Estamos en 1643. España señorea Europa. Francia sigue disputándole a laMonarquía hispana la hegemonía continental, a la que aspira. Las tropas francesas presionan sobre Cataluña y el Franco Condado. Para aliviar esa presión España traslada el salón de baile de la guerrra más al norte, para obligar al francés a reducir sus contigentes militares en las fronteras de Cataluña y del Franco Condado. El lugar elegido para plantar las picas de sus Tercios y las botas de sus soldados está en esa zona, indeterminada entonces, entre las actuales Francia y Bélgica, de nombre suficientemente evocador: Las Ardenas. Allí está la villa de Rocroi, a la quen los Tercios españoles ponen cerco mientras esperan recibir refuerzos desde Flandes. Los refuerzos no llegan, pero sí las tropas francesas al mando de Luis II de Borbón-Condé. Comienza la batalla. Los refuerzos no llegan, pero sí el fuego enemigo. Los Tercios mantienen la posición batiéndose como leones confiando en la pronta llegada de los camaradas de Flandes. La batalla está en tablas. Los españoles aguantan clavados al terreno la tormenta que los franceses les echan encima como un tsunami de fuego y acero. La tardanza de los refuerzos es ya una sentencia de muerte y derrota. Así lo interpreta la caballería italiana, que aguardando en los flancos de los Tercios apenas ha entrado en combate y en plena carnicería no ha tenido bajas sensibles. Huele a derrota inapelable. Los italianos son muy sensibles a ese aroma. Los refuerzos no acaban de llegar y ellos desertan. La caballería italiana abandona el campo. Como en las Termópilas, en Rocroi se quedaron solos los bisoños y los veteranos de los Tercios Viejos. Se quedaron solos los españoles.
Su heroismo ha conmovido al enemigo que ofrece a los españoles una rendición honrosa con unas condiciones hasta entonces inéditas sobre un campo de batalla. Si las aceptan, saldrán con sus armas y sus banderas, se les rendirán honores militares, no se tomarán prisioneros y serán tratados como iguales mientras estén en manos del enemigo en espera de ser devueltos a los acuartelamientos y campamentos españoles. El Tercio viejo que queda en pie rechaza la claudicación, cierra el cuadro, inclina 45 grados las picas, embraza las rodelas, desenvaina las espadas y las vizcaínas y a la voz coral de "Santiago y España" inica el último ataque. Los refuerzos no llegaron. La derrota, tampoco. Lo que llegó en Rocroi fue la gloria que nació en las Termópilas y se hizo española en Numancia."¿Cuántos erais? Contad los muertos", respondió al enemigo un superviviente del Tercio. El condestable francés dijo de ellos "son murallas humanas". Exactamente igual que en Esparta, cuya ausencia de murallas sorprendía a los visitantes. Cuando preguntaban les explicaban que "las murallas de Esparta eran el pecho de los espartanos". Como los Tercios Viejos que combatieron en Rocroi en mayo de 1643.
Eduardo García Serrano.
Fuente: Gaceta.es
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