miércoles, 16 de mayo de 2018

Abaco


Abaco
Instrumento de cálculo.
Raimundo de Miguel dice: “Abacus-abaci, o abax-abacis, del griego abax-abakos, era primitivamente la tabla de Pitágoras, así llamada del nombre de las primeras letras del alfabeto griego; después, tablero para jugar a las damas o al ajedrez. En Suetonio significa tabla, pizarra, encerado para hacer figuras de geometría; en Catón, pequeño tablero de lujo adornado de mosaicos para los vasos, o vajilla de oro y plata; en Varrón, ensambladuras pintadas para revestir las paredes de las habitaciones lujosas; y en Vitrubio, la parte superior del capitel de las columnas, sobre la que descansa el arquitrabe” .
Datos del Apellido
Es italiano, extendido por Alemania, Flandes y España.  En italiano puede aparecer escrito Abbaco.
El linaje noble de Verona llevaba escudo de azur con una faja de gules sobremontada por dos manos de carnación dirigidas hacia los flancos, la primera sosteniendo una pluma de escribir de plata y la segunda un compás de oro abierto en chevrón.  La rama que pasó a Baviera prescindió de la faja. El linaje hidalgo reconocido en España tenía escudo de sinople con un león de oro levantando una corona en su mano derecha .
El apellido Abaco se ha extinguido en España, según datos del INE para el año 2010.
Evarista Felicia del Abaco

Compositora y concertista de cámara italiana, nacida en Verona en 1675.  Fue profesora de música del príncipe elector de Baviera y falleció en Múnich en 1742.  Una recopilación de sus obras musicales se publicó en Alemania en 1900.

Abaceta o Abceta

Abaceta o Abceta
Apellido español.
Datos del Apellido
Es vasco.  Los Abaceta de Ermua, en Vizcaya, tenían escudo partido: primero de oro con una encina de sinople y dos jabalíes de sable empinándose al tronco, uno por cada lado, y segundo de sinople con dos bandas de oro, más bordura de plata con ocho estrellas de gules.  Los Abceta de Guetaria, en Guipúzcoa, llevaban el mismo escudo sin bordura, y su encina estaba frutada de oro.
Varias ramas pasaron a Colombia, Chile y Argentina.

El apellido Abaceta o Abceta se ha extinguido en España, según datos del INE para el año 2010.

Aba

Aba
Apellido español.
Datos del Apellido
Es gallego, oriundo del caserío homónimo, en el concejo de Oleiros.  El linaje hidalgo que tuvo casas en Asturias y Madrid llevaba escudo de plata con tres cabezas lobunas de sable, cortadas y sangrantes de gules .  Probó su nobleza en la Real Chancillería de Valladolid en el siglo XVIII.
Este apellido también existe en Hungría, donde le corresponde escudo de gules con una o dos fajas de plata .
Este apellido también existe en el mundo árabe, sin tener ninguna relación con los anteriores: Ab, Aba o Abú significa padre en las diversas lenguas semíticas.

Aba, como primer apellido, contaba unos 120 portadores en España, hecha deducción de los inmigrantes , el 52 por ciento nacidos en la provincia de La Coruña, según datos del INE para el año 2010.

Una cita en la BNE. La colección Comín Colomer.


