujer en Al Andalus para contraponerlo "al estado de opresión en que necesariamente debía vivir sus contemporáneas cristianas".

Para comprender el papel de la mujer en la cultura islámica hay que tener en cuenta varios factores: el Corán establece su supeditación al hombre ("los hombres tienen [sobre sus esposas] una preeminencia"); el carácter tribal, con predominio patrilineal; y la pronta importancia adquirida por la esclavitud, debido a la expansión guerrera (y que se mantiene de hecho en varios países musulmanes desde Mauritania al golfo Pérsico).

Así, los clanes árabes eran reacios a casar a sus mujeres fuera de ellos y, además,optaban por encerrarlas, sobre todo a medida que su civilización se urbaniza. Según Sánchez Saus,


la generalización del velo y del enclaustramiento fueron la respuesta a los peligros que representaban para el honor femenino y del clan las condiciones de mayor contacto y proximidad imperantes en las sociedades urbanas. De ello se derivaba también la total eliminación de la mujer de la vida pública.

En consecuencia, a las mujeres se les va colocando en una situación legal de inferioridad: las hijas heredan la mitad que los hijos, el testimonio de una mujer en un juicio vale la mitad que el de un hombre musulmán y lo mismo que el de un cristiano o un judío.
El placer de las concubinas

Limitadas las mujeres legales a la procreación, la honra del clan y la educación de los hijos, ¿cuáles son las mujeres que entre la oligarquía gobernante de Al Andalus dan el tono social y son admiradas por los hombres? Las que no tienen honor que proteger; es decir, las esclavas, pero no cualquier tipo de concubina, sino una refinada (yawari). Ese refinamiento lo adquirían en academias a donde se les llevaba después de haber sido capturadas en aceifas y piraterías, entregadas como tributo exigido o compradas en Europa (Verdún era un centro de las rutas de las caravanas de esclavos); algunas de estas escuelas se hallaban en Al Andalus y otras en el Magreb. Una vez aprobado el adiestramiento, se las enviaba a los harenes. A ellas les escriben versos los poetas, los generales, los visires y los califas.

Las más hermosas y cultas podían convertirse en personalidades en Córdoba, Bagdad, Damasco o El Cairo y ser deseadas y elogiadas por los hombres más poderosos. Pero siempre eran esclavas y podían ser compradas y vendidas, como inversión, por aburrimiento o para satisfacer la lujuria de sus pretendientes. Si parían a un niño, recibían el título de umm walad (madre de un varón) y alcanzaban la libertad a la muerte de sus amos; otras eran emancipadas.

Aunque en algunas cortes europeas las amantes reales llegaran a tener un gran poder, éstas eran siempre mujeres libres, en muchas ocasiones con un título nobiliario y dueñas de un gran patrimonio.
La mujer ideal: rubia, blanca y esclava

El tipo de mujer que gustaba a los árabes (y a los musulmanes orientalizados) era blanca y rubia. Entre los Omeya abundaban los rubios, como el primer Abderramán, hijo de una esclava bereber cristiana llevada a Damasco, y, también el tercero, hijo de una vascona. Éste se teñía la barba rubia para aparentar ser más árabe.Mercado de esclavos.

Pero ni la mujer que reuniese las condiciones de ser rubicunda, melodiosa cantante y excelente amante tenía su vida segura. Claudio Sánchez Albornoz (De la Andalucía islámica a la de hoy) subraya que las mujeres de los harenescompetían entre sí por el favor del amo. Las concubinas de Abderramán III, a quien también le gustaban los mozalbetes, se compraban entre ellas el puesto para yacer con el califa, quien tenía tal mal humor que a las demasiado rebeldes o desobedientes las hacía desfigurar con fuego y hasta decapitar.

Y ésta era la descripción que hizo el filósofo andalusí Averroes de las mujeres musulmanas:


Nuestro estado social no deja de ver lo que de sí pueden dar las mujeres. Parecen destinadas exclusivamente a dar a luz y a amamantar a los hijos, y ese estado de servidumbre ha destruido en ellas la facultad de las grandes cosas. He aquí por qué no se ve entre nosotros mujer alguna dotada de virtudes morales: su vida transcurre como la de las plantas, al cuidado de sus propios maridos. De aquí proviene la miseria que devora nuestras ciudades, porque el número de mujeres es doble que el de hombres y no pueden procurarse lo necesario para vivir por medio del trabajo.
Las cristianas estaban libres del velo

Las mujeres mozárabes podían, por ejemplo, ir solas o en grupo a misa, lo que excitaba los celos de los varones musulmanes, que acusaban a los clérigos de seducirlas y violarlas; alguno incluso propuso que se obligase a los sacerdotes a casarse. Dos de ellas que participaron el movimiento martirial voluntario de Córdoba del siglo IX, Natalia y Liliosa, mostraron su condición de conversas del islam al cristianismo cuando "decidieron ir a la iglesia con el rostro destapado, al uso cristiano, sin temor ya a ser descubiertas, como en efecto sucedió" (Sánchez Saus). Ellas y sus maridos fueron ejecutados por apóstatas el 27 de julio de 852.

En contraste con Al Andalus, en España y el resto de la Europa cristiana la unión de la herencia romana, las costumbres germanas y la cosmología cristiana, que convierte a una joven en Madre de Dios y mediadora ante Él, hacen que las mujeres vayan ganando derechos y poder: heredan en igualdad que los hombres(norma que ya aparece en el Liber Iudiciorum, promulgado por el rey godo Recesvinto hacia 654); pueden gobernar sus casas, sus campos, sus conventos y sus empresas; son tutoras de sus hijos menores, incluso cuando son herederos de reinos; etc. Mientras la base de estructura social en el islam es el clan, en el cristianismo lo es el matrimonio monógamo.

