miércoles, 14 de septiembre de 2011

11 de Septiembre

Ahora que han pasado unos pocos días del 11 de septiembre, donde  en Cataluña se celebra la famosa Diada, me propongo escribir brevemente sobre ello. 


¿Qué fue la Diada? Nada más y nada menos que el último intento por parte de los catalanes de que sus peculiaridades históricas se mantuvieran, a pesar de que el candidato al trono de España, por ellos apoyado, perdiera la conocida como Guerra de Sucesión Española, contra su oponente Felipe V. 


Una de las cosas que no entiendo es que se achaque al centralismo borbónico la causa del conflicto, al suprimir con los decretos de Nueva Planta las instituciones tradicionales catalanas, aunque en honor de la verdad, también se hizo en Valencia y Aragón y tomando a estas dos regiones como modelo, se suavizó su aplicación en Cataluña, por lo que más razones tendrían aragoneses y valencianos para quejarse, pero ni lo hicieron, ni lo hacen. 


Tenemos que retrotraernos al reinado de Felipe IV con su programa político de la Unión de Armas para encontrar el, según creo yo, aunque bien se podría matizar, el origen del conflicto con los catalanes, ¿por qué? Cuando leemos libros sobre la historia de España nos encanta saber el gran poderío de que gozábamos, pero pocos saben que la única región que cargaba con todos los gastos era Castilla. Un ejemplo: cuando la corona de Portugal recayó en Felipe II, se acordó que la defensa del Imperio Luso correría a cargo de Castilla y cuando en la época de Felipe IV debido a las ataques de los holandeses a las posesiones lusas en ultramar, no se pudieron defender, los lusos lo tomaron como motivo de separación de la corona de España, además de concertar un tratado con los holandeses a espalda de España, en un claro ejercicio de traición. 


España llegó a tal punto de extenuación que la Unión de Armas promovida por Olivares sólo buscaba la colaboración en la defensa del Imperio, según las posibilidades de cada región, económicas, población, etc. Cataluña se negó reiteradas veces, hasta tal punto que llegó a apoyar a Francia en contra de España, hasta que realizaron que los franceses eran bastante peor que la permanencia a la corona de España. 


El proyecto cayó en el olvido por la propia caída de Olivares y España vivió el resto del reinado de Felipe IV y el no siempre bien juzgado de Carlos II como un gigante con pies de barro, cuya caída era sólo cuestión de tiempo que se produjera, como así sucedió y donde se pudo ver en las cláusulas de los tratado de Utrech y Rastatt.


La defensa de los catalanes el 11 de Septiembre de 1714 de una monarquía hispánica obsoleta fue loable, pero un anacronismo que sólo tuvo el fin que los tiempos marcaban en el siglo XVIII, su disolución. 


Se podría argumentar los beneficios que el centralismo borbónico trajo a España, pero es material  para otros artículos, ya que en el siglo XVIII hubo grandes personajes, poco conocidos, pero no por ello menos grandes. 

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