Aarón

Aarón
Nombre bíblico.  Aarón es la forma española del nombre hebreo Ahrón, que en árabe se dice Harún.
Aarón
Según el texto bíblico, Aarón era el hermano mayor de Moisés, a quien ayudó en su lucha contra el Faraón.  Durante el Exodo se convirtió en el primer sumo sacerdote de Israel, aunque sometido a la autoridad de su hermano.  La fuente elohista del Antiguo Testamento le acusa de haber inventado el culto del becerro de oro.  Se pretende que alcanzó la edad de 123 años.  No obstante, murió en el desierto, antes que Moisés y por supuesto antes de que los israelitas penetraran en la tierra prometida por Dios.
Aarón tuvo cuatro hijos llamados Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar.  Los dos primeros murieron abrasados por el fuego divino, como castigo por haber oficiado mal.  Careciendo ellos mismos de hijos, sus derechos pasaron a Eleazar e Itamar.  Moisés, al fallecer Aarón, nombró sumo sacerdote a Eleazar.
Los descendientes de Aarón consiguieron la supremacía sacerdotal en el reino de Judá, en detrimento de la descendencia del propio Moisés.
El brujo Aarón
Isaac Aarón fue un brujo bizantino del siglo XII, que se menciona en los anales de Nicetas.  Collin de Plancy dice: “Vivió en tiempos del emperador Manuel Comneno. Dícese que, a favor de las Clavículas de Salomón, tenía a sus órdenes algunas legiones de demonios. Parece que también se dedicaba a la nigromancia, pues en su aposento tapizado de negro, de la casa donde hacía sus operaciones, se encontró la figura de un hombre que tenía los pies encadenados y el corazón traspasado por un clavo. Al menos, tales fueron las acusaciones por las cuales lo desollaron, después de haberle cortado la lengua...” .  Otros sostienen que se le castigó por haber traicionado al emperador, de quien era truchimán o intérprete, en favor de los normandos de Sicilia, detallando que Manuel Comneno le cegó e Isaac Angelo le cortó la lengua.
Pedro Aarón
Monje florentino nacido hacia 1480.  Se dedicó a la música y estableció una escuela en Roma, donde contó con la protección del papa León X.  Implantó diez reglas musicales, diciendo que se relacionaban con los diez mandamientos de la ley de Dios.  Disputó con Franchino Gafori, autor de la Practica Musicae en 1496.  Su propio libro De Institucione Harmonica se publicó en Bolonia hacia 1516.
Datos del Apellido
Pertenece a la clase de los patronímicos, o sea, los adoptados por los descendientes de un determinado señor tomando su mismo nombre.  Incluye numerosos descendientes de indios y negros bautizados con dicho nombre por los misioneros cristianos en América, Africa, Asia y Oceanía.  También existe entre los judíos.
El linaje madrileño Aarón, oriundo de Flandes, tenía escudo dorado con una punta de flecha negra y el primer cantón esmaltado de sinople con una mano de carnación .

Aarón, como primer apellido, contaba menos de 20 portadores en España, según datos del INE para el año 2010.

Aarhus

Aarhus
Topónimo y apellido danés.
La ciudad de Aarhus
Está en la costa oriental de la península de Jutlandia.  Es la segunda ciudad del reino de Dinamarca después de Copenhague, pero la primera de Jutlandia, porque Copenhague es insular.  Aarhus tenía unos 51.000 habitantes a principios del siglo XX, 153.000 a mediados del mismo y 220.000 al finalizar el milenio, incluyendo ya inmigrantes traídos del tercer mundo por la globalización capitalista.  Conserva una gran catedral gótica de ladrillo, construida en el siglo XV, que sustituyó a otra románica incendiada en 1330.

pastedGraphic.png

Datos del Apellido
Es danés, oriundo de la ciudad homónima.
Una rama pasó a la República Argentina en 1925.

El apellido Aarhus no existe en España, según datos del INE para el año 2010.

Aa.

Aa
Apellido flamenco.
Datos del Apellido
El apellido Aa o Van der Aa se considera oriundo de la Saboya, extendido por el Brabante y los Países Bajos, y con una ramificación pasada a España.  Los de Brabante llevaban escudo de gules aspado de plata, o escudo cuartelado: primero y cuarto como los anteriores, segundo y tercero de oro cruzados de sable; los de Rotterdam, escudo de gules con tres rombos de plata, o escudo de azur con tres cornetas de cazador de plata viroladas de oro; los de La Haya y el linaje hidalgo reconocido en España, escudo ajedrezado de oro y gules, más franco cuartel de plata con un mirleto de sable; otros de Holanda, escudo de plata con un chevrón de gules acompañado por tres letras A de sable, dos arriba y una abajo; y los de Bruselas, escudo con una lis de pie cortado, esmaltes a inquirir .
Alcanzaron notoriedad Pedro o Pieter van der Aa, que estableció librería e imprenta en Leiden a finales del siglo XVII; Cristián Carlos Enrique, naturalista y teólogo luterano del siglo XVIII; Pedro Carlos Bautista, jurisconsulto, hijo del anterior, nacido en Haarlem en 1770 y muerto en Leiden en 1812; y Cornelio, historiador y editor muerto en Amsterdam en 1816.

