sábado, 26 de octubre de 2019

Entrevista a Salvador de Madariaga.


Las ‘Trece rosas’: una historia donde nada es rosa. José Javier Esparza.

La capacidad de la izquierda para construir leyendas es realmente admirable. El caso de las llamadas “trece rosas” es un perfecto ejemplo. Empezando por la circunstancia de que a esas mujeres fusiladas en 1939 se las considere socialistas cuando, en realidad, eran comunistas. Pero para entender adecuadamente el capítulo, en el que nada es rosa, conviene ponerlo en su contexto.

Cuando acabó la guerra civil, el Partido Socialista Obrero Español estaba literalmente triturado, dividido en al menos cuatro facciones. Hay que recordar que el último acto de la contienda es una batalla intestina en el bando del Frente Popular: a un lado, el Consejo de Defensa de Madrid, liderado por el socialista Besteiro con el coronel Casado y el anarquista Cipriano Mera; al otro, el gobierno del también socialista Negrín, entregado al Partido Comunista y cuyos principales líderes ya habían huido del país. Aquella batalla no fue cosa menor: hubo cerca de 2.000 muertos. Sobre esta ruptura se añadió inmediatamente otra en el exilio: los socialistas de Indalecio Prieto, por un lado, contra los de Negrín, que a estas alturas ya había sido expulsado del PSOE. Prieto y Negrín no peleaban por razones ideológicas, sino por controlar el tesoro expoliado y expatriado por los jerarcas republicanos para sufragar su exilio. El PSOE nunca se recuperará de estos desgarros, y por eso su trayectoria bajo el franquismo fue tan poco relevante. Pero aun antes había habido otra ruptura, esta de mayores consecuencias: la de las Juventudes Socialistas, que fueron el instrumento de Moscú para fagocitar al PSOE.


Traiciones en la izquierda

Recordemos sumariamente los hechos: desde abril de 1936, con el protagonismo de Santiago Carrilloy por instrucción directa de Moscú, las organizaciones juveniles del partido socialista y del partido comunista se fusionan en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Cuando estalla la guerra, los militantes de las JSU ingresan en masa en las llamadas Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, la organización paramilitar del Partido Comunista, a la que tan pronto veremos en el frente como en la represión ejecutada en la retaguardia. Finalmente, en noviembre de 1936 y bajo la dirección personal de Santiago Carrillo, las JSU rompen con el PSOE y se pasan al Partido Comunista. Las JSU, por tanto, eran una organización dependiente del PCE, enteramente subordinado a su vez a la Komintern y al Partido Comunista de la Unión Soviética, cuyo líder, por si alguien lo ha olvidado, era Stalin. Todas estas cosas son bien sabidas y los propios protagonistas las han contado reiteradas veces. Es asombroso que aún sea preciso recordarlas.

Cuando acabó la guerra civil, en abril de 1939, los principales cuadros del Partido Comunista ya estaban en el extranjero. Primero en Francia, pero París proscribió a los comunistas después del pacto de Stalin con Hitler (agosto de 1939), así que casi todos acabaron en Moscú. Cerca de un millar de personas se instalaron en la capital soviética. Meses antes, en junio, Santiago Carrillo había publicado su célebre carta contra su propio padre, el socialista Wenceslao, de la facción de Besteiro, acusándole de traición. Los socialistas –decía entre otras cosas Santiago Carrillo- habían dejado en la cárcel a millares de comunistas para que las tropas de Franco los encontraran allí al entrar en Madrid. Eso era verdad. La carta tenía por objeto exculpar al PCE –y sobre todo al propio Santiago- de responsabilidad en la derrota y romper cualquier lazo entre el PCE y el PSOE. Consiguió su objetivo, aunque a Carrillo le costaría recuperar su posición en la cúpula de un PCE cuyo buró político se reunía en Moscú en un ambiente de tempestad. No era para menos: José Díaz, el ya muy quebrantado secretario general, acusaba de traición a las JSU, es decir, a Carrillo.

El episodio de las “trece rosas” tiene que inscribirse en este contexto. En el verano de 1939, recién terminada la guerra, lo que ha quedado del PCE en España es menos que nada: los que no han huido, han sido ejecutados por los socialistas en el golpe de Besteiro y Casado –véase el caso de Barceló- o están presos y esperando juicio o paredón. El primer intento de reconstrucción del partido en torno a Matilde Landa es frustrado de inmediato por la Policía (Matilde fue condenada a muerte, pero una intervención del filósofo García Morente, ya sacerdote, la salvó del paredón). Acto seguido toma su testigo Cazorla, viejo camarada de Carrillo en los días de Paracuellos, pero con la misma rapidez es delatado desde el interior. Son episodios que he documentado abundantemente en “El libro negro de carrillo” (Libros Libres, Madrid, 2010). En Madrid permanecen, sin embargo, núcleos menores de las JSU, que sienten la necesidad de multiplicar las acciones para eludir esa acusación de traición que la cúpula del Partido formula contra ellos. Ahora bien, esos sectores que aún quedan en la capital son los más vinculados a la represión roja en retaguardia, dirigidos por líderes de tercer o cuarto nivel y prácticamente sin comunicación con la cúpula de la organización, que está en el extranjero. Son tales líderes los que, supuestamente, tramaron el asesinato de Isaac Gabaldón el 31 de julio de julio de 1939.

¿Quién mató a Gabaldón?

El comandante Isaac Gabaldón, guardia civil, estaba adscrito al Servicio de Información Militar de Gutiérrez Mellado y era encargado del Archivo de Logias, Masonería y Comunismo, es decir, un puesto clave de la represión de posguerra. Fue asesinado en la carretera de Talavera a Oropesa junto a su hija (Pilar, 16 años) y su chófer. Los asesinos: Damián García Mayoral, Sebastián Santamaría y Francisco Rivares, tres jóvenes de las JSU que se disfrazaron de militares, pararon el vehículo en la carretera, subieron a él y sin mediar palabra asesinaron a sus tres ocupantes y abandonaron los cuerpos en un cañaveral. Robaron 104 pesetas y dos jamones. Y también se quedaron con la libreta donde Gabaldón apuntaba a sus sospechosos.

El asesinato fue imputado a los comunistas, o sea, a las JSU. Hubo una redada que desmanteló los últimos restos del partido comunista. ¿Por qué sabía el nuevo régimen dónde estaban los comunistas, quiénes eran? Primero, porque el Gobierno del Frente Popular había dejado intactos los archivos de los militantes del PCE y las JSU en Madrid, de modo que, cuando acabó la guerra, los vencedores los encontraron sin el menor problema. Y después, porque el joven militante que había quedado al frente de las JSU en Madrid, José Pena Brea, 21 años, fue denunciado por otro compañero y detenido, y finalmente, bajo tortura, delató a sus camaradas. El mismo día del asesinato de Gabaldón, según refiere Piñar Pinedo citando una resolución judicial del 20 de octubre de 1939, apareció en la prisión de Porlier nada menos que Gutiérrez Mellado para excarcelar a uno de los detenidos, el militante comunista Sinesio “el Pionero”, que resultó ser un confidente del SIM. Sólo él se salvó. Y enseguida desapareció para siempre. Todo el episodio del asesinato de Gabaldón y la investigación posterior está lleno de misterios y contradicciones. No es, en todo caso, el objeto de este artículo.



