jueves, 14 de mayo de 2015

Diccionario Aquilonia.

Aquilonia es un reino prehistórico mítico, uno de los que surgieron en Europa después del hundimiento de la Atlántida según lo imaginado por el joven escritor tejano Robert Howard, malogrado a los treinta años en 1936. Aquilonia deriva de Aquilón, que significa Norte o viento del Norte. Hemos escogido este nombre evocador para un diccionario tradicional. Como puede colegirse del propio nombre, es un diccionario mitológico. Sin embargo, Aquilonia es mucho más que esto: también es histórico, heráldico y bíblico. Ideado en 2014, año tras año irá aumentando el número de sus artículos, ampliando sus contenidos y corrigiendo los posibles errores que se hayan cometido.

Robert Howard
El objetivo de este proyecto es elaborar un diccionario histórico, antropológico, heráldico y mitológico lo más completo posible. Nuestro diccionario es en español o castellano, no catalán ni portugués, puesto que debe ser accesible para el mayor número de lectores. La redacción debe ser inteligible para cualquier lector, pero no vulgar. El modo subjuntivo se empleará toda vez que proceda. Se evitarán los idiotismos. Se eludirán las palabras y las expresiones anglosajonas. No debe contener erratas ni faltas de ortografía, cada día más frecuentes en las nuevas generaciones. Escribiremos Siva, no Ziva ni Shiva; Visnú, no Vishnu ni Visnou; Zoroastro, no Zaratustra (pero se respetará la forma Zaratustra para el personaje de Nietzsche); Yahveh, no Yavé ni Jehová; Abraham, no Abrahán; Absalom, no Absalón; Mahoma, no Muhammad, y para los demás Muhammad se pondrá Mohammed o Mahomet; Alá, no Allah; Abdalá, no Abdallah; Solimán, no Sulayman, etc. En el caso de los musulmanes españoles, se preferirán las formas Abén y Beni en vez de Ibn y Banu. Con los nombres y apellidos, intentaremos seguir el ejemplo de los clásicos de nuestro Siglo de Oro, que escribían Médicis, Maquiavelo y Bodino. Es preferible escribir Juan Bodino en vez de Jean Bodin, Carlos Marx en vez de Karl Marx, Federico Nietzsche en vez de Friedrich Nietzsche, José Arturo de Gobineau en vez de Joseph Arthur de Gobineau, Julio Verne en vez de Jules Verne, etc. Pero no se escribirá Carlos De Gaulle, sino Charles De Gaulle (aunque nuestros clásicos habrían escrito Carlos de Gaula); ni Julio Evola, sino Julius Evola; ni Renato Guenón, sino René Guenón (eludiendo la acentuación francesa en la primera sílaba Guénon que produce confusión en castellano, pues no es acento tónico). En el caso de los gentilicios, escribiremos fineses, no finlandeses (pero sí irlandeses); berberiscos, no bereberes; zenetes, no senatas; idumeos, no edomitas; amorreos, no amoritas; coseos, no kasitas; raiputas, no raiputs; sigios, no sikhs; turcomanos, no turkmenos; mongoles, no mogoles (salvo en el título concreto del Gran Mogol); semínolas, no seminoles; síux, no sioux; arapajos, no arapahoes; guayandotes, no wyandots; cheroquis, no cherokees; yutas, no utes, etc. El traductor español de la Historia de las Cruzadas del ilustre Steven Runciman, un tal Germán Bleiberg, escribe erróneamente turcos seléucidas en vez de selyúcidas, ya que los seléucidas son los descendientes del general macedonio Seleuco, mientras que los selyúcidas lo son de Selyuk (y en otros textos encontramos formas inadmisibles, por ejemplo el galicismo seldjoucides). Con respecto a los plurales, se encuentran formas incorrectas, como hindús, bengalís, manchús y aymarás, debiendo decirse hindúes, bengalíes, manchúes y aymaraes, etc. En el caso de nombres geográficos, se escribirá Oporto, no Porto; Lérida, no Lleida; Perpiñán, no Perpinyà ni Perpignan; Carcasona, no Carcasonne; Burdeos, no Bordeaux; Tures, no Tours; Tolosa de Francia, no Toulouse; Tolón, no Toulon; Ródano, no Rhône; Marsella, no Marseille; Lausana, no Lausanne; Milán, no Milano; Florencia, no Firenze; Agrigento, no Girgenti; Aquisgrán, no Aachen ni Aix-la-Chapelle; Maguncia, no Mainz ni Mayence; Ratisbona o Regensburgo, no Regensburg; Támesis, no Thames; Cornualles, no Cornwallis; Nortumbria, no Northumberland; Nueva York, no New York; Filadelfia, no Philadelphia; Misisipí, no Mississippi; Nueva Orleáns, no New Orleans; San Luis, no Saint Louis; Luisiana, no Louisiana; Nuevo Méjico, no New Mexico; Tejas, no Texas; Jerusalem, no Jerusalén (forma consagrada en castellano, pero demasiado vulgar y contraria a la etimología); Mequínez, no Meknes; Mazalquivir, no Mers-el-Kebir; Azerbayán, no Azerbaijan; Iraq, no Irak; Penjab o Penyab, no Punjab; Bengala, no Bangla; Dekán, no Deccan; Haiderabad, no Hyderabad; Kampur, no Cawnpore; Lajno, no Lucknow; Matura, no Muttra; Meliapur, no Milapore; Singapur, no Singapore; Ceylán, no Ceylon; Camboya, no Cambodge ni Kampuchea; Birmania, no Burma; Peking, no Bei-jing ni Pequín; Formosa, no Taiwan; río Azul, no Yang-tse-kiang; río Amarillo, no Hoang-ho; Puerto Perla, no Pearl Harbour y menos Pearl Harbor… Pero se respetarán algunos nombres aceptados, por ejemplo Lyon o Sao Paulo, que no conviene escribir León o San Pablo. Washington hay que escribirlo forzosamente Washington, ya que la capital federal de los Estados Unidos sale del apellido de su primer presidente Jorge Washington. En el caso concreto de la capital camboyana Fnom Peng, debe saberse que los autores del Siglo de Oro la llamaban Chordomuco. Sea como fuere, nuestro diccionario, una vez transcrito el nombre geográfico castellano, informará sobre los nombres equivalentes en otros idiomas. Los títulos de las obras literarias y musicales irán en cursiva: la Historia de España del padre Mariana. Algunas obras concretas no necesitan la cursiva, por ejemplo la Biblia, el Génesis, el Evangelio, el Apocalipsis, el Corán, la Ilíada, la Odisea, etc. Las citas de autores irán con letra cursiva y entre comillas: Dijo don Quijote: “Con la iglesia hemos dado, Sancho”. No se incluirán en nuestro diccionario toreros, deportistas, actores, cantantes y miembros de la farándula, salvo casos concretos. Sí figurará, por ejemplo, el torero Mazzantini, porque además de torero fue político (y estaba afiliado por cierto a la Masonería). No imitaremos a la Gran Enciclopedia Larousse, esa basura editorial que hace figurar en sus páginas a Lola Flores y excluye a Gustavo Le Bon (considerado maestro por Mussolini y por De Gaulle). En la descripción de los personajes, hay que señalar los casos de cristianos nuevos, y tratándose de hispanoamericanos precisar si eran criollos, mestizos, indios, negros, mulatos, etc. También la militancia masónica, o jesuítica, o del Intelligence Service (Madame Blavatsky, Sabino Arana, Indalecio Prieto y el general Jordana, como ejemplos destacados) y la pertenencia a diversas órdenes de caballería o de otra clase, etc. Muchos diccionarios no aportan este tipo de información.