Aa o Van der Aa, como primer apellido, contaba unos 10 portadores en España, según datos del INE para el año 2010.

sábado, 12 de mayo de 2018

La nación. ¿Un concepto de izquierdas o de derechas?

Debate entre el historiador Fernando Paz y el filósofo Pedro Insua.

Jünger, el entomólogo del Edén. KYZYL KUM.

Jünger fue testigo de excepción del siglo XX. Participó como combatiente en las dos guerras mundiales. Presenció todos los fenómenos centrales de nuestra época: la Primera y Segunda Guerra, la Guerra Fría y su final, la reunificación de su patria… Comenzó a escribir sus diarios en 1939. Los fue titulando Radiaciones(Radiación, será ésta una palabra que a Jünger llamará la atención de manera peculiar: “…recibimos radiaciones del ser humano, de nuestros prójimos y de quienes nos quedan lejos, también de nuestros amigos y enemigos. ¿Quién conoce las consecuencias de una mirada que nos rozó furtivamente? En cada instante estamos envueltos en haces de luz que nos tocan, nos rodean, nos traspasan.” El conjunto de sus diarios, de 1939 a 1949 se llaman, precisamente, Radiaciones
No hay casi nada que no afecte el corazón de un ser humano que no afecte a la vez a su razón, Jünger lo supo desde su infancia.
Jünger cultivó el afán de conocer la naturaleza, sondearla y captarla en su más alta poesía, el naturalismo prodigado por otros escritores alemanes, como Goethe. Había que conversar con la naturaleza a menudo para pensar mejor sobre los problemas de uno mismo, ya que no hay ni puede haber palabras que nos comuniquen con lo sagrado. Esto se hace notar en buena parte de sus ensayos, cuya paradoja primordial reside en evocar con el pensamiento aquellas cosas que no pueden pensarse. Podemos pensar de Jünger que era un exquisito coleccionista en la medida en que se dedicó a atraer hacia sí los símbolos de la existencia que más le fascinaron, al menos en su segunda etapa, la del observador, cuando Jünger pasó más décadas en su gabinete que en el mundo. No había, para él, imágenes de la naturaleza más significativas que las flores, las piedras y los insectos: “diseños llenos de sentido, aunque su superficie no sea mayor que la palma de una mano”. De hecho, de estos últimos —los insectos— se volvió un experto, así como de las flores. 
Habiendo estudiado zoología en Leipzig, Jünger aprendió a mirar los escalafones en los que cada ser vivo se encuentra, desde aquellos que pueden remontar el vuelo sobre nuestras cabezas hasta aquellos que no pueden hallarse sino tras una segunda mirada —se encuentran estos seres mejor ocultos entre la maleza que en sí mismos, y fueron éstos los que Jünger captaba mejor. En la escala de los insectos, Jünger acaso asimiló bien la idea de que la mayor parte de los seres que están vivos son minúsculos, pero sobre todo que sus representaciones y relaciones con la vida del hombre dan para imaginar cómo actuó la mente de Dios en la construcción del mundo. 
De las flores, que continuamente aparecen en sus escritos, Jünger afirmó: “Aún la flor más pequeña tiene raíces en lo infinito y lo que las descubre es la afición que sentimos por ella”. Por su conocimiento de los insectos, su estructura, su belleza tan perfectamente adaptada a sus necesidades, Ernst colocó a estos animales como verdaderas obras de arte. Llamó “cacería sutil” o “cacería mínima” a esta actividad. Entre sus mayores descubrimientos se halla la Trachydora juengueri, una mariposa nocturna de las más bellas que se encuentren en la oscuridad. En Jünger se hayan diversas pasiones; su manía zoológica llama la atención sobremanera como la del hombre que halla la felicidad en la comprensión de lo mínimo, más que en la arrogancia científica del dominio del mundo; su cualidad de intérprete de los sueños, su interés por astrología, la atención que prodigó a los símbolos en que el hombre se forja, como el dolor.
Para un hombre como Jünger el tiempo no suscitaba un problema técnico sobre el que había que sacar el mayor provecho, sino una cuestión que había que contemplar con detenimiento. El tiempo que el hombre dedica a sí mismo es un tiempo sagrado. En la contemplación encuentra el hombre su sanación, escucha su existencia dentro del pulsar del universo. Incluso en la contemplación de las balas y de la muerte Jünger halló conocimiento propio, y fue este conocer lo que lo llevó a escribir libros como El combate como experiencia interior o La emboscadura. 
Es ilustrativa la anécdota que origina el título de La emboscadura. En la antigua Islandia, cuenta Jünger, el hombre que había cometido un grave delito era castigado a una curiosa forma de ostracismo: debía emboscarse; esto es: retirarse a vivir al bosque, solitario, lejos de toda compañía humana, y allí permanecer indefinidamente. El bosque era el lugar de su solitario. Era su refugio. Allí a solas consigo mismo, el emboscado debía conservarse gracias a su esfuerzo, a su voluntad. El bosque, lugar de castigo del emboscado, resulta hoy, para Jünger, una perfecta metáfora del espacio del hombre independiente. 
Jünger tenía una mirada sumamente fría sobre los acontecimientos humanos. Para él resultaba natural ser sólo un observador de los acontecimientos ante los cuales no se podía intervenir. De hecho, alguna vez manifestó tener una sensibilidad para mirar mucho más que para actuar. Prefería la distancia, oteaba. Jünger tenía perfil aristocrático. Sus ocupaciones lo sitúan como un auténtico decadente, un gentleman disidente que pasó sus mejores años en el exilio: después del combate se retiró, tal como haría Montaigne en 1571, de las labores mundanas. A veces, en los días soleados, se entregaba haciendo pompas de jabón que el viento llevaba entre las plantas y las flores, mientras él permanecía cautivado por esa imagen simbólica de fugacidad y su inasible belleza.
elmanifiesto.com

