martes, 11 de octubre de 2011

Entrevista a Geoffrey Parker.

Entrevista realizada por hislibris.com a Geoffrey Parker sobre la publicación de su libro revisado La Gran Armada.

¿Qué hace que un inglés de Notthingham se convierta en uno de los máximos especialistas en la Historia Moderna de España?
Eso lo puedo explicar muy fácilmente. En 1964 estaba en mi último año de licenciatura en la universidad de Cambridge y asistí a un curso de John H. Elliot sobre la Historia de la Europa Moderna, desde el principio de las guerras de Italia hasta la muerte de Luis XIV, y  ese día el asunto era Felipe II y la rebelión de los Países Bajos. En el aula había, me parece, unos cien estudiantes, y en un momento dado el Dr. Elliot tenía un mapa colgado en la pared, y señalando el mapa comentó que una pregunta a la que no se tenía contestación era cómo España ha podido mantener una guerra en los Países Bajos, a tanta distancia, durante ochenta años, manteniendo un ejército de ochenta mil hombres. Cómo se ha podido hacer esto. Bueno, yo estaba encendido por esta pregunta, seguí al profesor hasta su oficina y le dije «bueno, profesor, ¿es verdad que nadie ha explicado esto?» «No, nadie, nadie —me respondió—. ¿Puedes hacerlo tú?» Y, bueno, lo hice… Es curioso, fue una cosa que escuché y no una cosa que leí, y en mi vida muchas veces han sido más importantes las cosas que he escuchado que las cosas que he leído. En el fondo es una cuestión de conseguir llamar la atención. He asistido a muchas conferencias de las que al final no me queda nada, pero a veces… Como profesor que soy, cada día espero poder encender a alguno de los alumnos que tengo enfrente planteando la pregunta adecuada, que fue lo que me pasó a mí, yo estaba en modo receptor y Elliot tiene además una voz magnífica, aún mejor en inglés que en español, y sabe manejar muy bien la intención, las ideas, con la voz, y me sedujo, no sabría explicarle por qué… Las preguntas de logística siempre me han fascinado, y aún lo hacen, y esta era una pregunta de logística. Cómo. Yo prefiero las preguntas «cómo» a las preguntas «porqué», por que me parece que en la Historia las cosas se desarrollan a través de los «cómo».
Pues precisamente vamos ahora con una pregunta sobre «cómo»; una de las conclusiones de su revolución militar fue que, a partir de determinado momento, la monarquía hispánica dejo de ser protagonista de las innovaciones militares de su tiempo para ir a remolque de ellas. Es indudable que en el mar esta cuestión se cumplió a rajatabla. ¿Cómo es posible que, conociéndose de sobra la dependencia de la monarquía de los metales americanos, no se abordara esta cuestión desde otra perspectiva?
