miércoles, 25 de enero de 2012

Locura de amor (1948)

Hoy me gustaría recomendar una película rodada en 1948 bajo la dirección de Juan Orduña y protagonizada por Aurora Bautista y Fernando Rey. La película narra los amores entre Juana la Loca y Fernando el Hermoso.

La película está basada en el texto homónimo de Manuel Tamayo y Baus, dramaturgo del siglo XIX de pensamiento tradicionalista. Aquí dejo una muestra de la película:

miércoles, 18 de enero de 2012

La censura en Cataluña


Noticia sobre la censura del nuevo libro de Jesús Laínz en Cataluña. Hay que reconocer que ser nacionalista catalán es una de las infinitas maneras de ser imbécil. 
La misma semana que se conoce que los médicos en Tarragona están obligados a hablar en catalán aunque el paciente no lo entienda y días después de que los Mossos hayan comenzado a emplear el castellano nada menos que como medida de presión contra los recortes de Artur Mas, la libertad vuelve a verse cercenada en Cataluña. Sólo es un ejemplo, pero representativo de lo que ocurre en la Generalidad, ahora gobernada por CiU, antes por el tripartito del socialista José Montilla.
La Casa del Libro de la Rambla de Cataluña, en Barcelona, ha vetado la presentación del libro de Jesús Laínz, 'Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de las palabras' y lo ha hecho, según explicó la propia librería, porque sus salas no acogen presentaciones de libros "subversivos" o "muy problemáticos".
Así lo ha contado el autor a LD, que ha manifestado que en Cataluña ya "no hace falta ninguna prohibición, ningún policía; el pueblo se ha convertido en gendarme de sí mismo, la gente se autocensura porque saben lo que se puede hacer o decir" para no ver perjudicados sus intereses particulares o empresariales. Y esto convierte al sistema en algo "verdaderamente feo", ha señalado Laínz.
Curiosamente en otro feudo nacionalista, el País Vasco, su presentación no tuvo ningún percance. Más allá de algún "chascarrillo" como "vascófobo", al que el autor no da más importancia, Bilbao acogió la obra de buen grado. "La sala estaba llena", unas 500 personas acudieron al acto.
El libro, prologado por el colaborador habitual de Libertad Digital Amando de Miguel, será presentado finalmente el próximo 2 de febrero en el Hotel Catalonia cercano a la Plaza de Cataluña en Barcelona. Sentados junto al autor estarán el presidente de la asociación Convivencia Cívica Catalana, Francisco Caja, y el parlamentario de Ciudadanos, Jordi Cañas.
http://www.libertaddigital.com/sociedad/2012-01-18/la-casa-del-libro-de-barcelona-veta-la-presentacion-de-un-libro-por-considerarlo-subversivo-1276447334/

Juan Valiente, el conquistador negro

Ahora mismo me encuentro leyendo un libro titulado "Los siete mitos de la conquista española" de Mattew Restall. A través de siete mitos el autor trata de desmitificar algunos aspectos de la conquista de las indias. No voy a escribir una recensión del mismo, ya que el propósito de este artículo es dar a conocer un aspecto de la conquista poco conocido y que es de justicia reconocer, que el Sr Restall a través de su libro a dado a conocer el tema de los conquistadores negros dentro de la conquista española.

Aunque el autor cita a varios, sólo voy a traer a colación la vida de Juan Valiente, aquí os la dejo:


"Juan Valiente (¿1505? - Tucapel1553), fue un conquistador negro español.
Al igual que otros conquistadores negros como Juan Garrido y Sebastián Toral en México, o Juan Bardales en Honduras y Panamá, o Juan García en Perú y Juan Beltrán también en Chile, que fue encomendero y capitán del fuerte de Villarrica, Valiente había nacido con otro nombre en África occidental hacia 1505 y llegó como esclavo a México, donde hacia 1530 fue comprado por un español llamado Alonso Valiente, quien lo bautizó y lo llevó a trabajar a su casa, en Puebla.
Juan se cansó de esta vida doméstica y en 1533 convenció a su amo de que lo dejara ir para buscar nuevas oportunidades como conquistador por un periodo de 4 años, al cabo del cual regresaría con las ganancias obtenidas. Firmaron un acuerdo y Juan llegó a Guatemala a tiempo para unirse a la expedición de Pedro de Alvarado que se dirigía a Perú. Allí fue donde se unió a la compañía deDiego de Almagro y puso rumbo hacia el sur. Llegó por primera vez a Chile junto a Almagro y participó luego en la compañía de Pedro de Valdivia.
Valiente contribuyó a fundar Santiago de Chile en 1546 y fue premiado con una hacienda en las afueras de la ciudad. Cuatro años más tarde recibió una encomienda y alcanzó a formar una familia con Juana de Valdivia, con seguridad una ex esclava negra del gobernador.
En Chile, Valiente consiguió cierta fortuna y pudo vivir en libertad, pero a miles de kilómetros de allí Alonso Valiente no había olvidado la inversión que le significaba ser propietario de un conquistador. Le concedió un nuevo plazo y, más tarde, en 1541, envió a un nieto suyo para que lo recobrara o negociara con su esclavo un buen precio para manumitirlo. Sin embargo, Juan nunca olvidó su condición de esclavo y comisionó a un oficial real en 1550 para comprar su libertad, pero este terminó escapándose con los fondos. Alonso Valiente insistió en recuperar su inversión, pero entonces ya era muy tarde, pues el cuerpo de Juan Valiente descansaba en la Araucanía, donde cayó junto con las huestes de Pedro de Valdivia en la batalla de Tucapel."

lunes, 16 de enero de 2012

Manuel Fraga

Hoy hemos amanecido con la noticia del fallecimiento de Manuel Fraga. A unos podrá gustar más o menos, pero lo que si es cierto que si pasará a la historia de España con una gran relevancia por toda su carrera política. 


De todos los artículos y análisis que he leído y escuchado hoy, creo que el mejor por su perspectiva histórica ha sido el de Pío Moa, que dejo a continuación. 