El Código de Huesca (mediados del siglo XIII) estableció que la mujer acusada de adulterio se justificará sólo ante su marido y no ante el concejo en pleno, lo que constituye un precedente del tratamiento de esta conducta no como delito público, sino como asunto privado; y de este código se trasladó a los fueros aragoneses. En un libro clásico, Para acabar con la Edad Media, la historiadora francesa Régine Pernoud describe los documentos en que el varón que quiere peregrinar a Tierra Santa o marchar a las cruzadas, para vender una propiedad o hacer una donación de manera válida tiene que conseguir la firma de su esposa.

La primera reina española que gobierna como propietaria y no como consorte esUrraca I de León (1109-1126); y le siguieron Petronila I de Aragón; Juana I y Blanca I de Navarra; y Berenguela I, Isabel I y Juana I de Castilla. Por cierto, Castilla fue el primer reino europeo en que se sucedieron dos reinas, Isabel I y Juana I.

Las europeas de la Edad Media, incluso las mozárabes españolas, sabían que eran más libres que las musulmanas. En cambio, hoy, en una Europa poscristiana y posracional, muchas europeas fantasean con vivir en un serrallo y sostienen, sin vacilar, que las mujeres que se envuelven en velos lo hacen por voluntad propia.

libertaddigital.com

¿Cómo vivían los cristianos en Al Andalus? Pedro Fernández Barbadillo.

Los Omeya (756-1031) gobernaron un Al Andalusdividido en diversos grupos raciales y religiosos. Entre los musulmanes estaban los árabes, sirios, yemeníes, bereberes y muladíes (cristianos conversos al islam); después los cristianos, llamados mozárabes, que podían ser de origen godo o hispanorromano, los judíos y los eslavos, que solían ser esclavos y libertos.

El puesto más bajo en la escala social era el de los cristianos y judíos (pese a que muchos de éstos habían colaborado con los invasores en el siglo VIII debido a las persecuciones que sufrieron por parte de varios reyes godos).
La 'protección' a los monoteístas

Para explicar el trato que daban los musulmanes a los creyentes de otras religiones, recurrimos al profesor Felipe Maíllo (Acerca de la conquista árabe de Hispania. Imprecisiones, equívocos y patrañas), perito en derecho musulmán.

Hay dos maneras de concebir esas relaciones. Una, la teológica, que divide a los no musulmanes en monoteístas (cristianos y judíos, casi en exclusiva) y politeístas; los primeros reciben una especie de protección o tolerancia; los segundos, no tienen más alternativa que la conversión o la muerte. Otra, la política: los politeístas que viven en territorio islámico sondimmíes y están sujetos a la dimma, que son normas especiales de obligado cumplimiento, y los que viven en territorio no islámico sonharbíes.

Maíllo subraya que el islam tradicional no otorga igualdad con los musulmanes a los monoteístas que viven en dar-el-islam, ni lo pretende, porque no puede permitir que se confundan los verdaderos creyentes con los cristianos y judíos.

Cuando los musulmanes se apoderaron de España, trasladaron la legislación que los califas ya aplicaban a los cristianos y judíos de Egipto y Asia Menor.
El expolio fiscal y la humillación permanente

Lo primero que hemos de tener presente al analizar el destino de los mozárabes (los árabes les llamaban romanos, nazarenos, rumíes odimmíes; el término mozárabe aparece por primera vez en un documento leonés de 1024) es que las crónicas árabes apenas les mencionan. Sabemos que hubo rebeliones porque se narran algunas de ellas, sobre todo cuando se aplastan, pero no sabemos cuántas, o bien por fuentes cristianas.

En las escuelas jurídico-teológicas islámicas sólo la comunidad de fieles es la única legítima beneficiaria de los bienes creados por Alá y "la yihad es el medio por el que se produce la restitución a sus legítimos propietarios de los bienes que los infieles poseen ilegalmente"(Rafael Sánchez Saus, en Al-Andalus y la cruz).

Mediante la dimma, el cristiano o judío recuperaba una parte de los derechos negados. Este no musulmán estaba obligado a abonar dos impuestos. Uno era el jarach, sobre la tierra, que podía alcanzar la mitad de la cosecha, y sin reducciones (encima, la deuda se acumulaba en los herederos), mientras que el musulmán abonaba entre un 5% y un 10%. El otro, era la jizya, que era personal, a cambio de que la comunidad islámica le perdonase la vida. Su cantidad variaba y su pago se hacía en público y bajo humillaciones; en el reinado de Abderramán III se pagaba cuatro veces al año.

Como los cristianos fueron la mayoría de la población de Al Andalus hasta el siglo X, nos encontramos ante un sistema colonial, en el que una minoría armada y salvaje vive en la opulencia mediante el saqueo legal de la mayoría sojuzgada. Otro pilar económico y social de Al Andalus eran las expediciones para atrapar esclavos, en las que destacó Almanzor.Almanzor, en una escena de harén | Wikipedia

La dimma incluía más normas, como la prohibición absoluta de poseer armas, de habitar casas más altas que las de los verdaderos creyentes, de montar a caballo y de vestir ropas lujosas y de colores vivos; la reducción del valor del testimonio de un cristiano y un judío al de una mujer musulmana, que era la mitad que un varón musulmán…

Los emires y califas nombraban no sólo a los condes (jefes de la comunidad cristiana) y a los recaudadores de impuestos, sino, también a los obispos. Muchas veces usaban a los mozárabes como personal de confianza, lo que les hacía a éstos más dependientes del favor omeya pero más odiados entre la masa agitada por los ulemas.
Mártires y rebeldes

A pesar de la segregación y de la violencia que padecían, de la que podían librarse en parte abjurando de su fe, los cristianos resistieron la absorción por siglos. Según Richard W. Bulliet, a finales del siglo VIII sólo el 10% de los andalusíes era musulmán; un 20% una centuria después; a mediados del X, en el auge del califato, un 50%; y a principios del siglo XI, ya el 80%.

Aunque estaban desarmados y desmoralizados, los mozárabes protagonizaron abundantes rebeliones y protestas mientras fueron la mayoría. En el siglo VIII destacaron el movimiento martirial de Córdoba (850-859), en el que varias docenas de cristianos, de los que el más conocido es San Eulogio (que llamó "extranjera" a la dominación de los musulmanes), se presentaban ante las autoridades para confesar que no creían en Mahoma y someterse a la pena de muerte; y la sublevación de Omar ibn Hafsún, muladí que se bautizó como Samuel, en un territorio entre Córdoba y el Mediterráneo, con capital en Bobastro, a la que el poder omeya le costó casi cincuenta años aplastar (880-929). Semejantes reacciones de los cristianos demuestran la incapacidad de los musulmanes para construir una sociedad en la que hubiera una unidad y un respeto mínimos entre sus elementos.Almanzor se presentó como campeón del islam en las campañas contra los estados cristianos

Bat Ye’or afirma que el estatus del dimmi fue peor que el del esclavo, porque éste, aunque privado de libertad, "no sufría una humillación obligatoria y constante prescrita por la religión". En una paradoja de la historia, los reyes cristianos adoptaron el modelo de la dimma a partir del siglo XI para regular las relaciones con los musulmanes que incorporaban a sus reinos.
Deportaciones a África

La historia de la mozarabía en Al Andalus concluyó una vez que irrumpieron los africanos almorávides (1086), a los que unos reyes andalusíes, en repetición de la historia de los witizanos, habían llamado para que les ayudasen a combatir a Alfonso VI. Aunque después de latoma de la fortaleza de Barbastro (1064) los ulemas y los emires de las taifas endurecieron la dimma, se pasó entonces a la persecución.

En las décadas anteriores, cuando los reinos de taifas caían ante los ataques cristianos, muchos mozárabes aprovecharon para colaborar con sus hermanos en la fe o escapar. Alfonso I de Aragón, que penetró en Al Andalus en 1125, regresó a sus tierras con no menos de 10.000 mozárabes. Los almorávides deportaron a miles de mozárabes a Marruecos en las primeras décadas del siglo XII. En 1147, la entrada de los almohades en Sevilla, con la captura y violación de mujeres judías y cristianas persuadió a muchas de las ya reducidas comunidades mozárabes para huir al norte. Igualmente en el siglo XI empezó la emigración de comunidades judías (aljamas) a tierras cristianas.

Sin embargo, los mozárabes de los siglos XI y XII no fueron recibidos siempre con los brazos abiertos por los cristianos libres. Éstos se habían desprendido de neogoticismo, insuflado por el clero mozárabe que había emigrado a Oviedo y León desde el siglo VIII, y que si bien había permitido a la España cristiana sobrevivir en esa edad oscura, como dice Sánchez Saus, ni era posible su restauración ni podía animar a la Cristiandad hispana a expulsar, por sus solas fuerzas a los invasores.

En España, el Camino de Santiago y los monjes cluniacenses (llamados por los monarcas para levantar los monasterios destruidos por Almanzor) trajeron las nuevas ideas católicas y el espíritu de cruzada. Los reyes de León, Navarra, Castilla y Aragón habían aceptado sustituir el rito litúrgico nacional, que seguían practicando los mozárabes, por el romano. En el Toledo reconquistado (1085) se produjo un conflicto tan profundo que el papa concedió el privilegio de su mantenimiento en seis parroquias.
Confundidos con sus amos

Además, debido al proceso de aculturación que padecían desde hacía siglos –y del fracaso de su goticismo para defenderse de él-, los mozárabes estaban tan arabizados que usaban nombres árabes y se circuncidaban (hábitos que practicaban incluso los clérigos), hablaban el árabe mejor que las lenguas romances y el latín, vestían a la oriental y pretendían descender de personalidades árabes. También en ellos arraigaron varias herejías por influencia islámica, sobre todo las que negaban la divinidad de Cristo o la Trinidad, como el adopcionismo, defendida por un arzobispo de Toledo, Elipando.

La comunidad mozárabe de Lisboa desapareció por la espada de los cristianos. En el sitio y toma de esta ciudad (1147) participaron cruzados ingleses y flamencos que mataron al obispo y cautivaron a sus fieles, porque, a pesar de las invocaciones de éstos a la Virgen María, habían defendido la ciudad y, por sus vestidos y su lengua árabes, parecían más musulmanes (o herejes) que cristianos.

Así concluyó una comunidad que sufrió lo indecible en su propia tierra por lealtad a Cristo y la Iglesia.

libertaddigital.com

¿Cómo fueron los primeros años de al-Andalus? Pedro Fernández Barbadillo.


¿Es excepcional en la historia que una minoría de conquistadores derrote a un ejército más numeroso y se imponga sobre unos conquistados en una proporción de uno por cada cincuenta, cien o doscientos? En absoluto. Lo hicieron los griegos en Asia Menor, los romanos en las Galias, los mongoles en Europa y Asia, los españoles en México y Perú, los británicos en India… y los árabes en España.

Para comprender la excepción y la expansión de los árabes hay que partir de dos elementos. El primero es que, como cuenta Payne (España, una historia única):


La civilización islámica no fue la primera en someter la conquista por las armas a un imperativo religioso. Sin embargo, lo novedoso es que el islam es la única religión importante del mundo que exige categóricamente la continuación constante de la acción militar contra los infieles, y sus seguidores han destacado por llevar a cabo durante mucho tiempo y, durante siglos, con bastante éxito, conquistas militares.

El segundo, es que los árabes mantienen y trasladan su organización tribal, patrilineal y poligámica: se apoderan las mujeres ajenas (con las dotes que aportan sus familias) a su clan y no ceden a las propias, con lo que crecen a costa del debilitamiento de otros. Así, los recién llegados absorbieron a las familias de la aristocracia goda.

De Spania a al-Andalus

Cuando Tariq desembarcó en España, ¿venían los invasores sólo con planes de rapiña y botín y los cambiaron al derrumbarse la monarquía goda, o desde un principio con finalidad conquistadora y engañaron a los witizanos? No se sabe a ciencia cierta. El desorden de la conquista, los enfrentamientos entre bereberes y árabes y las revueltas de los españoles convivían con los pasos firmes de los nuevos amos para establecer un nuevo orden.

Uno de los primeros actos de los invasores fue acuñar una moneda de oro, de más valor que las visigodas, con inscripciones latinas para informar a los nativos del principio básico del islam: "En el nombre de Dios, no hay más Dios que el Dios único, no hay otros Dios". También se cambió el nombre de Spania por el de al-Andalus y se trasladó la capitalidad de Toledo –ciudad donde se produjeron durante siglos numerosas sublevaciones tanto de cristianos como de musulmanes, conversos o no, contra los emires- a Sevilla y luego a Córdoba.

A medida que ganaban victorias, Tariq y Musa aplicaron métodos despiadados: si los partidarios de Rodrigo se rendían, les ofrecían capitulaciones similares a las concedidas a los witizanos, pero si algunos de éstos se resistían por la fuerza a los planes de los invasores, los aniquilaban. O sumisión o esclavitud y muerte.

Incluso así en Damasco se veía la nueva provincia como lejana, turbulenta, amenazada y poco rentable, pues los conquistadores se habían apoderado de las tierras y de las riquezas, por lo que el califa Abd-al-Aziz se planteó hacia 720 abandonarla. En los años posteriores, se asentó la administración, aunque más tarde ocurrieron nuevas conmociones.
Guerreros, policías y cobradores de impuestos

Algunos historiadores llegan a sostener que la mayoría de España fueconquistada de modo pacífico, por medio de capitulaciones, pero omiten que éstas no habrían sido posibles si Musa y Tariq no hubieran tenido sus alfanjes chorreando sangre. Por otro lado, entre los hispanos existía elsentimiento de la inminencia del fin del mundo, como aparece en laCrónica Mozárabe, y que les inducía a aceptar este "cataclismo político y social" (Serafín Fanjul, en Al-Andalus contra España).

Arrumbado el reino godo y en desbandada la aristocracia, el califa se puso a organizar el nuevo territorio ganado para dar-el-islam. En el reparto de tierras, los bereberes fueron los más perjudicados y además se les puso bajo el gobierno de árabes; éstos se asignaron las ciudades de Andalucía, las tierras más fértiles y las posiciones más cómodas.

El profesor Rafael Sánchez Saus (Al-Andalus y la cruz) califica así a la nueva población venida de África y Asía:


Guerreros siempre dispuestos para las incesantes guerras externas e internas, policías para mantener el dominio sobre la población sometida y agentes del fisco establecido para, sobre todo, asegurar su propio mantenimiento a costa de la población. Éstas fueron, durante mucho tiempo, las casi exclusivas ocupaciones de los nuevos dueños de España.Detalle de la portada de 'Al-Andalus y la cruz'. | Stella Maris

Pero, ¿cuántos vinieron? Pierre Guichard calcula que a lo largo del siglo VIII llegaron 200.000 guerreros, de los que 50.000 fueron árabes y el resto bereberes; más sus familias. La población de España en 711 oscilaba entre cinco y seis millones. En Pamplona se halla la necrópolis musulmana más antigua de España, fechada entre 714 y 770, donde se han aflorado restos humanos de casi 200 individuos, seguramente bereberes, con mujeres, ancianos y niños.

A diferencia de los godos, no se mezclaron con la población nativa española, ni ellos ni los sucesivos invasores africanos (almorávides, almohades y benimerines), tal como demuestran los estudios de los marcadores genéticos, que revelan una separación tajante entre las dos orillas del Mediterráneo.
Estado de guerra civil permanente

Por otro lado, existía enemistad, que llegaba al odio, entre los bereberes (poco o nada islamizados y mucho menos arabizados), que habían realizado la mayor parte de la invasión, y los árabes. Según los cronistas árabes, cuando Musa y Tariq se encontraron en 713 cerca de Talavera de la Reina, el primero, loco de celos, abroncó al segundo.

Ante las ofensas y la discriminación que sufrían, los bereberes se levantaron en 741 en una fitna (guerra civil): mataron a los árabes que encontraron en sus comarcas y trataron de ocupar Toledo, Algeciras y Córdoba, recordando los episodios de la conquista. Los Omeya enviaron un gran ejército de sirios y palestinos que cayó derrotado en Fez por los bereberes ese mismo año. Los restos (unos 10.000) pasaron a al-Andalus y se unieron a los árabes. Todos juntos vencieron a los sublevados, sobre todo en la batalla de Guadalete, cerca de Toledo.Don Rodrigo, el último rey de los Visigodos, en la batalla de Guadalete | Museo de Zaragoza

Los sirios recién llegados se negaron a dejar al-Andalus, pero los árabes ya asentados no querían compartir sus privilegios. Los sirios mataron al gobernador, Ibn Qatan, al que crucificaron entre un cerdo y un perro. Nueva guerra que concluyó cuando el gobernador de Ifriqiya (ciudad sede del poder árabe en el Magreb) consiguió un arreglo entre ambos bandos, con la ayuda de Artobás, el hijo menor de Witiza, al que los invasores habían reconocido la propiedad de unos mil fundos y le habían nombrado conde de los cristianos de Córdoba y su comarca. Poco antes, este godo había sufrido el despojo de cien de sus fincas por parte de los sirios y de nada le valieron su prestigio ni su posición. Hacia mediados del siglo VIII el contenido de las capitulaciones con los godos y las ciudades había sido anulado por el poder árabe.

¡Si así vivían los conquistadores y sus aliados locales, cómo lo harían los cristianos pobres, a cuya costa se premiaba a los recién llegados o a los rebeldes! Pero las fuentes árabes –otra muestra de desprecio que hoy calificaríamos de racismo- no les mencionan; como tampocoAbderramán III

a los bereberes y judíos. Ya entonces algunos grupos cristianos también se rebelaron por los abusos y los expolios, y que comenzó la emigración al norte, una de las razones de la consolidación de los reinos cristianos (en 755 la guarnición bereber fue expulsada de Pamplona y se formó otro núcleo de resistencia).

Sólo con el califato instaurado por Abderramán III en 929, después de derrotar a los cristianos acaudillados por el cristiano Omar/Samuel ibn Hafsún en Bobastro, Córdoba pudo controlar su territorio y población, pero únicamente hasta unos años después de la muerte de Almanzor (1002).
¿Cultura superior?

¿Y eran estos invasores superiores a los españoles? Parte del mito sobre al-Andalus asegura que los árabes trajeron a España esplendores culturales y económicos, cuando no habían superado el estado tribal y su cultura estaba en deuda con los países conquistados (Fanjul).

Por ejemplo es un tópico decir que los árabes introdujeron técnicas de cultivo y regadío, cuando provenían del desierto; esas técnicas ya existían en España. El arco de herradura lo emplearon los godos (quizás lo tomaron de los romanos, pero no se sabe) y los árabes lo copiaron, aunque los admiradores de éstos se lo han atribuido. Respecto a la arquitectura, sólo se tiene noticia de la construcción de tres mezquitas en al-Andalus, hasta que en 786 Abderramán I ordenó la confiscación (enmascarada de compra, como la cesión voluntaria por Artobás de cien de sus fincas) de parte de la basílica de San Vicente de Córdoba para levantar una mezquita aljama, para lo que empleó materiales romanos y godos robados. Sólo empieza a notarse una nueva fase cultural, claramente oriental, ya bien entrado el siglo IX.

Esta organización tribal tiene otro tipo de consecuencias, y es la inestabilidad política. Las sociedades tribales que no evolucionan hacia modelos de relaciones públicas no basadas en la lealtad a un patriarca, dueño de la vida de sus descendientes, suelen colapsar, que es lo que ocurrió en al-Andalus.

libertaddigital.com

¿Por qué cayó el reino visigodo?. Pedro Fernández Barbadillo.

Muchos imperios y países han desaparecido tras una sola batalla. Francisco Pizarro y un puñado de españoles se apoderaron del imperio inca en un audaz golpe de mano. YNapoléon disolvió el Sacro Imperio Romano Germánico. Si se sigue hablando del hundimiento del reino godo es no sólo por su caída, sino, también, porque siglos después se restauró el edificio derrumbado, cosa que no ocurrió en los otros dos casos.

Desde su aparición, el islam se ha expandido primero por la espada y, luego, en una posición de fuerza, por la dimma, por el estatuto que los conquistadores otorgan a los conquistados, si son seguidores del cristianismo o del judaísmo, o por la amenaza de la conversión o la muerte, si son paganos. Los sucesores de Mahoma comenzaron las conquistas fuera de Arabia: en 638 tomaron Jerusalén y en 642 penetraron en Egipto. En 661, la dinastía Omeya se hizo con el poder y se trasladó a Damasco. En 698, las tropas árabes conquistaron Cartago, ciudad bizantina.

Las expediciones, que buscaban ante todo botín y mujeres, se extendieron por el norte de África, y después de años de avances y retrocesos, de pactos y traiciones con los restos de los bizantinos y con las tribus bereberes, divisaron las costas de la Península Ibérica en 708 (hay historiadores que afirman que hacia 670 empezaron las escaramuzas de árabes y bereberes contra godos). El primer intento de invasión de España ocurrió en julio de 710, cuando desembarcaron en Tarifa unos cientos de bereberes que se toparon con una fuerte resistencia. Al año siguiente los musulmanes contaron con un factor insospechado: un sector de la aristocracia goda les abrió las puertas.

Hasta hace unos pocos años, la postura tradicional y casi unánime entre los historiadores era achacar el sorprendente desplome de la monarquía a causas internas.

