domingo, 14 de octubre de 2018

Los muchos José María de Mena. Antonio Burgos.

Son las dos menos cuarto de la tarde. La baquelita de la radio de cretona, comprada por mi padre en Tánger, pero no en el bacalito de un judío de la calle Cristianos, sino en la modernísima Casa Ros del Bulevar Pasteur, con su aguja como de reloj sobre una esfera numerada, está sintonizada en Radio Sevilla, de la Sociedad Española de Radiodifusión de Eugenio Fontán. Empieza a sonar el "Capricho Español" de Rimski-Kórsakov. Comienza, como cada tarde, el "Diario Hablado La Palabra". Mantiene ese título de Unión Radio desde antes de que por este micrófono diera sus charlas Queipo, cuando el locutor-estrella era Carlos Bendito, a quien el guasón de Galerín le añadía un segundo apellido: "Carlos Bendito...y Alabado". Ahora en esa radio y en la voz de Pepín Cuesta o de Humberto Dacio suenan las noticias municipales que ha redactado Diego Díaz Muñoz. Y como cada tarde, dan paso a la opinión: que no me hablen de una España negra de exclusiva del Parte obligatorio de Radio Nacional. Anuncian ahora: "Comentario del día, por José María de Mena". Y escuchamos una defensa de sevillanía o de valores cívicos, que algún día habré de recordar con el "Decálogo del Buen Sevillano" del inquieto médico doctor don Rafael Castro Artigas. En una radio con censura, Mena habla de Sevilla o propone que con las calores deberíamos los caballeros ir con atuendo colonial, como los ingleses en la India o los propios españoles en Guinea Ecuatorial, y no con la dictadura de la corbata y el mil rayas. Y así un día y otro, comentario a comentario, Mena va dejando su impronta culta, personalísima y polifacética en "La Palabra" de Radio Sevilla. 

Este del comentario diario en Radio Sevilla es uno de los muchos José María de Mena que conocimos y que siempre tuvo para nosotros generosas palabras de encomio sobre nuestra escritura y nuestra defensa del habla sevillana. Pero hay muchos más José María de Mena. Parte de cuanto fue lo ponía ayer su papeleta de defunción: "Escritor, historiador, periodista, catedrático y académico". Junto al de Radio Sevilla, y simultáneamente, estaba el catedrático de Declamación y subdirector del Conservatorio, que rompió en benefactor logopeda de tantos laringectomizados, de tantos niños sordos. Y estaba, además, el José María de Mena jefe de las Tropas Voluntarias de la Cruz Roja, con su uniforme caqui, quizá como homenaje de hijo de militar que era. Hasta me parece recordar que Mena, uniformado de jefe de los voluntarios militarizados de la Cruz Roja que estaban en el fútbol o en los toros, no usaba como prenda de cabeza una gorra de plato, sino una teresiana legionaria. 
O lo recuerdo vestido de frac, vara dorada en mano, muchos Miércoles Santos. Mena va representando al Ayuntamiento de Burgos, de cuyo diario fue joven redactor antes de venirse a Sevilla, ante el Cristo de la ciudad castellana que Juan Bautista Vázquez "El Viejo" sevillanizó para que el capataz Alfonso Borrero lo pasara por la Alcaicería sin que le rozara un solo casquete de la Cruz, de los que le ha donado un alfayate de la Avenida. 
Y luego, alejado de una Radio Sevilla donde fue sustituido como redactor-jefe por Manuel Barrios, aun siguiendo con su Conservatorio, su logopedia y su Cruz Roja, vino el Mena que ha de quedar en la historia y la leyenda de Sevilla, el que inhumanamente despreciaban los historiadores profesionales que se la cogen con un papel de fumar. 

Finalmente vino el Mena que, lo siento, como divulgador de temas hispalenses vendía más libros sobre Sevilla que nadie. Libros sobre leyendas que son ya una leyenda para los recuerdos de tantos que se iniciaron en el amor a la ciudad y a su Historia con aquellas páginas del prolífico Mena, autor de "best sellers" sevillanos, el que más vendía aquí del catálogo de Plaza y Janés. Cuando sobre Sevilla apenas se publicaban libros, en el escaparate de Sanz, o de Pascual Lázaro, o de Eulogio de las Heras estaba Mena haciendo no sólo lectores, sino amantes y defensores de la ciudad, enganchándolos a las obras sobre su Historia. Que hayas encontrado para siempre, querido y generoso José María, los cielos que perdimos, en los que con tu trabajo tantas veces despreciado te ganaste la gloria de ser ya tú mismo una leyenda de Sevilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario