Una vida deliciosa. Sin embargo, esa primavera de oro no iba a tardar en convertirse en un frío y oscuro invierno.Vintila Horia tiene ideas tradicionalistas y conservadoras, como la mayor parte de la juventud intelectual rumana de su tiempo. En el clima de la guerra mundial –que envolvió a Rumanía a partir de 1941–, eso pone a esta generación en el lado del Eje y contra el comunismo soviético. Otros nombres célebres, como Mircea Eliade o Emil Cioran, militan en los movimientos más radicales de la derecha. Vintila, no: él no oculta sus ideas, pero ve la política con distancia. En realidad, sólo es un funcionario que aprovecha sus destinos diplomáticos en Italia y Austria para completar estudios. Sin embargo, esa condición le va a hacer extremadamente vulnerable ante los vendavales de la política y la guerra.
Amigo de Papini
En 1944, Rumanía, que ha sido aliada de Alemania, cambia de bando. A partir de ese momento, Alemania declara enemigos a los rumanos. En consecuencia, los funcionarios de Rumanía son apresados. Vintila Horia, que está en Viena, es capturado por los alemanes e internado en los campos de concentración de Krummhübel y Maria Pfarr. La guerra sigue y Alemania retrocede. Vintila es liberado por los ingleses y junto con su esposa, Olga, es trasladado a Bolonia, en Italia. En Rumanía, el régimen de Antonescu cae. Vintila intenta volver a su país, pero los soviéticos se han hecho con el poder y el escritor, perseguido antes por ser enemigo de Alemania, se ve ahora perseguido por ser funcionario del viejo mariscal. A los Horia no les queda otra alternativa que el exilio. Se quedan en Italia.
En Italia, Vintila conoce a Papini y se sumerge en la cultura del país. Escribe italiano con soltura y publica de manera incesante: versos, prosas, ensayos. De aquí sale una obra que verá la luz años más tarde: Cuaderno Italiano. La amistad con Papini, muy intensa, no sólo le permite sobrevivir en el ambiente cultural italiano, sino que también le lleva a ahondar en la Italia de Dante y Miguel Ángel, que para nuestro autor es la esencia de la cultura europea. Pero Italia, país desolado por la guerra, ofrece poco futuro al matrimonio Horia. Vintila quiere probar fortuna fuera del viejo continente. Encuentra una oportunidad en Buenos Aires. Y hacia allá marcha el exiliado.
Cinco años en Argentina. ¿Qué hace allí? Lo que sabe hacer: enseña Literatura y escribe. Y lo hace en español. Estamos hablando de un hombre que aún no tiene 35 años, pero con una cultura enciclopédica, una inteligencia portentosa y una capacidad increíble para adaptarse a cualquier idioma. Vintila escribe ahora en español con la misma perfección con que lo ha hecho en rumano y en italiano, y del mismo modo que lo hará luego en francés. Después de cinco años en Argentina, el matrimonio Horia se instala en España. Es 1953. Aparecen algunas obras suyas: una antología poética en rumano, el volumen de poesía Presencia del mito, los ensayos Poesía y libertad y La rebeldía de los escritores soviéticos. Pero todo su ser está puesto en una novela que iba a marcar su vida: Dios ha nacido en el exilio, que escribe en francés.
El exilio es la fuerza fundamental de esta novela. Su pretexto literario: Ovidio, el poeta romano que, por su pitagorismo, fue desterrado a un remoto pueblo de la vieja Dacia, precisamente en lo que hoy es Rumanía. Y en la circunstancia del exilio, Vintila recrea una luz de esperanza: el destierro es frío y es oscuridad, pero en ese mundo lúgubre brilla un día la esperanza porque ha nacido un Dios entre los hombres. El exilio de Ovidio queda iluminado por el nacimiento de Cristo y el exilio de Vintila se ilumina a su vez por esa certidumbre de la redención. Así el autor emprende un viaje en busca de sus raíces espirituales. Y no es sólo un viaje personal, sino que es toda la civilización occidental, literalmente exiliada de sí misma por la guerra, la que ha de emprender esa búsqueda para encontrar su ser.
Dios ha nacido en el exilio es una enorme novela. Escrita en francés, a Vintila le valió el cotizadísimo premio Goncourt, el mayor galardón de la literatura europea en aquel tiempo. Pero con la celebridad llegaría también el escándalo. Escocido por el éxito de un disidente, el Gobierno rumano reacciona y activa a todas las terminales comunistas en Europa. La Embajada rumana en París filtra la noticia del escándalo: en 1945, cuando las tropas soviéticas ocupaban Rumanía, Vintila había sido condenado a trabajos forzados a perpetuidad. En la Europa de aquel momento, aquello no era un timbre de gloria, sino todo lo contrario. La prensa se llena inmediatamente de acusaciones: Vintila es un fascista, un reaccionario, un tipo indeseable que ha desertado de la patria del proletariado y que, por tanto, algo tendrá que esconder. Hoy nos parece inconcebible, pero en la Europa de los años sesenta se hacía más caso al verdugo que a la víctima.