El  caso Fraga.  En los últimos años de Franco, hasta el más tonto percibía que su régimen no podía continuar, entre otras cosas porque, sin su personalidad, las “familias” del franquismo tirarían cada una por su lado, máxime cuando la Iglesia (Roma o gran parte de la jerarquía eclesiástica, sin olvidar la que apoyó a la ETA) traicionó –esa es la palabra justa—a quien la había salvado literalmente del exterminio.  Por tanto, muchos se preparaban para la transición, pero ocurría que eran demasiado débiles y no tenían realmente ninguna idea clara en la cabeza excepto aquello de que “había que homologarse con Europa”. No existía un pensamiento democrático en la derecha y muchísimo menos en la izquierda, asimismo débil y compuesta de etarras, proetarras, marxistas-leninistas como el PCE o marxistas como el PSOE, siendo el marxismo la doctrina más totalitaria y sanguinaria del siglo XX. Aquella oposición quedó retratada en el caso Solzhenitsin, como he recordado en Franco para antifranquistas. (ver también: 
Casi el único que se preocupó entonces de diseñar un proceso de transición razonable fue Fraga. Un proceso que podría llamarse “a la inglesa”, de reformas que institucionalizaran las libertades y los partidos. Era una reforma que la oposición  aceptaba –aunque de muy mala gana, pues su debilidad no le permitía otra cosa—, pero que tenía el inconveniente de que quedaría para la historia como “la reforma de Fraga”, mientras que, aparentemente, Juan Carlos, el rey nombrado por Franco  quería una reforma ligada más directamente a su nombre y encontró en Torcuato Fernández Miranda la persona que podía servirle quedando en segundo plano. Torcuato diseñó una reforma más compleja y peligrosa, pero con dos ideas básicas: de la ley a la ley, es decir, de la legitimidad franquista a la legitimidad democrática, y sobre la base de que la oposición (que buscaba una ruptura sosteniendo la supuesta legitimidad del demencial Frente Popular) solo lo aceptaría si se sabía débil. En La Transición de cristal  he expuesto las líneas generales de este proceso decisivo. Torcuato supo utilizar a Areilza para socavar a Fraga, quitando luego la silla a su instrumento para ofrecérsela a Suárez. Torcuato creyó que Suárez, hombre hábil para la pequeña política pero básicamente ignaro e intelectualmente nulo, seguiría sus orientaciones ("el hombre disponible"). Se equivocó, pues  a partir de cierto momento el hombre disponible se creyó un genio de la política : pasó a  fortalecer a la oposición y al separatismo, tratando de hacer olvidar el origen real de la democracia en la herencia franquista (paz, prosperidad, olvido de los odios republicanos y estabilidad), prescindir de la lucha por las ideas y jugar a conseguir un electorado más o menos de izquierdas. El resultado final lo hemos experimentado con Zapatero, que ha conseguido imponer la demagógica ruptura que durante la transición fue imposible, al menos por completo.
  Fraga, tomado en tenaza por un antifranquismo medio salvaje y una UCD demagógica, empeñada en una política que conduciría a su autodestrucción, quedó con mucho menos apoyo del esperado. Fraga pudo partir de su base electoral, de cualquier modo nada desdeñable, para proseguir e ir ganando posiciones. En cambio, hombre algo voceras pero interiormente débil, la lección que extrajo de su semifracaso, fue que debía imitar a Suárez y disputarle lo que se llamaba el centro sin que nadie acertara nunca a definirlo. En el proceso, Suárez liquidó la UCD y Fraga habría liquidado AP si la autodemolición de UCD no le hubier precedido. Tuvo entonces la suerte de heredar, sin ningún esfuerzo, gran  parte de los votos de UCD y configurarse como una derecha sin verdaderas señas de identidad. Con Aznar, la derecha ganó algo de identidad y peso específico, para perderlo de nuevo con Rajoy: perfil bajo para una crisis de alto perfil.
Tuvo además Fraga la mala suerte de elegir colaboradores de muy poco fuste y de que otros más espabilados o listillos le arrebataran sus iniciativas, desde la consigna del centro reformista hasta el diario El País. Así como Areilza pasa, infundadamente, por ser un político de gran inteligencia y visión de estado, Fraga ha pasado como un personaje enérgico e impulsivo. Tuvo algo de lo último y poco de lo primero. ¡Ah, y la izquierda incivilizada, que no ha cambiado desde entonces, le loa por haber “civilizado” a la derecha!
 La política en España puede definirse como una farsa interminable.

http://www.intereconomia.com/blog/presente-y-pasado

miércoles, 11 de enero de 2012

Un marino decente de Arturo Pérez Reverte

Después de unas semanas de inactividad, vuelvo con un nuevo artículo de Arturo Pérez Reverte.  


Hace tiempo que no tecleo en plan abuelito Cebolleta, contando alguna peripecia histórica. Así que refrescaré una que, en realidad, es epílogo de otra que ya referí hace tres años -Un gudari de Cartagena- sobre el combate del pesquero armado republicano Nabarra con el crucero nacional Canarias durante la Guerra Civil. La acción tuvo lugar cerca del cabo Machichaco; y como señalé en su momento, es mi episodio favorito de la historia naval española del siglo XX. Lo que voy a contarles quizá contribuya a aclarar por qué. 

