martes, 22 de noviembre de 2011

Respuesta de Pío Moa a César vidal (IV)


Magnífica respuesta de Pío Moa.

Afirma César Vidal que la raíz de la ciencia se halla en la Biblia y que gracias  a ella la revolución –más bien que reforma—protestante la desarrolló desde el siglo XVI. Afirma asimismo que los científicos católicos son muy escasos y debían sus saberes en gran medida a los avances de los protestantes. En suma,  Que la  Reforma (protestante) del siglo XVI fue la clave para entender la Revolución científica es una verdad histórica admitida en todas las áreas. Me temo que solo esté admitida en las áreas protestantes, y no sé si en todas.

 Debe reconocerse, de entrada, que relacionar protestantismo y ciencia resulta aventurado, por cuanto uno de los fundamentos de aquel es el firme rechazo a la razón y al libre albedrío; no parece fácil que la ciencia pudiera desarrollarse sobre tales supuestos, y me parece que don César, llevado de su fervor protestante, confunde aquí, como en los apartados anteriores, datos y argumentos.

   Don César debiera reflexionar en que, si la ciencia, el pensamiento científico, partiese de la Biblia y sus incitaciones a estudiar el universo, los judíos antiguos tendrían que haber destacado por una una ciencia poderosa. Y sin embargo no hubo nada de eso. La incorporación de los judíos a la ciencia es un fenómeno históricamente reciente. Para empezar, desde mucho antes de la Biblia los sacerdotes de las culturas de Mesopotamia, Egipto o  La India hacían interesantes observaciones astronómicas (teñidas de astrología) y naturalistas,  y algo así hubo también en China. Y  la ciencia, el pensamiento científico propiamente dicho, no aparece en Israel, sino en la Grecia clásica, esa que tan poca gracia hace al señor Vidal porque, según él,  ha contaminado al catolicismo apartándolo de la pureza del Libro y volviéndolo medio pagano.

    Si el origen del pensamiento científico se encuentra en Grecia, es obvio que el despliegue científico en la Europa del siglo XVI-XVII no puede deber mucho a la herencia hebraica. Y, efectivamente, no lo debe: si podemos detectar una recuperación de la ciencia debemos encontrarlo en la católica Italia del Renacimiento, con patrocinio eclesiástico y fecundada por el pensamiento griego. Esto parece mucho más lógico y acorde con la realidad histórica.

   Para justificar su tesis, el señor Vidal recurre al caso Galileo --a quien sí podría considerarse, sin demasiada injusticia, el padre de la ciencia moderna—y lo explica así: Galileo (1564-1642) –que basó buena parte de sus avances en las obras de científicos calvinistas holandeses– fue juzgado y condenado por la iglesia católica. Se convirtió en un claro aviso para navegantes. Este modo de exponer el caso no parece muy propio de historiadores profesionales, como admite serlo el señor Vidal, quien no solo olvida donosamente a Copérnico sino que desvirtúa la realidad histórica. Creo que lo aclara mejor Vittorio Messori, un estudioso de Galileo: “Cuando tenía casi setenta años, después de una vida honrada por la Iglesia, salvo una prudente advertencia para que no transformase simples conjeturas en certezas indiscutibles, Galileo fue condenado no por lo que decía, sino por cómo lo decía, ya que sus propias hipótesis  --y entonces no pasaban de ser eso, y las pruebas que aportó se revelaron equivocadas—eran mantenidas por muchos científicos que, a la vez, eran frailes y monjes. Copérnico, a quien Galileo se remitía, era un devoto canónigo polaco, respetado por los papas y execrado en cambio por Lutero y por otros reformadores que, por una vez, celebraron una iniciativa de la Iglesia católica y dijeron que, si hubiera caído en sus manos, Galileo se habría dejado la piel. En cambio, en manos romanas, no pasó siquiera un día en la cárcel y fue hospedado y confortado por cardenales y obispos, ni se le impidió investigar ni publicar, hasta el punto de que su obra científica más importante la editó tras la “terrible” condena consistente en la recitación diaria de algunos salmos penitenciales”.  Esto parece, nuevamente, mucho más ajustado a la realidad histórica, también a la realidad del fanatismo protestante de la época. Y que Galileo utilizara algunos inventos técnicos holandeses no quiere decir que fuera influido intelectualmente por ellos. Lo fue mucho más por Copérnico, como señala Messori, y posiblemente por alguna aportación española.

  La desvirtuación del caso Galileo ha sido increíblemente explotada tanto por la propaganda protestante como por la comunista y atea (algo parecido, salvando las distancias, a la explotación desenfrenada de la supuesta matanza de la plaza de toros de Badajoz  por las izquierdas). En fin, la realidad del caso Galileo es bien conocida desde hace muchos años, aunque la persistente propaganda haya creado una leyenda urbana triunfante en ámbitos populares, incluido el Eppur si muove. A don César parece gustarle más la leyenda urbana; está en su derecho, pero ello no resulta excesivamente  profesional, si me permite señalárselo. También en Nueva historia de España  lo he explicado y ahora voy entendiendo por qué a don César le ha gustado tan poco mi libro. Como no vamos a entrar en cada caso, diré que sus interpretaciones de Pascal o de Descartes sufren del mismo fallo --la tendenciosidad-- que  la de Galileo.