Ante el escándalo de París, Vintila Horia renunció al premio Goncourt. Para alguien que había tenido que renunciar nada menos que a su país, no era algo que se saliera del programa. Nuestro autor hace acopio de resignación como Radu Negru (protagonista de su novela El Caballero de la Resignación), abandona París, donde se había instalado, y vuelve a España. Se ve a sí mismo como un Odiseo contemporáneo en navegación perpetua. El destierro, que ha hecho de él un “apolide exiliado” (alguien que no pertenece ya a ninguna polis, a ningún país), le lanza a la búsqueda de una Itaca ideal, la patria perfecta de esa raza de exiliados a la que pertenece. Una raza con ilustres antecesores: Ovidio, Platón, Boecio, el Greco, Rilke, Dante. Todos ellos serán fuente de inspiración de Vintila.
Esas condición de desterrado, para nuestro autor, es una fuerza que le empuja a nuevas fronteras del conocimiento. Se abre así una etapa nueva en la obra de Vintila. ¿Dónde está la clave? Sólo el conocimiento puede salvar al hombre, esclareciendo el misterio de la condición humana y de la naturaleza, del destino y del cosmos, de las leyes que rigen la vida. Pero el saber científico no es suficiente para revelar estos misterios fundamentales. ¿Y entonces? Entonces hay que acudir al saber teológico y filosófico. Esa es la clave. Vintila la explora en una novela de urgente actualidad: La séptima carta, sobre la célebre Carta Séptima de Platón, donde reinventa al filósofo griego y nos lo presenta sumergido en su búsqueda metafísica, religiosa y política, porque todo es en el fondo una y la misma cosa.
Estamos a finales de los años sesenta y Vintila Horia ha encontrado una veta de reflexión decisiva: el auténtico sentido del saber está más allá del conocimiento; la ciencia es en realidad sólo un instrumento, y su finalidad no es la simple aplicación técnica, sino que ha de permitirnos viajar hasta una comprensión más profunda de las cosas. El materialismo queda descartado. Vintila conoce y estudia a los científicos de la física cuántica, como Heisenberg o Lupasco, que han visto una dimensión sobrenatural en la materia. También hay que descartar un espiritualismo primario elemental, de consumo, como el que predicará la “nueva era”. De aquí nace una obra que iba a ejercer mucha influencia, Viaje a los centros de la tierra, que es una recopilación de conversaciones con algunos de los nombres más importantes de la cultura del siglo XX: Gabriel Marcel, Urs von Balthasar, Carl Gustav Jung, Ernst Jünger, Raymond Abellio, Marshall Mc Luhan, Werner Heisemberg, Federico Fellini…
La agonía de los tiempos
Otras obras de Vintila Horia iban a terminar de completar su perfil sobre el eje de lo que él, profesor de Literatura, llamaba “literatura metafísica”. ¿Qué es eso? Una narrativa que, utilizando la poesía y la tragedia como modalidades simbólicas del conocimiento, sepa expresar la temática de la cultura contemporánea, buscando una explicación profunda y global del hombre y de la vida. Hay ilustres precedentes. Nuestro autor elige inscribirse en esa línea. Y sus novelas responden a ese impulso: Perseguid a Boecio, Un sepulcro en el cielo…
Vintila Horia hizo muchas más cosas, y todas no nos caben aquí. Por ejemplo, su labor docente en la facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, que varias promociones de periodistas recuerdan. Por ejemplo, su incesante trabajo de promotor cultural, con iniciativas como la excelente revista Futuro Presente y la colección Punto Omega de la editorial Guadarrama. O por ejemplo, su visión del quinto centenario del Descubrimiento de América con el ensayo Reconquista del Descubrimiento, de 1991, publicado en Chile porque en España no encontró editor. Nuestro autor murió en su casa del pueblo madrileño de Collado Villalba, en 1992, después de que un tumor cerebral fuera apagando rápidamente su vida. Una de las últimas alegrías de su vida fue saber que en la Rumanía del post-comunismo empezaba a distribuirse su obra.
¿Por qué, en fin, nos interesa hoy Vintila Horia? Porque denunció con voz valiente e insobornable la gran agonía de los tiempos modernos, ese materialismo que ha conducido a un desorden planetario generalizado. Frente al desorden establecido, Vintila propuso la fidelidad a los principios trascendentes –la Revelación, la Tradición– para que nuestra civilización recuperara la verticalidad. Y lo hizo con una hondura intelectual sobresaliente: El Greco y Dante, Boecio y Platón, Ovidio… El mundo de Vintila es el de la gran tradición cultural europea, pero actualizada al paso de la ciencia del siglo XX y sus cruciales descubrimientos. Alguien que le conoció muy bien, Isidro Juan Palacios, dijo que Vintila Horia perteneció a esa rara clase de hombres que saben ver en el atardecer un amanecer, en el crepúsculo una aurora. No se puede definir mejor el espíritu del eterno exiliado Vintila Horia.
Estimado Mateo,
ResponderEliminarQuerría que me pasara por favor una dirección de correo electronico, muchas gracias.
Mario
Estimado Mario:
ResponderEliminarAquí le facilito la dirección de correo donde puede escribirme.
Mateovazquez483@gmail.com