sábado, 29 de octubre de 2011

Coplas a la muerte de mi padre, cantada por Paco Ibañez




Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando,

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y más chicos,

y llegados, son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nacemos,

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que cuando morimos

descansamos.

Los placeres y dulzores

de esta vida trabajada

que tenemos,

no son sino corredores,

y la muerte, la celada

en que caemos.

No mirando nuestro daño,

corremos a rienda suelta

sin parar;

desque vemos el engaño

y queremos dar la vuelta,

no hay lugar.

Esos reyes poderosos

que vemos por escrituras

ya pasadas,

por casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

trastornadas;

así que no hay cosa fuerte,

que a papas y emperadores

y prelados,

así los trata la muerte

como a los pobres pastores

de ganados.

Aquél de buenos abrigo,

amado por virtuoso

de la gente,

el maestre don Rodrigo

Manrique, tanto famoso

y tan valiente;

sus hechos grandes y claros

no cumple que los alabe,

pues los vieron,

ni los quiero hacer caros

pues que el mundo todo sabe

cuáles fueron.


Después de puesta la vida

tantas veces por su ley

al tablero;

después de tan bien servida

la corona de su rey

verdadero: 

después de tanta hazaña

a que no puede bastar

cuenta cierta,

en la su villa de Ocaña

vino la muerte a llamar

a su puerta,


diciendo: "Buen caballero,

dejad el mundo engañoso

y su halago;

vuestro corazón de acero,

muestre su esfuerzo famoso

en este trago;

y pues de vida y salud

hicisteis tan poca cuenta

por la fama,

esfuércese la virtud

para sufrir esta afrenta

que os llama.

Así, con tal entender,

todos sentidos humanos 

conservados,

cercado de su mujer

y de sus hijos y hermanos

y criados,

dio el alma a quien se la dio

¡en cual la dio en el cielo

en su gloria,

que aunque la vida perdió

dejónos harto consuelo

su memoria.

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