   Señalemos de pasada que es errónea la imputación habitual de que la ciencia sufrió un eclipse durante las edades de Supervivencia y Asentamiento de Europa. La palabra correcta sería más bien retroceso. No me extenderé, por no alargar demasiado el comentario, y  puesto que tampoco lo trata don César.

   Dejaré aparte interpretaciones del señor Vidal como la de la “Invencible”. Podría recordar, puestos a ello, los desastres navales ingleses inmediatamente posteriores a la Invencible, o el de la Invencible inglesa que fue a conquistar mucho tiempo después Cartagena de Indias: ¿diría que las derrotas inglesas fueron causados por el protestantismo o por una inferioridad técnica o científica achacable al protestantismo? A veces don César cae en  lo pintoresco.

    Tampoco es aceptable su pretensión de reducir a la insignificancia el número y mérito de los científicos católicos. Su nómina hasta hoy es en verdad impresionante, no hará falta que me extienda al efecto. Pero tiene razón, en cambio, cuando recuerda que, como todo el mundo sabe, fue en algunos países protestantes (más o menos protestantes, como Inglaterra) donde la ciencia alcanzó mayor desarrollo. Como también es un hecho histórico que gran número de científicos, cada vez más a partir del siglo XVIII, cambió el protestantismo y el catolicismo por el ateísmo o el agnosticismo (¿cuántos premios Nobel científicos, que don César presenta como judíos y protestantes, son en realidad ateos o agnósticos? Aparte de que la tendencia en una época puede invertirse en otra). Sin olvidar que los musulmanes, durante algunos siglos, desarrollaron una ciencia considerable, influida, nuevamente por Grecia (y la India), o que la ortodoxa Rusia y la Unión Soviética desarrollaron en los siglos XIX y XX una ciencia notable, ajena por completo al protestantismo, como actualmente Japón o China.

   ¿Qué conclusión nos ofrece la historia? Pues que, contra las preferencias del señor Vidal, la ciencia tiene muy poco que ver con la Biblia o con las religiones judía o protestante. Tampoco vamos a caer en la tesis hoy tan extendida de que ciencia y religión se oponen. En Nueva historia de España he indicado que los orígenes más remotos de la ciencia podrían encontrarse probablemente en algunas actitudes y actividades sacerdotales de las civilizaciones antiguas. La historia de las relaciones entre religión y ciencia es compleja, a veces conflictiva y otras de mutuo refuerzo (como sugería Bacon). En todo caso no es en absoluto la relación que establece el señor Vidal. El hecho histórico constatable, insisto, es que la ciencia no nace en Israel, sino en Grecia, cuyo pensamiento fecunda su renacer en Italia y a partir de ella en gran parte de Europa; y que es perfectamente asumible por muy diversas religiones e ideologías, incluso ateas.    

   Dicho esto, podemos abordar el atraso científico de España  con respecto no solo a algunos países protestantes, sino también católicos. El atraso es indudable y, sabiendo ya que no puede deberse al catolicismo, habrá que buscar otras causas.

   En Nueva historia de España he aventurado la hipótesis de que una causa, al menos,  radica en la tradición y el carácter fuertemente romano de la cultura española. Como es sabido, la cultura latina, al revés que la griega, fue poco dada a especular –y la especulación es una base esencial del pensamiento científico, junto con la observación y la experimentación--:  tuvo un carácter realista y técnico, no especulativo y científico. Y ese carácter se aprecia como una constante en la cultura española. Dicho de otro modo: al revés que Italia, España recibió muy poca sustancia fecundante de Grecia. Y al igual que Roma, la época dorada de España impresiona por la potencia técnica desplegada en las flotas, las ciudades, las obras públicas y las comunicaciones a lo largo y ancho de su imperio. Pero no impresiona por su poder especulativo y científico en ciencias naturales, o en ciencia en general, salvo excepciones brillantes como la Escuela de Salamanca (que don César infravalora por el hecho evidente de que fue católica).

   La época gloriosa de España obró después como un hechizo paralizante, creyéndose que podía mantenerse sin cambios. No hubo un desarrollo del Siglo de Oro, sino un anquilosamiento, movido por un temor extremo a las novedades. Quevedo es una buena muestra: constata y lamenta  la decadencia pero es incapaz de discernir sus causas y de proponer soluciones eficaces. En el siglo XVIII lo vemos nuevamente en Forner, que hace una crítica bastante aguda de la Ilustración, pero no percibe “las novedades”, los nuevos problemas y actitudes ante ellos, creyendo implícitamente que todo está ya descubierto y asentado. Lo notamos hoy, igualmente, en el pensamiento conservador.
  