Precisamente estoy revisando ahora La revolución militar, así que sigamos dos pistas en la respuesta. Tenemos una pista terrestre y una pista naval, y es mucho más fácil hacer los cambios en el terreno del Ejército, por ejemplo, los cambios en la organización militar, disparar por descargas, eso se puede aprender, por ejemplo en Nördlingen los españoles vencieron a los suecos, absolutamente, apresaron a su general y a millares de cautivos suecos, así que podemos decir que España hizo muy bien su trabajo en este terreno. En Rocroy no, por las tonterías que hizo D. Francisco de Melo, pero Nördlingen prueba que los españoles pudieron adaptarse muy rápidamente a las novedades en tierra. La pista naval es muy diferente porque si quieres una flota al punto, es necesario pensarlo diez años antes. No se puede hacer como en tierra. El Ejército es una labor intensiva, mientras que los cambios navales requieren muchísima inversión de fondos pero con mucho tiempo, es necesario planear los cambios con mucho tiempo. Nos detenemos en el ejemplo que usted ha elegido, las Flotas americanas. ¿Cuántas se han perdido? Dos, la primera en 1628 y luego en la década de 1650 a manos de los ingleses. ¿Por qué? Porque Inglaterra había tenido una guerra naval con Holanda y los ingleses habían podido hacer muchos cambios, pero la monarquía española no estaba preparada, para haberlo estado los cambios tendrían que haberse hecho mucho antes, pero la monarquía no tenía los recursos para semejante inversión. Y aún así es un buen record, teniendo en cuenta el número de flotas que llegaron a España. Además, precisamente por esto, no hay incentivos para cambiar un sistema que funciona. Después del desastre de Matanzas, donde se perdió esa primera flota, si hubo cambios, pero en principio no hay ni incentivos ni dinero. Es lo mismo que ir buscando el abordaje frente a la Flota inglesa en 1588. Había funcionado en Lepanto y en San Miguel, en las Azores. Si el sistema funcionó, si un sistema funciona, ¿para qué cambiarlo? De nuevo es una cuestión de dinero. Se necesita muchísimo dinero para hacer una flota como la inglesa. Los diez galeones de Portugal, a mi parecer, lucharon tan bien como los ingleses, pero la reina Isabel tenía veinte galeones como los portugueses, en cambio los galeones de Castilla estaban fabricados para el tránsito del Atlántico, pero no tenían la fuerza necesaria para una batalla al cañón con la flota inglesa, mientras que los portugueses estaban diseñados para ambos propósitos.
Muchos de nuestros lectores son lectores asiduos de novela histórica. ¿Qué le parece este género como forma de acercar laHistoria a un lector que, a lo mejor, no tiene la capacidad o la paciencia de hacer frente al ensayo histórico puro y duro?
Me gusta, me gusta y normalmente la leo yo. Es una especie de Historia virtual. La novela histórica, bien hecha, está concentrada en lo que podemos llamar los «márgenes de la historia», donde hay dudas, huecos, y si no contradice a la verdad me parece que es una forma de especulación que puede dar la misma luz que laHistoria misma. A mí me gustan por ejemplo las novelas de Mari Pau Domínguez, que sacó el año pasado una llamada Una diosa para el rey, que es la vida de Isabel Osorio, amante de Felipe II, de la que no conocemos casi nada, entonces es un asunto muy apropiado para una novela, en mi parecer. Ella lo ha hecho muy bien, me gustó. Entonces se concentran las novelas históricas en los casos menos conocidos, como digo, las sombras de laHistoria, ahí se puede hacer muchísimo y encender el entusiasmo por la Historia. La novela histórica es un diálogo; nosotros, historiadores, tenemos un diálogo con los archiveros, porque ellos tienen los documentos que nosotros vemos, y creo que nosotros también tenemos que tener un diálogo con los novelistas históricos. Somos todos aficionados del pasado. ¿Por qué no podemos ser amigos todos?
Dada su respuesta, suponemos que el episodio de la Armada le parecerá un buen escenario para una novela de este tipo.
Sí, sí, porque hay tantas cosas… Por ejemplo, yo quisiera saber qué pasó en el buque insignia de la Armada el día después de la batalla de Gravelinas. Hubo un consejo de guerra y como todos los protagonistas estaban juntos no necesitaban notas, entonces no hay una transcripción del debate. Normalmente siempre hay una carta al Rey; cuando se decidió salir de La Coruña el 21 de Julio se hizo un consejo de guerra y el Duque de Medina Sidonia no solo hizo una transcripción del debate, hizo que firmara cada uno de los asistentes porque tenía muchas dudas sobre si era una decisión acertada o no, pero después, en este consejo, tras la batalla, no hubo transcripción, no sé si porque estaban en la mar o porque hablaron sobre la rendición, que es mi teoría, así que me gustaría mucho saber lo que pasó, y esto sería un asunto muy apto para una novela histórica, ojalá que la escriban.
O que encontremos las actas de ese consejo de guerra en otro legajo de «papeles raros» como ocurrió con los documentos recién descubiertos de Recalde y de Leiva.