El hecho es que así acabaron ante el tribunal, primero, y el paredón después, 56 personas, entre ellas los autores del asesinato, otras muchas detenidas con anterioridad, y también las jóvenes que luegola propaganda comunista bautizará como las “trece rosas”. ¿Quiénes eran? Trece muchachas detenidas porque figuraban en las listas de las JSU y del PCE. La mayoría de ellas eran, sí, militantes, cuatro habían pertenecido al comité comunista de Chamartín y verosímilmente habrían participado en la represión de retaguardia, pero había una que figuraba allí por la militancia de su novio y otra que acabó en la cárcel por la delación de un pretendiente despechado. Desastres de la guerra.

Los 56 detenidos fueron acusados de terrorismo, tanto por el asesinato de Gabaldón como por otras tentativas anteriores. Después, la mitología de la izquierda española ha convertido a las víctimas, y en particular a las “trece rosas”, en leyenda. La placa que conmemora su muerte dice que “dieron su vida por la libertad y la democracia”. No: dieron su vida –o, más bien, otros se la quitaron- por la dictadura del proletariado y por la revolución bolchevique, que era en lo que realmente creían. Y alguna de ellas acabó en el paredón, sin culpa alguna, por una de esas horribles casualidades que pueblan la crónica de las guerras civiles. Su historia no carece de valor, como la de todos los que mueren defendiendo sus ideas, pero invocar al efecto “la libertad y la democracia” es un disparate que sobrepasa los límites del ridículo. Salvo que aceptemos a Stalin como adalid de la libertad y la democracia.

La realidad de los hechos es esta: nada en este episodio es rosa, ni en un lado ni en el otro. La represión de posguerra es respuesta directa a la de la guerra, como ocurre en todas las guerras civiles que en el mundo han sido. Reconstruir el episodio como si fuera una película de buenos y malos es un infantil ejercicio de estupidez. Hoy debería ser posible hablar de estas cosas con cierta frialdad. Pero la izquierda española, para seguir manteniendo su hegemonía ideológica, necesita reescribir continuamente su historia y deformarla hasta el punto de convertirla en mitología, con la anuencia cómplice y cobarde de una derecha necia hasta el infinito.

rebelionenlagranja.com

viernes, 25 de octubre de 2019

Debate después de la profanación de la tumba de Franco.


Debate sobre la profanación de la tumba de Franco.


Esto va a acabar mal. Jesús Laínz.

En 1888 Friedrich Nietzsche escribió esto en su Crepúsculo de los ídolos:
Dicho al oído de los conservadores: No hay remedio: hay que ir hacia delante, quiero decir, avanzar paso a paso hacia la decadencia (ésta es mi definición del progreso moderno). Se puede poner obstáculos a esa evolución, y, con ellos, embalsar la degeneración misma, conjuntarla, hacerla más vehemente y repentina: más no se puede hacer.
Descripción perfecta del régimen del 78. Para ser exactos, de la degeneración del régimen del 78 debido a la instauración del suicida Estado de las Autonomías.
Pero no cometa usted, malinterpretador lector, el error de deducir que este humilde juntaletras ha traído la frase del gran filósofo alemán para referirse solamente a esa entidad ideológica amorfa e indefinible a la que suele llamarse derecha. Porque, en este contexto, por conservadores hay que entender todos los gobernantes, de cualquier partido, que se han dedicado durante los últimos cuarenta años a conservar –a conllevar, según el nefasto término orteguiano– el problema separatista sin mover un dedo, como si, dándolo por inamovible, sólo cupiera sentarse a ver pasar el tiempo con la vaga esperanza, en el mejor de los casos, de que algún día, por mediación divina o similar, el problema se resolviese solo. 
Por eso todos nuestros gobernantes, desde el hoy idolatrado duque de sí mismo hasta el incalificable Rajoy, pasando por todos los demás, de entre los cuales sería injusto no destacar el infausto ZP, se han limitado a conservar la situación establecida por la Constitución de 1978 y empeorada por cada uno de ellos.
Pero lo grave no ha sido la faceta política de la cuestión, con ser ella sola lo suficientemente seria como para poner en peligro la existencia de la nación. Lo verdaderamente grave ha sido el conservadurismo judicial, si se nos permite la expresión. Pues el hecho clave de la vida política española durante estas últimas cuatro décadas ha sido la inexistencia del Estado de Derecho, sobre todo en lo relativo a las perpetuas acciones ilegales y anticonstitucionales de los gobernantes separatistas.
Cuarenta años de incumplimiento de leyes y sentencias, cuarenta años de escandalosa impunidad para todo tipo de delitos, desde el saqueo de Pujol hasta la rebelión de Puigdemont, cuarenta años de insolente anuncio de que pretendían seguir incumpliéndolo todo, nos han conducido a la situación en la que nos encontramos hoy: unos políticos separatistas insistiendo en un golpe de Estado agravado cada día; y las vidas y haciendas de millones de ciudadanos a merced de lo que dichos políticos decidan. La impunidad de un golpe de Estado evitado en falso mediante la falsa aplicación del artículo 155 por el falso Rajoy, sumada a la impunidad que, vía indulto, anuncia un Sánchez que, en comparación, acabará alzando a ZP a la categoría de patriota, ha sido el incentivo final que necesitaban los separatistas para atreverse a dar el paso siguiente: intentarlo de nuevo. Pues ya han comprobado que no pasa nada.
Nadie puede acusar de hipocresía a los separatistas. Bien claro anuncian sus intenciones cada día. No merece la pena aburrirnos ahora con mil citas. Basta una sola, la frase de Quim Torra del 8 de diciembre poniendo como ejemplo para Cataluña la secesión de Eslovenia, aquella primera chispa de las guerras que hace tres décadas acabaron con Yugoslavia al precio de 140.000 muertos:
Los catalanes hemos perdido el miedo. No nos dan miedo. No hay vuelta atrás en el camino hacia la libertad. Los eslovenos decidieron tirar hacia delante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para vivir libres.
Es decir: pongamos muertos sobre la mesa para poder aspirar a la independencia con el apoyo de unos extranjeros horrorizados. Los candidatos a muertos, eso sí, habrán de ser los demás, no el cobarde Torra y sus compinches.
Éstas son las consecuencia de conservar la situación durante cuarenta años. La presión sobre el embalse se ha ido acumulando y ahora está a punto de romperse y de llevarse todo por delante.
Sólo hay una solución de última hora, suponiendo que todavía estemos a tiempo: que las instituciones españolas –todas– estén a la altura de las circunstancias. Que el Gobierno gobierne con espíritu patriótico, inteligencia, altura de miras y obediencia a la ley. Que los parlamentarios dejen de hacer el payaso y cumplan con dignidad su función de representación de la soberanía nacional. Y que los jueces apliquen exacta y estrictamente la ley. O se demuestra que España es un Estado de Derecho, con todas las consecuencias y caiga quien caiga, o el Estado desaparecerá.
De los dos primeros poderes no cabe esperar mucho, pues sobradas pruebas han dado de su frivolidad e incapacidad. Por eso probablemente recaiga la mayor responsabilidad sobre los jueces, sobre esos jueces acosados por los partidos políticos en Madrid y por las hordas separatistas en Cataluña.
España está en sus manos. Porque si tampoco ellos responden, esto no tardará en acabar mal, muy mal.

Sin cabeza y sin decoro. Sertorio.

Hay que ser vil para proclamar como gran éxito de un gobierno la profanación de la tumba de un hombre muerto hace casi medio siglo y que, ya en el momento de su fallecimiento, era considerado historia por buena parte de los que lo vivieron, que tenían edad suficiente como para ser sus nietos. Hasta que a un oportunista sin cerebro ni principios se le ocurrió la idea de violar la sepultura de Franco, España había evitado con bastante buen sentido espectáculos tan denigrantes como el que hemos podido contemplar, retransmitido a todo el mundo. Es como si el gobierno italiano festejara todos los años el asesinato de Mussolini y el escarnio de su cadáver en la Piazza Loreto de Milán. Estos son los "triunfos" de nuestra izquierda, la que nunca pudo con Franco vivo y necesitó de más de cuarenta años para atreverse con Franco muerto y enterrado. Ejemplar valentía, la de un PSOE incapaz de tomar el control de las calles de Cataluña y de frenar la ofensiva del separatismo en un frente cada vez más amplio, que va de Vizcaya a Mallorca, y del que los propios socialistas son cómplices. ¿Cómo va a poder este partido de mindundis e irresponsables controlar las fuerzas centrífugas que él mismo está desatando?
La huesa de Franco es una pieza mucho más fácil de cobrar, sin duda. Con esta rufianesca lanzada a moro muerto, digna de la cobardía, la incapacidad y la idiotez del "doctor" Sánchez y de la caterva de logreros, charlatanes e incompetentes que llamamos "Gobierno", la España actual queda retratada como el pozo de infamia y de inmundicia moral en que se ha convertido tras treinta años de consenso socialdemócrata. La valentía de Sánchez consiste en violar una basílica, cuyo interior es territorio vaticano, y ocuparla por un destacamento armado hasta los dientes frente a la "terrible" amenaza de una apacible comunidad de benedictinos. Fuerza pública que, creemos, habría sido de mayor utilidad en Barcelona que en Cuelgamuros.
No sólo actúan los socialistas con su vileza acostumbrada. También se regodean en el despropósito: para evitar el "culto" a la figura del Caudillo, trasladan su cuerpo del lejano Valle de los Caídos a sesenta kilómetros de Madrid, a Mingorrubio, en las afueras de la capital, en un entorno lleno de merenderos y naturaleza que invita a la excursión dominguera. También se mencionaba que el Estado no podía mantener a un dictador en un "mausoleo" que paga el contribuyente. Bueno, pues es el propio Estado el que ha comprado la tumba de Franco en El Pardo y le está pagando un mausoleo particular. Además, los gastos de la profanación legal del sepulcro del Generalísimo suman un monto tal de dinero que, con esa cantidad, se podría haber mantenido la tumba de Franco en el Valle durante siglos. El Gobierno no sólo pisotea la reconciliación entre los españoles, no sólo humilla sin motivo a una familia a la que ha privado de los derechos más elementales, no solo infringe los concordatos, los códigos y los principios mínimos del respeto a las cosas sagradas, no sólo infama a la España nacional, no sólo ofende la memoria de los que lucharon contra el gobierno criminal, ilegítimo y genocida del Frente Popular, sino que también insulta a nuestra inteligencia. No hay charco ni barrizal en el que no hayan hozado estos botarates.
Quien estas líneas escribe conoce y ama a Rusia, país cuya historia y cultura le interesan vivamente. Allí, de manera natural, conviven los monumentos al genocida Lenin y las estatuas del almirante Kolchak o del general Wrangel. Incluso los cosacos del Don han levantado un monumento al atamán Krasnov, lo que no impide el merecido culto en los memoriales de Stalingrado. Cuando algún progre (por suerte, allí no abunda el imbécil académico de estilo anglosajón) se burla de la manera que aquí es tan habitual de personajes tan diferentes como Stalin o Nicolás II, no le van a dejar de llover los pescozones por parte de todos los rusos, tanto rojos como blancos. Y, desde luego, a nadie se le ocurre remover las cenizas y los monumentos que ya son historia. Stalin reposa en el cementerio del Kremlin, Nicolás II en la iglesia de Pedro y Pablo de San Petersburgo, el general Kappel fue enterrado con todos los honores en Donskoi y las enormes fosas comunes del estalinismo siguen sin abrirse. Sólo en Moscú hay miles de cadáveres soterrados a la vera de las antiguas "explanadas de fusilamiento" bolcheviques. La Lubianka, en pleno centro de Moscú, permanece en pie, monumento ejemplar de lo que significa el poder absoluto de la izquierda. Se reconstruyó todo lo que la bestialidad comunista destrozó, pero (salvo pocas e inevitables excepciones) no se tiraron ni los símbolos ni los monumentos de la ideología más criminal de la historia, la que en España se ensalza día sí y día también por profesores y artistas. Los rusos saben que todo eso es historia, que sus lecciones deben ser aprendidas a la libre manera de cada uno y de que debe dejarse a los muertos la tarea de enterrar a los muertos. Y nunca, nunca, nunca se le falta el respeto a la propia historia ni se usan los cadáveres para humillar al adversario y dividir al país.
Monarquía, obispos, jueces, ejército, por no hablar de la presunta derecha política... Son ellos mucho peores que esa izquierda zarrapastrosa, corrupta, zafia y cínica.
Pero Rusia es un Fénix que surge con vigor renovado después del infierno rojo. España es una casa cuyos cimientos conmueven sus propios inquilinos, una familia vuelta contra sí misma, una nación envilecida, prostituida, arrastrada y humillada por quienes hoy presumen de tan mezquina "victoria". España es una sociedad degradada que tolera semejantes espectáculos y en buena medida los aplaude. Y las fuerzas que deberían llamar al orden, a la decencia y al respeto más elemental por la historia, esas fuerzas callan, como un acobardado y miserable tropel de eunucos. Monarquía, obispos, jueces, ejército, por no hablar de la presunta derecha política... Son ellos mucho peores que esa izquierda zarrapastrosa, corrupta, zafia y cínica que les atemoriza. Si el mal prevalece, es porque los buenos dimiten y se esconden. Y su cobardía los hace peores que los malos.      
 La España actual es un perro que vuelve a su propio vómito, al horror del 36 y de la penosa República del 31, ese aborto político que sólo produjo desastres, ruina y matanzas, esa máquina de odiar que tanto ignorante descerebrado reivindica.
Resulta difícil de asumir, pero sólo puede ser tan nefasto y tan malvado alguien absolutamente imbécil.
Y Sánchez, sin duda, obtendrá los miles de votos que la mala ralea de este país siempre está dispuesta a otorgar a quien le promete revancha y alimenta su resentimiento. Y más si es con tan poco riesgo. Sánchez ya ha perpetrado su "hazaña", la única de la que se puede permitir el dudoso gusto de alardear. Lo que le espera, el legado que nos va a dejar este zoquete audaz pero sin luces, no le va a colocar en un buen lugar en la historia: crisis económica, ruptura de la unidad de la patria y disolución de las estructuras esenciales de la sociedad, de las bases de nuestra cultura, del ser mismo de España. Resulta difícil de asumir, pero sólo puede ser tan nefasto y tan malvado alguien absolutamente imbécil.

elmanifiesto.com

sábado, 19 de octubre de 2019

Pio Moa sobre Sentencia Proces, Companys y antifranquismo.


Una hora con la historia. Quién fue Franco: el estadista y militar | Carta abierta a unos jueces infames.


Barcelona, la 'Rosa de Fuego'. Pedro Fernádez Barbadillo.

Gracias a una de las operaciones de relaciones públicas más exitosas de la historia nacional, los españoles del último tercio del siglo XX estaban convencidos de que los catalanes eran más trabajadores que los andaluces, más limpios que los murcianos, más cultos que los extremeños, más sanos que los aragoneses, más tolerantes que los castellanos, más altos que los gallegos, más viajados que los madrileños, más elegantes que los santanderinos, más antiguos que los asturianos y más pacíficos que los vascos. Esa propaganda pervive todavía en las nuevas generaciones de la extrema izquierda, que odia todo lo español.
Parte de esta operación consistió en ocultar los numerosos episodios de violencia que sacudieron Barcelona desde finales del siglo XIX hasta el establecimiento del franquismo.
Desde el derrocamiento de Isabel II (1868), la violencia política y social en España, con la excepción de la última carlistada (1872-1876), se radica en Madrid, por ser la sede del Gobierno, y, sobre todo, en Andalucía y el Mediterráneo. Por ello, se elaboraron teorías que hoy provocan risa, como las que vinculaban la tendencia del mediterráneo a la rebelión con una supuesta herencia racial fenicia o árabe, en vez de con el analfabetismo, el atraso agrícola y la falta de derechos laborales.

Las bombas del Liceo y del Corpus

Debido a su rápida industrialización, con la atracción de docenas de miles de emigrantes de Cataluña y del resto de España, y la avaricia de los industriales catalanes, la pacífica Barcelona del siglo XVIII, se convirtió pronto en el centro de la violencia política en España y hasta en Europa. Por ello, recibió el apodo de la Rosa de Foc.
En la ciudad catalana, los anarquistas cometieron numerosos atentados, no sólo individualizados contra las autoridades y los industriales, sino de masas: la bomba del Liceo en 1893 y la bomba de la procesión del Corpus en 1896. A la 'propaganda por el hecho', el Gobierno español respondió con la lógica represión. Los procesos de Montjuic, en que se dictaron y ejecutaron penas de muertes contra varios anarquistas entonces contaron con la aprobación de la sociedad catalana.
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Ilustración del atentado durante la procesión del Corpus en Barcelona en 1896
La conflictividad social fue aumentando, con abundantes huelgas generales, como la de 1902, con al menos una docena de muertos. La patronal catalana Fomento del Trabajo Nacional, fundada en 1889, reclamaba al Gobierno nacional no sólo todo tipo de medidas proteccionistas para la industria local, sino, además, la mano dura. El nacimiento del catalanismo envenenó aún más el ambiente, pues unió a las disputas laborales y económicas el desprecio a los emigrantes y el clasismo.

La Semana Trágica

En 1909, la torpe movilización de reservistas para enviarlos a Melilla por parte del Gobierno Largo de Maura, provocó protestas amplificadas por la CNT entre el 26 de julio y el 2 de agosto. Como un anticipo de lo que ocurriría en la II República, las turbas asaltaron no los palacios de los poderosos ni las sedes del poder político, sino los indefensos conventos, iglesias y hasta escuelas religiosas. El resultado fue de más de un centenar de edificios incendiados y casi 80 muertos.
Siguieron nuevas huelgas, como una del sector del metal en 1910 que se prolongó durante casi 200 días. A la vez, los incidentes pasaban de algaradas o peleas a palos durante las huelgas a emboscadas con pistolas en momentos de calma.
La neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial causó una gran demanda de productos industriales, mineros y agrícolas por parte de los Aliados. Produjo enormes fortunas y, a la vez, desabastecimiento e inflación. En 1917, los grandes desestabilizadores de la Restauración, los catalanistas y las izquierdas, desencadenaron una protesta política y una huelga general revolucionaria, que el Gobierno superó. Los catalanistas de Cambó, al ver en peligro sus fábricas y propiedades, se pusieron junto a los políticos de Madrid y los militares.
El fin de la Gran Guerra agravó los problemas económicos. En 1919, una serie de despidos en la empresa de electricidad La Canadiense condujo a una nueva huelga general en la ciudad catalana. La CNT consiguió paralizar la producción industrial. El Gobierno de Romanones impuso la mediación para que la patronal y los sindicatos alcanzaran un acuerdo y, además aprobó la jornada laboral de ocho horas en todos los sectores, con lo que España fue el primer país del mundo que la aplicó. Pero los miembros de Fomento se sintieron traicionados.
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Barcelona durante la Semana Trágica
Los patronos y los sindicalistas recurrieron a la violencia. Entre 1918 y 1923, Barcelona padeció el pistolerismo. Bandas de pistoleros y asesinos profesionales mataban a sindicalistas, empresarios, trabajadores y hasta clérigos. Casi un millar de personas fue víctima de agresiones, de las que murieron 261, según los últimos cálculos de Albert Balcells. Los partidos dinásticos, en descomposición y sobrepasados por los acontecimientos, permitieron que los gobernadores civiles aplicaran la 'ley de fugas'. Y mientras tanto, los catalanistas exigían en Madrid más derechos y más dinero.

La Dictadura enchufa a la UGT

Cuando el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, realizó su pronunciamiento en septiembre de 1923, Barcelona y Cataluña, en palabras de Josep Pla (Historia de la Segunda República), "estaban martirizadas por los crímenes del anarco-sindicalismo y por la ausencia de toda autoridad en el período de la post-guerra", aunque no menciona la responsabilidad de los patronos. Víctor Pradera, más ecuánime, juzgó así la situación de Barcelona: "cuatro pillos de blusa y otros tanto de levita, explotando vilmente a los obreros, tienen en jaque a un Gobierno".
Los burgueses catalanes fueron determinantes en imponer una dictadura al resto de España y despidieron con ovaciones a Primo de Rivera en la estación de tren de Barcelona. Si bien el Directorio Militar concluyó con el pistolerismo, recurrió a una maniobra que tendría consecuencias unos años después: para disminuir el arraigo de la CNT, dio a la UGT, según Pla, "el monopolio de la actividad sindical y la intervención, con carácter de exclusividad en la puesta en marcha de la legislación del trabajo". Parte de este plan fue el nombramiento de Francisco Largo Caballerocomo consejero de Estado y de numerosos socialistas en "todos los organismos sociales de nueva creación".
La caída de la Monarquía se celebró en Barcelona (de nuevo Pla), con gritos "de auténtica fuerza civil": "Mori Cambó! Visca Macià!". Los ocho años republicanos concluyeron con la entrada en Barcelna de las tropas del general Yagüe, recibidas con entusiasmo por los catalanes, porque ponían fin a las matanzas y los atentados, en ocasiones dirigidos desde el poder.
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Ciudadanos celebran la liberación de Barcelona el 27 de enero de 1939.

EPOCA y Terra Lliure

En la Transición, renació el terrorismo catalanista, encarnado en el Exèrcit Popular Català (EPOCA) y Terra Lliure: bombas adosadas al pecho de los enemigos de clase, tiros en las piernas, listas negras… Pero desapareció pronto, en gran parte debido a la colaboración de la CDC de Jordi Pujol, a fin de presentarse en Madrid como los ‘nacionalistas buenos’ y tener sus negocios en paz, y, también, gracias adelaciones de algún personaje ahora muy conocido.
Desde que el catalanismo burgués decidiera acelerar la marcha a su república de impunidad, la violencia ha regresado a Cataluña, con unos agitando el árbol y otros recogiendo las nueces o, como ha escrito José García Domínguez, "celebrando que sus hijos nos quieren matar".
Pero la gran responsabilidad, como en la Restauración y la República, corresponde a los Gobiernos que conceden impunidad a los terroristas y a sus jefes. Los magnicidas de Eduardo Dato, que como ministro impulsó leyes sociales, fueron indultados por el Gobierno Provisional republicano. Matar a un presidente del Gobierno ‘costó’ a dos de sus autores unos ocho años de cárcel.
fuente:libertaddigital.com

jueves, 29 de agosto de 2019

El azar y la Historia. Juan González Cremona.

Con elementos muy banales y cotidianos, lo que llamamos azar compone y descompone a su placer la Historia, cambiando su rumbo, haciendo que lo que parecía previsible tome caminos inesperados. La tormenta que desbarató la Armada Invencible que se disponía a invadir Inglaterra, el accidente que costó la vida en una justa a Enrique II de Francia, el apego de la reina española Isabel II a sus amantes, circunstancia que influyó tanto en que fuese destronada, un pastor que encuentra por pura casualidad los rollos del Mar Muerto.., Reyes que nacen o mueren cuando menos se esperaba, batallas que se pierden o se ganan por algún factor que nadie había previsto, la Historia a merced de lo que Einstein llamaba <<los dados de Dios>>. González Cremona, con una singular amenidad que convierte en los que el azar fue protagonista, alterando gravemente el curso de los acontecimentos. La Historia como un mundo de sorpresas que escapa a nuestros cálculos y que proporciona continuamente golpes de fecto, según misteriosas tiradas de dados.

sábado, 24 de agosto de 2019

Juan Eslava Galan.

Ultima pregunta a Juan Eslava Galán en la entrevista que le han hecho hoy en el periódico "El Mundo".

¿Qué le interesa más del presente?
Vivimos la decadencia de Occidente. Hemos hecho dejación de todo: Europa se va a la mierda; en cuestión de 50 años caerá como el Imperio Romano. Diré algo políticamente incorrecto, pero que a esta edad me lo puedo permitir: la inmigración musulmana es inasimilable, y con ella estamos recurriendo a nuestro suicidio como cultura.

Entrevista a Pío Moa.

Pío Moa es entrevistado por Javier García Isaac y Luis Balcarce.

miércoles, 17 de abril de 2019

Nuestra Señora de París. Sertorio.

Hay algo peor que el incendio de una iglesia: su abandono. Un templo que no se usa acabará siendo una ruina. Que Nuestra Señora de París arda es una tragedia que tiene fácil remedio, se restaura según el modelo de Viollet-le-Duc y en poco tiempo volverá a estar en pie. Después de las guerras mundiales, los europeos sabemos cómo reconstruir los monumentos víctimas de nuestros dos grandes suicidios colectivos. La catedral de París sufrió mucho más entre 1792 y 1799, cuando fue profanada y saqueada por los jacobinos y sus sucesores, que la dejaron en tal estado que se hizo necesaria su restauración en el siglo XIX. El Museo de Cluny, en el mismo París, muy cerca de la catedral, es una buena muestra del vandalismo democrático del que tratamos hace muy poco en un artículo; allí se recogen los restos de los monumentos religiosos víctimas de la secularización. Por cierto, es curioso que los progres que donan grandes fortunas para restaurar lamaserías budistas en el Tíbet carezcan de la misma sensibilidad para el arte cristiano, el de sus antepasados.

Si subimos a la montaña de Santa Genoveva, encontraremos el monumento que es el símbolo de la Francia moderna, el llamado Panteón, contradictorio nombre que se da al templo que guarda los manes de un Estado sin Dios, la República Francesa, que reniega de la tradición cristiana y cuyo objetivo, desde finales del siglo XIX, ha sido borrar del alma de los franceses cualquier referencia a su glorioso pasado católico. Allí reposan los restos de Voltaire, de Rousseau, de Víctor Hugo y de los grandes bonzos del laicismo anticristiano. El edificio, muy hermoso, fue concebido y pagado por la monarquía como una iglesia dedicada al culto de Santa Genoveva, la patrona de la ciudad, y expropiado por los revolucionarios en 1791, en 1830, en 1848, en 1871 y, de manera definitiva, en 1885, con ocasión del entierro de Víctor Hugo, cuya memoria no se podía ofender con imaginería católica. El Panteón es el símbolo de la Francia actual, una nación profanada por su régimen, dedicado a secar su savia y a injertar en el tronco del roble francés los más extraños injertos, porque eso es la Francia de hoy, un árbol al que se le arrancan las raíces y al que, al mismo tiempo, se le añaden esquejes de otras especies. Como consecuencia lógica, el roble se secará y morirá. A este extraño bonsái los franceses lo llaman República.

Desde 1871, año de la instalación definitiva del régimen, cada vez ha habido menos Francia y más República. En 1914, tras veinte años de anticlericalismo y persecución de los católicos, la Tercera República se vio invadida por su "fundador", el Imperio alemán. Recordemos que Bismarck favoreció la instauración del régimen republicano en Francia con la esperanza, muy pronto cumplida, de tener a su enemigo dividido y debilitado. En efecto, en el verano del 14 los republicanos estuvieron a punto de darle la razón al Canciller de Hierro: el Gobierno huyó a Burdeos y dejó al prefecto las órdenes necesarias para llevar a cabo la rendición de la capital. Si París se salvó fue porque, mientras los políticos huían, el general Joffre purgó el ejército de oficiales republicanos y lo sometió al mando de generales católicos, monárquicos o, por lo menos, no bien vistos por la oligarquía del partido radical. El resultado fue el milagro del Marne y la eclosión de los últimos grandes mariscales de Francia, como Foch, Pétain, Lyautey o Franchet d'Esperey. Los oficiales formados en las páginas de Acción Francesa y los soldados de orígenes mayoritariamente campesinos salvaron a la República al combatir por Francia. En 1940 ya no habrá milagros para una muy degradada III República, sometida al poder anglosajón e incapaz de hacer frente a la Alemania de Hitler. Desde 1918, la historia de Francia es una acumulación de derrotas externas (1940, Indochina) o internas (Argelia). Pero es que ya no se trata de Francia, sino de la República.

La República ha matado a Francia. La ha convertido en el baluarte de los valores de la Ilustración a costa de desnacionalizarla, de erradicar su pasado y de hacerle creer a un pueblo cada vez menos nativo que su historia empieza en 1789. Sin embargo, la gran Francia, la que marcó de forma decisiva el ser de Europa, es la cristiana y medieval, aquella de la que ahora se reniega en virtud de un cosmopolitismo ilustrado. Durante la Edad Media, en Francia se originan el románico y el gótico y surge el orden monástico de Cluny, que impone el catolicismo romano en toda Europa, desde el Báltico hasta el Mediterráneo; también aparecen la escuela de Chartres, San Bernardo de Claraval y el Císter, por no hablar de las cruzadas y las órdenes de caballería, de la hoy denostada y aborrecida Gesta Dei per francos; no olvidemos tampoco el Camino de Santiago, no en vano llamado Camino Francés,que nos trajo a buena parte de nuestros ancestros, las decenas de miles de anónimos labradores y artesanos francos que repoblaron la España de la Reconquista. Francia también civiliza a los normandos y conquistará e incorporará a Occidente a la bárbara Inglaterra (cuya élite hablará en francés desde 1066 hasta bien entrado el siglo XIV); en ella se originan los ciclos carolingios, las leyendas artúricas de la "inglesa" María de Francia, las novelas de Chrétien de Troyes, el Roman de la Rose y todas las joyas de un pasado medieval que forjó a Europa, como muy bien supo ver Chateaubriand en El genio del Cristianismo. Carolingios, Capetos y Plantagenets hicieron a Europa. La Francia de Nuestra Señora, la de las prodigiosas catedrales de Chartres y París, nacidas del culto mariano y profanadas en la Revolución, fue muchísimo más grande e importante que la miserable, descreída y burguesa República de la que tanto se ufanan hoy en día los descendientes (cada vez más escasos) de los franceses del medievo. Y nos ahorramos hablar del Grand Siècle, bajo Richelieu y Luis XIV, cuando toda Europa imitaba los cánones del clasicismo francés. Frente a todo este legado, ¿qué es la Francia republicana? El germen de la decadencia irremediable de Europa, que tenía por fuerza que nacer y desarrollarse en su centro vital.

Que arda Nuestra Señora de París no es sino un incidente. Más ominoso resulta ver como Saint-Denis —el templo de la monarquía francesa, su panteón, cuyo abad guardaba la oriflama del reino y en cuya cabecera los arquitectos del abad Suger iniciaron los albores del gótico—, esté en medio de un barrio musulmán en el que prosperan las mezquitas y desaparece la población nativa. Preocupante es ver cómo se arranca de los planes de estudio nuestra tradición milenaria y se hace tabla rasa o se condena sin paliativos todo aquello que nos forjó como una cultura. Recordemos: “tradición”, etimológicamente (traditio), es aquello que se entrega, pero la palabra tiene la misma raíz que “traición”. ¿Qué entregaremos nosotros a nuestros escasos descendientes? ¿Qué herencia cabe esperar de esta Europa estéril y descastada? Nuestros nietos no heredarán una tradición, sino una traición.

La cristiandad ha muerto. El propio papa se ha convertido en el gerente de una oenegé de inspiración marxista, poseída por un frenético activismo social que se entrega irreflexivamente al reino de este mundo, sin tener en cuenta que la grandeza de la civilización cristiana residió en atender a lo espiritual por encima de lo material. Gracias a esa visión de lo numénico fue posible el milagro de las catedrales. Evidentemente, las religiones no mueren como las personas, es un período de siglos el que llevará su desaparición. Pero después del Vaticano II y de papados como los de Pablo VI o Francisco, podemos constatar que lo que se ha producido en Europa Occidental ha sido una apostasía masiva. Nadie va a la iglesia mientras que cada poco se funda una mezquita. El catolicismo es una religión de viejas y el islam un credo de jóvenes. Basta con contemplar a un activista católico, un bobalicón ñoño de esos que van a los encuentros de la juventud con el Papa, para saber que el Occidente cristiano está condenado. La Iglesia ha asumido desde los años sesenta los valores de su enemigo y hoy, a estas alturas del siglo XXI, tenemos la impresión de que en Roma reina una secta de saduceos, de escépticos que sólo piensan en el poder de su organización, pero no en el de Dios. No hace falta tener el don de la profecía para anunciar que la única cultura cristiana que sobrevivirá dentro de unos años será la ortodoxa rusa.

Nuestra Señora de París ha ardido. En el año 2013, en el mismo lugar, Dominique Venner se sacrificó en protesta por el suicidio de Europa. Fue la última eucaristía, el último acto sagrado que tuvo lugar en ese témenos de una religión muerta.

elmanifiesto.com

domingo, 7 de abril de 2019

Tablero Internacional con Fernando Paz - Radio Ya.


Sánchez Dragó da a conocer los secretos más ocultos de Santiago Abascal.

Para entender un poco a Vox.

Hernán Cortés, instrumento de Dios. Pedro Fernández Barbadillo.

Los españoles que desembarcaron en las costas del futuro México no eran personas timoratas. La muerte, el sufrimiento y el dolor eran constantes en sus vidas. Pero, tal como sabemos por sus escritos, quedaron horrorizados cuando descubrieron que en cada ciudad indígena había templos donde se sacrificaba a prisioneros. En algunos casos, encontraron los cuerpos mutilados, a los que les faltaban partes porque los sacerdotes, cubiertos por grumos de sangre seca, y los caciques se las habían comido.

Sin duda, a los conquistadores les embargó la espeluznante sensación de hallarse en una tierra dominada por Satanás.

Hernán Cortés en persona visitó el gran teocali y, a pesar de las quejas de los aztecas y de lo que mandaba la simple prudencia, ordenó desmontar los ídolos y lavar las paredes de sangre humana. También dirigió un pequeño sermón a los aztecas que concluyó con estas palabras:



yo quiero que aquí donde tenéis estos ídolos esté la imagen de Dios y de su Madre bendita

Semejante decisión la tomó el conquistador cuando él y su pequeña

Tanta importancia daban los españoles del Siglo de Oro a su religión ("única verdadera", como la definió la Constitución de 1812) que Hernán Cortés, en el primer encuentro que tuvo con Moctezuma, le anunció al azteca que "enviará nuestro rey hombres mejores que nosotros". Y Carlos I cumplió.
De rodillas ante los misioneros

En junio de 1524, desembarcaron en la Nueva España doce misioneros franciscanos, escogidos el año anterior por el general de la Orden, fray Francisco de los Ángeles, y el emperador. Se nombró como jefe de todos ellos a fray Martín de Valencia (1474-1534).

En su viaje, desde la costa, realizado a pie y sin ningún lujo ni comodidad, los franciscanos pararon en Tlaxcala y visitaron el gran mercado. Como desconocían la lengua, los religiosos señalaban el cielo a los tlaxcaltecas, indicando que les mostrarían la manera de acceder a él. Ante semejante expedición de españoles andrajosos y tonsurados los indios repetían una palabra: motolinia. Uno de los religiosos, fray Toribio de Benavente, pidió que se la tradujesen; su significado es el de pobre. Y desde entonces, fray Toribio se hizo llamar Motolinía.