Otras veces he señalado esa característica en la enseñanza actual, nuevamente expandida en el franquismo después de siglos de retrocesos y desatenciones: nuestra universidad ha sido y es capaz de formar buenos, incluso excelentes profesionales, pero apenas salen teóricos y científicos con ideas nuevas. Se aprende lo que otros han dicho o descubierto, pero se rehúyen los problemas y debates y no se aporta casi nada original. A veces se ha considerado esta  muy lamentable deficiencia considerándola una especie de peculiaridad étnica o genética, bien aceptándola, incluso con chulería, bien utilizándola para denigrar el conjunto de nuestra cultura. Yo creo que se trata más bien de un problema educativo, como he señalado en muchas ocasiones. Opino que fue la educación lo que hizo grande a España, el anquilosamiento y retroceso educativo el que motivó su decadencia, y un replanteamiento acertado de ella lo que podría volver a hacer de España una nación de primer orden. 
  
     Volviendo al señor Vidal, tengo la impresión de que sus apasionados prejuicios protestantes le llevan a emplear una metodología defectuosa y a caer en errores y olvidos a veces sorprendentes, un poco al estilo de nuestros historiadores izquierdistas: lo que no cabe en sus esquemas no existe o queda condenado o desvirtuado, mientras acumula hechos y datos que parecen confirmar la tesis previa. Se ha dicho que, como en la historia se encuentra de todo, cualquier tesis pueden asentarse con tales métodos. Lo hemos observado cuando abordó la cuestión del trabajo, las finanzas y la educación (que él confunde con alfabetización) y nuevamente en relación con la ciencia. También emplea aquí, de modo inapropiado, el argumento de autoridad citando  como definitivas las tesis de algunos autores y  despreciando por las buenas las discrepantes. Pero precisamente el pensamiento científico rechaza el argumento de autoridad, como proclama el lema de la Royal Society nullius in verba. No es que la ciencia prescinda de la autoridad, eso constituiría un grave error, sino que no la considera el argumento definitivo.

   Dado que don César admira la ciencia, y que demuestra además un fuerte patriotismo, podría aplicar más cuidadosamente sus principios, ya que con sus metodologías me temo que no saldría España del paso. Lo mismo que su admiración por Usa no significa que él comparta necesariamente las virtudes useñas. Hay un fondo en que estamos de acuerdo él y yo, y es en la defensa de la ciencia y de la cultura española. En lo que discordamos es en los criterios  al respecto.
  

3 comentarios:

  1. ¡Comienza a saberse la verdad! Gente como Aristóteles, Copérnico o Galileo os metieron en la cabeza que la tierra es redonda, pero afortunadamente hoy ya hay youtubers muy prestigiosos que se atreven a llevar la contraria a los astronautas y afirman que la Tierra lógicamente es plana, tal y como demuestra la Biblia. Incluso un tipo llamado Mad Mike ha construído un cohete casero con el que lo va a comprobar … un día de éstos. Es que no entiendo esa manía de decir que hice la Tierra como un balón de fútbol. Cogéos el Apocalipsis, 7:1,  lo dice bien claro: “Después de esto vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra”. ¡Cuatro ángulos! En el libro de Isaías 12:12 también queda demostrado que la Tierra es plana: “...congregará a los desperdigados de Judá de los cuatro extremos de la tierra.” En el libro de Daniel 4:11 se dice que había un árbol muy alto que se podía ver desde todos los confines de la Tierra, lo que sería imposible si ésta fuese redonda, ¡listos!: “ Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba a ver desde todos los confines de la tierra.” Cuando yo bajé a la Tierra lo comprobé en persona. Dice el evangelio de Mateo 4:8 que me fui al desierto y allí el diablo me tentó: “ Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos”. ¡Todos los reinos se ven desde un monte! ¡Incluso Australia! ¡Y hay muchas citas bíblicas más! En ellas afirmo no sólo que la Tierra es plana, sino que además está sobre unas columnas y no se mueve ( ¡lo que se mueve es el sol, la Biblia demuestra también como lo detuve una vez para que Josué ganase una batalla!).  En el libro de Job incluso afirmo que la Tierra pende de un cordel, jajajaja. ¡Lástima que ya no exista la Iquisición para devolveros al buen camino! ¡Malditos científicos!

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  2. Según la teoría heliocéntrica la Tierra gira sobre su eje a 1.600 km/h, a la vez que orbita alrededor del Sol a 107.000 km/h. A su vez, el Sol y el resto del Sistema Solar orbita a 792.000 km/h alrededor de la Vía Láctea, la cual se mueve alrededor de un sistema de millones de galaxias a 965.000 km/h. Además, este sistema de millones de galaxias se mueve a 2.160.000 km/h por el Universo. Sin embargo, nadie ha sentido, oído o visto jamás todos estos supuestos movimientos. La idea de que la Tierra se está moviendo va totalmente en contra de lo que experimentamos con nuestros propios sentidos.

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  3. Por cierto, Pío Moa eres un genio dando una lección a un católico acomplejado, Cesar Vidal es muy inteligente y capaz pero se nota su influencia judeo protestante en algunos temas.

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