Los contemporáneos de Rodrigo, Oppas y Pelayo, tanto hispanos como extranjeros, recurrieron a explicaciones morales. San Bonifacio explicó en una carta al rey Etelredo de Mercia (746-47), que la desaparición del reino español se debía a la decadencia moral de los godos y a sus prácticas homosexuales (E. A. Thompson, en Los godos en España). Y todos conocemos la historia de la violación por Rodrigo de la hija del conde Julián, quien, sí existió, aunque se llamaba Urbano y era el gobernador bizantino de Ceuta, aunque al romperse la comunicación con Constantinopla por las conquistas árabes, pactó con Toledo. La Crónica Mozárabe (754) considera la opresión musulmana un castigo divino por los pecados de los españoles.

Esta teoría enumera las circunstancias en que se encontraba el reino español (hay que subrayar que las fuentes originales de los últimos años del siglo VI y los primeros del VII, tanto godas como árabes, son escasas): división de la aristocracia goda en bandos irreconciliables,hambrunas causadas por sequías y plagas de langostas que habían reducido la población, fugas de esclavos, persecuciones a los judíos, aumento de los suicidios (los desesperados, que condenó el XVI Concilio de Toledo en 693), el deterioro del ejército y de la moral guerrera del pueblo y la aristocracia y la presión fiscal.

Mientras Rodrigo combatía a Agila II, otro godo que se había proclamado como rey en la provincia de la Tarraconense (las actuales Cataluña, Valencia y Aragón, con capital en Tarragona), los witizanos pactaron con el gobernador musulmán del norte de África, Musa, obediente a Damasco.

Los musulmanes ayudarían a la facción organizada en torno a los hijos del rey Witiza (702-710) a vencer a Rodrigo y su partido, a cambio de botín, y en abril de 711 desembarcó en la bahía de Algeciras un ejército de 7.000 bereberes, dirigido por el también bereber Tarik. En julio, Rodrigo fue derrotado por Tarik y los witizanos en la batalla de Guadalete.

Ante el rápido desmoronamiento del reino, los musulmanes convirtieron la campaña de rapiña en campaña de conquista. En 712, llegó a España Musa con un ejército de más de 10.000 soldados.
Un reino a la altura de Bizancio

En los últimos años ha aparecido otra teoría, expuesta por académicos británicos (R. Collins, H. Kennedy, C. Wickham) que pone en duda la fragilidad del Regnum Visigothorum. Así, la corona ejercía soberanía indiscutida en su territorio, donde no había movimientos separatistas; el Estado, que se resistía a la feudalización, era capaz de recaudar impuestos; se había conseguido la unidad religiosa, por la que velaba la Iglesia; existían una ley civil, el Fuero Juzgo, y un único rito litúrgico (luego llamado mozárabe)…

Sobre el morbo gótico, la tendencia de los aristócratas godos a conspirar y rebelarse contra sus reyes, llegando a asesinarlos (los magnicidios se reducen después de la conversión de los godos al catolicismo), hay que decir que era habitual en todos los reinos germánicos y, además, en el califato. Los cuatro primeros califas, que gobernaron entre 632 y 661, murieron asesinados y de nada les valió su parentesco con Mahoma; y el clan Omeya fue exterminado por los abasíes en 750, violando una amnistía. Los monarcas árabes solían diezmar a su familia, cosa rara entre los godos. A Wamba se le depuso en 680 mediante una elaborada conspiración: para derrocarle, en vez de asesinarle, se le administró un bebedizo que le sumió en una especie de coma y se le aplicó la tonsura, lo que le impedía reinar, y así tuvo que retirarse en cuanto recobró la consciencia.

Los partidarios de esta teoría añaden que, entre los principados cristianos, la potencia del reino español sólo lo superaba el Imperio Romano de Oriente.

¿Por qué entonces se derrumbó tan fácilmente? Paradójicamente, por el poder centralizado de la corona. Al morir el rey en Guadalete y ocupar los invasores Toledo, no se pudo nombrar a un nuevo monarca. Además, el aparato del Estado, tanto el administrativo como el legitimador, pasó a poder de los musulmanes, incluido el thesaurus, el tesoro de los godos, que les acompañaba en sus migraciones y conquistas (parte de su contenido lo obtuvieron en el saqueo de Roma), y del que formaba parte la famosa Mesa de Salomón: el thesaurus era un símbolo de la pervivencia del pueblo godo; sin él, el pueblo se disgregaba.

Por otra parte, la elite se desperdigó: muchos murieron en las batallas posteriores o fueron convertidos en esclavos; algunos huyeron a la Narbonense (sus descendientes regresaron luego para conquistar el territorio de la Marca Hispánica) y más lejos, como el arzobispo de Toledo, Sinderedo, adicto a Rodrigo, que se afincó en Roma; la mayoría pactó con los invasores, como los hijos de Witiza, Urbano, Teodomiro y el conde Casio (la viuda de Rodrigo, Egilona, casó con el primer gobernador musulmán de al-Andalus no sabemos si de manera voluntaria); y unos más resistieron en los años siguientes en lugares como Mérida (hasta junio de 713), Huesca (hasta 719), la Tarraconenese y las montañas del norte.

Si recurrimos a la historia contrafactual, el reino godo habría sido desbaratado de una manera u otra por el huracán islámico en 711 o poco más tarde. Dos imperios mucho más poderosos, el bizantino y el persa, habían retrocedido ante los invasores azuzados por la yihad, el botín y las mujeres blancas.
Comienza la resistencia

En los años posteriores, los conquistadores fueron sometiendo extensos territorios de España mediante pactos con la oligarquía goda, a la que garantizaban la posesión de sus enormes fincas y cierta independencia, y mediante mercedes a los campesinos y esclavos. El castigo a la resistencia era la muerte; no era extraña la crucifixión de los vencidos. En cuanto se asentase el poder islámico, esa aparente benignidad cambiaría.'Batalla de Poitiers', de Steuben.