El 5 de marzo de 1937, durante una acción contra un pequeño convoy republicano, las 13.000 toneladas y las cuatro torres dobles del Canarias, capaces de disparar proyectiles de 113 kilos, se enfrentaron a un humilde bacaladero de la Euzkadiko Gudontzidia -ikurriña en la proa y bandera española con franja morada a popa- armado con sólo dos cañones de 101.6 milímetros. El combate fue brutal y sangriento: durante una hora, maniobrando con tenacidad suicida entre una fuerte marejada, el comandante del Nabarra, Enrique Moreno Plaza, un murciano al que la Enciclopedia Auñamendi llama «marino vasco nacido en la Unión» -confirmando, como dice mi amigo el marino y escritor Luis Jar, que los vascos nacen donde les da la gana-, y los cuarenta y ocho hombres de la dotación, lograron arrimarse lo bastante al crucero enemigo para sostener un combate que sus propios adversarios, en el parte oficial, calificarían de «eficaz y admirable». Y al fin, en llamas, sin arriar bandera, el pequeño Nabarra se hundió con treinta hombres a bordo -imposible compararlos con los miserables que hoy se llaman a sí mismos gudaris-, incluido el comandante. Con ellos murió también el cocinero, Pedro Elguezábal, que mientras se iban a pique, animado por una botella de coñac, enseñaba al Canarias un cuchillo desde la borda gritando: «Venid si tenéis huevos, cabrones». 

Ésa es la historia que conté hace tres años, aunque en folio y medio no me cabía el epílogo. Uno de esos adversarios que calificaron de eficaz y admirable la hazaña del humilde Nabarra fue el tercer comandante del Canarias, Manuel Calderón. Y ese marino de la escuadra nacional demostró, con su comportamiento tras el combate, una admiración por la valentía del enemigo derrotado, una compasión y una calidad humana que situaron en el mismo plano de grandeza moral, quizá por única vez en la sucia historia de nuestra Guerra Civil, a vencedores y vencidos; sobre todo en lo que se refiere al aspecto naval del conflicto, donde la saña de unos y otros desbordó la infamia, con asesinatos masivos de oficiales en la zona republicana y con una despiadada aplicación de la pena de muerte por parte de los tribunales franquistas a los marinos, mercantes o de guerra, capturados al bando enemigo. Ése fue el caso de los diecinueve supervivientes del Nabarra, que fueron condenados a muerte tras su desembarco y prisión. Y si no se cumplió la sentencia fue gracias a los esfuerzos del comandante del Canarias, capitán de navío Moreno, y sobre todo al tesón de su tercero, el capitán de corbeta Calderón, que removió cielo y tierra para salvar la vida de los vencidos. Calderón llegó al extremo de pedir una entrevista con el general Franco, en la que argumentó: «Esos hombres son unos héroes, y los héroes merecen vivir». Tanto insistió una y otra vez en alabar el valor de aquellos diecinueve marinos, que para quitárselo de encima Franco acabó concediendo el indulto y la liberación inmediata de todos ellos. «Sáquelos de la cárcel -fueron sus palabras exactas-. Y luego invítelos a comer chipirones. Pero pague usted de su bolsillo». 

Hubo algo más que chipirones. Porque Manuel Calderón siguió velando el resto de su vida por los supervivientes delNabarra. Buscó trabajo a unos, recomendó a otros y protegió a todos para que no sufrieran represalias. Al marinero Lahoz le avaló un crédito bancario, al segundo oficial Olaveaga lo ayudó a obtener el título de capitán de la marina mercante, y cuando supo que al telegrafista Cahué le negaban trabajo en Baracaldo por sus antecedentes políticos, se presentó allí de uniforme, convocó al alcalde y al comandante de la Guardia Civil, y dijo que al día siguiente quería ver a Cahué trabajando. Fue Manuel Calderón, en suma, un marino decente y un hombre de honor. Con más gente como él, la suerte de la infeliz España habría sido entonces, y aún ahora, más afortunada de lo que fue y de lo que es. La prueba de que los hombres del Nabarra le profesaron idéntica lealtad y aprecio es que cuando Calderón, soltero y sin hijos, murió en 1979 en una residencia de ancianos, sus antiguos enemigos en el combate de cabo Machichaco lo habían hecho padrino de treinta y dos hijos y nietos.