Sí, sí… fue una coincidencia. Mi amigo Fernando Bouza me acompañó un día al Archivo Histórico Nacional diciéndome que había encontrado estos «papeles curiosos» y no entendía por qué estaban en la serie de Órdenes Militares, porque si bien los otros millares de legajos eran pruebas de limpieza de sangre, hábitos y encomiendas, etc., había cuatro paquetes de cosas que a él le parecían de Inglaterra, y estaba en lo cierto, hay dos dossieres, uno con papeles de Juan Martínez de Recalde, Almirante General de la Flota, y otro con dos cartas a Recalde de D. Alonso de Leiva, papeles en los que se intenta culpar al Duque de Medina Sidonia.
Con lo que volvemos, en cierto sentido, al mito clásico de culpar al Duque de Medina Sidonia del fracaso de la Armada.
Es curioso, ¿no? Es como un péndulo. Con estos nuevos documentos volvemos  a verlo como culpable. Pero es una cosa que no podemos descartar. Recalde mandaba la retaguardia y Leiva la vanguardia, son los veteranos más expertos de la Armada, los de mayor rango. Tenemos pruebas de que tenían correspondencia privada entre ellos, y ellos no tenían dudas de que el Duque había mandado mal, y aún peor sus principales consejeros, D. Francisco de Bobadilla y Diego Flores de Valdés. La carta de Leiva que cito en el libro dice que a la altura de 61º y medio ellos, el buque insignia, va a mandar a D. Baltasar de Zúñiga a España para culparlos a ellos (a Recalde y a Leiva), y precisamente Zúñiga abandonó la flota a esos 61º y medio. Estaba claro que Leiva estaba muy bien informado y escribió a Recalde, que también había estado en el consejo de guerra, por lo que no hay motivo para mentir. Para mí estas cartas son una evidencia de gran peso, por eso las publiqué. Primero, gracias a Fernando, encontramos los documentos de Recalde, hice una transcripción y la Revista de Historia Naval los publicó, creo que en 1998, y después encontré esas dos cartas de Leiva. Fueron un poco difíciles de identificar, aparece solamente la señal de la cruz y empieza directamente, no dice «Querido señor Recalde», etc., solo V.M., vuestra merced, y empieza. Después caí en la cuenta de que eran de Leiva y publiqué un segundo artículo en la Revista de Historia Naval con la transcripción, y después, como me parecieron de tanto interés, publiqué una versión en inglés de ambas en la revista de la Armada británica.
¿Los nuevos hallazgos y la bibliografía aparecida desde la primera publicación de este libro justifican una revisión del mismo?
Si solo fueran estas cartas, no, pero hemos encontrado otras cosas. Por ejemplo, Collin se ha sumergido en otros pecios de la Armada, conocemos otros tres pecios de la Armada esperando ser excavados, todas naos levantinas que se hundieron juntas en la costa de Irlanda, y que no se han podido excavar porque no hay medios para conservar los hallazgos, aunque sí hemos podido identificarlos porque sí se han podido sacar los cañones de bronce, que no se echan a perder al ser sacados, y gracias a su peso, porque en la época preindustrial no hay dos cañones con el mismo peso exacto, los hemos podido identificar, porque en el Archivo de Simancas hay un dossier sobre cada barco con el peso exacto de sus cañones, y esto nos vale como una matrícula para cada barco. Junto con los pecios tenemos más documentación, los papeles de los que hablamos antes, un diario que me facilitó Jesús Calero, de ABC, que fue quien encontró el diario de D. Guillermo Stukeley, que era un católico inglés, un refugiado que salió con Medina Sidonia, que escribió un diario muy detallado de lo que pasó, pues al no ser combatiente tuvo mucho tiempo para hacer sus observaciones, y además hay otros muchos documentos muy interesantes. Además yo he escrito mucho sobre Felipe II desde la primera edición y por eso conozco más sobre sus intenciones.
