lunes, 16 de enero de 2012

Manuel Fraga

Hoy hemos amanecido con la noticia del fallecimiento de Manuel Fraga. A unos podrá gustar más o menos, pero lo que si es cierto que si pasará a la historia de España con una gran relevancia por toda su carrera política. 


De todos los artículos y análisis que he leído y escuchado hoy, creo que el mejor por su perspectiva histórica ha sido el de Pío Moa, que dejo a continuación. 


El  caso Fraga.  En los últimos años de Franco, hasta el más tonto percibía que su régimen no podía continuar, entre otras cosas porque, sin su personalidad, las “familias” del franquismo tirarían cada una por su lado, máxime cuando la Iglesia (Roma o gran parte de la jerarquía eclesiástica, sin olvidar la que apoyó a la ETA) traicionó –esa es la palabra justa—a quien la había salvado literalmente del exterminio.  Por tanto, muchos se preparaban para la transición, pero ocurría que eran demasiado débiles y no tenían realmente ninguna idea clara en la cabeza excepto aquello de que “había que homologarse con Europa”. No existía un pensamiento democrático en la derecha y muchísimo menos en la izquierda, asimismo débil y compuesta de etarras, proetarras, marxistas-leninistas como el PCE o marxistas como el PSOE, siendo el marxismo la doctrina más totalitaria y sanguinaria del siglo XX. Aquella oposición quedó retratada en el caso Solzhenitsin, como he recordado en Franco para antifranquistas. (ver también: 
Casi el único que se preocupó entonces de diseñar un proceso de transición razonable fue Fraga. Un proceso que podría llamarse “a la inglesa”, de reformas que institucionalizaran las libertades y los partidos. Era una reforma que la oposición  aceptaba –aunque de muy mala gana, pues su debilidad no le permitía otra cosa—, pero que tenía el inconveniente de que quedaría para la historia como “la reforma de Fraga”, mientras que, aparentemente, Juan Carlos, el rey nombrado por Franco  quería una reforma ligada más directamente a su nombre y encontró en Torcuato Fernández Miranda la persona que podía servirle quedando en segundo plano. Torcuato diseñó una reforma más compleja y peligrosa, pero con dos ideas básicas: de la ley a la ley, es decir, de la legitimidad franquista a la legitimidad democrática, y sobre la base de que la oposición (que buscaba una ruptura sosteniendo la supuesta legitimidad del demencial Frente Popular) solo lo aceptaría si se sabía débil. En La Transición de cristal  he expuesto las líneas generales de este proceso decisivo. Torcuato supo utilizar a Areilza para socavar a Fraga, quitando luego la silla a su instrumento para ofrecérsela a Suárez. Torcuato creyó que Suárez, hombre hábil para la pequeña política pero básicamente ignaro e intelectualmente nulo, seguiría sus orientaciones ("el hombre disponible"). Se equivocó, pues  a partir de cierto momento el hombre disponible se creyó un genio de la política : pasó a  fortalecer a la oposición y al separatismo, tratando de hacer olvidar el origen real de la democracia en la herencia franquista (paz, prosperidad, olvido de los odios republicanos y estabilidad), prescindir de la lucha por las ideas y jugar a conseguir un electorado más o menos de izquierdas. El resultado final lo hemos experimentado con Zapatero, que ha conseguido imponer la demagógica ruptura que durante la transición fue imposible, al menos por completo.
  Fraga, tomado en tenaza por un antifranquismo medio salvaje y una UCD demagógica, empeñada en una política que conduciría a su autodestrucción, quedó con mucho menos apoyo del esperado. Fraga pudo partir de su base electoral, de cualquier modo nada desdeñable, para proseguir e ir ganando posiciones. En cambio, hombre algo voceras pero interiormente débil, la lección que extrajo de su semifracaso, fue que debía imitar a Suárez y disputarle lo que se llamaba el centro sin que nadie acertara nunca a definirlo. En el proceso, Suárez liquidó la UCD y Fraga habría liquidado AP si la autodemolición de UCD no le hubier precedido. Tuvo entonces la suerte de heredar, sin ningún esfuerzo, gran  parte de los votos de UCD y configurarse como una derecha sin verdaderas señas de identidad. Con Aznar, la derecha ganó algo de identidad y peso específico, para perderlo de nuevo con Rajoy: perfil bajo para una crisis de alto perfil.
Tuvo además Fraga la mala suerte de elegir colaboradores de muy poco fuste y de que otros más espabilados o listillos le arrebataran sus iniciativas, desde la consigna del centro reformista hasta el diario El País. Así como Areilza pasa, infundadamente, por ser un político de gran inteligencia y visión de estado, Fraga ha pasado como un personaje enérgico e impulsivo. Tuvo algo de lo último y poco de lo primero. ¡Ah, y la izquierda incivilizada, que no ha cambiado desde entonces, le loa por haber “civilizado” a la derecha!
 La política en España puede definirse como una farsa interminable.

http://www.intereconomia.com/blog/presente-y-pasado

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