miércoles, 9 de mayo de 2018

Introducción a Hilaire Belloc. José Javier Esparza.

Hilaire Belloc: el viejo trueno sigue sonando. José Javier Esparza.

“La Fe es Europa y Europa es la Fe”. Esta es la frase con la que puede resumirse toda la obra y toda la vida de Hilaire Belloc, sin duda uno de los autores católicos más representativos del siglo XX. Íntimo amigo de Chesterton, este francés trasplantado a Inglaterra iba a construir en ochenta años de vida una obra extensísima y guiada siempre por ese principio: la defensa de la cristiandad, y más concretamente, del catolicismo romano, como columna espiritual de Europa. No sólo religión sino, quizá sobre todo, civilización. Buen asunto para recordarlo hoy, cuando tantos lo quieren olvidar.

¿Quién era Hilaire Belloc? Un trueno de hombre. Y con ese apodo, el “viejo trueno”, se le conocería desde muy joven. Belloc era de origen francés. Había nacido en La Celle Saint-Cloud, cerca de París, en 1870. Su padre era francés; su madre, inglesa. La familia se estableció en las islas británicas ese mismo año, pero nuestro autor mantuvo la nacionalidad francesa hasta 1902, de manera que su servicio militar lo hizo en Francia, en 1891. No tuvo una infancia fácil: su madre murió cuando él era muy pequeño. Su padre se cuidó de darle una educación esmeradísima. Estudió en Oxford, donde se graduó en Historia; se casó con una californiana (Elodie Hogan, el amor de su vida, con quien iba a tener cinco hijos) y finalmente, en 1902, obtuvo la nacionalidad británica.


Autor de combate


Intelectualmente hablando, el caso de Belloc es el de un hombre que siempre supo lo que quiso. Su formación escolar le había dotado de amplios conocimientos clásicos y también en Historia, de modo que muy temprano comenzó a escribir. ¿Qué escribía? Un poco de todo. Poesía como en su primer libro, Verses and Sonnets (1895), y después El bestiario del niño malo. También libros de viaje, como El camino a Roma, que iba a convertirse en una de sus obras más representativas, o La vieja carretera, Las colinas y el mar, Los cuatro hombres… Y además de la poesía y los viajes, están las biografías, un género que iba a cultivar con éxito durante toda su vida: Danton (1899), Robespierre (1901), María Antonieta (1909)…

Fijémonos en ese libro, El camino a Roma: lo que narra ahí Belloc es propiamente una peregrinación, pero una peregrinación a su manera, es decir, una mezcla tempestuosa de piedad religiosa y de amor al arte, de Historia de Europa y de cerveza, de buen humor y de temperamento combativo. Ante todo, es el libro de un católico. Belloc había recibido el catolicismo de su madre, anglicana convertida a la fe de Roma por influencia del cardenal Manning. Y el propósito de nuestro autor va a ser, muy deliberadamente, escribir desde la visión católica de las cosas, frente a la distorsión impuesta en Inglaterra por la historia oficial protestante. Belloc es un autor de combate. Estamos, pues, ante una decisión personal de presencia en la vida pública. Era sólo cuestión de tiempo que esa decisión le llevara a la política.

Belloc cruza la acera hacia el mundo político, en efecto. En 1906 se presenta a las elecciones en el distrito de South Salford por el Partido Liberal. Sus rivales conservadores le hacen una campaña a cara de perro: “No votes a un francés católico”, decían. Belloc, provocador, comenzó su primer mitin con estas palabras: “Caballeros, soy católico. Si me es posible, voy a Misa todos los días. Esto que aquí saco es un rosario. Me arrodillo y paso estas cuentas todos los días si me es posible. Si me rechazáis por este motivo, agradeceré a Dios que me ahorre la indignidad de ser vuestro representante”.

Hay que decir que Belloc ganó las elecciones y el escaño. Pero también hay que apresurarse a señalar que muy pronto quedó defraudado. Hilaire Belloc, combativo y ante todo sincero, no podía soportar la corrupción del sistema parlamentario: le escandalizaba que las elecciones fueran en realidad un trámite amañado y que la clase política monopolizara la representación, dejando a la sociedad al margen. Así que empezó a protestar hasta que le echaron del Partido. En 1910 volvió a presentarse, esta vez como independiente, y de nuevo fue elegido, pero no tardó en renunciar a su escaño: la atmósfera de aquella democracia ficticia le resultaba irrespirable. Su experiencia política quedará reflejada en tres libros importantes: La elección de Mr. Clutterbuck, Pongo y el Toro y Un cambio en el gabinete, sátiras llenas de humor, pero también de amargura.


Propiedad, sí; capitalismo, según


Nuestro trueno deja la política, pero no la vida pública. Unos pocos años antes ha conocido a los hermanos Chesterton: Cecil y Gilbert. Con Cecil funda en 1912 el semanario político The Eye Witness. Belloc vuelca su creatividad en el ensayo: decenas de artículos que va recogiendo en sucesivos volúmenes y que publica con los sugestivos títulos de Acerca de nada y temas afines (1908), Acerca de todo (1909), Acerca de lo que sea (1910) y Acerca de algo (1911). El horizonte intelectual de los católicos, en aquel momento, está en la doctrina social de la Iglesia. Y Belloc se sumerge en ella para defender una visión de la economía y la política completamente ajenas al sistema establecido. Su libro más representativo sobre este punto es El Estado servil, de 1912, escrito con Cecil Chesterton.

La tesis de El Estado servil es la siguiente: la civilización europea, cristiana, se sustenta sobre una sociedad de hombres libres, y esa libertad se basa a su vez en la propiedad. De hecho, el grado mayor de la justicia social consiste en que todo el mundo pueda ser propietario sin invadir la propiedad de otro. Es lo que se conoce como “distributismo”. Ahora bien, el camino de la civilización en los últimos años ha ido en otra dirección: el número de propietarios disminuye mientras aumenta la cuantía de sus propiedades; así aumenta también el número de expropiados, de personas que ya no tienen acceso a la propiedad, con lo cual emerge el socialismo. Este proceso significa una terrible amenaza para la base misma de la civilización cristiana.

Ajeno tanto al capitalismo como al socialismo, Belloc da la voz de alarma. Y en un ejercicio de clarividencia, prevé el emplazamiento de un sistema nuevo. Lo que Belloc está prediciendo –con alarma- es una nueva forma de tiranía, un sistema atroz, ni capitalista ni socialista, o ambas cosas a la vez, en la que una parte de la población se vería forzada a soportar a la otra. Eso es el Estado servil. Y para escapar de él no hay otra opción segura que abrazar el distributismo que propone la doctrina social de la Iglesia.