En principio parece que, con las recientes aportaciones, van quedando cada vez menos zonas oscuras sobre el tema de la Armada. ¿Queda algún punto realmente oscuro sobre el que el descubrimiento de nueva documentación pudiera ofrecer respuestas?
En Historia nunca se puede decir que nada está suficientemente claro. Yo pensaba que, por primera vez, tenía toda la documentación, pero hemos encontrado nuevos pecios, nueva documentación en Simancas… Es posible que Leiva tuviera un diario que quedase en Irlanda cuando su barco se hundió, las actas que no existen sobre ese consejo de guerra tras Gravelinas… Cuando D. Baltasar de Zúñiga abandona la Armada lleva el diario de MedinaSidonia consigo, pero es un diario para convencer al Rey, no es un diario neutral. Puede que encontremos más diarios, por ejemplo el de Stukeley apareció en entre los papeles de un bibliotecario de Sevilla, se pidió mi opinión para identificarlo y por eso lo conocí, pero era algo absolutamente inesperado, pero muy bienvenido… Pero ahora tengo la contestación a su pregunta: las actas de la Flota inglesa. Eso quisiera yo ver. No hay actas, hay muy poca documentación sobre la Flota inglesa, porque por ejemplo, Felipe II mandó todo por escrito, entonces tenemos una pista, un rastro de cartas. Isabel no, Isabel se reunió con sus almirantes antes de que salieran y, aunque hay una instrucción, a la instrucción siguió una reunión en la que supongo habría alguna discusión sobre las estrategias posibles para prepararse contra una Armada cuyo destino exacto no se sabía. Me gustaría saber qué pasó con estas actas. También había reuniones de los comandantes, de Drake, Hawkins, Frobisher y Howard en el buque insignia de las que no tenemos notas. Sería muy interesante encontrar las actas de estas reuniones. Ahora mismo creo que podemos aprender más sobre los ingleses, sobre los españoles es posible encontrar algo más, pero sobre los ingleses me parece que hay mucho por hacer.
En los capítulos dedicados a Felipe II en el libro es inevitable percibir un aire mesiánico en la actuación del Rey. ¿Cambió su inicial punto de vista sobre este tema después de su completísima biografía sobre él? (Esta es una de las preguntas que nos parece que no entendió bien.)
La primera edición de esta biografía la publiqué en 1968. Salió en España en 1984 pero el texto era el mismo. En treinta años he aprendido mucho sobre el Rey, pero a la vez yo tengo más experiencia de mando, de mando en minúscula, gracias a mi trabajo como jefe de departamento, en comparación con Felipe II no es nada, pero he tenido una mayor comprensión de sus problemas, y sobre todo la absoluta necesidad de no hacer las cosas que se puede, sino las cosas que se debe. Y me parece una diferencia fundamental que a Felipe II, como ve, no hay nadie para decirle «Majestad, ¡debe!». No había nadie que le pudiera decir al Rey «Señor, no haga esto, hay que hacer esto otro».
Volviendo al tema anterior, ¿cómo fue posible que Felipe actuara con la aparente precipitación con la que lo hizo? Porque, además, la Campaña de la Armada se llevó a cabo en un momento de plena madurez del monarca, apenas 10 años antes de su muerte, momento en que es extraño que un rey con el comportamiento habitual de Felipe, se deje llevar por la osadía de la forma en que este lo hizo en ciertas cuestiones pese a las indicaciones de sus más experimentados consejeros.
