miércoles, 23 de mayo de 2012

Diez Comedias del Siglo de Oro

Hoy vamos a recomendar diez comedias del siglo de oro, unas conocidas y otras no tanto, que darán a todos aquellos que las quieran leer una buena base para adentrarse en la literatura del siglo de oro. 

Empezamos con Cervantes. El manco de Lepanto dedicó gran parte de sus entusiasmos al arte dramático  y en su primera época de escritor produjo, entre otras, la tragedia en cuatro actos titulada La Numancia, que conmemora uno de los sitios más famosos que la historia registra. La grandeza de la concepción, el estilo noble y elevado, junto con el sentimiento patriótico que la inspira, sitúan esta obra entre las grandes creaciones del teatro español. El tema del suicidio colectivo y la circunstancia de tener como protagonista a todo un pueblo, dan a La Numancia el aspecto de documento histórico que a través de los siglos se convierte en monumento nacional. 

Lope de Vega sigue a Cervantes en el orden cronológico y en el mérito literario. Entre las mil ochocientas comedias a que se dice llegó su producción dramática, hay pocas obras verdaderamente maestras, pero una de las más notables es Fuenteovejuna, un magnífico drama en el que, sin menoscabo del sentimiento monárquico propio de la época, se legitima la rebeldía contra el despotismo, razón por la cual ciertas inquietudes sociales y tendencias políticas de estos tiempos han venido a prestarle renovado interés y actualidad. Otra obra que por varios siglos ha sido considerada como la mejor de Lope es La Estrella de Sevilla, cuya paternidad se le disputa en nuestros días por críticos eminentes.

Tirso de Molina es el pseudónimo de Fray Gabriel Téllez, contemporáneo y discípulo de Lope de Vega a cuya escuela dramática pertenece. Una de sus obras más notables es El Burlador de Sevilla. Esta obra que no es la mejor de su genio dramático, pero tiene el mérito extraordinario de ser la primera aparición dramática de una de las más grandes figuras de la literatura europea. En efecto, la figura <<Don Juan>>, el protagonista, surge como tipo dramático de la pluma de Tirso en la España del siglo XVII y desde entonces circula por todas las literaturas y es conocida en todas naciones civilizadas. Este personaje, hijo de la fantasía, sin base alguna histórica, como todas las grandes creaciones, ha sido adaptado, interpretado y con frecuencia mal comprendido, por escritores eminentes de diferentes épocas y nacionalidades. No cabe duda de que el autor se propuso enseñar con su obra una lección de moralidad, como se desprende del castigo terrible que sufre el protagonista por su exceso de confianza en la misericordia divina.

Guillén de Castro y Bellvis pertenece a la escuela dramática y valenciana y al ciclo de Lope de Vega de quién fue amigo y discípulo. su mayor acierto fue la dramatización de la figura histórico-legendaria de Rodrigo Díaz de Vivar, en su obra más conocida titulada Las mocedades del Cid. Acaso el mérito principal de esta obra no consista más que en el hecho de haber servido de modelo a Corneille para Le Cid que es la primera gran tragedia del teatro clásico francés.

Antonio Mira de Amescua es un representante del grupo andaluz del ciclo de Lope de Vega. Su mejor comedia y una de las más importantes obras religiosas del teatro español es El esclavo del demonio basada en una leyenda de San Gil de Portugal. 

Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza es el único hispanoamericano de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro. Una de sus obras más notables y acaso una de las más importantes de todo el teatro español, es La verdad sospechosa cuyo protagonista tiene el vicio de mentir. Aunque la finalidad didáctica es evidente, el tratamiento del tema está muy lejos de ser árido y pesado. La lección moral se desenvuelve en un ambiente agradable y está caracterizada por el elemento cómico que hace simpático al personaje principal y mantiene vivo el interés a través de una serie de incidentes. 

Esta obra fue imitada y en parte traducida por Corneille que le dio el título de Le Menteur e inauguró con ella la comedia francesa de carácter. 

Pedro Calderón de la Barca inicia, inspira y define el segundo ciclo de la literatura dramática del Siglo de Oro. Entre las ciento y pico de obras mayores que de él se conocen, la más famosa y celebrada es La vida es sueño, que pertenece al género moral o filosófica en el cual su autor alcanzó tantos éxitos. Considerada por algunos como la mejor respuesta al terrible dilema de <<Hamlet>>, tiene por objeto demostrar que las vanidades y grandezas de esta vida son un sueño; que cuando más encumbrados nos creemos, despertamos en la desgracia, y que, por lo tanto, no estando nunca seguros de los bienes que poseemos, conviene usar de ellos con moderación y templanza.

Francisco de Rojas Zorrilla forma parte de la escuela dramática de Calderón. Su obra más conocida y renombrada, Del Rey abajo, ninguno, que, como drama, es uno de los más notables de todo el teatro español. Es un cuadro de costumbres rurales que, a pesar del convencionalismo del honor, encanta por la poesía del ambiente, la animación del diálogo y el vigor de las descripciones, pero impresiona, sobre todo, por la fuerza de carácter del personaje principal. 

Agustín Moreto y Cabaña es en el orden cronológico el último de los autores notables del ciclo de Calderón. Se le acusa de haber tomado la idea central de algunas de sus mejores obras de otras más antiguas. Eso es lo que ocurre precisamente con la mejor de sus obras, Es desdén con el desdén, que aunque está tomada de una de Lope, es no solamente superior al original, sino que es una joya del arte dramático que ha sido a su vez traducida, copiada e imitada por dramaturgos nacionales y extranjeros. 

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