Los años siguientes vieron estallar la Gran Guerra, y la vida de Belloc, a partir de 1914, se vio sacudida por trances muy dolorosos. En 1914 muere su mujer, Elodie. Inmediatamente después mueren en el frente uno de sus hijos, Luis, y también su amigo Cecil Chesterton. Belloc tiene que escribir para sacar adelante a su familia y, además, ocuparse de sus hijos. Pero de la guerra nacen también las reflexiones que se inflaman en un libro decisivo: Europa y la fe, de 1920.


En Europa y la fe, Belloc traza un arco histórico que va desde el paganismo pre-cristiano hasta la Contrarreforma. A lo largo de sus páginas nos explica cómo la Iglesia Católica ayudó a salvar Occidente: gracias a la Iglesia, Europa pudo preservar lo mejor de la civilización griega y romana; gracias a ella, los europeos se benefician todavía hoy de instituciones sociales y formas políticas de indudable origen católico. La civilización europea fue creada y sostenida por la Iglesia, y gracias a ella sigue siendo una sola civilización. Sin la Iglesia, Europa se diluirá. Este fue, sin duda, su libro más incomprendido en su día, pero, curiosamente, es el que con más intensidad sigue hablándonos hoy. Y es aquí, en el final de esta obra, donde Belloc proclamó su lema: “Europa es la fe, la fe es Europa”.

La obra de Belloc es inabarcable: son más de ciento cincuenta títulos, cada uno de los cuales merecería un comentario detallado. Sus biografías, por ejemplo (Danton, Robespierre, María Antonieta, Richelieu, Oliver Cromwell, Juana de Arco, Napoleón), tienen el enorme valor de que no se trata sólo de un relato, sino que lo importante es la interpretación que nuestro autor aplica a cada personaje. Y esa interpretación es unívoca: Belloc lo introduce todo en el contexto de la civilización católica y los vaivenes que ha sufrido a lo largo de la Historia.


La crisis de Europa

A este respecto hay que mencionar de manera especial tanto su Historia de las herejías como su Historia de las cruzadas, un libro este último que hoy resulta muy políticamente incorrecto. Aquí Belloc habla muy claro: gracias a las cruzadas, Europa resucitó. El movimiento que había empezado en la España de la Reconquista, un episodio de la interminable guerra entre la Cristiandad y el Asia, se extendió por Europa y llevó a los cristianos a abrir el mundo. Con las cruzadas, Europa despierta y vuelve a ser ella misma:

“Europa despertó. Toda la arquitectura se transforma y surge un estilo totalmente nuevo: el gótico. Aparece entre las instituciones de la Cristiandad la concepción de los parlamentos representativos, de origen monástico, transportada con éxito al orden civil. Surgen las lenguas vernáculas y con ellas los comienzos de nuestra literatura: el toscano, el castellano, el francés del norte, y algo después, el inglés.”

Y en 1939, otro libro clave: La crisis de nuestra civilización. Libro clave y fecha clave, porque Belloc está viendo ya con claridad lo que iba a significar para Europa no sólo el nacionalsocialismo, sino también el islamismo, fenómeno al que nadie prestaba atención. ¿Por qué está en crisis nuestra civilización? Por la destrucción de la tradición moral y el olvido de las verdades espirituales, que de siempre habían sido los pilares de la cultura europea, pero que ahora hemos dejado de lado, deslumbrados por el progreso de las ciencias. Así han crecido los conflictos entre ricos y pobres, entre ideologías fuertemente opuestas. Nuestra sociedad va retornando a la esclavitud en que estuvo basada en otros tiempos. La única defensa sigue siendo la acción del catolicismo.

La segunda guerra mundial sancionó de forma bárbara los presentimientos de Belloc. En 1941 muere otro hijo suyo. Él mismo, ya con más de setenta años, sufre un ataque del que no se recuperará. Los últimos diez años de la vida de Belloc son un lento apagarse. No le faltaron honores oficiales –por ejemplo, es con Winston Churchill la única personalidad que vio en vida incorporado su retrato a la Galería Nacional-, pero él ya estaba lejos de todo, a solas con su fe. Muere finalmente en 1953, cuando el mundo empezaba a convertirse en lo que Hilaire Belloc había temido.

¿Y por qué hoy, en fin, Hilaire Belloc? Porque en muchas cosas tenía razón. Es verdad que el abandono de la tradición moral y los valores espirituales ha llevado a nuestra civilización a un colapso interior, a una crisis mucho más profunda que cualquier crisis económica. Es verdad que hemos visto surgir un Estado servil donde cada vez es más difícil ser propietario –en realidad los bancos son los dueños de nuestra propiedades- y donde media sociedad trabaja para la otra media. Es verdad que Europa, sin su tradición cristiana, carece de sentido y no es capaz de alumbrar más que una triste burocracia. Al final, es cada vez más obvio que Belloc tenía razón: “La fe es Europa y Europa es la fe”.

sábado, 5 de mayo de 2018

La masonería judía de Wall Street creó el Comunismo. Dr Alberto Bárcena.


Baroja. Diccionario Aquilonia.


Baroja
Apellido español.
Datos del Apellido
Es oriundo de la aldea homónima, junto a Peñacerrada, en Alava.  Sus caballeros usaban escudo terciado en palo: primero de oro con una caldera de sable y debajo un león rampante de gules; segundo de azur con tres lises de oro en vertical; y tercero de oro con una torre de piedra y un brazo armado de hierro en las almenas sosteniendo una bandera blanca con una cruz roja .
Baroja, como primer apellido, contaba unos 400 portadores en España, hecha deducción de los inmigrantes , el 24 por ciento nacidos en la provincia de Logroño, el 17 en la de Alava, el 11 en la de Vizcaya, el 11 en la de Barcelona y el 10 en la de Guipúzcoa, según datos del INE para el año 2010.
Pío Baroja
Escritor español de la Generación del 98.  Nació en San Sebastián en las navidades de 1872.  Su padre, el ingeniero de minas Serafín Baroja Zornoza, era liberal y había compuesto versos contra los carlistas.  Su madre fue Carmen Nessi Goñi, siendo su primer apellido de origen lombardo según Caro Baroja.  Estudió la carrera de Medicina y se doctoró en 1893 con la tesis El Dolor: Estudio Psicofísico.  Fue médico en Cestona, donde riñó con el médico más antiguo, titular de la plaza, y regentó la panadería madrileña Viena Capellanes, herencia de su tía Juana Nessi.
Sobresalió como novelista.  Su primera publicación fue Vidas Sombrías, en 1900, colección de narraciones, unas con influencias de Poe, Dickens y Dostoievsky; otras originales, como Mari Blecha.  Esta colección, añadiendo Elizabide el Vagabundo, dio origen a los Idilios Vascos, en 1902.  Son de asuntos vascos: La Casa de Aizgorri, novela dialogada de 1900, que refleja la vida industrial; El Mayorazgo de Labraz, en 1903, cuya acción se sitúa en un pueblo del interior, con personas y paisajes reales, que se mueven en un ambiente tradicional; y Zalacaín el Aventurero, en 1909, novela de aventuras de la guerra carlista, que al autor le parece de las más bonitas y perfiladas que ha escrito.  Describe la vida de los marinos vascos en Las Inquietudes de Shanti Andía, en 1911.  También es de ambiente vasco La Leyenda de Jaun de Alzate, en 1921.  Son novelas psicológicas: Aventuras, Inventos y Mixtificaciones de Silvestre Paradox, en 1901, obra extraña, en parte autobiográfica, escrita por trozos sin gran unidad ni armonía, que describe la vida bohemia de Madrid, con tendencia satírica; Paradox Rey, en 1906, serie de cuadros fantasmagóricos, a veces bufona, a veces agresiva, muy radical, que podría parangonarse con la Conquista del Reino de Maya, de Ganivet; y Camino de Perfección, en 1902.  La Lucha por la Vida, en 1904, es una trilogía formada por La Busca y Mala Hierba, estas dos primeras novelas formadas por un desfile fotográfico de tipos de las clases bajas de Madrid, y Aurora Roja, la tercera, ácrata.  Pinta de un modo muy original la vida andaluza en La Feria de los Discretos, en 1905, y el medio en que él vivía en París en Los Ultimos Románticos, en 1906, y Tragedias Grotescas, en 1907.  En el atentado de Mateo Morral contra Alfonso XIII el día de su boda se inspira La Dama Errante, en 1908, y La Ciudad de la Niebla, en 1909.  En opinión del autor, El Arbol de la Ciencia, en 1911, sería su mejor novela de carácter filosófico y el libro más completo y acabado de todos los suyos.  Sigue una serie de novelas agrupadas bajo el epígrafe de Memorias de un Hombre de Acción, basada en la vida de Eugenio de Aviraneta e Ibargoyen, que tiende a hacer la historia del desarrollo de las ideas liberales en España en el siglo XIX, desde la primera El Aprendiz de Conspirador, en 1913, hasta la vigésimosegunda Desde el Principio hasta el Fin, en 1935.  Esta serie, en la que Baroja ya no se muestra tan rebelde como anteriormente, ha sido comparada con los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós: la principal diferencia entre ambas obras estriba en que, mientras el autor canario trata de hacer resaltar la unidad de la época y aun de caracteres, al vasco le interesa el verismo, la multiplicidad, los hechos menudos y el rasgo psicológico, la sensación.  Recopilaciones de artículos suyos son El Tablado de Arlequín, en 1903, y El Nuevo Tablado de Arlequín, en 1917.  En este último año, Juventud Egolatría es un libro áspero, del tono de Nietzsche .  Otras obras son: César o Nada, en 1912; La Dama de Urtubi, sobre la brujería en Navarra, en 1916; El Laberinto de las Sirenas, en 1924; Las Veleidades de la Fortuna, en 1926; Nocturno del Hermano Beltrán, en 1929; Los Pilotos de Altura, en 1929; Aviraneta: la Vida de un Conspirador, biografía, en 1931; La Estrella del Capitán Chimista, en 1931; Van Halen: el Oficial Aventurero, biografía, en 1933; y Las Noches del Buen Retiro, en 1934.
Pío Baroja fue nombrado numerario de la Academia de la Lengua en 1934.  Estuvo a punto de ser fusilado por los requetés en la guerra civil, pero fue salvado por Carlos Martínez-Campos.  Acto seguido, pasó a Francia.  Calmadas las aguas, volvió en 1937.  Su libro Judíos, Comunistas y demás Ralea era una recopilación de artículos revisada por su sobrino Julio Caro Baroja y prologada por el falangista Ernesto Giménez Caballero, que se publicó en Valladolid en 1938.  Entre sus últimas obras podemos citar: El Caballero de Erlaiz, en 1943; Desde la Ultima Vuelta del Camino, memorias, en 1944; y Ciudades de Italia, en 1949.  Murió en Madrid en 1956 y fue enterrado en el cementerio civil de esta capital.
Julio Caro Baroja
Historiador y sociólogo español perteneciente a la Generación del 39.  Nació en Madrid en 1914, hijo del editor Rafael Caro Raggio y de Carmen Baroja Nessi, hermana de Pío Baroja.  Fue quien gestionó la publicación de Judíos, Comunistas y demás Ralea en la España Nacional.  Su vasta producción contiene los siguientes títulos: Algunos Mitos Españoles y otros Ensayos, en 1944; El Toro de San Marcos, artículo, en 1944; Los Pueblos de España, en 1946; Las Brujas de Fuenterrabía, artículo, en 1947; Mascaradas y Alardes de San Juan, artículo, en 1948; Los Vascos, en 1958; Los Judíos en la España Moderna y Contemporánea, en 1961; Las Brujas y su Mundo, un gran éxito editorial, en 1961; Mascaradas de Invierno, tres artículos, en 1963, La Sociedad Criptojudía en la Corte de Felipe IV, en 1963; El Carnaval, en 1965: El Señor Inquisidor y otras Vidas por Oficio, ensayos, en 1968; La Hora Navarra del XVIII, en 1969; Inquisición, Brujería y Criptojudaísmo, en 1970; Ritos y Mitos Equívocos, en 1974; Los Moriscos del Reino de Granada, en 1976; y Sobre la Lengua Vasca y el Vasco-Iberismo, libro bastante flojo, en 1978.  Murió en la localidad navarra de Vera de Bidasoa en 1999.


¿CREACIÓN O EVOLUCIÓN? El Faro de Alejandría.

Interesante y raro debate sobre uno de los temas que menos se habla.

2 de mayo: La Guerra de la Independencia. Tiempos modernos.

Magnifico debate.