Consciente de sus obligaciones como bautizado y de la importancia de los gestos, cuando los franciscanos estaban cerca de México, Cortés salió a recibirles, en compañía de sus capitanes y de la nobleza azteca. Entonces se produjo uno de esos momentos que redimen una vida y cambian un mundo. Cortés desmontó de su caballo, se arrodilló ante fray Martín y besó sus hábitos polvorientos y sucios. Después de Cortés, la misma reverencia la mostraron los demás españoles de la comitiva.

Pero Cortés no quedó contento. En octubre de ese año, en otra carta al emperador le insistió que le mandase "muchas personas religiosas", de las órdenes franciscana y dominicana, que "hagan casas y monasterios". Pero desaconsejó el envío de obispos y prelados, por miedo a que éstos en las Indias reprodujesen "los vicios y profanidades que ahora en nuestros tiempos en esos reinos usan" y en consecuencia desalentasen las conversiones.

Los franciscanos aprendieron las lenguas indígenas, hasta el punto de que si éstas se conservan es gracias a la labor filológica realizada por las órdenes religiosas. También se apresuraban a predicar y a impartir el bautismo. La amabilidad con que los franciscanos trataban a los indios y la sinceridad con que adoptaron su estilo de vida sin duda influyeron en las conversiones. Éstas fueron tan numerosas que en varias ocasiones les dolía el brazo de tanto levantarlo para asperjar.

Al obispo Ramírez, miembro de la segunda Audiencia, varios pueblos indígenas le pidieron que solo les mandase franciscanos:


Porque éstos andan pobres y descalzos como nosotros, comen de lo que nosotros, asiéntanse entre nosotros, conversan entre nosotros mánsamente
El primer obispo, fray Juan de Zumárraga.


A pesar de sus dos viajes a España y de haber fallecido en Castilleja de la Cuesta en 1547, Cortés conoció al primer obispo de México, el vizcaíno fray Juan de Zumárraga (1475-1548), que se estableció en la capital en 1528 después de dejar su convento en Valladolid.

Zumárraga no sólo predicó y dio limosnas, sino que se enfrentó a los oidores de la primera Audiencia (la misma que difamó a Cortés y a punto estuvo de arruinar la conquista), fundó el Hospital del Amor de Dios y el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, estableció la primera imprenta, promovió en el Concilio de Trento la apertura de una Universidad y trajo de España muchos burros, que liberaron a los indios más humildes de parte de la dureza del trabajo manual. En 1546, Paulo III le nombró arzobispo de México.

Tanto Zumárraga como el marqués del Valle de Oaxaca aportaron dinero para levantar el santuario de la Virgen de Guadalupe.
"El más flaco e inútil medio"

Entre los elogios que en 1555 Motolinía escribió al emperador Carlos V sobre Cortés entresaco esta frase:


Aunque como hombre fuese pecador, tenía fe y obras de buen cristiano y muy gran deseo de emplear la vida y hacienda por ampliar y aumentar la fe en Jesucristo y morir por la conversión de los gentiles

Por cierto, fray Toribio de Benavente mantuvo una polémica con fray Bartolomé de las Casas, porque consideraba que éste no tenía ni idea de cómo tratar y convertir a los indios y de mentir sobre las obras de los españoles en América.

Poco antes de morir, enredado en pleitos en la corte, el mismo Cortés le mandó otra carta a Carlos V en que atribuía sus resonantes triunfos a designios divinos:


quien conociere de mí lo que yo, verá claro que no sin causa la divina Providencia quiso que una obra tan grande se acabase por el más flaco e inútil medio que se pudo hallar, porque sólo a Dios fuese atribuido

Con toda justicia, el sacerdote José María Iraburu dedica en su libro Hechos de los apóstoles de América un capítulo a Hernán Cortés, al que llama "pecador y apóstol".

martes, 26 de marzo de 2019

Historia de Roma. Luis Suárez.

Historia de Roma del profesor Luis Suarez es una obra no muy conocida del prolífico autor. Es una obra editada en 1967 en una colección dirigida por el. Luis Suarez es doctor en historia y conocido por sus obras dedicadas al franquismo, así como las dedicadas al tiempo de los reyes católicos, del cual es un consumado especialista. No debemos dejar de citar su conocida "Historia de la Edad Media" de Espasa, tan prolija en datos.

La obra que hoy nos ocupa es un intento de explicar la historia de Roma en poco mas de 300 paginas dando a conocer los hechos mas relevantes de tan largo periodo histórico. De Rómulo a Rómulo se podría decir, no deja de ser irónico que el nombre del último de los monarcas se llamase de la misma manera que el mítico fundador. Del 753 a.c hasta el 476 d.c. Mas de 1000 años de historia, sin contar el imperio oriental, que llegaríamos hasta el 1453, más de 2000 años continuados de una misma cultura, de una misma civilización de la cual somos herederos.

La obra se divide en 6 apartados principales que son: el nacimiento de Roma, la unidad del Mediterráneo, la crisis romana, la elaboración del poder personal, el principado y el dominado. A pesar de no tener más de 300 páginas, el autor hace un arduo trabajo de concisión, nada forzado que facilita la lectura. Bien es verdad, que sin un conocimiento anterior de la historia de Roma, el lector novato puede no sacar todo el fruto de la lectura. El periodo de expansión romana, península itálica, las ciudades griegas, así como las guerras púnicas son de gran riqueza y el autor no se pierde en los detalles puramente bélicos, si no que da las pinceladas para explicar la crisis romana y la influencia helena y el cambio producido en la sociedad romana de la época. Roma dejo de ser una sociedad rural, sencilla en sus tradiciones, para copiar a los griegos, no sólo en su cultura, sino en su religión.

El problema de libros como el presente, es su limitación de espacio y con temas tan profundos, como Roma, nos deja con un sabor agridulce al no poder dedicar más páginas, a lo que uno considera fundamental de la historia de Roma. Me refiero a Julio César, arquetipo por excelencia, militar y político como no ha habido otro, ser absolutamente fundamental en la historia occidental. Julio César,  fue el tránsito a un mundo nuevo, debido al desgaste del sistema republicano, donde un hombre representaba la voluntad del pueblo romano, y no me refiero solo a la ciudad de Roma, sino a la romanidad, a la idea de imperio que posteriormente desarrolló su sobrino Octavio, como sus sucesores, de los que hay que citar a Vespasiano, Antonino Pío, Trajano, Marco Aurelio, Diocleciano, Constantino, Juliano el Apóstata, Teodosio y má,s que aunque no hayan pasado a la historia como los demás, no deben dejar de tener un sitio en el panteón de los mejores.

Después de Marco Aurelio y Cómodo, el imperio entra en lo conocido como la crisis del siglo III, época de gran calamidad, pero que llevaba en ella el germen de la recuperación, como se vio con el sistema de la Tetrarquía de Diocleciano, el imperio duro todavía doscientos años más.

El autor es católico confeso, pero no deja que el libro se vea afectado por su religiosidad y en cambio nos deleita con un resumen de las ideas religiosas de la época. Nos explica el conflicto entre paganismo y cristianismo. Habla sobre el helenismo, así como el mitraismo. La conversión de Constantino, si fue verdadera o no, el arrianismo, el Concilio de Nicea, los diferentes obispados, y dedicada unas páginas a Juliano el Apóstata, rápidamente desaparecido de la historia, pero que podía haber llegado a ser un grandísimo emperador con su recuperación del paganismo.

La Historia de Roma del profesor Luis Suarez es una obra recomendable, especialmente para aquellos que ya tengan un conocimiento previo de la misma.

sábado, 23 de marzo de 2019

Fernando Paz sobre Nuremberg.


Fernando Paz sobre La ideologia de género.


Pío Moa sobre Fernando Paz.


En defensa de Fernando Paz (Editorial de García Isac) - 22-3-2019.


El enemigo huele tu miedo. Por Eduardo García Serrano.

Qué fácil y qué rápido. El enemigo huele tu miedo como el cerdo las trufas, y te ataca por el flanco más débil. Prueba el coraje, la determinación y la capacidad de resistencia del adversario y si advierte que flaquea, que se amilana en tablas, que se esconde en el silencio y que abandona a su suerte al objetivo que ha puesto en la diana, redobla la ofensiva con el cuchillo entre los dientes… y vence.

Ni en la guerra, ni en la política, ni en una pelea de taberna valen de nada los corpus doctrinales, las grandilocuentes declaraciones de intenciones ni las altisonantes proclamas si no están acompañadas por el valor. El valor primordial que nos obliga, como un juramento, como la palabra empeñada, a no abandonar al camarada, al compañero, al que están zurciendo a puñaladas con las navajas de Albacete, tan letales como las mentiras de los Medios de Comunicación.

Qué fácil y qué rápido han vencido. Ya tienen la cabeza de Fernando Paz en una metopa del pabellón de caza de “fachas”, tan frecuentado por Pablo Iglesias, siempre acompañado en sus monterías por los perros periodísticos y políticos de la derecha cuando de delatar, señalar, olisquear, rastrear y abatir “fachas” se trata. Fernando Paz, en su congénita nobleza, creyó estar acompañado de lobos ibéricos para enfrentarse a la jauría… pero estaba solo. Más solo que los Últimos de Filipinas.

Pon tus ojos arriba, Fernando, siempre arriba. Y en el amargo trago de la mentira y la soledad recuerda siempre con orgullo el Adiós a las Armas de Luys Santa Marina: “Cuando esto acabe, volveré a mi vida. Ya no sé lo que de ella quedará, mas no podrá faltarme cielo arriba y tierra para andar/Cuando esto acabe, volveré a mi pluma, marchita el alma/Hice lo que debía. Terminada mi guardia, entrego consigna y afán”.

elcorreodemadrid.com

Entrevista a Pio Moa sobre Fernando Paz.

"Pienso que Pío Moa acierta en su análisis sobre Fernando Paz. No hace falta estar completamente de acuerdo con alguien, para defender la tan cacareada libertad de expresión. Todo mi apoyo desde este blog a Fernando Paz".


P. La izquierda y gran parte de la derecha se ha alzado contra el negacionismo de Fernando Paz respecto al Holocausto y los juicios de Núremberg. ¿Tiene ud algo que decir al respecto?

Creo que Paz tiene razón en lo principal. Según lo entiendo, no niega el Holocausto, es decir, la persecución genocida contra los judíos, en cierto modo implícita en la ideología hitleriana. Solo expone dos cuestiones de principio que están siendo vulneradas por la mayoría de los historiadores y los políticos. En primer lugar, que aquel suceso histórico, como todos los sucesos históricos, está sometido a la crítica y la revisión. Si negamos esto, vamos de cabeza al totalitarismo. En segundo lugar, que hay elementos de dicha persecución evidentemente revisables, como el de los seis millones. Es una cifra redonda mil veces citada. En torno a cuatro de esos seis habrían sido asesinados en Auschwitz, pero desde hace tiempo se sabe que la cifra real allí fue de 1,3 millones o algo así, con lo que la cifra global tendría que haber descendido en consecuencia. Pero se sigue repitiendo casi como una cifra mística. Coincido con Paz en esto, pero por mi parte no puedo decir más al respecto porque la visceralidad de que está cargado el asunto obligaría a una investigación a fondo que no estoy en condiciones de emprender, al menos hoy por hoy. 

P. De todas formas, tanto Vox como Fernando Paz pueden haber cometido un error, Vox por seleccionarlo y Paz por meterse en política.

El error estaría en plantear mal el caso. Paz se equivocaría si quisiera justificarse, dando autoridad moral a sus acusadores. Podría empezar con algo parecido a esto: “Ustedes me llaman negacionista sabiendo que es falso. Es decir, ustedes mienten. Y mienten porque es prácticamente lo único que saben hacer bien”. Y seguir desde ahí con una polémica que podría resultar iluminadora. Paz es un intelectual. ¿Debe mezclarse en política directa? Eso es una decisión personal. Tiene pleno derecho, pero la elección es suya. Claro que la política se parece a un pozo de víboras y desenvolverse en ella requiere mucho temple si no quieres convertirte en una víbora más.

P. ¿Y en cuanto a los juicios de Núremberg,  otro punto del ataque a Paz?

Aquí, de nuevo, tiene razón. No solo porque son tan revisables como cualquier otro hecho histórico, sino porque él propone una cuestión de enorme transcendencia y de muy difícil solución, si es que tiene alguna: de acuerdo con la ley natural, los líderes nazis tendrían que ser castigados, pero de acuerdo con el positivismo que hoy rige en todas las actitudes morales y legales, y por supuesto entre los jueces de Núremberg (salvo los soviéticos, que tenían otro enfoque),  no podrían serlo. Esos juicios han recibido muchas críticas y en Años de hierro he expuesto algunas. Empezando porque los regímenes representados por los jueces habían cometido a su vez bastantes de los crímenes achacados a los nazis. Por cierto que la acusación de “revisionismo” que suelen hacer los del nuevo Frente Popular ya demuestra su pensamiento totalitario: la revisión es un principio metodológico en toda ciencia. Pero ellos quieren presentar como una especie de sacrilegio cualquier discrepancia o crítica de sus teorías, que a menudo son simplemente estúpidas.

P. Hay un tercer frente contra Paz, el de su ataque a los autores de las ideologías “de género”.

Por mi parte estoy muy de acuerdo con la crítica de Paz a esa gente. Son verdaderos perturbados que se vienen imponiendo totalitariamente a base de manipular la idea de libertad, el victimismo, etc.  Lo dicho no quiere decir que esté de acuerdo en todo con Paz, pero en estos puntos fundamentales, sí. 

P. Alguna gente se ha extrañado de que Vox no recurra a usted y le ignore, teniendo en cuenta que es usted uno de los intelectuales que desde hace más tiempo han apoyado a ese partido.

Sí, algunas personas me lo han comentado. No sé si se debe a que siempre dejé claro que mi apoyo a Vox era desde fuera y crítico, o a que temen que algunas de mis posiciones, como la revisión del franquismo,  les resulten perjudiciales políticamente. En este último caso cometerían un error, aunque todavía subsanable, porque la cuestión de Franco es la cuestión básica de la democracia en España. Es decir, de su regeneración o de su completa degeneración a manos del nuevo frente popular, que incluye  hoy también al PP. Pero me ha llamado la atención que en ningún caso me citen, a pesar de que en diversos temas  me he adelantado a ellos, como a casi todos. Es un fenómeno curioso.

piomoa.es