Defectos de algunos diccionarios que debe evitarse: según Wikipedia (a la fecha presente 2014) el Papa Luna murió en 1423, lo mismo dice una intitulada Enciclopedia Aragonesa disponible en la Red, y otros muchos que sin duda copian de Wikipedia. La cronología de Dreyss dice 1424, el profesor Funk de Tubinga dice lo mismo, Fontbrune detalla septiembre de 1424. En el caso del escritor Pedro Muñoz Seca, la Gran Enciclopedia Larousse (edición española de 1972) dice con desfachatez que fue condenado a muerte y fusilado, cuando en realidad murió villanamente asesinado en las sacas ilegales de las cárceles, sin que su caso fuera visto por ningún tribunal. También dice que el historiador jesuita Zacarías García Villada murió en Vicálvaro en 1936, omitiendo el dato de que fue asesinado. También dice que el secretario general del PCE, José Díaz, vivió en la URSS hasta su fallecimiento, cuando en realidad se tiró (o le tiraron) por la ventana de un cuarto piso, etc. Etc. Nosotros no podemos decir que el Tibet sea “una región autónoma de la República Popular China de 1.221.600 kilómetros cuadrados”, como hace Larousse. Esto es una burla para los lectores, quienes deben saber que: 1º el Tibet no goza de ninguna autonomía, pues el régimen comunista chino lleva más de medio siglo intentando borrar por todos los medios su lengua y su cultura tradicional, e incluso queriendo que desaparezca el pueblo tibetano; 2º el Tibet no es“una región”, sino un país más grande que Alemania, Holanda, Bélgica, Francia, España y Portugal juntos; y 3º el Tibet abarca realmente 2.200.000 kilómetros cuadrados, incluyendo dentro de sus límites naturales la cuenca del Kuku Nor o Lago Azul, que los chinos llaman Tsing Hai o Mar Puro. Tampoco podemos aceptar la cifra de 1.200.000 habitantes dada por dicha enciclopedia en 1964, cinco años después de la huida del Dalai Lama, cuando las tropas chinas se dedicaban a perpetrar un brutal genocidio. ¿Cuántos de ellos eran colonos chinos puestos en lugar de los tibetanos eliminados? Finalmente, no es de recibo la frase diciendo que “cerca de 2 millones de tibetanos residen en las provincias chinas vecinas”, como si tratara de emigrantes que se hubieran desplazado a China buscando un nivel de vida mejor; estos tibetanos habitaban tierras tibetanas desde siempre, pero anexionadas por China, las cuales ni siquiera gozaban de autonomía teórica.

Estructura de los artículos: Cada artículo tiene su título, por ejemplo Felipe. Cada artículo empieza por la etimología: Felipe, del griego clásico Filippos, amigo de los caballos. Luego vienen varios apartados, el primero dedicado a los personajes mitológicos (en este caso ninguno, porque se trata del nombre castellano Felipe). Luego los emperadores romanos (en este caso tampoco, pues Filipo el Arabe debe figurar en el artículo Filipo). Luego los santos, por orden cronológico. Empezamos por San Felipe, el apóstol, contamos su vida y seguimos con los demás. Los santos que tengan apellido serán citados por el mismo orden, pero no se referirá su vida, sino que se remitirá a otro artículo. Si hubiera, por ejemplo, un San Felipe López, lo citaríamos, pero remitíriamos al lector al artículo López. Luego irá el apellido Felipe, con su origen y blasones (que, por cierto, no figura en el diccionario heráldico de González-Doria). Luego los personajes apellidados Felipe, por orden cronológico, acabando en el poeta León Felipe, donde nos remitiremos al artículo Camino, ya que éste era su verdadero apellido.

Dice una máxima hindú: "No hay derechos superiores a los de la Verdad". Este diccionario sólo aspira a ser una manifestación de ella.

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