En 714 marcharon de España Musa y Tarik llamados a Damasco, cuando aún no había concluido la conquista. Felipe Maíllo Salgado insiste en que los musulmanes se retiraron muy pronto (mediados del siglo VIII) de la Meseta del Duero, debido a las derrotas de Covadonga (722) y Poitiers (732) y a la matanza de bereberes que realizaron los árabes al sublevarse los primeros. El cuadrante noroeste peninsular fue abandonado antes de que Abderramán I pusiese sus pies en al-Andalus (755), con lo que el naciente reino de Asturias, donde los reyes y la corte "salvaron los valores godos" (Maíllo), contó con una extensa tierra poco poblada que le protegió de las aceifas musulmanas.

libertaddigital.com

Pero ¿hubo una invasión árabe de España? Pedro Fernández Barbadillo.

"El hombre no ha pisado la Luna y los árabes no invadieron España."

Éstas son dos afirmaciones propias de un mundo cada vez más ancho, el mundo de la conspiranoia. La referida a la virginidad de la Luna se da en ambientes de Estados Unidos y la usan los progresistas europeos para reafirmar su superioridad moral respecto a esos coleccionistas de armas. La segunda, sobre la ausencia de los árabes, empieza a extenderse cada vez más en círculos académicos e islámicos españoles.
Españoles y marroquíes, una misma raza

La religión y la cultura musulmanas, así como la estructura tribal árabe, son tan diferentes de nosotros que nos cuesta encajarlas en nuestra civilización y cosmovisón. Los arabistas de finales del siglo XIX comenzaron una interpretación que convertía a los andalusíes en españoles, idénticos racialmente a los cristianos astures, leoneses, catalanes o navarros; sólo les diferenciaba la religión. De esta manera, la belleza y la genialidad de al-Andalus eran obra, no de unos Omeya sirios ni del islam, sino de otros españoles. La identidad común entre españoles cristianos y musulmanes, proseguía esta teoría, era tal que conducía a las alianzas cambiantes entre unos y otros y, de la misma manera, al combate unido contra las invasiones africanas de almohades, almorávides y benimerines. Por eso, se hablaba de "España islámica" o "España musulmana".Batalla de Guadalete | Museo del Prado

Stanley Payne (España, una historia única), que conoce la casta universitaria, explica tan llamativa interpretación "quizá en parte motivada por el deseo de conceder más prestigio a la propia disciplina".

La teoría de nacionalizar a los andalusíes tenía también consecuencias políticas. El embajador británico Samuel Hoare se quedó asombrado al reunirse por primera vez con el ministro español de Asuntos Exteriores Juan Luis Beigbeder, que había desempeñado altos cargos en Marruecos, y encontrar en su mesa un precioso Corán y decirle éste que los españoles y los marroquíes eran de la misma raza. El franquismo quería usar la supuesta identidad racial y la proximidad cultural para justificar el intervencionismo en el norte de África. El general Franco había anunciado (Diario Vasco, 31-XII-1938) semanas antes del fin de la guerra que quería establecer en Córdoba:


...una Universidad de Estudios Superiores Orientales, donde los estudiantes musulmanes hallen ocasión de investigar acerca de antiguos esplendores de su civilización, utilizando para ello los documentos de todo orden que España conserva.

Una vez ordenado por la ONU el aislamiento del régimen franquista, la herencia musulmana se convirtió en la tradicional amistad hispano-árabe, a fin de encontrar aliados frente al bloque comunista y las democracias liberales. El primer jefe de Estado después de la guerra que visitó a Franco fue el rey Abdalá de Jordania en 1949.

A esta veterana teoría se unió la de Américo Castro, que sostenía que lo español nació de la mezcla de lo cristiano, lo musulmán y lo judío, y sostenía la convivencia pacífica de las tres culturas. Castro, que sólo era filólogo (no historiador ni antropólogo ni jurista), fue refutado por Claudio Sánchez Albornoz en una famosa polémica. Los posteriores descubrimientos han quitado la razón a Castro: el hispanista Henri Lapeyre, recuerda Serafín Fanjul, demostró que en el reino de Valencia, donde más moriscos había, el comercio, la industria urbana y el regadío estaban controlados por cristianos viejos.

A pesar de las pruebas, el mito de las Tres Culturas sobrevive readaptado a los nuevos tiempos. De ellos es ejemplo el libro La joya del mundo: musulmanes, judíos y cristianos, y la cultura de la tolerancia en al-Andalus, en el que su autora, la profesora de literatura de Harvard María Rosa Menocal, no utiliza, según Payne, ni una sola vez las palabras "conquista" y "reconquista".

Pero hay una teoría todavía más delirante: la de que no hubo árabes en España.
Calentamiento global y crecimiento del desierto

A finales de los 60, un intelectual vasco, Ignacio Olagüe, publicó en francés un libro infumableLes arabes n´ont jamais envahi l´Espagne (1969)que se publicó en español, merced a una beca de la Fundación Juan March, como La revolución islámica en España (1974). Su tesis es que era imposible que los árabes llegaran cabalgando desde Arabia hasta España debido a una crisis climática que llevó el desierto hasta la costa del norte de África y mucho menos que cruzaran el estrecho de Gibraltar, pues carecían tanto de barcos como de facultades para el arte de navegar (en 655 el califa Otmán había enviado una flota contra Constantinopla); y, de todas maneras, unos pocos miles de guerreros no podían someter un inmenso territorio poblado por millones de personas en un solo lustro cuando a los romanos les había costado la conquista de la Península dos siglos.

Lo que había ocurrido es que el "genio de Oriente" (resumido por Olagüe en "la independencia de juicio") había arraigado en el pueblo por medio de la religión arriana traída por los visigodos; el catolicismo romano no era más que una superestructura impuesta por las élites episcopales y godas sobre un pueblo arriano. Una crisis política y social había conducido en el siglo VIII al derrumbe de una ideología y un poder cuasi coloniales y a la lenta conversión de los hispanos al islam, que habían conocido a través de predicadores. Los cristianos unitarios (los arrianos creían que Dios había creado a Cristo y al Espíritu Santo) habían repudiado el cristianismo trinitario (en alusión a la Trinidad): "El ambiente popular opuesto a la minoría trinitaria se iba enfureciendo".

La revolución islámica consistió en que los hispanos y godos unitarios adoptaron la religión musulmana por un fenómeno de pseudomórfosis, concepto que Olagüe toma de Oswald Spengler, y elaboraron una civilización única y maravillosa: la andaluza, ya que el autor no usa el término andalusí. Olagüe incluso habla de "la cultura andaluza de Marruecos". La primera invasión que para Olagüe merece tal nombre fue la de los almorávides, a finales del siglo XI.
Andalucistas y conversos

En su momento, el libro fue desmontado por varios estudiosos, tanto en su tesis como en la manipulación y el desconocimiento de las fuentes; pero su supervivencia se debió, de nuevo, a motivos políticos. Primero, lo adoptaron losnacionalistas andaluces, que para negar lo español recurren a considerarse descendientes de una cultura andalusí de cromo (el fundador del andalucismo, el notario Blas Infante, se convirtió al islam) y de un pueblo masacrado por los bárbaros cristianos castellanos. Y después lo acogieron los conversos españoles al islam. El principal vate de al-Andalus, Antonio Gala, lo ha fusilado sin citarlo; igualmente inspira a Juan Goytisolo, autor de Reivindicación del conde Don Julián. La última reedición de La revolución islámica en España la hizo la editorial de Manuel Pimentel, ex ministro de José María Aznar.

El profesor Alejandro García Sanjuán ha dedicado un libro a desmontar de nuevo a Olagüe y a sus reivindicadores: La conquista islámica de la península ibérica y la tergiversación del pasado (en el que me cita, junto con el arabista Fanjul, en una lista de partidarios de las "tesis españolistas y nacionalcatólicas" sobre la invasión musulmana).

El revival de Olagüe lo atribuye García Sanjuán a que ofrece una explicación de la presencia de al-Andalus de la que ha eliminado la violencia de la conquista islámica y, también, la aplicada por el poder andalusí sobre los cristianos (que fueron la mayoría de la población de al-Andalus hasta mediados del siglo X) y el resto de la sociedad. Entre las citas que se hallan en el volumen de Olagüe, una de las más asombrosas es ésta: "En la primera parte del siglo IX existe en Córdoba una minoría cristiana importante. Practicaba su culto con total libertad".

La realidad es que los Omeya gobernaron sobre una población fragmentada por raza (hispanos, sirios, bereberes, eslavos, hebreos…) y religión (musulmanes, cristianos, conversos al islam, judíos), donde abundaban las rebeliones por discriminación racial, religiosa o familiar (dentro del clan Omeya).
Ataque a la base católica de lo español

Desde luego, la instrumentalización de Olagüe (y su copia sin citarlo) sorprende cuando se sabe que, además del pecado de la falta de seriedad, está manchado por otro casi imperdonable: su vinculación con el fascismo. Olagüe, que tuvo amistad con Ramiro Ledesma Ramos, fundador de las Juntas de Ofensiva Nacionalsindicalista (JONS), y el extravagante Ernesto Giménez Caballero. Su principal obra, La decadencia de España, se la dedicó a Ledesma Ramos. Pese a semejante currículo, es promovido y elogiado por intelectuales de izquierda, nacionalistas andaluces y conversos al islam. Curioso, ¿no?

En mi opinión, las interpretaciones sobre el éxito actual de Olagüe están incompletas si no se parte de que su obra constituye un ataque al catolicismo como elemento básico de lo español. El resumen de La revolución islámica en España es que el catolicismo era una religión ajena a España, repudiada por los españoles (fueran éstos quienes fuesen) y que sólo ha triunfado por la fuerza; y semejantes conclusiones las readaptan sus prosélitos o los prosélitos de sus prosélitos. El académico Juan Luis Cebrián reprocha a la Reconquista y las Cruzadas haber privado a los mediterráneos (pasamos de andaluces y andalusíes a mediterráneos) de una cultura tolerante.


Sin las Cruzadas y la Inquisición, sin la insidiosa (sic) Reconquista ibérica, podríamos -¿quién sabe?- haber asistido al florecimiento de una civilización mediterránea, ecuménica y no sincretista.

La ideología del presente puede conducir a sus seguidores a absurdos como negar lo evidente del pasado: los árabes conquistaron España y el hombre pisó la Luna. Pero si la universidad se niega a hablar de Reconquista (la expresión académicamente correcta ahora es "la expansión al sur de los reinos cristianos") y, además, a quienes mencionan la "invasión musulmana" o califican ésta de "catástrofe" los desautoriza como "parte del discurso historiográfico del españolismo nacionalcatólico" (García Sanjuán) está abonando el campo para que surjan más negadores de la realidad.

(Una vez reafirmado que los árabes conquistaron España, pasaremos a explicar el derrumbe del Reino de Toledo.)