Bueno, en la estrategia hay dos niveles. Por un lado tenemos que Inglaterra atacó a España, no es que Felipe II atacara primero. Isabel lanzó una flota liderada por Drake que saqueó Galicia, las islas Canarias, Cartagena de Indias, Santo Domingo y la Florida. No es una cosa que se pueda dejar pasar. Así que la Armada era un contraataque, un contraataque contra una reina pirata. Inglaterra sería como la Somalia del s. XVI porque era débil, y el instrumento de guerra naval de los débiles es la piratería. Felipe II no contraatacó con piratas, envió la Armada, y aquí tenemos el segundo nivel estratégico, que es el cómo hacerlo. Y en este terreno fracasó al pensar que era imprescindible la reunión del Duque de Parma, con el Ejército de Flandes, y el Duque de Medina Sidonia al mando de la Armada desde España. Pensaba que sería posible que laFlota esperase cerca de Dunquerque hasta que embarcase el Ejército de Flandes, y eso fue una tontería. El fallo de un rey con mucha experiencia, pero no en combate naval, y que rehusó reunirse con sus almirantes para discutir con ellos las alternativas. Esto choca con lo que hizo Isabel. Sabemos que antes de que saliera la flota inglesa Isabel tuvo una reunión con sus comandantes para discutir la estrategia. Es una pena que no tengamos las actas de esa reunión pero sabemos que tuvo lugar porque hay una carta del almirante Howard a Burghley, el primer ministro, dicendo «La reina y nosotros hemos decidido…». Las decisiones tácticas y estratégicas se tomaron sin la intervención de los ministros civiles, al contrario que Felipe II que se reunió con Mateo Vázquez, clérigo, Juan de Idiáquez, diplomático, Cristobal de Moura, con experiencia en guerra terrestre, pero no con Parma, o Santa Cruz, o Medina Sidonia, a los que solo ordenó que hicieran esto o aquello. Fue un sistema de mando muy diferente al inglés, y creo que deficiente.
En principio la principal razón del fracaso de la Armada, parece ser la incapacidad de Parma y Medina Sidonia de coordinar sus esfuerzos. De haberse logrado esto, y de haber logrado desembarcar Parma en Inglaterra, ¿habría podido la Armada, una vez que la flota inglesa conocía sus debilidades, garantizar las comunicaciones del ejército de Flandes con el continente? (Y, claramente, esta es la segunda.)
Eso es una presunción… incluso después de los primeros combates aún no se conocían bien los defectos de la Armada, se estaban descubriendo todavía. La flota inglesa no se podía permitir un fracaso. La única persona que podía hacer que se perdiese Inglaterra en una tarde era el almirante Howard. No se podían permitir un error, con que se produjera un choque entre dos barcos y un abordaje llevase al otro, la batalla estaba perdida. Era una contingencia que la flota inglesa no podía permitirse, se estaban jugando la batalla a una carta.
En 1586-87 parece que el Duque de Parma tenía una opción real de pacificar, manu militari, los Países Bajos. Puesto que el fin último de la Campaña inglesa fue, precisamente, facilitar la pacificación de estos territorios, ¿porqué no se emplearon los recursos de la Armada –o incluso una fracción de los mismos- para lograr este objetivo y, ya con la costa flamenca asegurada y buenos puertos, poner en marcha la operación contra Inglaterra?
Bueno, ya se ha criticado a Felipe II por no aprender se sus fracasos. Después de la armada de 1588 envió la de 1596, por ejemplo, pero sí aprendió de sus fracasos en los Países Bajos. Allí ha sostenido una campaña continua desde 1572, sin éxito. Así que pensó que quizás la cosa cambiaría si atacaba Inglaterra. Además, no tenía alternativa, era imprescindible porque los ingleses le estaban atacando a él, así que pensó que si podía acabar con el régimen Tudor terminaría también con la rebelión holandesa. Y creo que tenía razón, no era posible mantener la resistencia holandesa sin apoyo inglés, sobre todo una vez paralizada Francia. Era una estrategia en tres etapas: primera etapa, invasión de Inglaterra; segunda etapa, acabar con la rebelión de los Paises Bajos; tecera etapa, intervenir definitivamente en Francia para poner en el trono a la infanta Isabel, como hija que era de Isabel de Valois, con más derechos que Enrique de Navarra.

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