domingo, 2 de julio de 2017

Emilio Aguinaldo sobre el Sitio de Baler.

Nada más llegar al pueblo, los españoles se dan cuenta de que el mejor edificio donde acuartelarse es la iglesia, por ser el lugar más sólido y seguro de la zona. Los primeros días en Baler son de una tranquilidad tensa. Los españoles se preparan para la lucha, acondicionando la iglesia para la defensa, reuniendo allí alimentos y municiones. Los rebeldes filipinos llegan a Baler el 27 de julio de 1898.
El sitio de Baler durará 337 días, en los cuales los filipinos atacarán continuamente a los españoles, fracasando en todos sus intentos, a pesar de contar con cañones trasladados desde Manila, capital de la nueva República. Por otro lado se envían continuamente mensajeros ofreciendo la paz a los españoles, cosa que estos rechazan continuamente, aunque España se había rendido oficialmente en diciembre de 1898.

A las dificultades típicas del asedio, falta de alimentos o municiones, se sumó la aparición de una enfermedad tropical que diezmó a los españoles, el ber-iberi. Esta enfermedad acabará con el jefe del destacamento, el capitán Enrique de las Morenas, y con el teniente Juan Alfonso Zayas, quedando al mando de la tropa el teniente Saturnino Martín Cerezo.
Finalmente el teniente Martín Cerezo recibe noticias reales sobre la rendición de España, mediante un periódico de la época. Los españoles para rendirse, piden un trato honroso y que no sean considerados prisioneros de guerra, cosa que aceptan los filipinos. El 2 de junio de 1899, las tropas españolas abandonan la iglesia de Baler, entre la admiración de sus enemigos filipinos.
Para finalizar, estos “últimos de Filipinas” llegaran a Barcelona el primero de septiembre de 1899, entre el clamor popular por su gesta. Los honores que recibieron estos hombres fueron muchos, pero destaca el ofrecido por el primer presidente de la República de Filipinas, Aguinaldo, que decretó esto:

“Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente:
Artículo Único. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país. Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899



El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo”

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